La joven se estaba preparando para el rol que cambiaría su carrera, hasta que un episodio de violencia terminó con su vida
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A los 21 años, Rebecca Schaeffer estaba llena de sueños. El más importante: conquistar Hollywood. Se lo contó a sus padres, la escritora Danna y el psicólogo Benson, quienes no dudaron en apoyarla. Por lo tanto, cuando la actriz les comunicó que quería mudarse a Nueva York para llevar a cabo ese plan, aceptaron la propuesta de su hija a pesar de que no había cumplido la mayoría de edad. De esta forma, Rebecca hizo sus valijas y se fue a buscar un lugar en una industria competitiva a la que observaba con cierta ingenuidad.
Cuando llegó a la ciudad, su travesía no distaba mucho de las de otros colegas. A finales de los 80, la joven fluctuaba entre un trabajo seguro en un restaurante, algunas producciones como modelo y sus audiciones para encontrar el rol perfecto. El primero llegó con Woody Allen. La joven oriunda de Eugene, Oregon, obtuvo un pequeño papel en 1986 para el film Días de radio. Cuando fue a la proyección al año siguiente se encontró con algo inesperado: gran parte de sus parlamentos habían sido cortados en el proceso de edición. De todos modos, con admirable perseverancia, siguió buscando nuevos roles y, en simultáneo, se produjeron dos hechos que la tenían muy entusiasmada: tenía un casting en el corto plazo que iría a cambiarle la vida y le habían confirmado su participación en una sitcom prometedora.
La mujer bonita azotada por la tragedia
Un día, su agente apareció con un guion que la conquistó de inmediato. Se trataba de Pretty Woman [Mujer bonita] de J.F. Lawton, que retrataba la historia de amor entre el exitoso empresario Edward Lewis y la trabajadora sexual Vivian Ward. Rebecca, quien supo que el director Garry Marshall la quería para el papel de Vivian, estaba a punto de conquistar ese gran sueño que se había propuesto desde muy joven.
Lamentablemente, ese sueño quedó trunco cuando la noche del 18 de julio de 1989, un adolescente de 19 años llamado Robert John Bardo tocó el timbre de su departamento de West Hollywood -Schaeffer se había mudado allí tras su paso por la Gran Manzana- y le disparó en el pecho tras un intercambio de palabras. La actriz fue inmediatamente trasladada al centro médico Cedars-Sinai, donde falleció a la media hora.
Esa noche fatídica, Rebecca estaba aguardando nada menos que el guion de El padrino III, ya que Francis Ford Coppola estaba realizando audiciones para encontrar a la perfecta Mary Corleone (el rol fue eventualmente a manos de su hija, Sofia). Schaeffer estaba dispuesta a presentarse para el casting. Por lo tanto, cuando sonó el timbre, no dudó en dejar pasar a quien supuestamente iba a entregarle el guion. Ese dato, sumado a que el portero no funcionaba bien, le allanaron el camino a su femicida. Rebecca abrió la puerta entusiasmada y se encontró con el rostro desfigurado de su atacante, quien acabó con su vida luego de tres años de una persecución sobre la que ella no había estado al tanto.
Una serie, el comienzo de una obsesión
En 1986, Schaeffer, luego de tan solo tres papeles en cine y en TV, consiguió el coprotagónico de la sitcom de Stephen Fischer para CBS, My Sister Sam. En dicha ficción, la joven interpretaba a Patti Russell, una adolescente que se iba a vivir con su hermana Sam (Pam Dawber, de Mork y Mindy), generando fricciones en el camino. La frescura de Schaeffer y su buena química con Dawber hizo que la sitcom tuviera un éxito moderado con sus 44 episodios, emitidos de octubre de 1986 a abril de 1988.
En una de las jornadas de rodaje, la joven recibió una colección imponente de osos de peluche, rosas y otros regalos. Según le informaron de seguridad, se las había llevado personalmente un joven llamado Robert. La actriz agradeció el gesto al responderle una carta, como solía hacer con todos los fanáticos de la serie. “Ella era una persona muy cálida y agradecida, yo siempre le decía que había muchos locos allí afuera, que no respondiera todo, pero ella no era así, era muy dulce”, contó una estilista del elenco tras el femicido de Schaeffer. Cuando en Tucson, Arizona, ese fanático recibió su misiva le brindó un significado desproporcionado. Bardo contaría después que se enamoró de la actriz cuando la vio en el adelanto de la sitcom, en su escuela secundaria. Luego, sintió que la carta que le había llegado era una señal de que eran “el uno para el otro”.
