Su estilo marcó una época y fue fundamental para descontracturar el dial y definir el estilo de la Rock & Pop; a los 72, en una extensa charla con LA NACIÓN, repasa su trayectoria y sus historias más jugosas
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Lalo Mir es claro con su pedido. Pide que nos encontremos por Núñez o por Vicente López. Y que nos juntemos en un bar clásico, un café de esos de barrio que tienen un estilo y una onda que no necesariamente se alinean con la moda del momento. Pero a la hora señalada ni noticias de él. Pasa un rato, llama, se disculpa, pregunta si aún estamos ahí y dice que puede llegar en diez. Lo que sigue una vez que estamos cara a cara (llega en bici, con la mejor de sus sonrisas) es una charla tan distendida como histórica: un repaso posible por su extensa y riquísima trayectoria personal y unas cuantas señas particulares que supimos escucharle al aire, ya sea de sus históricos ciclos en Rock & Pop, como Aquí Radio Bangkok o Animal de radio, como su programa más longevo, Lalo por hecho, su querida San Pedro, las figuras que descubrió o a las que ayudó para que consiguieran su lugar (Elizabeth Vernaci) y, por supuesto, sus queridos “colifatos”.
“¿De qué vamos a hablar?”, pregunta Lalo después de la producción de fotos y uno piensa que la mejor respuesta sería: “Del tiempo transcurrido”, pero en lugar de eso sale un rápido “de todo”, para encender más temprano que tarde tanto el grabador como los recuerdos.
–¿Cómo descubriste tu vocación por la radio?
–A mí me toma medio por asalto y me veo envuelto como en una especie de succión por llamarlo de alguna manera. Yo empecé a ir a una radio en San Pedro que no era una radio, era una propaladora, que después se convirtió en circuito cerrado y luego en radio. Fui por una cuestión del colegio, a hacer un programa. Y además tenía algunos amigos que hacían cosas en la radio, así que empecé a ir a cebar mates. Julio, un amigo, tenía un turno noche en el que pasaba música. Yo iba a hacerle el aguante y una cosa llevó a la otra. Empezaron a aparecer programas, uno de noticias a la mañana, uno de deportes por la tarde y un día Pepe, que era uno de los dueños, me dijo que no había ido no sé quién y me pidió si no lo ayudaba a armar el noticiero de la mañana. Era agarrar LA NACIÓN, Clarín, La Prensa, cortar las noticias más importantes y pegarlas en un papel, más alguna noticia local. Ahí tenía 15, 16 años. Un día le fue bien a Fernando Bravo, que era el relator de las carreras de autos [no confundir con el reconocido periodista y conductor]. En San Pedro había un circuito homologado, primero se llamaba Turismo Mejorado y después Turismo Anexo J, autos de calle un poco preparados para correr: los Fiat 1500, los DKW, los De Carlo. Me acuerdo de esos en un circuito callejero sanpedrino y en la costanera y Fernando era el que transmitía las carreras. Se vino a Buenos Aires a estudiar comunicación, pegó laburo, pegó la campana de cristal y volvió a San Pedro con un auto 0 kilómetro. Nosotros, que teníamos 18 años y estábamos recién recibidos de la secu –digo nosotros porque éramos tres o cuatro que estábamos en la misma– no lo podíamos creer. Y después de eso vine a dar examen al ISER (Instituto Superior de Enseñanza Radiofónica), pero no entré en el primer año, recién entré en el tercero.
–¿Intentaste tres años?
