La actriz, que recientemente se sumó al elenco de la obra Para mí, para vos, y que este año cumple 35 años de carrera, se refiere a los altos y bajos de la profesión que heredó de su padre y que hoy le lega a su hija
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Si bien es conocida popularmente por sus trabajos para la televisión, en telenovelas y unitarios, Laura Novoa comenzó su carrera en el teatro y se podría decir que es en ese ámbito donde siempre obtuvo los mayores logros y las mejores reseñas. Su debut fue en 1988, en el Teatro Payró, con Los chicos quieren entrar, obra que también marcó otro comienzo: el de Norma Aleandro como autora. Desde entonces alternó éxitos de la pantalla chica, como Poliladron, Mujeres de nadie, Dulce amor y Mujeres asesinas, con prestigiosas puestas de La celestina, El zoo de cristal, Romeo y Julieta y En casa/Kabul, en general dentro de la escena oficial. En los últimos años, a tono con el impulso que el género obtuvo desde la pandemia, empezó a incursionar –dentro del circuito comercial– en la comedia y no le fue mal. Ahora acaba de sumarse a Para mí, para vos, un muy buen ejemplo de “comedia con contenido” que cosechó cinco nominaciones a los Premios ACE, en un rol que es todo un desafío: el de una mujer amargada, que sin embargo genera la mayor parte de las carcajadas de la noche. Ingresó al elenco para reemplazar a Laura Oliva –quien abandonó el espectáculo por un compromiso previo– y se adueñó del personaje hasta lograr su propia versión del mismo. Hoy comparte de igual a igual el escenario del Multitabaris con el elenco original –Soledad Villamil, Paula Ransenberg, Tupac Larriera y Ailin Zaninovich– y el otro nuevo integrante: Guillermo Arengo.
–La obra ya lleva siete meses en cartel, ¿qué es lo que más te interesó de la propuesta como para sumarte a esta altura de la temporada?
–Que para ser una comedia de la calle Corrientes es realmente muy delicada. Se trata de un material fino y elevado, que interpela a varios tipos de públicos, que provoca la risa y a la vez hace reflexionar sobre los afectos y la vida en general. No me pareció una comedia pasatista ni burda, como tantas otras; todo lo contrario. Hace reír, sí, pero también te deja pensando. Y mi personaje es precioso. Además cuando vine a verla y bajé a los camarines, todos me recibieron con una sonrisa de oreja a oreja. Aunque aún no había firmado el contrato para hacer el reemplazo, me dieron la bienvenida y eso me hizo muy feliz. Percibí que el clima de trabajo iba a ser divino y entonces dije que sí.
–¿Cuán difícil o fácil es encarnar un personaje que originó otro intérprete?
–Dificilísimo. Pero lo más complicado fue ingresar a un espectáculo que se encontraba fuera del proceso de ensayo general. Y yo soy muy del proceso de ensayo, del trabajar codo a codo con los compañeros de elenco y con el director, y luego ir a comer todos juntos y conocernos más allá del laburo. Siempre digo que las cosas más importantes pasan la media hora antes y la media después del trabajo mismo. Me tomo mucho tiempo para mis laburos, al punto que casi no puedo hacer ninguna otra cosa cuando trabajo. Eso lo saben muy bien mis hijos porque antes de cada estreno las heladeras siempre estaban vacías (risas). Sería así: cuando mamá ensaya y está a punto de estrenar una obra deja de hacer las compras. Soy súper obsesiva y me focalizo con todo en una sola cosa, no puedo hacer nada más.
–Laura Oliva había logrado una gran interpretación, ¿en algún momento le temiste a las comparaciones?
–Sí y no. Laura obtuvo excelentes críticas y está nominada para todos los premios. Así que esto yo lo hago exclusivamente por el placer del trabajo. Como ella es una gran comediante, al principio me preguntaba si yo también estaría en ese registro y cómo me verían los demás. Ahora ya no, hay gente que vio las obra dos veces y sé que salió muy conforme. De hecho, creo que mi incorporación es un buen incentivo para que el público regrese y se saque la duda (risas). Hoy disfruto un montón de la obra y no me pasa eso de tener el fantasma de otro actor dando vueltas. Lo interesante de todo esto es poder lograr, con un mismo texto, mi propia versión del personaje.
–¿Cuál creés que es la impronta que vos le imprimís al personaje? ¿Una más emotiva?
