La Sole y Jeremías: un flechazo en la nocturna, una curiosa fobia superada y el equilibrio entre “el agua y el aceite”
Se conocieron en la escuela secundaria, estuvieron 9 años de novios y se casaron en una fiesta para 800 invitados; viven en el mismo predio que la familia de ella y van a todos lados juntos
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La historia de amor de Soledad Pastorutti y Jeremías Audoglio parece sacada de un cuento de hadas. Cuando se conocieron, en la escuela secundaria, se prometieron amor eterno y ya llevan 26 años juntos y tienen dos hijas, Antonia, de 14 años, y Regina, de 11. Viven en Arequito, Santa Fe, el pueblo natal de los dos, y desde allí él maneja la carrera de ella y la acompaña a todas las giras. También va Natalia Pastorutti, hermana de la Sole. “Yo trabajo con ellos, por eso siempre vienen a las giras. Y por supuesto llevamos a las nenas. Es un plan familiar y nos divertimos mucho”, asegura la cantante cada vez que indagan sobre la relación. Son inseparables.
La primera vez que se vieron fue en la escuela secundaria nocturna del pueblo, un día de 1998. Fue amor a primera vista y nunca más se separaron. “Lo conocí cuando terminé el secundario en la nocturna de Arequito. Dejé la secundaria por mi carrera, porque esto de volver de gira e ir a la escuela mal dormida, era complicado. Un día mi papá me dijo ‘mira, el tren pasa pocas veces y creo que podés estudiar en otro momento, si querés’. Y así fue. Me liberó de una presión bastante grande, me comprometí a terminar el secundario después y ahí fue cuando conocí a Jere. Cuando me mudé a Buenos Aires, él se vino conmigo. Somos como el agua y el aceite, pero congeniamos perfectamente como familia y pareja. Él es más pensante y yo más impulsiva, y eso me ayuda a veces a mantener los pies sobre la tierra”, contó alguna vez la Sole.
Sin embargo, no todo se dio tan fácil. Si bien los dos “se habían echado el ojo”, él es mucho más tímido que ella, que se animó a dar el primer paso. Según reveló Soledad en La Voz Argentina (Telefe), al principio tuvo que remarla. “Fui a golpearle la puerta a Jeremías para que se dé cuenta que gustaba de él. No sé si se hizo el difícil, más bien creo que no se estaba enterando. Después él me vino a buscar a casa”, se sinceró.
Se casaron después de 9 años de noviazgo. El civil fue en Arequito, el 21 de abril de 2007. Y a la semana se ofició la ceremonia religiosa en la iglesia Nuestra Señora del Rosario, y una fiesta para 800 invitados que todavía recuerda todo el pueblo. De esos primeros tiempos de relación, Soledad contó una anécdota divertida en Los Mammones (América TV): “Tuve que superar un problema desde que me puse de novia. Siempre le digo a Jeremías con que los primeros besos llegaba a casa y escupía todo. Me daba mucho asco la saliva”.
Barrio Los Pastorutti
También habló sobre la rutina familiar. “A todos les parece raro y hasta hay quienes no me creen que vivo en Arequito. Estuve casi dos años en Buenos Aires durante la semana, y los fines de semana volvía al pueblo, como los estudiantes. Nos casamos sin tener nuestra casa terminada y, al principio, vivimos en la casa de mis viejos, entonces la libertad y la vida de pareja la teníamos más en Buenos Aires. No es que no me haya adaptado a la ciudad, pero me parece que vivir en Arequito no es un impedimento; son menos de 400 km, casi cuatro horas, y la ruta me gusta. Al principio yo hacía todo en casa: limpiaba, cocinaba, lavaba. Hasta que llegó un momento en que no pude más y ahora tengo ayuda. Soy una persona con mucha energía y ni mi marido puede seguirme el ritmo. Duermo poco, y la profe de canto y el médico me dijeron que durmiera más, pero no me alcanzan las 24 horas para todo lo que quiero hacer. A veces me acuesto pasada la medianoche y me levanto a las seis de la mañana”.
Los Pastorutti viven todos juntos. “Vivimos en un barrio privado de los Pastorutti (risas). Mi papá hizo una inversión y compró cinco hectáreas a la salida del pueblo y ahí construimos todos: mis padres, que muchos años vivieron con mi abuela, mi hermana Natalia y nosotros. Pero aclaro que no somos un clan, porque cada uno hace su vida. Somos una familia unida. Elegir vivir en Arequito tiene que ver con eso. Sabía que si me mudaba a la ciudad, la vorágine natural iba a hacer que nos viéramos menos, incluso con mis hijas, porque ahora podemos comer al mediodía juntas”.