–El primero y el tercero, en el del medio no. Me falla la memoria, pero creo que no llegué a tiempo a la inscripción al segundo año y al siguiente sí entré. Unos meses más tarde empecé a trabajar de locutor suplente gracias a mi compañera de viaje, Estelita Montes. El primer año lo hice viajando de San Pedro y en el segundo me instalé en Buenos Aires. Estelita está en acción, trabajando todavía. Ella consiguió trabajo en Radio del Plata y un día me llama y me dice que estaban tomando gente: “Venite”. No me acuerdo cómo se llamaba al que tenía que ver, no había teléfonos, yo vivía en una pensión. Eso era el año 74. Yo me recibí a los 22, 23 y en el 75 empiezo a trabajar en una agencia, una productora de programas de radio y agencia de publicidad, JC y Asociados, que era un desprendimiento de una agencia muy grande que era Cepeda Producciones, que se dedicaban a la radio, a la publicidad. Ahí entré para hacer producción a finales del 75 y trabajé hasta que empecé en la Rock & Pop. El Cholo Gómez Castañón fue primero mi jefe y luego mi compañero. Y en el 82 empiezo a hacer 9PM. Antes había hecho algunas cosas en el micrófono pero sobre todo me dediqué a la producción y a la publicidad: producía avisos. Lo hacíamos emulando a la tele. Cuando empecé en la radio, los avisos los leía el locutor de turno. Tenía la carpeta tandera y los iba leyendo a su tiempo. Lo que estaba grabado eran jingles. Pero nosotros empezamos a producir avisos con guion, efectos de sonido, lo que después se llamó spot, pero que hasta ese momento no existía.
–A ponerle creatividad, digamos...
–Exacto. Eso fue muy bienvenido y yo tuve mucho que ver con todo ese proceso. Me acuerdo que usábamos los casetes de punta. El casete no se usaba de manera profesional...
A los 72 años Lalo Mir no está retirado ni mucho menos. Si bien se alejó de la radio y ya no se ve conduciendo un programa diario, es la voz institucional de Radio con vos, realiza unos segmentos audiovisuales en Filo News y trabaja en su cuenta de YouTube, en la que periódicamente sube material de su archivo sonoro y audiovisual, entrevistas incunables y perlitas que ninguna de las radios en las que trabajó se encargó de atesorar.
“Yo trabajé con todos. Los grandes locutores comerciales vinieron con la era de lo grabado, dejaron escuela: Ricardo Jurado, Pedro Aníbal Mansilla, Ricardo Brabante, el Pato Parodi... Trabajé con Marcos Mundstock. Yo hacía la producción de un programa que se llamaba La era del sonido perfecto, un programa de Audinac que iba en Radio del Plata, una hora a la nochecita. Era Marcos Mundstock pasando rock progresivo, pesado, pero hablaba como en Radio Nacional: “Ahora vamos a escuchar a la agrupación Led Zeppelin”, decía; esa era la gracia.
–¿A quiénes admirabas en esa época, cuando recién te estabas insertando en la radio?
–A muchos, pero mi ídolo, mi creador, el que me arrastra a todo esto que hice es Guerrero (Hugo Guerrero Marthineitz), porque su cabeza tenía una manera de pensar y de concebir la radio muy distinta al resto y yo creo que fui por ese lado. Exprimiendo la imaginación y trabajando con los pocos elementos que se pueden usar en la radio que son palabras, música, ruidos y silencios y con esas cuatro cosas ir por otros caminos, lateralizar un poco el proceso creativo. Hicimos publicidad minimal en Del Plata, que apareció en Londres años después. Y hacíamos publicidad convencional también, pero estábamos todo el tiempo inventando cosas. Después estaba la escuela de los que se dirigían al último de la fila, la escuela de Cacho (Fontana) y de (Héctor) Larrea. Tenía que ver con que los micrófonos no eran tan buenos y había que hablar fuerte y claro. Además eran ámbitos en los que había público: la radio en vivo, los grandes musicales, los bailables. No se usaba la amplificación, era la orquesta, micrófono y el locutor y la sala tenía que escuchar. Proyectaban mucho la voz. Esa escuela me dio esto que tengo de ir rápido y hablar fuerte y el Negro Guerrero la parte creativa. Después tomé de mil, de los susurrantes nocturnos como (Miguel Angel) Merellano con el cual llegué a hacer algunas cosas; con Mansilla trabajé mucho produciendo programas grabados y de pronto iba a una radio y escuchaba la voz de (Alberto) Magdaleno que hacía “el boletín sintético de Radio El Mundo” (lo imita). Tenía una voz muy particular. En JC producíamos para Del Plata, Continental, Argentina, Mitre, Excelsior, Splendid y los veranos para Atlántica de Mar del Plata. Llegamos a producir más de 70 horas de radio por día, es decir, tres días de radio en uno. Después me tomé un año sabático, me fui a viajar por el mundo.
