La vida familiar de Germán Kraus: su casamiento, la despedida de su mamá y la relación con su hija
"En más de 50 años de profesión no recuerdo un parate laboral tan largo como el de esta pandemia. Tengo en una casa con pileta y un hermoso jardín pero cuando trabajo es como si viviera en un departamento, porque además me voy a la mañana y vuelvo a la noche. Así que prácticamente no he vivido en mi casa y tampoco la he atendido como se debe. Porque hay que ocuparse", le cuenta Germán Kraus a LA NACION. Se tomó la realidad con calma y se dispuso a dejar descansar un poco al actor y dedicarse a su hogar y a su familia: su mujer desde hace 38 años, María Cristina, y su hija Triana, aunque ya no vive con ellos.
Protagonista de muchos éxitos, Germán Kraus siempre trabajó mucho y el tiempo para compartir en casa era escaso. "En esta pandemia hice de todo, hasta muebles: con pallets hice un sillón de dos plazas, dos mesas y hasta un huerto. Estoy pintando, arreglando, de todo un poco. Este año aprendí a disfrutar mi casa. Hasta sentí un poco de culpa, pero tengo derecho a un año sabático. Me lo estoy permitiendo. Trabajo desde los 17 años y no he parado nunca, ni siquiera en las vacaciones porque hacía temporada. Dentro de todo la estoy pasando medianamente bien. Vivo en Ezeiza y acá hay mucho verde; siempre digo que estoy más cerca de París que del Obelisco", bromea.
-¿Qué más aprendiste en esta cuarentena?
-Me gusta hacer asados. Y sigo haciéndolos pero me falta el público porque mi mujer es vegetariana. La realidad es que soy muy comilón y para llenarme con verduras necesito kilos. Como carne pero no soy fanático: me gusta más el folklore de hacer el asado que la carne en sí. Y la verdad es que no ayudo en otra cosa, en la casa.
-Poco se sabe de tu vida privada, ¿acaso un galán de los 70 y 80 debía ser misterioso?
-Algo de eso hay. Estoy casado hace 38 años con María Cristina. Soy un tipo de bajo perfil, nunca tuve escándalos. Jamás entendí por qué me metí a ser actor, porque soy de naturaleza un poco fóbica, y le escapo a las multitudes, excepto si estoy sobre el escenario. Siempre digo que es una profesión de riesgo porque exponerse tiene sus consecuencias. Alberto Migré decía que era importante el misterio en la vida de los actores, y las producciones de los programas también eran bastante exigentes en cuanto a tu vida personal, a los lugares a los que ibas, cómo te vestías. Ahora todo cambió. Antes no podías comer un pedazo de pizza de parado, por ejemplo. En mi época tenías que ir a ciertos restaurantes de renombre, pedir ciertos vinos. ¡Hasta me cambiaron el nombre! Se usaba mucho el misterio. Ahora los actores se muestran tal cual son o de cualquier manera. También cambió la parte estética. Yo jugaba al rugby y cuando empecé a actuar tuve que bajar 23 kilos.
-¿Dejaste el rugby por la actuación?
-Por un tiempo hice las dos cosas pero tenía que cuidarme de los golpes y moretones. Si me golpeaba, al otro día había que dibujarlo con maquillaje. En un momento se hizo totalmente incompatible, cosa que me dolió muchísimo. El rugby fue muy importante en mi vida. Jugué un tiempo al tenis y era de ir al gimnasio. Era uno de los pocos galanes que se podía sacar la camiseta (ríe con ganas). Hoy camino, aunque cada vez menos. Es muy lindo salir a caminar alrededor de mi casa; acá el que no camina es porque es un vago.
Lo importante es la familia
-Decías que te cambiaron el nombre. Tu documento dice que sos Oscar Grillo, ¿quién te sugirió cambiarlo a Germán Kraus?
-Un productor. Está quien tiene el canal de expresión muy abierto y es el que hace los chistes en los asados. Y después están los tipos como yo, introvertidos, retraídos, y busqué la actuación para poder manifestarme. En el escenario soy muy feliz y eso se mantiene intacto. Lo que hago me gratifica y me mantiene vivo. Adoro la actuación y para mí es muy importante. Cuando me inicié no pensaba así pero tengo un gran amor por el laburo. Después de tantos años la gente me sigue dando cariño y eso es algo que no tiene precio. La historia del cambio de mi nombre es muy graciosa. Yo estaba haciendo una obra en el Teatro San Martín pero el camino que económicamente redituable era el de la televisión. Empecé a buscar trabajo sin saber nada de ese medio. Un día me llamó un productor, Jacinto Pérez Heredia, y me dijo que quería conocerme. Pensé que era para un bolo, pero me dijo que quería verme con urgencia en Canal 13.
-¿Qué estaban grabando?
