La actriz, que estrena una película que bucea en el tema de la trata de personas, repasó con LA NACIÓN su carrera, habló sobre la salud de Pepe Novoa y también dio pistas sobre su último romance
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“En el contexto en el que estamos, estrenar una película es un privilegio enorme. Cuando tenía 20 años, los junket de prensa me cansaban y ahora lo agradezco tanto, y cuando hoy me levanté dije: ‘¡qué planazo!’ No sé si es la edad o el contexto social que acontece”, le confiesa entre risas Laura Novoa a LA NACIÓN. La alegría se debe al estreno de la película Sin salida que, con dirección de WHO y protagonizada por Minerva Casero, cuenta la historia de una joven universitaria que es secuestrada por una red de trata. “Es una película incómoda de ver para el espectador y de hacer para el actor y el director porque es un tema difícil y, en definitiva, sabés que no va a ser un suceso”, dice ya más seria. Durante la charla la actriz cuenta que tiene 54 años, pero el número no parece haber dejado huella ni en su belleza ni su frescura, aunque sí en el aplomo de su relato y en el crecimiento en su oficio. Además, muestra su entusiasmo por la obra que va a hacer en Mar del Plata en el verano; y también dedica unas palabras a su padre, el actor Pepe Novoa, y sus hijos, Franco y Mora, fruto de su relación con el autor Mario Segade. Y, por último, pudorosa, confiesa que está en una relación.
-En Sin salida, tu personaje es complejo, ¿qué justificaciones encontraste para interpretarlo?
-Mi personaje es muy difícil de hacer porque es incómodo, y tenés que pelear contra tu propia moral. Los personajes no son malos o buenos, sino humanos. Yo digo que es un personaje en 3D porque tiene una faceta que parece una cosa, pero en realidad es otra y en definitiva es víctima- victimario y ni siquiera tiene nombre, le dicen simplemente “Mamá”. Es un personaje muy complejo.
-¿Qué te gustó de esta propuesta?
-Quería trabajar con WHO y además, el camarógrafo y el director de fotografía de la peli son dos genios, y me interesaba hablar de la trata de personas. Cuando los personajes están tan alejados de uno mismo, tenés que pelear contra tu propia moral para poder comprenderlos. Hacer villano al villano no tiene relieve, y lo interesante es hacer a una malvada que se cree luminosa, solidaria, buena, y que lo está haciendo está bien. ¿Cómo una persona que tortura tiene hijos y los lleva a la calesita y es buen padre y les hace regalos para Navidad? ¿Cómo puede ser que alguien que castigue o mate, tenga ese costado de bondad? Si no, sería muy fácil y veríamos a los malos y a los buenos por la calle y zafaríamos de todo. No es así, el ser humano es mucho más complejo que eso.
-¿Cómo te atraviesa este tema?
-Me pareció interesante que alguien se anime a hacer una película con este tema, sabiendo de ante mano que es anticomercial (risas). Como actriz, tener la posibilidad de hacer esto es una en un millón, es como hacer a Evita en ¡Ay, Juancito! o a María Marta en El caso García Belsunce. Agradezco a lo que sea que va guiando la profesión.
-Te diste un montón de gustos.
-¡Me di un montón de gustos! Y me gustaría seguir dándomelos. Me falta hacer muchos cortos con directores nuevos, más películas under...
-Porque empezaste tu carrera al revés, con trabajos más comerciales y mucha exposición, y la fuiste bajando…
-Sí, también tuve la suerte de filmar La nube con Pino Solanas, por ejemplo. Pero hice La furia, La venganza y pelis más comerciales. En la segunda mitad de mi vida vino Verdades verdaderas, sobre la vida de Estela de Carlotto; Las grietas de Jara y otras en las que pude trabajar personajes con más colores, más complejos.
-¿Se dio así o te propusiste guiar tu carrera de esta manera?
-Sí y no. Podés tratar de direccionar tu vida afectiva, yo cuando tuve a mis hijos decidí parar, por ejemplo... Sí y decidí hacer teatro o no convertirme en una actriz superficial, y en momentos que podías no parar de hacer protagónicos en novelas, yo elegía hacer Romeo y Julieta en teatro por placer y por sentir que podía manejar la carrera y no que ella me manejara a mí. Son elecciones afectivas o de calidad que terminaron dándome una entidad como actriz que hoy puedo ver y gozar, porque hice de todo un poco, pero no me encasillé en nada.
-¿Y en tu juventud?
-En mi juventud, después de Poliladron, hubiera sido fácil seguir haciendo novelas y ganar más dinero (risas), pero elegí hacer En casa/En Kabul en el San Martín o Romeo y Julieta durante dos años. Quizá por capricorniana nomás, mi carrera se hizo más lenta y más sólida, y tengo muchos años de teatro que me permiten seguir siendo un orfebre de esta carrera y trabajar en profundidad como me gusta. También disfruto de las cosas livianas y este verano voy a estar en Mar del Plata en el Teatro Santa Fe a partir del 2 de enero con una comedia que se llama Las chicas solo quieren divertirse, con Valentina Bassi y Kitty Locane, con producción de Aldo Funes que sigue apostando al teatro. Y terminamos hace poco las funciones de Los gestos bárbaros, una obra que te interpela y te hace pensar y que hacemos en cooperativa hace tres años y seguiremos porque nos vamos a España. O sea que voy de lo más moderno del off o lo más liviano que entretiene. Me parece divertido en lo que me convertí porque me siento una saltimbanqui y puedo saltar de la tele al cine y del teatro más liviano al más comprometido y eso me da mucho placer. Siento que mis 54 años no son al pedo y pude afinar el instrumento para tocar en cualquier orquesta.