–¿Cómo se armó la dupla de 9PM con Elizabeth Vernaci?
–9PM empieza con Horacio Maurette, un locutor que era el gerente artístico de Radio del Plata, que era una producción casi total de JC. Nosotros armábamos la artística y la vendíamos. Horacio manejaba al resto de los locutores, las cuestiones de las cortinas, las músicas, todo; un director artístico de aquella época era muy diferente a uno de hoy. Cuando vuelvo a finales del 81 estaba en JC mi oficina con mi escritorio, mi cuaderno y mi lapicera arriba, todo intacto; esas cosas que hoy ya no pasarían. Llega el verano y había un horario, el de las 9 de la noche, que no tenía sponsor, entonces se pasaba música. Yo me acuerdo que armaba la música porque tampoco tenía musicalizador el espacio. Era: “Daniel, armá esta semana”; “Lalo, podés armarla la otra”. Un día le digo al Cholo: “Tengo ganas de hacer un programa de rock como hacen los norteamericanos”. Y me responde: “Decile a Horacio que se va a copar, porque le gusta el rock”. Hablo con Morel y me dice que le de para adelante. Empezamos el 15 de marzo de 1982 y el 2 de abril (Leopoldo) Galtieri invade Malvinas. Nosotros pasábamos rock en inglés. Así que de un día para el otro desaparece la música en inglés y empezamos a pasar todo en castellano, un poco de rock español, un poco de rock italiano; mezclábamos un Silvio Rodríguez, un Pablo Milanés. Había una chica de la oficina cultural de la Embajada de Francia, Chantal Rigoreau, que iba por las radios a llevar rock francés: Téléphone, La Vie, Francisca Brel... Horacio se fue a vivir a Mar del Plata con su mujer y me quedé solo con el programa. Al comienzo era de una hora y media y después de dos. Ahí es cuando el Cholo me dice: “Hay una piba nueva que anda muy bien. Está los sábados y domingos a la mañana”. La escucho un cachito y yo andaba en moto en esa época. Agarré la moto y me fui a verla a la radio, porque la quería ver laburando.
–Una especie de casting encubierto...
–Claro. En esas épocas lo único que había era Alternativa, un programa de Wilmar Caballero que iba en Antártida o Radio Argentina, a la medianoche. Después apareció en Continental Cuero Pesado. Nosotros teníamos el estudio a 50 metros de la avenida Santa Fe, al lado de Estudios del Jardín, donde venían a grabar Charly (García), Suéter, Los Abuelos de la Nada. Se producían muchos cruces. Y nos fuimos con Elizabeth al estudio a practicar. Hacíamos que estábamos en la radio y le daba textos para leer, poníamos música de fondo; le decía: “escuchate”. La metí en ese mundo del rock que para que funcione tenés que estar bien metido en la música, encajado; tenés que estar fuerte en las orejas, no tenés que tener estímulos externos, sino que todo tiene que venir del parlante. Ahí entendés cómo la voz se mezcla con la música. Y arrancó una semana después y fue un suceso La Negra, que no era esta Negra de hoy en día. Era una piba de 20, yo tenía diez más; Elizabeth venía con camperita de jean y por una cuestión etaria ella estaba más cerca del rock que yo. Yo llegué de San Pedro y no tenía idea de Sui Generis, de nada. Allá escuchábamos la AM, a Sandro, Palito Ortega, Leonardo Favio; mucho folklore, chamamé, música del Litoral.
–¿Hasta cuándo duró el programa?
–Hasta el 85. Yo estaba medio quemado, mucha producción, mucho laburo durante el día más 9PM y andábamos un poco veloces. Ahí pido un año sabático por segunda vez. Pero me puse a hacer viajes cortos, porque ya estaba trabajando en Chile también y una vez por mes tenía que recalar cinco días en Santiago para grabar todo un mes de programa.
–Muchos chilenos recuerdan ese programa como la puerta de entrada al rock argentino...
