Érase una vez ‘shy Di’, Diana la tímida, que peleaba por encontrar su propio estilo en el escenario del mundo. La recatada dio paso a la simpática y joven princesa en los albores de los 80, que expresaba su humor en audaces combinaciones de colores vivos, con lazos y moños casi infantiles. Poco a poco, Diana pulía su forma de vestir y aprendía a conocer su figura. Así es como evolucionó hasta transformarse en una experta en moda. Su estilo, único y admirado, la convertiría en la mujer más fotografiada del planeta. Y, por último, irrumpió una Diana liberada y divorciada, cada vez más fortalecida y segura de sí misma, tanto en su carácter como en su look. La progresión fue notable. En las primeras apariciones, le costaba dominar el lenguaje de la moda. En los 90, aprendió el idioma fashion y además logró, a través de sus trajes, transmitir sus sentimientos, intenciones y sueños. Reinventó las reglas del vestuario real británico, hasta entonces serio, insulso y aburrido, para elevarlo a una dimensión fascinante.
- Lazos, cuellos ‘baby doll’ y colores vibrantes
El nuevo tesoro de la moda británica, muy joven todavía, quería experimentar y dejar su sello en la forma de vestir. De ahí su estilo femenino, algo ingenuo, con paletas arriesgadas y guiños de humor. Diana quería transmitir con su ropa esa personalidad vivaz que estaba tapada por la formalidad de su título de princesa de Gales. La gente ya la seguía y copiaba los cuellos vistosos, los lazos, las alforzas y los tonos encendidos.
- Primeras galas
Durante los años 80, Lady Di pasó de los modelos de cuentos de hadas a otros más sólidos y formales, que daban cuenta de la evolución de su estilo hacia diseños más apropiados para una princesa. Tras ser madre, intentó reducir su protagonismo con estilismos más discretos, ayudada por su diseñadora favorita, Catherine Walker. La modista francesa explicó que Diana le dio la instrucción de que confeccionara trajes que le dieran una "imagen solemne".
- La diplomacia del vestido y sus toques de distinción
Diana aprendió a desarrollar un vocabulario de la moda para homenajear a sus huéspedes. En Japón, por ejemplo, se vistió con un modelo rojo "sol naciente" diseñado para emular la bandera del país (foto de la derecha). Y si bien durante el día optaba por los trajes sencillos, de líneas netas, en otras ocasiones dejaba de lado el protocolo y lucía conjuntos que realzaban su cuerpo y sus mejores rasgos: los hombros torneados y las piernas interminables. Inteligente y bien asesorada, con los años reinventó ese estilo femenino que había lucido al principio y dejó atrás los vestidos ingenuos, poco agraciados. Así fue que se convirtió en un ícono y, en los 90, sus apariciones públicas se convirtieron en un show. Ella era la diva y nunca decepcionaba con sus ‘looks’, que eran analizados desde todos los ángulos. Por ejemplo, con el vestido de noche de terciopelo bordó que usó para un encuentro con no videntes (a la izquierda) causó sensación con el detalle de la espalda: un gran escote realzado con un largo collar de perlas. Su asesor de moda y amigo Roberto Devorik contaba que en una ocasión en la que Diana acudió a una gala benéfica en el palacio Farnesio de Roma, ella le preguntó cómo era el edificio. "Tiene las paredes color crema y pinturas renacentistas", le contestó él. "Entonces no puedo llevar nada neutro, porque la gente que viene a verme paga fortunas", reflexionó ella.
- Tocados y sombreros
Aunque en sus últimos tiempos Diana elegía no llevar sombreros porque "no podés abrazar a los niños si llevás uno", antes los había lucido con maestría. Aprendió a posar con los sombreros y a acomodarlos de determinada manera para que los fotógrafos no se quejaran de que con la sombra se le oscurecía la cara. Uno de los más espectaculares fue el que le hizo Philip Somerville (primera foto a la izquierda), que le había aconsejado optar por un ala más amplia para equilibrar las grandes hombreras que a ella le gustaban. Ese modelo lo estrenó en Alemania en un desfile militar. Asímismo, un originalísimo tocado con turbante (última foto a la derecha) fue creado especialmente para corresponder a la especial discreción con el cabello que se le requiere a las damas en Dubái.
