De novia, la joven artista se encuentra enfocada en su carrera musical; en una charla extensa y profunda con LA NACION reflexiona sobre su salto a la fama y el bullying que sufrió por el personaje que la hizo popular
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Laura Esquivel saltó a la fama hace más de veinte años por su actuación en Patito Feo. Su participación en el programa marcó un antes y un después tanto en su carrera profesional como en su vida personal. Su personaje Patito le abrió las puertas del mundo del espectáculo y fue el puntapié para una gran cantidad de propuestas que la llevaron a incursionar en el cine, la televisión y el teatro. Sin embargo, aquella consagración temprana fue también algo tormentosa: el éxito del proyecto la llevó a experimentar un alto grado de exposición pública. Traspasar las pantallas no siempre resulta agradable y Esquivel eso lo aprendió a los golpes. Hoy, a sus 30 años, cuando recuerda sus comienzos se siente tan lejos como cerca de esa niña actriz que con 12 años tuvo que lidiar en carne propia con el mismo bullying que recibía su personaje en la ficción.
Actualmente, la artista está enfocada en su faceta musical y recibe a LA NACION dispuesta a develar el lado B de la fama precoz y las angustias que le dejó el personaje que la volvió popular y que, según cuenta, funcionó como un “chivo expiatorio” para los adolescentes de esa época.
—Lanzaste una canción nueva…
—Sí, en julio lancé mi primer tema, “Refugio” y el mes pasado lancé “Píntame”. Para mí es una búsqueda muy hermosa porque estoy produciendo todo de manera independiente. Siento que mi pendiente en la vida es hacer música. Cuando soñaba con ser parte del mundo artístico siempre me soñé cantando, pero la vida me fue llevando a hacer cosas más vinculadas con lo actoral y ahora siento la necesidad de hacer mi propia música. Al producirme yo misma mi carrera musical no tengo nadie que me diga lo que tengo que hacer y puedo tomar mis decisiones. Me gusta mucho leer a la gente para saber qué es lo que quieren. Mantengo una hermosa relación con mis seguidores de Instagram: fui creciendo codo a codo con ellos y los tengo en cuenta a la hora de crear.
—¿Por qué te siguen, qué sentís que es lo que les gusta de vos?
—En las redes trato de ser como soy en la vida real, no ando buscando el plano o la foto perfecta, no soy ese tipo de perfil. Hay gente a la que le gusta mi música y son muchas las personas que crecieron conmigo, que me siguen desde hace mucho tiempo. En mis redes reflexionamos mucho. Por ejemplo, yo pude abrirme a contar mi proceso con la ansiedad. Hablamos de las cosas de la vida y la gente me pide que haga lo que les hace bien: cantar un ratito o contar mi experiencia. Trato de hacer un poco de “autoayuda” desde el punto de vista de un ser humano simple, no como una autoridad. La verdad es cada vez siento más necesidad de poder ayudar al otro desde mi lugar.
—Hoy el mundo está conmocionado con lo que está pasando en Israel. Tu programa se emitió en ese país, ¿tenés muchos seguidores de allá?
—Sí, hay gente de Israel que me sigue porque hay muchos proyectos de la Argentina que allá gustaron mucho. Tengo dos o tres personas que conozco que estuvieron allá o están allá y también gente de otros países como Italia o España que me siguen hace ya varios años.
—¿Con temas como la guerra y la política preferís dar tu opinión o quedarte al margen?
—Lo de Israel es muy reciente y no puse nada público al respecto. Me escribí con las personas que conozco pero tampoco me llegan mensajes con pedidos. No hago algo público porque creo que muchos sentimos que no sirve de nada poner una foto. ¿Qué puede hacer uno realmente? Conozco a una persona que vive acá y tiene familia allá y se junta todas las noches a hacer una oración por zoom e invita a que se conecten todos los que quieran. No es una oración en hebreo ni es algo específicamente religioso, es una oración a nivel energético por la paz. Esa es la manera que se me ocurre de ser útil desde acá. No soy de dar mi opinión política.
—Pero estás en pareja con un político...