–Conmigo la gente se sigue riendo un montón; Sonia, mi personaje, continúa siendo cómica porque tiene muy buenos bocadillos, pero tal vez ahora también tenga algo de tristona. Mi Sonia es más angustiada, por ahí pasaría mi colorcito propio. Digamos que hoy una Sonia que tiene un grado de complejidad mayor, más a tono con la riqueza de la obra. En Para mí, para vos te empezás riendo de la humanidad y deshumanidad de los personajes y terminás emocionándote con ese vínculo tan profundo que, pese a la desconexión inicial, mantienen los tres hermanos. En definitiva, más que una comedia, esta es una obra de amor, que habla de las relaciones de hermandad y del universo de las familias.
–Recién hablabas del tema de los hermanos, vos tenés dos, Paula y José Manuel, ¿cómo es la relación con ellos?
–Hermosa, nos llevamos muy bien. Y le agradezco a la vida tenerlos porque yo sola no podría para nada hacerme cargo de mis padres, de todo lo que implica cuando empiezan a ponerse grandes. Tener a mis hermanos es lo mejor que me pudo pasar: son súper presentes y además compensan todo el tiempo. Tenemos los roles bastante divididos, yo soy mucho de poner el cuerpo a las situaciones, pero si me sentás en la compu a tratar de conseguir un turno para resolverle algún trámite, olvídate; mientras que mi hermana es la inteligencia pura, la que se encarga de todos los números, los bancos y los pagos. Y después está mi hermano, que es un poco la mezcla de las dos.
–Tu personaje adolece de vida amorosa, ¿cómo ha sido la tuya, en líneas generales?
–Mi vida amorosa no ha adolecido de posibilidades, sí adolece de presencia en este momento, pero no de posibilidades. Tuve una vida amorosa muy nutrida: me casé dos veces, una en París, otra en la Argentina, tuve dos hijos maravillosos de ese segundo matrimonio (con el guionista Mario Segade), y ahora estoy soltera, pero he tenido novios y cositas por ahí, por eso no siento que yo tenga algún punto directo de contacto con Sonia. Ella está sola y siempre lo ha estado; y se siente angustiada por la imposibilidad de estar con alguien. En mi caso he estado algunas veces sola, pero siempre se ha tratado de una soledad elegida. Creo que la soledad tiene muy mala prensa y no entiendo por qué, si es elegida no es algo fatal.
–¿Hoy estás sola por elección o porque se dio así?
-No sé qué decirte. Me parece que es porque a esta edad ya sé muy bien qué es lo que quiero y si no aparece lo que quiero o necesito prefiero no estar acompañada por gente a la que voy a terminar cargando con una expectativa que no podrá cumplir.
–¿La edad te ha hecho más exigente en cuestiones de pareja?
–Me ha hecho más sabia, quizás. Lo mío no pasa por una mayor exigencia sino por respetar mis necesidades. A esta altura me conozco más y respeto mis ganas. El otro día dije en broma que estaba buscando lo mismo que Lali: un cocinero. La verdad es que no sé bien qué es lo que busco, si un cocinero o qué. Me parece que no me importa mucho de qué trabaje la otra persona. Lo que ocurre a esta edad es que, si bien nos queda un buen trecho por transitar, ya hay todo un camino recorrido, de mucha construcción. Una ya tiene la casa, la carrera, los hijos. Hoy buscaría una pareja sólo para el disfrute. Cuando sos joven necesitás un otro para construir ciertas cosas, por ejemplo una familia y así terminás aceptando ciertos aspectos de ese otro que tal vez no te cierran. Como le debe pasar a ese otro con una, claro. Pero ya no, no tiene sentido aguantar todo aquello. Ahora me interesa un hombre que esté dispuesto a ser un compañero de vida, a disfrutar de todo, a comer rico, a viajar, a compartir lo que sea desde un lado placentero. Pan amargo, no.
–¿Qué balance hacés de tu paso por el Cantando 2020? ¿Volverías a participar de un reality?
–El balance me parece que es súper positivo; no obstante, el transitar no fue liviano para mí, no la pasé bien, digamos; me encontré en un medio que yo no conocía. Había mucha exigencia y todo era tan hostil que no pude disfrutar del estar en el Cantando, pero en el balance siento que hubo bastantes cosas positivas. Por ejemplo, pude invitar a Sandra Mihanovich para cantar “Soy lo que soy” mientras aparecían en pantalla fotos de amigos y amigas que se habían casado gracias al casamiento igualitario por el que tanto luché. Fue muy importante exponer el tema en un lugar de tanta visibilidad. También fue importante cantar “Los dinosaurios”, de Charly García, y hablar de los desaparecidos. Asimismo, estuvo buenísimo haberle podido hacer un homenaje a mi viejo y hablar de la dislexia. En definitiva, creo que fue un montón lo que pude aportar a un programa tan popular.
–¿También aprendiste a cantar?
