Hace apenas una semana, Laura Grandinetti (21) recorrió por primera vez una alfombra roja. Protagonizó junto a su padre famoso, Darío Grandinetti (59), la película Rojo, de Benjamín Naishtat. Y al llegar al cine Gaumont para el estreno (era su tercer largometraje), posó para las cámaras pero con cierto pudor. "Papá me decía ‘sonreí’ y yo sentía que estaba como en un rincón. Después me tranquilicé, pero estas son situaciones a las que todavía no logro acostumbrarme", cuenta la joven actriz, quien al momento de resolver el clásico "¿qué me pongo?" para semejante ocasión, recibió la ayuda de su mamá, la ex modelo y actriz Marisa Mondino (53). Lectora ávida y amante de la música de Jorge Drexler y Silvio Rodríguez, llega a la producción con un libro ("Cartas entre personas que todavía creen en las cartas", de Belén Marcehese y Julieta Habif) bajo el brazo, lista para dar una de sus primeras entrevistas. Con una sonrisa y mucha actitud, se entrega a la charla con ¡Hola!.
–¿Ser actriz era inevitable en tu vida?
–[Risas]. Y un poco sí; igual te cuento que a mis padres nunca se les ocurrió llevarme a una clase de teatro hasta que se los pedí. Empecé a los 7 años haciendo comedia musical en lo de Julio Bocca y de ahí pasé a la escuela Río Plateado de Hugo Midón. Ya entonces sentía que había una cierta cuota de seriedad y compromiso con lo que estaba haciendo; de a poco el teatro fue dejando de ser un hobbie para ser algo más serio en mi vida. No era sólo un juego; me importaba de verdad. También estuve en la escuela de Julio Chávez y desde entonces no paré. Siempre tuve en claro mi sueño de ser actriz. Mis hermanos, Laia (28) y Juan (27) –frutos del anterior matrimonio de su padre con la española María Eulalia Lombarte Llorca– también son actores. Crecimos muy unidos y compartimos el amor por este oficio. Todo queda en familia.
–¿Cómo te ves en la pantalla grande?
–[Piensa]. Me cuesta porque no tengo toda la seguridad del mundo en ese aspecto. Obvio que me preocupo por mi trabajo, pero a veces, cuando mirás la escena, también recordás que justo ese día tenías un grano y te querés morir. Es difícil, es un entrenamiento tomar distancia de lo estético y focalizarme en mi aporte como actriz. Supongo que sólo con el tiempo una va afianzando esa construcción de la seguridad.
–¿Sentís que los demás están esperando algo de vos gracias a tu apellido?
–No me hago cargo del peso de mi apellido bajo ningún punto de vista. Me gusta mucho papá como actor, siento que hizo una carrera recontra admirable y además siempre se mantuvo muy consecuente con lo que quiso, lo que dijo y lo que piensa; pero no siento la responsabilidad de tener que seguir sus pasos. Me parece rarísimo el pensamiento de que porque a vos te gusta cómo labura él, te tengo que gustar yo también. Son dos generaciones distintas, él es hombre, yo mujer, son otros momentos… Por supuesto que siempre está la referencia porque ese es mi apellido y él es mi padre.
–¿Qué recuerdos tenés de tu infancia?
–En un momento dado, papá tuvo una larga racha de hacer teatro en avenida Corrientes con obras como Baraka, Mineros, Una relación pornográfica, y yo lo acompañaba casi siempre. Hay obras que vi mil veces. Cada tanto, uno de los productores me venía a buscar y me hacía un lugar para ir a ver cualquier otra obra sobre Corrientes. Tenía 13 años y mientras papá hacía su función, yo estaba en otra sala copada con una historia nueva. El teatro siempre me resultó un mundo mágico. Me siento una privilegiada porque no todo el mundo tuvo esa oportunidad en la mano.
–¿Cómo fue filmar juntos y ser su hija también en la ficción?
–Estuvo muy bueno. Papá es muy respetuoso y confía mucho en mi intuición, más de una vez compartimos tardes donde él ensayaba los textos de las obras conmigo. Ese tipo de trabajo conjunto generó una confianza entre nosotros que sumó un montón a la hora de trabajar.Para mí es un plus estar en una escena con él, hay una cierta comodidad linda en todo eso.
No siento la responsabilidad de tener que seguir los pasos de papá. Me parece rarísimo el pensamiento de que porque a vos te gusta cómo labura él, te tengo que gustar yo también
–¿Qué aprendiste de tus padres?
–¡Uf! Me enseñaron todo lo que soy. Los dos trataron de inculcarme siempre el valor del trabajo y de confiar en que uno hace las cosas lo mejor que puede y a veces los resultados son más grandes de lo esperado. En este punto, entiendo que si bien hay una cuota de suerte, también hay una búsqueda personal, de mucho trabajo. Sé que recién empiezo, mi carrera es chiquita pero a la vez es muy consciente y de mucho esfuerzo. Tengo la suerte de haber trabajado en proyectos que me encantaron.
–¿Qué sentís que heredaste de ellos?
–Tengo el mismo sentido del humor que papá, un poco jocoso y ácido. Con mamá somos muy parecidas. En la medida que voy creciendo, hablo y tengo los gestos de ella y hasta pienso muchas cosas parecido. Es que vivimos solas desde hace casi trece años (sus padres se separaron en 2006). Si bien papá siempre estuvo muy presente en mi vida, la que me cría desde hace años es mamá. Y me da mucho orgullo ser su hija. Es una madre coraje total porque puede con todo. Me cuida, me contiene. Recién me llamó para ver si estaba todo bien. Ella siendo muy chica tuvo mucha exposición y lo vivió con menos contención; creo que ahora procura que yo no la pase mal. Siempre me dice que haga lo que me haga sentir cómoda, que haga sólo lo que quiera hacer. Y eso es más o menos lo que estoy haciendo.•
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