—Siento que hay mucha información y que a veces uno no se siente capacitado para dar una opinión sobre algo. No me siento tan preparada. Con mi novio (Facundo Cedeira) hace seis años que estamos juntos, somos familia. Y sí, él se dedica a la política. Es muy apasionado por lo que hace, lamentablemente el término política es visto como una mala palabra por la gente; nadie quiere saber más nada con la política, pero yo desde el otro lado lo veo a él como un ejemplo. Hay muchas cosas que le gustaría hacer y cambiar y deseo que algún día se le abran las puertas. Ojalá se le dé la oportunidad a la gente joven que tiene ideas diferentes. La política no es mi mundo pero admiro lo que él hace. Tengo un tatuaje de él: una letra efe chiquitita. Él también tiene un tatuaje con mi nombre. Algunos piensan que tatuarse es una cosa de locos, pero yo siento que es una persona que ya me marcó. Estuvo conmigo en el momento más importante de mi vida y me supo entender y acompañar. Si bien mi familia también hizo lo posible, él me supo entender desde otro lado.
—¿Qué proyectan como pareja?
—Nos conocimos y a los cuatro meses empezamos a convivir. Fue un flechazo. Tenemos un vínculo de mucho compañerismo. Es de las pocas cosas de mi vida que hice sin planificar y salió bien. No estamos pensando en casarnos, no nos interesan los papeles para nada. Ya estamos unidos. Puede ser que alguna vez hagamos alguna celebración, alguna fiesta con amigos y familia, “un simulacro de casamiento” (risas), pero no desde la formalidad de los papeles.
—Tenías 12 años cuando protagonizaste Patito feo. ¿Cómo viviste ese salto a la fama?
—Sí, desde los 12 hasta los 16 estuve en la novela. No fue fácil. Por suerte no había redes sociales, porque creo que hubiera sido más difícil. Hay mucha agresión en las redes y yo por el personaje de Patito recibí mucha violencia. Había muchos chicos y chicas de la misma edad que yo tenía en ese momento que me hacían mucho bullying.
—¿En tu colegio?
—No, en el colegio no porque seguí yendo al mismo de siempre y ya me conocían. El bullying lo recibía en la calle. Salía a caminar con mi mamá por Palermo y por ahí me cruzaba con grupos de adolescentes que apenas me veían y me reconocían me gritaban cosas: “¡Fea!”, “¡Sos horrible!”. Sobre todo eran grupos de chicas las que me gritaban ese tipo de cosas. Se replicaba lo que le pasaba a mi personaje en la ficción. En la novela había dos grupos: “las divinas”, que se vestían con la última moda y era el grupo al que todas querían pertenecer y el más perdedor, que eran “las populares”. Me pasó con la gente en la calle lo que le pasa a cualquier chico al que le hacen bullying en el colegio. Lo seguí analizando de adulta y me di cuenta que por ahí en la casa de la gente que me gritaba cosas le hablaban mal de otras personas. Además, entendí que es la misma cultura la que nos inculca los estereotipos y cómo “debés ser”. Fue duro porque yo ya estaba cerca de los 30 años y me lo seguían gritando. Creo que hoy ese guion no se contaría de la misma manera, hay muchas cosas que cambiaron. Me acuerdo que los productores querían que Patito feo fuera la versión de Betty, la fea para chicos. Es fuerte que algo con ese mensaje estuviera orientado a niños y adolescentes.
—Justamente se está rodando una nueva historia de Betty, la fea con el mismo elenco original de hace 24 años. ¿Vos volverías a grabar Patito feo si te proponen algo así?
—No vuelvo a hacer Patito feo ni loca.
—¿Ni por un contrato millonario?
—No, nada.
—Te quedaste muy angustiada...
—Quiero hacer otros roles. Me gusta mucho la comedia musical y fui haciendo otras cosas después de Patito. Me quise despegar del personaje. De todos modos, sé que el programa me dio exposición y me ayudó para instalar mi nombre. Tuvo una parte linda, aprendí un montón, conocí gente y países, pisé muchos escenarios. Esa parte de la experiencia fue hermosa. Pero también tuvo esa otra parte de los insultos y de volver angustiada a mi casa. Me mostraba con un caparazón y siempre sonriente con mi familia y con el público, pero me afectaba. Me tragué muchas emociones. Eso me generó ansiedad interna, acumulé mucho hasta que a los veintipico no di más. Nunca fui muy fanática de la exposición, hoy lo manejo mejor porque lo trabajé internamente y en terapia. Además, fui fortaleciendo mi autoestima, pero insisto en que creo que hoy esa historia no se podría contar igual. El guion empoderaba a las adolescentes que maltrataban a mi personaje. Había maldad y violencia verbal. Sentía que mi personaje era como un chivo expiatorio pero por otro lado también sé que hay gente que se sintió identificada con mi personaje porque le hacían bullying. Hubo personas que se sintieron representadas y gracias al programa pudieron hablar del tema. De todos modos, creo que hoy esa historia se contaría de una forma más delicada. Hoy me quedo con lo bueno del proyecto y me enfoco en mi carrera musical.
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