Por lo tanto, viajó a buscarla a Los Ángeles. “Sentí que era alguien con ingenuidad, una mujer tímida, pensé que éramos almas gemelas”, contó el asesino. Cuando llegó a los estudios donde se grababa la serie, empezó a gritar que amaba a Rebecca y que tenía que verla. “No podíamos controlarlo, quería pasar a su camarín independientemente de las consecuencias, era muy insistente”, declaró uno de los guardias. Si bien Schaeffer había sido alertada, las aguas se calmaron al poco tiempo y ella decidió abocarse a sus proyectos: a la firme posibilidad de protagonizar Mujer bonita y a la preparación para el casting para la tercera entrega del clásico El padrino.
Mientras ponía el foco en esos planes, seguía presentándose para otras audiciones y obtuvo dos roles que le dieron cierta popularidad: el de Pam Wallace en Out of Time y el de Zandra en la comedia negra de Paul Bartel, Scenes from the Class Struggle in Beverly Hills. Mientras la actriz disfrutaba del estreno, en Tucson, su obsesivo fanático fue a la proyección del largometraje y una secuencia lo sacó de su eje. En un momento del film, el personaje de Rebecca se besa con un hombre. “Eso me enloqueció, ¿cómo pudo traicionarme así? Lo sentí como un engaño”, declararía tiempo después el femicida. Tras ver la escena, se fue a su casa y encontró la manera de conseguir un arma. Cuando la obtuvo con ayuda de su hermano, la puso en una bolsa, se subió a un colectivo y le pagó 300 dólares a un detective privado para que encuentre la dirección de la actriz. Cuando el investigador le pasó el dato, los tres años de acoso culminaron en el femicidio de Schaeffer.
La confesión y las últimas palabras de la actriz
Tras el disparo, Bardo huyó de la escena pero fue encontrado al día siguiente. El joven confesó el asesinato y fue sentenciado a una vida tras las rejas. El femicidio de Rebecca dejó devastados a sus padres, quienes perdieron a su única hija. Sin embargo, intentaron que ese profundo dolor se convierta en algo positivo, en homenaje a “la luz que ella tenía” y se pusieron al hombro un objetivo clave: que se apruebe la primera ley “anti-acoso” en California, como efectivamente sucedió. Asimismo, el Sindicato de Actores se involucró activamente para que el Estado actúe con celeridad respecto a la protección de los datos personales de los individuos.
“Rebecca no tenía un solo enemigo en este mundo”, le contó su agente, Jonathan Howard, a Los Angeles Times. “Era una persona dulce, sincera, amable. Una actriz en ascenso que iba a tener un gran futuro”, expresó y añadió: “Me acuerdo de la última vez que hablamos, era por la audición para El Padrino III, estaba muy contenta, era algo muy importante para ella. Cuando hablás con alguien, no te imaginás que va a ser la última vez que lo hagas”.
Al momento de su muerte, la actriz estaba en pareja con el realizador de Casper, Brad Silberling, quien incluso luego de rehacer su vida años más tarde con Amy Brenneman, siguió en contacto con los padres de Rebecca e incluso hizo un film autorreferencial. Moonlight Mile, protagonizado por Jake Gyllenhaal, mostraba el proceso de duelo de un hombre ante la muerte de su prometida. “Lo que pasó con Rebecca asustó a mucha gente, fue como un terremoto”, declaró Silberling, quien contó que actores en ese momento desconocidos como Brad Pitt, quien vivía cerca del departamento de la actriz, se habían sentido vulnerables. “De repente, todos estuvieron más alertas, los actores jóvenes comenzaron a protegerse entre ellos”. En cuanto a Moonlight Mile, el director contó que quiso explorar “cómo se puede encontrar la esperanza en un momento tan doloroso” y amplió: “Ahora tengo una familia, sobreviví a ese duelo, no estuve en pareja por años, y con el film quise mostrar cómo eso fue posible”.
En su testimonio, Bardo contó que las últimas palabras de Rebecca fueron formuladas como una pregunta: “¿Por qué?”, le habría dicho la joven tras recibir el disparo. Una pregunta que se extendió a sus padres, su prometido, sus amigos, colegas y seres queridos que la mantienen siempre viva en sus recuerdos.
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