–No, eso no sucedió. Al contrario, yo siento que hasta el programa el canto era para mí algo muy lúdico y bello de experimentar. Junto a mi pareja de tango, con el que bailo y canto, nos imaginábamos espectáculos que nunca llegaríamos a hacer, por puro placer. Pero luego, con esto de las críticas malignas, no pude crecer ni disfrutar de la misma forma. Como yo también soy coach conozco muy bien el tema: hay chicos que estudian teatro y que se encuentran con profesores que les dicen “vos no tenés voz para esto”. ¡Un horror! Yo trabajo mucho con esas almas lastimadas, a las que un tipo puede coartarles una carrera. Trato de sanarlos y alentarlos a que sigan su sueño. Como ejemplo educativo siempre nombro a la película La familia del futuro, en la que un chico viaja al futuro y descubre que todos brindan cada vez que se equivocan porque entienden que los errores son oportunidades para crecer. Ellos aprenden de las equivocaciones y así van construyendo sus vidas. El formato del Cantando para mí fue pura crítica, cero construcción. Yo antes sentía que cantaba lindo, aunque no fuera así porque “lo lindo” era lo que me pasaba con el canto. A partir de ahí cantar se me complicó.
–Recién dijiste que el Cantando te posibilitó hablar por primera vez de la dislexia. ¿Cuánto te afectó el trastorno de aprendizaje a lo largo de tu vida y de tu carrera?
–Primero me colocó en un lugar distinto. Los disléxicos somos como sobrevivientes de un sistema educativo, es que para la normalidad siempre hacemos todo mal. Eso, de alguna manera, me permitió hacerme de muchísimas herramientas y ser muy empática, que es mi gran virtud y a la vez mi gran defecto. Yo soy extremadamente empática, también eso fue formando mi ser artístico. A mí las cosas me cuestan más que a los “normales”. Estudiar, por ejemplo; incluso un guion. Me pasa que me dicen: “ay, ¿me leés el guion?” No, mirá –les contesto–, yo para leerte el guion me tengo que concentrar y estar como cuatro horas así, cuando otra persona puede resolverlo en media hora. Pero no hay mal que por bien no venga, yo siento que en los llamados defectos pueden anidar nuestros grandes dones. En mi caso traté de profundizar en mi don, que sería el exceso de empatía, que me da la posibilidad de poder comprender lo que es el dolor, el propio y el ajeno, por no encastrar del todo en la sociedad. Por supuesto que esta sensibilidad extrema que yo poseo también me causa un gran dolor, sobre todo en este momento de tanta crisis social como la que vive el país.
–En tu Instagram te presentás como actriz y como coach. ¿Te dedicás a coachear específicamente a actores o también a profesionales de otras actividades, como, por ejemplo, políticos y empresarios?
–Políticos y empresarios no me han tocado todavía, pero sí psicólogos que tenían que exponer ante un público y no sabían nada de oratoria. También coacheo a actores y actrices y a gente común de otros países. Por ejemplo, si un francés viene a la Argentina por cuatro días y tiene ganas de ver teatro, yo le armo el programa para que no se pierda ninguno de los espectáculos importantes, y también le hago un planito para recorrer la ciudad, entre obra y obra, y les indico dónde ir a cenar y a bailar tango. En fin, les armo un recorrido personalizado de la ciudad, según sus intereses, necesidades y gustos. Esa gente luego le pasa mis datos a otra y así se va haciendo una cadena con los extranjeros. O me buscan por Instagram. Pero no trabajo todo el tiempo de eso. Mi actividad fundamental sigue siendo la de actriz.
–El año pasado protagonizaste la serie sobre María Marta Belsunce, por la que cosechaste excelentes críticas. ¿Fue el trabajo más complejo de toda tu carrera?
–No, y me costaría definir cuál fue el más complejo, para mí sería como decidir cuál hijo quiero más. ¡Imposible! Todos los trabajos han entrañado cierta complejidad y he tratado de hacerlos lo mejor posible dentro de las circunstancias que me han tocado. Pero en este caso, al igual que me sucedió cuando tuve que interpretar a Evita en televisión y cine, me generó mucha responsabilidad, ya que se trataba de una historial real, sobre una persona que transitó este mundo y no de un personaje imaginado. Personajes así aumentan la responsabilidad y demandan estudiar en profundidad todo sobre sus vidas y sus personalidades para ver qué rasgos podés tomar de ellos. También María Marta: El crimen del country fue muy exigente físicamente porque la filmamos durante la pandemia y, aunque era invierno, había que dejar todos los ambientes abiertos. Tuve que repetir varias veces la escena en que María Marta ya estaba muerta, toda mojada, y el agua se ponía helada inmediatamente. Y así pasé varios días: muerta y helada. De todos modos, fue un placer hacer este personaje, me trajo muchas gratificaciones, volví a gozar de una gran masividad, y quedé nominada para los premios Cóndor y varios más.
