Lejos de la actuación, la hija de Nito Artaza pasa sus días en familia en Aix-en-Provence, cerca de Marsella, junto a su marido John Morris y su pequeña hija Muna
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Sabrina Artaza nació aventurera. Creció en Trelew con su mamá, la bailarina francesa Françoise Dugas, y luego se mudó a Buenos Aires con su papá, Nito Artaza. Estudió periodismo, pero ella quería ser artista y pronto empezó a trabajar en teatro y televisión. Hace cuatro años sintió la necesidad de vivir nuevas experiencias y junto a su marido John Morris, que es cocinero, vendieron todo, se fueron a pasear a la India y luego se instalaron en Francia. Hoy viven en Aix-en-Provence, muy cerca de Marsella, y son padres de Muna. En una charla con LA NACION, mientras la niña duerme la siesta en el caluroso verano europeo, la actriz reflexiona sobre estos cuatro años en la tierra de su madre, habla de sus proyectos y dice que Nito la llama todos los días. “Nos vinimos por seis meses a ver qué pasaba y nos quedamos”.
La elección del lugar fue aleatoria. “El año pasado, estando embarazada de Muna, estuvimos seis meses en Montpellier y pusimos un negocio, pero no nos gustó la ciudad y volvimos a Aix-en-Provence. Nos enamoramos del lugar y está cerca de Marsella, donde vive mi tía materna. En el 2015 hicimos un viaje por Europa, visitamos pocas ciudades, entre ellas París y Marsella, porque por mi trabajo estaba bueno ir a París o a Barcelona (España). Sin embargo, haciendo un balance, pensé que durante muchos años trabajé de lo que me gusta y además uno puede actuar, cantar y bailar en cualquier lado y no solo en grandes producciones. Nos decidimos por Aix para poder vivir en una casa más grande, con jardincito y sol porque nos vinimos con nuestro perrito también.
-Priorizaste calidad de vida...
-Sí. Teníamos el proyecto de armar una familia y no teníamos ganas de estar en París, en un departamentito chico y sin ver el sol en todo el año, casi. Un día vimos una posibilidad de trabajo en Aix, porque John es cocinero, lo llamaron de varios restaurantes y se quedó con uno de empanadas. Lo gracioso es que mi mamá me había dicho que le habían contado que había una ciudad muy linda cerca de Marsella, llena de jóvenes porque hay universidades. Es una ciudad chic. Y también Iván De Pineda me habló de Aix una vez que fui a Pasapalabra. Él sabía que estábamos vendiendo nuestras cosas porque nos íbamos a la India y después nos quedábamos en Francia. Me dijo: “Tenés que conocer Aix-en-Provence, un pueblito divino del que me enamoré”. Y acá estamos. Es muy loco. A veces pienso que me gusta tanto Aix porque me hace acordar a Trelew, donde yo me crié.
-¿Y se fueron de vacaciones a la India sabiendo que ya no volvían?
-Sí. Vendimos todo lo que teníamos y nos fuimos. John y yo nos conocemos de muy chicos porque el tío de él y mi tía se casaron. Nos vimos en el 2013 en la comunión de una prima en común y nos quedamos juntos. Somos muy aventureros los dos. Cuando lo conocí, John tenía la Torre Eiffel como fondo de pantalla de su celular. Siempre decíamos de irnos, pero justo entré en un período de mucho trabajo, uno detrás del otro, y esa idea se fue postergando. Nos casamos ya sabiendo que nos queríamos ir.
-¿Y cómo tomaron esa decisión, finalmente?
-Una vez hicimos un viaje tanto al Sur como al Norte de nuestro país. En la Península de Valdés conocimos a una pareja de franceses a quienes ayudé con la traducción. Y unas semanas después nos fuimos al Norte y volvimos a encontrarnos con la misma pareja, en la Garganta del Diablo, en Salta. Nos convencimos de que era una señal y propusimos que si nos encontrábamos a otros franceses más, nos íbamos. Y así fue. Por otra parte, yo iba a viajar a la India con mi mamá y con Daisy May Queen, y John me dijo: ‘qué lindo, cuántas cosas van a hacer, qué rico van a comer’. Le dije que viniera con nosotras y me contestó que sí, pero si a la vuelta nos quedábamos en Francia. Acepté. Era septiembre y nos fuimos el siguiente febrero, en 2018. Al otro día ya hicimos una feria americana en casa, hasta vendimos el sillón nuevo que nos habíamos comprado. Habíamos pintado el departamento, que no era nuestro. Vendimos todo y cuando terminó la temporada de Entretelones, la obra que estaba haciendo, nos fuimos a la India. Primero pasamos por España y dejamos a la perra con unas amigas y con mi hermano Juan Manuel, que por entonces estaba allá. Y al mes volvimos a buscarla.