-Estaban grabando la novela Pasión sin fronteras, y en un break el productor les pidió a los camarógrafos que se quedaran un rato, para tomarme un casting. No tenía nada preparado pero me acordé de un prólogo de un texto de Osvaldo Dragún y dije eso. Después fuimos a la sala de video, para ver cómo había quedado. Me parecía que era demasiado para un bolo y pregunté. Así me enteré que estaban buscando al protagonista de una nueva novela, que era Estrellita... esa pobre campesina, con Marta González. Estaba programada para tres meses y estuvimos dos años con altos picos de rating. Jacinto me sugirió que me cambiara el nombre. Me dijo: "no, Grillo no. Busquemos un nombre que tenga que ver con su aspecto físico. Usted parece un alemán. Y sacamos el nombre Germán Kraus de la guía telefónica. Así fue. Llevo muchos más años de Kraus que de Grillo. Y lo increíble es que hasta mi mamá, mi papá y mi hermano me llamaban Germán. Mi mujer y mi hija ya me conocieron como Kraus. Todos adoptaron el nombre de Germán pero el año pasado me di el gusto de reflotar a Oscar Grillo con una obra que escribí y que hice en El método Kaidós y después en la temporada de Las Grutas, Soy tu ángel. Firmé como Oscar Grillo.
-Este año falleció tu mamá, ¿cómo fue la despedida en el medio de la pandemia?
-Aunque tenía 102 años fue una pérdida muy importante para mí, porque teníamos una relación muy estrecha y siempre fuimos muy compinches. Era su momento, ella quería irse. Vivía con mi hermano y dos personas que la cuidaban. Fue una mujer muy importante en mi vida hasta el último momento. En el Café de los Angelitos hicimos varias temporadas con Mercedes Carreras y hace un par de años mi mamá vino a vernos y cantó un tango. Estoy feliz de haberla tenido tantos años. Creo que fue una decisión de ella partir y murió como ella quería, en su casa y en su cama. Se mantenía lúcida y muy bien hasta hace poco pero en un momento dejó de comer y de levantarse de la cama. Hacía tiempo que decía que se quería ir, que por qué tenía que vivir tanto. No hubo dolor.
-¿Cómo es tu relación con tu hija Triana?
-Es arquitecta, vive con su pareja cerca de casa. Tenemos una relación muy estrecha. Es muy aventurera, patina, baila. No quiere ser mamá y yo la entiendo porque a veces pienso que el mundo está tan complicado que hay que pensar mucho para traer un hijo en estas condiciones. Me da un poco de envidia porque mis amigos tienen nietos pero por otro lado la comprendo mucho.
-¿Es verdad que te casaste con tu mujer hace un año?
-Sí, nos casamos después de 37 años. Hacía rato que queríamos pero no encontramos la oportunidad. Un día fui a una comuna a hacer un trámite para mi mamá pero no pude porque me dijeron que ahí solo casaban. Y dije, 'bueno, casémonos'. Pedimos fecha y nos casamos. Mi hija se puso contentísima.
Una de cal y una de arena
-En los 80 trabajaste con Verónica Castro y tuviste una mala experiencia, ¿qué pasó?
-Siempre tuve compañeras maravillosas pero de Verónica Castro no tengo un buen recuerdo. Trabajamos en El rostro del amor y hubo problemas con el libro, cambiaron la historia y mi personaje se volvió desagradable, incluso tenía maltrato con el hijo. Tenía ganas de irme pero no me dejaban. Como no querían terminar mi personaje, en una escena que me daban un tiro en el brazo aproveché, me caí al suelo y no me levanté más.
-En cambio tuviste un romance con La mujer biónica, ¿cómo fue?
-Con Lindsay (Wagner) nos conocimos en el Festival de San Sebastián. Fuimos con un grupito de actores por la película Juan Moreira. Un día con Pepe Parada fuimos a la proyección de una película con Peter Fonda y con Lindsay y después había una fiesta. Estuve un rato pero estaba cansado, me recluí en un costado y en ese momento ella se acercó y me preguntó si tenía algo en las piernas, porque no bailaba. Bailamos, después fuimos a caminar por la playa, ella de largo, yo de smoking, todo muy cinematográfico. Hablábamos en inglés pero no nos entendíamos mucho. Volvimos al hotel y ese día no pasó nada porque estaban todos. Al otro día me vino a buscar para desayunar, yo fui a buscar algo a la habitación, estaba vacía y bueno (ríe).
-Poco a poco vuelve la actividad, ¿vas a trabajar este verano?
-El año pasado terminó con muchas ofertas de trabajo. Íbamos a hacer un programa con Carmen Barbieri y Alberto Martín. También tenía ganas de seguir con Soy tu ángel, porque nos fue muy bien. Y además me convocó Aldo Funes para hacer una comedia. Pero la pandemia frenó todo. Yo todavía quiero seguir cuidándome. Veremos más adelante. Tengo mucha fe en la vacuna. Aguantamos nueve meses y ahora que está más cerca voy a esperar que se de la realidad de la vacuna. Es una cuestión de fe.
-La decisión entonces es seguir disfrutando de tu casa.
-Es el primer verano que voy a estar en mi casa. Trabajé toda la vida y me da culpa no hacer nada pero también me hace ilusión estar en mi casa en verano, por primera vez. Estoy muy agradecido a la profesión, trabajé muchísimo, tuve buenos compañeros, hice buenos programas. Soy un tipo feliz, sin duda.
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