–La serie fue producida por una plataforma. ¿El auge de las plataformas marcará el final de la televisión abierta, al menos para la producción de ficciones? ¿O ambos medios y sistemas de producción podrán coexistir?
–Yo deseo que coexistan y que la ficción en la televisión abierta pueda seguir existiendo. Como espectadora me encantaba llegar a mi casa, prender la televisión y tener para ver una novela que al mismo momento estaban viendo miles de personas. Entonces al otro día todos teníamos un tema de conversación. Ahora cada uno ve algo distinto en una plataforma, y se perdió aquello de compartir lo que nos nucleaba. A lo sumo, te encontrás con un amigo y le decís: ay, ¿viste tal serie?; pero ya no existe eso del transitar juntos. No estoy en contra de las plataformas, son una nueva manera de hacer ficción. Así que ojalá que cada vez haya más y con mucha ficción. Pero creo que hoy la televisión abierta argentina se está perdiendo algo que le podría generar mucho rating: las novelas y los unitarios. Me gustaría que nos volviéramos a ilusionar con el primer beso del galán con la chica de la tira y a emocionarnos como cuando me sentaba a ver Vulnerables. En definitiva, a engancharnos con una ficción, diaria o semanal. Hoy no existe el misterio, ponés una serie, adelantás los capítulos, viste que los protagonistas ya se casaron y que tuvieron un hijo y luego la dejás.
–Tu hija Mora decidió seguir tus pasos y de hecho este año compartieron la filmación de una película. ¿Fue la primera vez que trabajaron juntas? ¿Qué tal resultó la experiencia?
–Yo ya había trabajado con ella una vez, pero poca gente se enteró. La dirigí en una obra de Claudia Piñeiro (Carla y Rubén, estilistas), para un ciclo de Microteatro, en el que las obras duran 15 minutos. Fue un proyecto precioso que nos salió muy bien. Ahora, acá, en la película, en Sin salida, sobre la trata de blancas, sobre niñas capturadas para la prostitución, no nos tocó compartir ninguna escena. Así que esa exclusividad la puede tener cualquier otro cineasta que lea esta nota. A esos hipotéticos directores les pido por favor que nos convoque a las dos, para mí sería un orgullo aparecer en un plano juntas. No es porque sea la madre, pero ella es muy buena actriz. Ahora va a participar en la segunda temporada de la serie de Lali (El fin del amor) y sé que la va a romper.
–De tu hijo Franco se sabe menos. ¿También es artista?
–Mi hijo se suponía que iba para otro lado, pero ahora canta rap, compone sus temas, los canta y los graba. No le tira las tablas como a nosotras, pero muy alejado no está, hace música.
–Tu padre, Pepe Novoa, también es actor. ¿Cómo te sentís formando parte de una dinastía de intérpretes?
–Él fue el primer actor de la familia, luego seguí yo y ahora continúa mi hija. Digan lo que digan, esta profesión es maravillosa, y nuestro trabajo es hermoso. Cuando estudiás actuación aprendés mucho de técnicas y de lo que sucede del escenario para afuera, es decir, de todo lo que está a la vista. Pero ser hija de un actor me permitió ver desde chica todo lo que no se ve, todo lo que un actor en formación va descubriendo poco a poco. Yo, todo eso, lo mamé de pequeña. Desde el vamos vi la trastienda del oficio y del medio, no sólo la luz de las cámaras y la fama. Desde el vamos fui consciente del no llamado, del no trabajo, de la espera y las penurias que eso conlleva. También de lo que significa la vida en camarines y la ceremonia del maquillaje y el vestuario, la relación con los técnicos y todo lo que se te pueda ocurrir.
–¿Qué recuerdos tenés de tu infancia en un mundo de actores?
–Desde chiquita vi desfilar actores por mi casa. Me acuerdo, por ejemplo, de estar debajo de una silla del comedor, en una fiesta, y pensar qué locos que son, que distintos que son, porque los actores de repente están muy alegres y luego entran en el bajón, hoy tienen dinero y mañana nada de nada. Los altibajos de los actores son muy pronunciados. Y a mí me fascina eso, me encanta navegar en esas aguas turbulentas. Por eso elegí este trabajo sin ningún tipo de confusión ni de exceso de romanticismo. Desde niña conocí lo bueno y lo malo de esta profesión y si la abracé, como lo he hecho siempre, es porque la amo con todos sus pros y sus contras. Gracias a tener un papá actor pude elegir mi camino sin velos en los ojos y convertirme en la actriz que soy hoy.
Agradecimientos: Hotel Grand Brizo
Make up y estilismo: Sofía Riboldimua para Estudio Caparra
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