Una hija orgullosa y una madre vital
-¿Cuánto le debés a tu papá, Pepe Novoa, por este oficio?
-Hoy puedo decir que un “cuasi” todo porque tenemos que honrar a la gente grande y somos una sociedad que hace desastres con eso tanto como con la ecología. Yo veo todo lo que ha hecho mi padre por el teatro nacional y me siento muy orgullosa. De alguna manera, me ayudó a crearme como actriz en los personajes y en el ser político porque mi papá lo es; para él hacer teatro es hacer política porque es de una generación que podía comprender que el trabajo del actor no empieza y termina en la ficción, sino que también es tener una posición ante esa ficción. En sus inicios el teatro tenía una función político-social y expresaba cosas que tenían que ser dichas, como sucedió en la última entrega de los Martín Fierro, por ejemplo. Me pareció muy importante porque el actor es un comunicador social de una realidad que no es comunicada. Hay que ser más benévolos con la diferencia; estamos en una sociedad en que todo tiene que ser blanco o negro, de zurda o de derecha. Pensé que todo eso había pasado y voy a parafrasear a Pedro Saborido, a quien escuché decir en una nota que creíamos que tantos derechos estaban ganados y sin embargo, hoy de vuelta hay que ponerse a pelear por lo mismo. Tengo la certeza de que esto va a pasar, así como pensé que lo otro era una evolución y que llegábamos a un escalón y de ahí, solo podíamos subir. Y no, hay algo del juego de la Oca y se retroceden casilleros, pero se sigue avanzando. Es importante saber que esto también pasará porque si no te sentís muy frustrado y decís: ‘De vuelta hay que explicar que es importante dar educación sexual a los chicos en la escuela’ y que el aborto no lo peleás por vos sino porque hay que darle entidad a una realidad que no se puede tapar. Es muy triste y parece de nunca acabar, pero, insisto, esto también pasará.
-¿Cómo está de salud Pepe?
-Mi viejo está grande, pero bien. Posteo mucho en redes sociales sobre él porque me parece muy tierno y es muy importante honrar a los mayores. Está hermoso, con una linda vida vivida, con tres hijos que se ocupan. Voy a llorar (inmediatamente se le llenan los ojos de lágrimas). Cuando tenés a tus papás grandes, ves la finitud en los seres amados y tener conciencia de eso te coloca en un lugar sensible. Por eso, a veces, los hijos abandonan a sus padres porque es conflictivo verlos envejecer y al mismo tiempo, te das de que envejecés. Es así, la vida es corta, pero pude darme el gusto de acompañarlo en la tercera temporada de El encargado. Soy coach y le dije que iba a ayudarlo y estuve todo el tiempo con él; el coach es alguien que te protege en el set y te lleva un vasito de agua y te explica qué hacer, como una dula en el parto. Conversando con (Guillermo) Francella, yo le explicaba que ese es mi trabajo y él me respondía que lo que hacía era increíble, porque me veía en bermudas, mal vestida, atrás de la cámara llevándole un vasito de agua o explicándole algo. Es hermoso estar al servicio del otro y fue una experiencia preciosa compartirlo con mi padre. Él sigue andando y es muy lindo poder acompañarlo.
-Y tus hijos siguen este linaje artístico, ¿qué te provoca eso?
-Sí, mi hijo Franco es músico y compone sus temas. Y mi hija Mora es actriz y estudió en la Universidad del Cine y hace poco ganamos un premio por un corto en el festival de cine bonaerense. También estudia el arte de la escritura, y entonces tiene un poco de mí y otro poco del padre que escribe (el guionista Mario Segade). Va a estar en la película de Lali, es una actriz extraordinaria que me coloca en una maternidad insegura, y espero que le vaya bien. Me conecta con mucha vitalidad ir a verla al teatro off off. Es hermoso ver gente que sigue creyendo en el arte. Te da mucha fuerza ver a chicos que siguen estudiando para ser directores de cine en un país que te dice “no existe el cine”.
-En la última nota con LA NACIÓN dijiste que buscabas una pareja para el disfrute, ¿la encontraste?
-Algo hay (risas)... Quiero ser cuidadosa con la respuesta porque la felicidad no depende de tener una pareja o no. Hay tantas mujeres que están solas y para mí también la soledad es una gran compañía. Está bueno armar tu entidad y que el otro sea un compañero de un momento y no pensar en “hasta que la muerte nos separe”. Antes trabajabas una relación con alguien para que cuando seas viejito puedas tenerlo de la mano, pero ya no es así. Es precioso encontrar a alguien que esté en el mismo momento de vida que vos. Y, por otra parte, siento que me están creciendo las alas como en la adolescencia. Los hijos están grandes y podés viajar y divertirte, y si encontrás a alguien está bueno, y si no también, porque están las amigas.
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