Las mil y una vidas públicas de Florencia Peña: de Festilindo a reunirse con el Presidente en Olivos
Acostumbrada a las cámaras, los reflectores y el juego mediático, la actriz y conductora se vio superada esta semana por una revelación que disparó una andanada de críticas, agresiones, mensajes de apoyo y un etcétera que aún no detiene su marcha
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Luego del grito “¡No soy el gato del presidente!”, la imagen desencajada de Florencia Peña se reprodujo por cielo y tierra esta semana en la tele. El descargo que hizo en su programa de Telefe, Flor de equipo, fue tan contundente que tuvo repercusiones de todo tipo: políticas, judiciales y periodísticas. Su nombre apareció una sola vez en una larga lista de personas que habían concurrido durante la cuarentena obligatoria a la Quinta de Olivos. Y ese renglón bastó para que quedara impregnado en la mente colectiva con resaltador fluorescente. ¿Por qué? Porque ella es así. Nació para ser noticia. Y no para pasar inadvertida.
Hace cuarenta años que Florencia Peña llama la atención. Por lo que sea. Comenzó inocentemente, con su desparpajo infantil en el concurso Festilindo. Pero explotó eróticamente cuando alguien la bautizó “Pechocha”, en las épocas de Son de Diez. Ser adolescente y ser exuberante era el combo perfecto para alimentar el morbo de los medios que, en esa época, no dudaban en sexualizar a una nena que recién había terminado el colegio. Ella supo explotar ese boom mediático a puro escote en las tapas de las revistas. Pero como si se tratara de un destello de lo que le pasaría en el futuro, pronto ese mote se le volvió en contra y tomó una decisión drástica: operarse para reducir su busto. Y así siguió trabajando sin parar, dando manotazos para ser reconocida como algo más que una chica bonita.
Hizo novelas, teatro, cine. Produjo sus propias obras, aprendió a cantar y a bailar, protagonizó programas cool y le agradeció a Aptra un Martín Fierro. Se enamoró, tuvo hijos. Y como ya era muy famosa, expuso su vida en los medios como corresponde a una celebrity. Pero como le había pasado en la adolescencia, la fama de actriz risueña y casi frívola se le volvió en contra cuando tuvo ganas de hablar de algo distinto a Moni Argento, su personaje en Casados con hijos. Se había reído demasiado con Marley en sus viajes Por el mundo y le costó caro ponerse seria: opinar sobre política no fue fácil para Florencia Peña, que ya no era una nena y quería involucrarse en temas que le quemaban por dentro. Pero como hizo a los veinte años, cuando entró a un quirófano y creyó que solucionaba todos sus problemas, esta vez no pudo operar su imagen y de lo que el público esperaba de ella.
Con su compromiso político llegaron las denuncias, los escraches, los escándalos. Ella hizo lo que pudo y avanzó a pura contradicción. Después de producir en 2011 una comedia en la TV Pública, Sr. y Sra. Camas, y de defender a los que fomentaban el “Clarín miente”, firmó contrato con Marcelo Tinelli y se convirtió en figura de Canal 13. Lloró en el “Bailando”, se separó y al año siguiente se sobrepuso a un escándalo por el que aún le preguntan: la difusión de un video sexual que había grabado con su marido. Pero como le sucede hace cuarenta años, Florencia Peña no dejó de llamar la atención. Porque su vida siguió con un nuevo marido, un nuevo hijo y un nuevo escándalo. Provocadora, no titubeó cuando a él le adjudicaron una amante. Habló sin miedo de poliamor, posó para una revista semidesnuda rodeada de hombres y mujeres y se bancó su lugar como jurado de ShowMatch sin que se le cayera ni una lágrima. Si sufrió, lo disimuló. Porque, como siempre, se levantó y sonrió para las cámaras.
El tiempo la hizo fuerte. Y en los últimos años, también libre. Ya lejos de temerle al prejuicio, volvió mostrarse sexy y a explotar lo que al principio fue un problema: su cuerpo. Igual que cuando quiso desnudar su alma, tampoco le salió gratis. No es fácil encasillar a Florencia Peña. Porque ella dice y se desdice. Pero también porque rompe un poco los esquemas y las reglas. Como cuando hizo unas fotos para visibilizar la violencia de género y terminó criticada por las propias feministas que admira. O como ahora, que se revela una reunión con el presidente y ella recibe tantas críticas y agresiones que una crisis de nervios la obliga a dejar su trabajo.
Nació para ser noticia. Y también para caerse y renacer, como el ave fénix.
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