Leonardo Vilches: fue el hijo de Luis Brandoni en Mi cuñado, de adulto se hizo viral por irrumpir en Intratables y hoy busca volver al medio
Su última aparición en una ficción fue en Resistiré; a los 8 años conoció la fama gracias al popular ciclo de Telefe, ganó más dinero que su padre y le pudo pagar la fiesta de 15 a su hermana; con los años el trabajo en los medios empezó a escasear y tuvo que ganarse la vida de otra manera
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Tenía nada más que 8 años cuando entró al medio por la puerta grande con el papel de Ulises Cantalapiedra. En diálogo con LA NACION cuenta cómo fue “ser adulto de niño”, ganar más dinero que su padre y haber tenido que dejar el colegio por las largas jornadas de filmación. También recuerda la primera vez que consumió drogas, por qué interrumpió el aire del ciclo de América Intratables y sostiene sus ganas de regresar a la ficción, aunque sabe que el medio puede ser cruel.
Un “error” de su mamá cambió por completo su destino y el de toda la familia. Ella estudiaba abogacía, estaba yendo a una clase pero sin darse cuenta se pasó de parada y terminó en Juan de Garay y Alberdi, en el barrio de San Cristobal, donde vio una extensa fila y se acercó. Se trataba del casting para interpretar a Ulises en la ficción de Telefe, Mi cuñado, con Luis Brandoni y Ricardo Darín. Sin dudarlo, anotó a su hijo de ocho años: Leonardo Vilches. Entre 1993 y 1996 el joven actor interpretó al menor de la familia Cantalapiedra, era reconocido en la calle, firmaba autógrafos y su popularidad era tan difícil de manejar que tuvo que hacer libre la escuela primaria. A los 10 años llegó a ganar más dinero que su padre, al punto que le pagó la fiesta de 15 a su hermana y compró un auto.
La fama se fue disipando. Estuvo en 22, el loco, en 2001 y dos años más tarde en Resistiré, pero la última vez que se lo vio en pantalla fue en 2016, cuando sin permiso irrumpió en el estudio de Intratables, con la conducción de Santiago del Moro, para pedir por los derechos de sus compañeros. Mirando el episodio en perspectiva, admite que las formas no fueron las correctas y se arrepiente de ello, pero aclara que en ese momento tuvo un brote psicótico. Ahora recuerda cómo era ser “un niño con vida de adulto”, la primera vez que probó drogas a los 13 años y cómo la contención familiar lo ayudó. Actualmente estudia Ciencias Políticas, está alejado de los medios pero con ganas de volver a hacer ficción y a tomarse el café que se debe con Luis Brandoni.
—Mi cuñado fue tu primer trabajo, ¿cómo llegaste?
—Yo ya estudiaba teatro con Esteban Mellino -el profesor Diógenes Lambetain-. Un día mi mamá estaba yendo a estudiar y se pasó con el colectivo, vio la fila para un casting en Telefe y me anotó. Después de una prueba y otra, me fueron llamando hasta que quedé. Yo sentía y aún hoy, que lo mío es la actuación. En mi familia no había actores. Mi hermana, que es más grande, estudiaba conmigo y mi abuelo era artista plástico. Pero siempre me apoyaron en todo.
—¿Te acordás de la primera vez que estuviste con Ricardo Darín y Luis Brandoni?
—Sí, no lo podía creer. Fue en la prueba de cámaras. Estaba nervioso porque era todo increíble para mí, hasta entrar a un estudio; fue muy loco. Era extrovertido de chico, simpático, entrador. No me daba vergüenza nada, imaginate que iba y le hablaba a (Gustavo) Yankelevich.
—¿Cómo era el ritmo laboral? ¿Con el colegio cómo hacías?
—Trabajaba de lunes a viernes muchas horas. Se complicó con el colegio, rendí libre porque los compañeritos se volvían locos con la fama, me querían tocar, así que dejé en cuarto e hice de quinto a séptimo libre. No ir a la escuela era algo inusual, pero tenía otra rutina y me gustaba tanto la actuación que no me molestaba. En primer año de la secundaria volví al colegio presencial y fue lindo regresar. Igual no me había desacostumbrado al ritmo escolar porque la maestra particular que tenía era muy buena.
—Con trabajo y sin colegio (al menos no de manera regular), ¿quedaba espacio para la vida de niño?