-Ya estaba todo calculado… ¿Fantasean con volver?
- Hasta hace poco pensábamos en volver. Siempre te hacés la pregunta, porque nosotros no nos vinimos escapando de una situación financiera o sociopolítica. Si volviera a la Argentina no volvería a una ciudad grande. Me gusta estilo de vida de un lugar chico, rodeada de naturaleza. Acá voy al mercado y compro frutas y verduras de productos locales, por ejemplo. Tampoco sabemos si nos vamos a quedar acá para siempre. Acabamos de tener una hija y, si bien somos los dos aventureros, no nos vemos viajando con una nena tan chiquita. Por un tiempo estaremos en Aix.
-¿Qué fue lo más complicado de adaptarse?
- El idioma. Si bien hablo francés desde chica, no es lo mismo. Ahora que pasaron cuatro años, ya si me sale el francés sin pensarlo. John empezó a trabajar en un restaurante de empanadas, en el que también estuve durante dos años, pero dejó hace poco y pasó a otro, también de empanadas. A veces salen algunos laburitos en series, publicidades. Ahora está saliendo al aire la serie que se llama La pasante, en la televisión francesa y hago el rol de una chilena, porque para los franceses todos los sudamericanos somos lo mismo (ríe). Hice varias publicidades, trabajé en la ópera de Marsella. También me formé como community manager y doy clases de comedia musical. Hago shows para niños en guarderías. Quiero hacer animaciones para la comunidad hispana. Proyectos hay miles.
-¿Extrañas la actuación?
-Mucho. Francia es chico y los actores tienen un seguro de desempleo si hacen 500 horas al año, lo que les permite poder seguir trabajando. Todavía no puedo acceder a eso porque tengo que sacar el permiso de conducir, y voy a hacerlo pronto. No quiero alejarme de la profesión y reinsertarme cuando mi hija sea grande. Me gusta mucho lo que hago.
-Papá actor, mamá bailarina, ¿fue fácil tomar la decisión de seguir sus pasos?
-Papá quería que estudiáramos una carrera y yo hice periodismo. Me falta rendir una materia, derecho penal: ya estaba trabajando como actriz y no se dio. De chica sabía que quería ser actriz. Me acuerdo que tenía una pollera enorme, negra, que ponía en la punta de la cama y cuando quería ir al baño me la ponía como capa, tipo La bella y la bestia (ríe). Cuando conocí a Aix pensé que era el pueblo de ese cuento. En Trelew hacia teatro, baile y cuando me mudé a Buenos Aires, mi papá nos puso el chip de ‘estudien una carrera primero y después hacen lo que quieran’. Entonces hice periodismo y un día vi que había un casting en lo de Héctor Presa, me presenté, quedé y empecé a trabajar enseguida en Sueños con tango en una noche de verano y un infantil que era Operación Caperucita roja. Trabajé mucho durante algunos años en producciones hermosas como Priscila la reina del desierto, con Pepito Cibrián, una comedia musical hermosa, una gran producción con la que gané dos premios. La pasé espectacular, me dio un montón de amigos y fue un crecimiento importante porque después vinieron muchas cosas como El diluvio que viene, Shrek, Un viaje al país del no me acuerdo, con canciones de María Elena Walsh. También tuve un periodo en el que no quedaba en ningún casting y me empezaba a frustrar. Tenía ganas de hacer otras cosas, de descubrir otros mundos y eso también me empujó a venir a Francia. Acá volvió a darse e hice varias publicidades y series. Extraño mucho mi profesión.
-¿Qué dicen tus padres de esa decisión de vivir en Francia?
-Mi papá me llama todos los días. Y yo hice la historia inversa a mi mamá, que se fue de Francia a Argentina cuando tenía 19 años y se quedó. Yo me vine y tuve una hija acá. Mamá viaja todos los años, si puede. Ya se acostumbraron. Al principio no les gustaba la idea de tenernos lejos, sobre todo a mi papá. Pero son respetuosos de nuestras decisiones.
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