–La FM chilena era música en inglés, algún tema francés muy famoso, las canciones de película, pero mayoritariamente en inglés. Música más tranca, medio ritmo y a lo sumo las baladas de las bandas de rock. Me vende allá Sanfuentes, un chileno. Él vino a hablar con el manager de Soda (Stereo), que en ese momento era Carlitos Rodríguez Ares. Y le dice: “Tenés que tener un programa de radio allá”. El otro le dice que no tiene como hacerlo allá y Carlitos le contesta: “Entonces llevátelo hecho de acá”, y le recomienda hablar conmigo. Yo era bastante amigote de Carlos, teníamos todo un grupo. El fue manager de Soda, Virus, Cosméticos, Riff, y nos veíamos mucho por la radio, porque las bandas venían a 9PM. Entonces viene Sanfuentes y me dice que necesita un programa de una hora para llevar a Chile. Bueno, nos juntamos, lo armamos, le ponemos Argentina Rock y un formato como el que tenía la BBC: las novedades de la semana y alguna cosa de catálogo.
–¿Lo grababan, pero cómo llegaba el material a Chile?
–Íbamos al Sheraton a verlo a Molina. Me acuerdo de ese nombre. Era un comandante de Lan Chile. O íbamos directo a Ezeiza con la cinta y llegábamos con un sobre, nos presentábamos en el mostrador de la compañía y decíamos: “Tengo orden del comandante Molina de que le entregues esto en mano”. Le poníamos unos sellos de JC para que el material pareciera algo importante. Cuando llegaba a Chile lo buscaba un cadete de Radio Concierto, así se llamaba y el programa recién iba los domingos a la tarde
–Entonces, cuando te llama Daniel Grinbank, no sólo ya estabas muy metido en el mundo del rock sino que también tenías contactos y amigos en ese mundo.
–Y con Rock & Pop termino de meterme. Yo empiezo en el 87 Aquí Radio Bangkok, que dura tres temporadas y deja una estela. ¡El cometa Bangkok!
–¿Cómo se armó el equipo?
–A Quique Prosen) y a Bobby (Flores) ya los conocía. Con Bobby habíamos hecho Videoscopio, con Julio Moyano, un programa de videos en Canal 11. Todavía era Teleonce y era la época previa a la llegada de MTV. Una hora de videos y con La Negra hacíamos el speech de presentación en off. A Quique lo conocía del último año de 9PM. Él trabajaba en Okey, la primera radio que programó Grinbank y me acuerdo que venía a las grabaciones que hacíamos con La Negra en el 86: cuando volví de viaje le produje un programa que se llamaba Oreja Colocada. Ahí Quique caía con discos. Cuando Grinbank me llama para hacer la mañana de la Rock & Pop enseguida le digo que si. A las dos de la tarde iban Mario (Pergolini) y Ari (Paluch), con Feedback. Y me dice Grinbank: “Sé que los conocés a Bobby y a Quique, querés trabajar con ellos? Y le dije que sí, que estaba encantado. Y ahí nos juntamos y empezamos a darle forma al programa.
–¿Y Douglas?
–Lo conocía pero no era Douglas, era Carlos Masoch, un pintor. Yo iba a sus muestras Yo lo conocía porque en esa época andaba en el grupo de los artistas plásticos de esa época, de los 80. El hacía el arte de la revista Rock & Pop; diagramaba. Había trabajado en agencias de publicidad, de hecho el logo de la radio es de él. Por ese logo cobró muy poco dinero y al día de hoy que se queja. La oficina donde estaba el estudio de grabación de la artística de la radio era la misma de Grinbank representante y ahí también funcionaba la redacción de la revista. Entonces, cuando iban Bobby y Quique a grabar cosas para Bangkok con el locutor de turno, Masoch estaba ahí. Él se subía a un banquito y predicaba, era el predicador Douglas Vinci. Se puso Vinci por Pepe Luis Vinci, quien después fue manager de Charly García y de muchas bandas. Un día me traen un casete: lo habían grabado al predicador y yo lo paso. El tipo predicaba y al final pedía dinero, tarjetas de crédito, milanesas, de todo. Y un día les pedí que lo trajeran a la radio: le pusimos el banquito, los micrófonos apuntando y que se escuchara medio lejos.
–De paso rompían con el sonido pulcro, con eso de hablar pegado al micrófono.