—Sí, hacía gimnasia deportiva, natación y me juntaba con amigos del barrio y mi hermana que es cinco años más grande y también estudiaba teatro; me ayudaba a repasar la letra. En el trabajo la pasaba re bien, me sentía uno más, pero como era el más chico, me compraban regalos y comida.
—Vivías como adulto, ¿cómo era la relación con el dinero?
—Mi papá trabajaba en una fábrica de fósforos y mi mamá era ama de casa y me llevaba y me traía desde Floresta, donde vivíamos, al canal. Yo ganaba más plata que mi padre, el dinero lo manejaban ellos pero no me puedo quejar de que me usaron, ni nada. Lo que quería, lo tenía: gustos, juguetes, viajes, lo disfrutamos. Comprábamos las cosas que quería. En un momento tenía un sueldazo, cambiamos el auto y nos compramos un Golf, me acuerdo, y pagué la fiesta de 15 de mi hermana con Mi cuñado. El después en ese sentido fue un golpe grande, de ganar 10 mil dólares en esa época, a dos lucas por día; te pega el ego. A mí no se me caen los anillos pero a veces pienso: “¿qué onda tanto éxito que tuve, y ahora?”.
—Mucho dinero y mucha fama también en ese momento. ¿Cómo te llevabas con ese combo?
—Sí, cuando salía me pedían autógrafos, “con cariño para...”; siempre me manejé bien con eso, era lindo que te reconocieran, que te hablaran y aún hoy la gente se me queda mirando y me reconoce.
—Desde Mi cuñado hasta tus siguientes trabajos (22, el loco y Resistiré, en 2001 y 2003) pasó bastante tiempo. ¿Cómo viviste esos años en los que la cámara se apagó?
—Lo llevé bien, nunca fui de bajonearme, tuve el apoyo de mi familia y hablar fue fundamental. Mientras, seguía haciendo castings y siempre teatro. El teatro te forma como actor, es como una experiencia que adquirís constantemente (tiene en su pecho tatuadas las dos máscaras griegas de la comedia y el drama). Iba a las pruebas y no quedaba, me representaba mi mamá, no tenía un agente. Y eso me frustraba, porque iba con mucha expectativa pero tranquilo, lo hacía bien y después con el correr de los días cuando ves que no te llaman te ponés mal. Ulises fue tan importante y un furor que para otro personaje estaba marcado. En 2001 el director de casting de Polka se acordó de mí para un papel. Después, en 2003, Claudia Rauch, productora que se encargaba de los castings de Telefe, me vio en el estreno de una obra de Raúl Lavié y me dijo que estaba buscándome porque me había pensado para un papel en Resistiré. Era por seis capítulos mi participación, pero al final me quedé media temporada. Cuando me convocaron sentí mucha euforia, estaba contento.
—Y luego de eso, la última vez que te vimos en pantalla fue en 2016, cuando entraste al estudio de Intratables para reclamar por los derechos de tus compañeros.
—(Silencio) Sí, me arrepentí de cómo entré y cómo interrumpí.
—¿Estuvo armado o charlado?
—No, no fue preparado ni premeditado. Yo estaba trabajando en una pizzería de delivery y pasaban cosas, exploté y pensé en qué podía ayudar. Fui a América, engañé al de seguridad y pasó lo que pasó (Leonardo interrumpió el vivo sin que nadie de producción supiera para reclamar que él y sus colegas estaban trabajando de manera informal).
—Como interrumpiste mientras hablaban de Jaime Stiuso, en las redes se llegó a decir que eras espía y recién al día siguiente se supo que eras Leonardo Vilches, el actor de Mi cuñado.
—Fue algo inusual que se dio así. No soy espía ni nada. Me arrepentí de haber interrumpido, pero no de lo que dije. Me disculpé después con José Núñez (en ese entonces productor ejecutivo del ciclo), le dije que había estado mal y quedó todo bien.
—No volviste a la pizzería, ¿no?
—No trabajé más ahí. No.
—¿Qué te pasó en ese momento?
—Me agarró un brote psicótico. En ese momento había dejado las pastillas y me agarró eso. Ahora estoy medicado, tomo dos remedios, una inyección y voy a la psiquiatra. Es que es difícil llevar lo que yo llevé de niño, tiene muchos altibajos esta carrera.
—Entonces, ¿crees que lo que te pasa y pasó tiene que ver con tu infancia?