A la Sole y a Jeremías les gusta la vida simple que llevan. Sus hijas van a la misma escuela a la que asistió ella y conoce a todas las madres y padres de los compañeros de Antonia y Regina. “Me levanto a las siete de la mañana, preparo el desayuno, las despierto y Jere las lleva a la escuela. Después se va al galpón, donde tiene el micro de gira y siempre va gente a tomar mate, y hay algo que arreglar. Yo me quedo en casa y si me levanto con ganas, hago algún deporte porque me gusta hacer actividad física; tengo una cinta y una bici en casa. Sino intento componer con la guitarra y la computadora, o leo un poco; busco disparadores. Me gusta el silencio, no prendo la tele, pero a veces escucho música. Si podemos, comemos todos juntos, en un quincho familiar en el que nos reunimos. Ya no cocino yo, sino una chica que vive en casa de mis padres y es una pariente. Lavamos los platos y acomodamos entre todos, y cada uno se va a su casa. Y a la noche también cenamos todos ahí: mi hermana es la que menos va porque le gusta acostarse temprano, pero nosotros somos abonados al quincho”.
Sus tesoros más preciados
A la Sole le funciona muy bien convivir, amar y trabajar con Jeremías. “Nos sirvió mucho la construcción de la familia. No tenemos rutina, quizá sea el secreto. Y la llegada de las nenas fue maravillosa. Nos miramos y no podemos creer lo que construimos. Nuestras hijas son hermosas, felices y las disfrutamos mucho. Cuando nacieron, decidí trabajar hasta último momento, aun sin sentirme tan bien. Con Antonia empecé a trabajar al mes de parir y me la llevé a todos lados. No tuve depresión post parto, quizá me ayudó estar en actividad. En cambio, con Regina me quedé un poco más porque no era época de festivales”.
También contó anécdotas divertidas en televisión, en Los Mammones. “Mis hijas fueron muy vomitonas. Una vez Antonia vomitó durante diez noches seguidas. No sabíamos por qué hasta que descubrimos que se había metido un pedazo de esponja en una de las fosas nasales. Ser madre fue un antes y un después en mi vida. Con la maternidad dejás de lado el egoísmo y entendés que el verdadero sentido de la vida está en un hijo. Mi vocación se revalorizó a partir de mis nenas. Es un error pensar que uno debe dejar todo y centrarse en sus hijos. Si se sabe compensar la función de madre, los hijos nos dan más energías para hacer las cosas. Ser madre fue lo más perfecto que hice. Mi mejor elección fue haber formado una familia. No sé si toda la vida voy a cantar profesionalmente, ojalá que sí. Pero estoy segura que nunca voy a dejar de ser madre. Siempre fue un deseo muy fuerte en mí. Había personas que me sugerían tener hijos más adelante, para dedicarme a mi carrera, y mis abuelas me apuraban para conocer a sus bisnietos, pero con Jere las tuvimos cuando quisimos”, detalló.
Las infaltables discusiones y un mes sin hablarse por culpa del fútbol
La Sole y su marido no están exentos de las discusiones de pareja, y ella alguna vez contó cómo las superan en una entrevista radial en Agarrate Catalina en La Once Diez. “Tenemos nuestras crisis como todas las parejas, pero somos de hablar mucho. Con respecto a la toma de decisiones, siempre fui muy rebelde y muy solitaria, y con él aprendí a compartir y a buscar otro punto de vista. Jere es más miedoso porque no me puede seguir el ritmo y me dice que no me frena nadie”.
Y aunque apuestan a las charlas para solucionar las diferencias, una vez todo se les fue de las manos. “Estuvimos un mes sin hablarnos y la discusión fue por una pavada. Somos de equipos totalmente contrarios, él de River, y yo de Boca, y en Arequito Jere es de Belgrano y yo de 9 de Julio. De ahí en más dije que de fútbol, de política y de religión no se habla más en mi casa. Con los años encontramos un equilibrio futbolero: yo lo banco a él cuando no jugamos en contra y, obviamente, él me banca a mí. Y ya no vemos los súper clásicos juntos”, resumió.
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