–Claro, todo eso se rompió. Yo tuve mucha contra con eso. Bobby y Quique no hablaban. Ellos eran mis asistentes, armaban la música, producían con el operador y yo estaba solo en el micrófono. Venían a traerme el diario o algo y yo les hablaba y ellos me respondían en segundo plano. Venía el ingeniero, porque en esa época el que mandaba era el ingeniero, o el dueño de la radio, que no tenía nada que ver con la Rock & Pop, porque Grinbank le alquilaba la frecuencia. Me decía: Lalo, se escucha mal, que se acerquen al micrófono. “No, no se tienen que acercar, tienen que estar en segundo plano y la gente tiene que decir: ¿qué dijo?”, le respondía. Eso era lo que buscaba, el coro, que hubiera 3D, si no la radio es plana. Si un tipo va a gritar, “¡Eh Mario!”, no puede hacerlo al lado del micrófono, tiene que mirar para la puerta, así lo que escuchás es un grito lejano.
–Y los mitos que generó el programa son muchísimos. Es verdad que cruzaban a desayunar y estaban una hora enfrente?
–Una hora no, media hora, más o menos. Yo armaba unas cintas que se llamaban “El desayuno”. Tengo muchas, tendría que subir algunas a YouTube. Cuando empezaba la tanda cruzábamos a lo del Gallego, porque estábamos desde las 10 de la mañana y eran las doce y media cuando íbamos al bar. Salíamos todas las noches, nos acostábamos tarde, éramos un desastre y había que “compensar”, como decíamos. Si veníamos prolijo, la compensación era un café con leche y un sandwich de crudo, queso y manteca; pero si veníamos torcidos la compensación era alcohol, entonces ya nos clavábamos una birra, un cinzanito, para llegar con ímpetu al final del programa. Terminaba a las 14 y después Grinbank nos sumó una hora, hasta las 15, pero el casete que dejaba para que pasaran duraba una hora.
–También había personajes de ficción, como Cacho de Castelar...
–Cacho es Quique (Prosen). Había como una manera de funcionar que era contraria a cómo funcionaba el resto de la radio. Era más anárquica. Yo no recuerdo, pero calculo que estábamos boludeando y se hacía largo. Los operadores eran Guillo García, hoy director artístico de Radio con vos; el Negro (Eduardo) Minué, que es abogado y el Chino Chinen, que falleció el año pasado. Ellos tenían una carta que podían jugar. Cuando se daban cuenta que nos habíamos metido en el barro o estábamos aburriendo, tenían poder de maniobra. Cacho de Castelar aparecía para cortarnos. De pronto aparecía alguien por teléfono: “Hola”. “¿Quién es ?”. “Cacho, de acá de Castelar, ¿por qué no la cortan? El empezó a hacer eso, como a decirnos que era un aburrimiento lo que estábamos haciendo. Y yo le decía al operador: “Cortalo” y el operador hacía ruido con los botones y me respondía: “No sé por dónde entra, no lo puedo cortar”. “¿Por dónde entrás?”, le preguntaba. “Tengo un amigo en Entel”, disparaba Y ahí empezó un chiste que después se convirtió en el personaje de Cacho de Castelar. Con el tiempo le empezamos a preguntar por la hermana, si estaba buena y cosas que hoy no es políticamente correcto decir al aire.
“La locura es un espacio mental y cultural muy copado”
Los locos le cambiaron la vida a Lalo. O, más bien, llegaron a su vida y nunca más se fueron. “El arte y la locura tienen mucho en común y siempre me llamó la atención eso. Yo era el locutor suplente de Radio del Plata y en enero, cuando el titular estaba de vacaciones, me tocó reemplazarlo. Estaba al aire Modart en la noche y yo era el que hacía el libro (leía las publicidades de las tandas), el locutor oficial. Durante el programa solo hablaba Pedro Aníbal Mansilla y yo no salía de dar la hora, de quién era la canción, esas cosas. Y como no hacía nada más, salía, iba a comprar cigarrillos o tomar un café. En una de esas me encuentro con un chabón en la puerta de la radio que me para, me dice que es un exinterno del Borda, me muestra una credencial y me empieza a hablar de Mansilla. Me cuenta toda una historia y lo entro a la radio. Me aparezco con el loco delante de Pedro. Mansilla lo despacha bien, él ya estudiaba medicina; ya murió el Negro. Le decíamos Manito. Cuando vuelvo sin el loco me dice: “Nunca más un loco”. “Pero todo lo que dijo es pulenta”, le digo. “Si algo sabe el loco es enroscártela. Tiene todos los clichés verbales del neuropsiquiátrico, las explicaciones, los pretextos, los salvoconductos. Se escapó y anda boludeando”, me responde.