—Sí. De niño no hacía terapia, solo estaba la contención familiar y con un chico tan histriónico como era yo... Recién después de hacer Resistiré sentí que tenía que empezar a hacer terapia y ahí empecé con una psiquiatra (pausa). Te digo algo más, había un tema también de consumo. Ahora estoy limpio pero me costó cortar con las juntas, con quienes eran mis amigos.
—¿A qué edad empezaste a consumir?
—Tenía trece años cuando en una quinta de General Rodríguez tomando algo pintó. Un loco dijo: “tengo esto” y probé cocaína. Quemé muchas etapas, fui adulto de niño. Después de eso, pasaron dos años hasta que volví a consumir. Era un consumidor social, nunca me compré ni me enrosqué para tomar solo en mi casa. Cuando con amigos había, tomaba. Es verdad que no lo manejás, pero nunca fui a comprar. Hace ocho años más o menos que estoy limpio.
—¿Cómo fue ese cambio?
—Dejé las juntas, además tuve mucha contención familiar y ayuda de mi psiquiatra. Una de las veces que con mi familia nos fuimos a Tandil a vivir fue en parte para limpiarme. Mi papá no tenía trabajo, fue un conjunto de cosas y me hizo bien y allá aprendí un oficio. Estaba muy vulnerable y sensible a todo y creía que ese era un escape, pero no es la solución. Hoy veo a mis amigos en las redes sociales y no es lo que quiero para mi vida. Yo quiero ser exitoso.
—Después de Resistiré tuviste todo tipo de trabajos...
—Sí, fuimos a Tandil, unos ocho años y ahí hice mucho teatro independiente y a la gorra en las plazas, pero en paralelo a mi trabajo. Un tío mío era contratista allá y me enseñó el oficio que es lo que hoy me permite trabajar. Trabajé de pintor, albañil, podando árboles, de vendedor en el shopping. Hay que laburar.
—¿Actualmente qué hacés?
—Ahora trabajo en el barrio privado donde vivo, en Morón. Soy parquero, corto el pasto, las ramas, hago mandados, hay que sobrevivir. Sigo haciendo teatro en una cooperativa, nunca dejé de estudiar teatro. Y este año empiezo la carrera de Ciencias Políticas en la Universidad de Morón. Me siento re joven y creo que nunca es tarde para estudiar y recibirte de algo, siempre es bienvenido.
—¿Con quién vivís? ¿Estás en pareja o tenés hijos?
—Vivo con mi mamá, mi papá y mi hermana. Estoy soltero, tuve parejas pero nada serio, nunca conviví.
—¿Te gustaría volver a los medios?
—Me encantaría, pero no hay ficción. Es cruel el medio porque te olvidan si no insistís. De vez en cuando me pego una vuelta por los canales para mostrarme. Las veces que hablé con Ricardo Darín y con Luis Brandoni me atendieron de lo más bien. Con Beto estuve en el teatro, lo fui a ver a Parque Lezama y quedamos en tomar un café para hablar de un posible laburo. A Pato (Patricia Viggiano, su mamá en la recordada ficción) la tengo en Facebook y hablamos; buena onda, lo mismo que con Cecilia (Dopazo), que cuando vino a Morón a hacer teatro la fui a ver. Pasa que había mucha diferencia de edad con todos.
—¿Qué te gustaría hacer en el medio?
—Esta es una carrera en la que nunca dejás de aprender y de explorar, pero me gustan las comedias televisivas, mi primer amor. Estoy golpeando puertas para volver, hay que hacer castings, mostrarse en eventos y hablar con gente.
Mi cuñado se emitía los viernes entre 1993 y 1996 por Telefe. La comedia retrataba la relación entre Roberto Cantalapiedra (Luis Brandoni), un hombre recto y un tanto anticuado y su cuñado Chiqui Fornari (Ricardo Darín), su antítesis. Allí Leonardo interpretaba a Ulises, el hijo del protagonista y Andrea (Patricia Viggiano). La familia la completaba Lili (Cecilia Dopazo), la hija mayor de Cantalapiedra, fruto de un matrimonio anterior. La popularidad y el histrionismo del joven actor llegaron a tal punto que en más de una ocasión fue él quien lideró las tandas, pronunciando el clásico latiguillo de remate: “¡Mi cuñado!”.
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