- Su preferido: con un hombro descubierto
Cuando llegaron los 90, la vida de Diana ya era una vorágine. Sin embargo, su guardarropa se iba perfeccionando cada vez más. De repente, la mujer de tapa más requerida elegía vestidos elegantísimos, esos que resistirían el paso del tiempo. La estrella de su viaje a Sídney en 1996 fue una pieza turquesa (abajo, derecha). Igualmente vistoso fue el vestido de Versace en color morado que lució en Chicago (abajo, el segundo desde la izquierda). Ya estaba divorciada y no se sentía obligada a comprar moda británica. Cuando se le preguntó si había elegido el morado porque era el tono de la firma de la emblemática Northwestern University de la ciudad, sonrió, pero no respondió. A lo largo de toda la vida de Diana, su vestido favorito siempre fue con un hombro al descubierto. La asimetría, que era vanguardia para aquella época, domina en la "alfombra roja" desde que murió.
- El poder de una estrella
En 1987, los diseñadores de cabecera de Diana, Catherine Walker y su marido, Said Cyrus, aparecieron en todas las revistas cuando vistieron a la princesa con un vestido de gasa azúl pálido con escote palabra de honor para el Festival de Cannes (abajo, derecha). Fue un homenaje a Grace Kelly, la actriz convertida en princesa de Mónaco, a quien Diana admiraba. Entre los trajes de noche más memorables que lució la princesa se destaca el vestido de estilo eduardiano, de Victor Edelstein, que hechizó a Estados Unidos y a su pareja de baile, John Travolta, en 1985 (abajo, izquierda). Otra excelente opción fue el modelo lila creado para un viaje a Oriente Medio en 1989 por Catherine Walker, que sería más tarde transformado en uno más ajustado con silueta columna para una visita a Corea del Sur, en 1992 (abajo, centro).
- El secreto de su peinado
Más allá de algunos contados experimentos con melena o trenzas, Diana siempre será conocida por su cabello rubio, corto, en capas. La sugerencia de darle forma y movimiento de una manera más elegante se la hizo el peluquero Sam McKnight, en 1991, a raíz de una sesión de fotos. La princesa se dejó llevar por sus consejos y lo dejó trabajar con la tijera. Millones de mujeres imitaron su nuevo look. McKnight también estuvo detrás del famoso estilo "efecto mojado" que Diana exportó a Nueva York (abajo, centro). Al mismo tiempo, la maquilladora Mary Greenwell la convenció de que dejara de lado el delineador azul de ojos y eligiera una paleta más neutra. El resultado, además de aggiornarla, fue lograr un make up más natural y apropiado para el trabajo social y solidario que Diana desarrollaba en fundaciones y hospitales.
- El vestido ‘Elvis presley’ y las joyas de la princesa
Entre las creaciones más rutilantes de Catherine Walker para la princesa, quizá la más destacada sea este traje, de vestido y chaqueta, adornado con 20 mil perlas. Lo usó en una fiesta celebrada en Hong Kong, en 1989, y la gente empezó a llamarlo ‘el vestido Elvis Presley’, al asociarlo con el vesturario del legendario cantante (abajo, derecha). La casa de moda reaccionó ante la avalancha de comentarios: "Queríamos algo que recordara a Oriente y fuera apropiado para una princesa británica", explicaron. "Miramos hacia atrás, a las raíces del vestuario real de la corte isabelina". La antigua maestra de guardería, cuya única alhaja visible era una sencilla cadena de oro con la letra D tuvo acceso a un tesoro digno de un sultán de Oriente. La tiara de la familia Spencer (abajo, la primera foto de la izquierda) era una de las que más le gustaban y la usaba con vestidos de pedrería en blanco o en negro. La 'Cambridge Lovers Knot', montada con diecinueve diamantes y arcos de perlas, se la regaló su suegra, la reina Isabel II, para su boda (hoy es una de las joyas más queridas de la duquesa de Cambridge).
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