–¿Cómo te involucraste con el proyecto de Radio La Colifata?
–Cuando viene Alfredo (Olivera) con el proyecto de La Colifata y me lo cuenta, le pregunto dónde está la radio: me dice, “acá” y me muestra dos casetes y un reproductor de doble casetera ¿Cómo es eso? “Grabamos en este, después ponemos un virgen en la otra casetera y compaginamos lo que grabamos más prolijito en el otro y cuando está terminado llamamos a todos y lo escuchamos”. ¡La radio era el radiograbador! Le pedí más material. Lo achicaba, lo corregía un poco, al comienzo, porque después aprendieron la mecánica y lo pasaba al aire. Hoy hay 300 colifatas en el mundo; son talleres terapéuticos alucinantes y se estudia la radio como un hecho de deshospitalización por un lado y de reinserción por el otro. Alfredo ahora está acá, armando La nueva Colifata en San Telmo. Alfredo estaba como director de una Colifata en París que se llama La sin nombre. Yo fui a Moscú con ellos y había radios de locos de Italia, Francia, España, Chile, México, Rusia.
–Cuando dejaste la Rock & Pop y pasaste a La 100 fue todo un impacto. No sólo cambiabas de radio sino de códigos, de tipo de música y principalmente de audiencia.
–Yo entré atenuado, como un locutor de turno. Yo venía de Mitre y de una experiencia fallida en la AM. Estuve tres años en Del Plata haciendo Lalo bla bla. Cuando termino mi relación laboral con toda la empresa Rock and Pop, que tenía Del Plata también y había terminado Animal de radio después de nueve años, me voy a Mitre. La experiencia en AM no fue buena y en el momento en el que yo me estoy desvinculando de ahí me dicen que querían que me quedara en la empresa. A mí me interesaba la mañana, no quería trabajar de noche. Y Diego Poso, el gerente de La 100, tenía libre la mañana. Pinta el nombre de Maju Lozano para hacer el programa con ella y a mí me gustaba de la Metro, en donde hacía un personaje que era una piba que era medio sacada sexualmente. Arrancamos con Maju, el Ruso Sergio Hendler, la Negra Verón y Alejandro Chule, el operador. Pasábamos música, hacíamos un chiste, un comentario, atendíamos el teléfono y se fue armando el programa durante todo el primer año. A la hora de ponerle un nombre se me ocurrió Lalo por hecho y quedó. Fue mi momento de mayor audiencia, mi techo. Al octavo año empecé a pensar en retirarme y un año después lo decidí. Se lo anuncié a mis compañeros a mitad del año diez y a la audiencia en la última semana, pero fue muy meditado y ya la radio tenía armado todo lo que seguía. Le quise ganar a Animal de radio, que había durado nueve años. Además, el año después de los diez de Lalo por hecho yo cumplía los 65, mi jubileo. Después volví un año a la Pop pero ya estaba cansado.
En diciembre de 2016 Lalo deja La 100 sin saber que un año más tarde encararía otro desafío, pero no en la radio sino en la televisión, por donde ya había pasado con programas efímeros, como el de Radio Bangkok e incluso como actor, en ciclos como Graduados. “Si La 100 es mi techo en radio, Encuentro en el estudio y en La Cúpula es mi techo total, la suma de todo lo que hice”. Ese ciclo de entrevistas con músicos consagrados de Argentina y de América Latina hoy “vuela” en YouTube. “Los programas superaron los mil millones de reproducciones”, dice con entusiasmo Lalo y vuelve a hablar de todo el material que tiene para compartir con la gente. La posibilidad de catalogar todo su “arsenal” y el respaldo económico que recibiría de una entidad mexicana para hacerlo y ponerlo en valor lo tiene entusiasmado, como la cena que preparará en un rato para un selecto grupo de amigos.
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