El cantante habla de su lugar en Gran Bartender, el ciclo de Telefe que comparte con Inés de los Santos y Federico Cuco, los placeres que tienen cada vez más lugar en su vida y el rockero que siente que quedó en el pasado
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“Creía que el mejor trabajo del mundo era que me pagaran por cantar hasta que tuve este”, bromea Iván Noble, que cada sábado a la medianoche luce su gracia en el jurado de Gran Bartender, por Telefe, junto a los expertos Inés de los Santos y Federico Cuco. En diálogo con LA NACION, el músico reflexiona sobre el disfrute, se reconoce burgués sin dejar de agradecer al rockero de Morón que supo ser, adelanta que está escribiendo un libro en el que rescata recuerdos de infancia con su papá, fallecido hace dos años, y asegura que sigue de novio con Martina, a pesar de haber estado envueltos en un escándalo muy ajeno a la pareja.
-¿Qué se te cruzó por la cabeza cuando te convocaron para ser parte del jurado de Gran Bartender?
-Me entusiasmó porque me gusta mucho beber y diría que a esta altura es lo mejor que hago (ríe). Por supuesto, desde un lugar amateur, y creo que está bueno tener en el jurado ese rol, porque Inés y Fede son expertos y yo soy el muchacho frecuentador de bares, el que tiene la mirada más civil del asunto.
-La mirada más cercana a la gente, ¿no?
-Creo que sí, que es de un civil y no de experto. Casi todos los disfrutes, incluido el de la música, no necesitan ningún tipo de chapa. Por supuesto que hay gente que sabe del asunto y está buenísimo aprender de ellos porque siempre es bueno incorporar conocimiento. Pero los disfrutes, como tragos, cine, música, literatura, son amateurs, te gusta o no te gusta. No sé si hay un manual de instrucciones para el disfrute. A veces hay gente que se me acerca y me dice: ‘yo de música no sé nada pero con tal canción me pasa tal cosa’. Y a los que hacemos canciones, lo que más nos interesa es lo que le pasa a la gente que dice que no sabe nada de música. Si no estás haciendo música para músicos y es lo más aburrido del mundo. Y creo que con la coctelería y la gastronomía pasa lo mismo, pero hay una cosa snob sobrevolando los placeres que complica. Yo trato de correrme de ahí.
-Decís que tomar es una de las mejores cosas que haces. ¿La cultura del buen beber se adquiere con los años?
-Creo que sí. Los borrachos nos saben tomar, porque una cosa es un buen bebedor y otra un borracho. Y tengo una anécdota que lo ilustra. Un día estaba en un bar muy lindo, tomando una copa en la barra y un tipo empezó a ponerse pesado, a maltratar a la bartender. El barman le pidió que terminara la copa y se retirara, de muy buen modo. Y este personaje levantó el dedito, diciendo que tenía plata para pagar y que iba a quedarse hasta cuando quisiera. Y el barman le contestó que en ese bar no se les daba de tomar a borrachos. Ahí está la diferencia. El tesoro más preciado es el disfrute y conforme uno va envejeciendo, lo cuida. Beber es disfrutar, como cuando veo una película, leo un libro o salgo a cantar. No busco otra cosa. No bebo para olvidar, cosa que desaconsejo absolutamente; ni bebo para tomar coraje, bebo cuando estoy contento. Nunca tuve el hábito de fumar pero escucho a gente que fuma habanos y habla mucho de ese momento de disfrute. Para mí un trago rico, en el momento adecuado con la persona indicada, es un momento de disfrute absoluto y tato de no dejarlo pasar de largo.
-¿Qué se viene para la segunda mitad del año?
-Estoy de gira con el disco que se editó a finales del año pasado, El arte de comer sin ser comido, compuesto y grabado durante la época más brava de la cuarentena. Lo presenté en el Broadway en marzo y ahora estoy de gira por todo el país, volviendo a los escenarios después de dos años bravísimos.
-¿Cómo fue inspirarse en pandemia?
-Empecé a escribirlo los primeros meses de pandemia, cuando la cosa estaba más ‘pesadillesca’ que nunca, y nos dimos cuenta que no iba a ser un recreo de semanas en la vida en la época previa a las vacunas. Estaba preocupado por mi vieja que tiene casi 80 años y no tanto por mí. Pero cuando fue la segunda ola y supe de colegas y amigos contemporáneos a mí que la estaban pasando muy mal, al borde de no contarla, tuve un pánico nuevo. Pero a eso hemos sobrevivido, aparentemente.
-¿Podés ponerte creativo en esos momentos de miedo e incertidumbre?
-En lo personal me ayudó, porque soy un tipo con muy poca disciplina y muy perezoso, incluso para las cosas que más me gusta hacer. Me cuesta la constancia. Entonces, estar puertas adentro lo facilitó, porque tenía el piano, la guitarra y la birome más cerca que nunca. Y no había distracciones. Fue una época movilizante, si trato de buscarle el lado bueno a toda esta tragedia.
-¿Un músico ya está pensando en el próximo disco, en la próxima gira o en tu caso te concentrás en lo que hacés?
-Estoy escribiendo, pero no canciones. Tuve una primera aproximación a intentar escribir literatura y fue un libro de relatos que se editó hace unos años y se llama Como el cangrejo. Ahora estoy escribiendo de vuelta y mi ambición es terminarlo antes de fin de año. Mi viejo, Federico, falleció hace dos años y pico de un tumor cerebral bravo y estoy intentando escribir sobre eso, hacer una crónica personal sobre el proceso, como un disparador de recuerdos de infancia con mi viejo.
-Como parte del duelo, quizá, o una forma de transitarlo...
-Es probable, pero con la intención de que tenga cierto valor literario. Soy un tipo que arranca a escribir y no para. De acá a diez años me gustaría ser muchísimo más escritor que músico. Será un nuevo intento, el segundo.
-¿Dónde quedó el rocker?
-Bueno, ahí está, como esa ropa que a veces uno se pone y a veces no. Me gusta el rock, vengo de ahí, esa fue mi formación, pero hay otras cosas que me dan curiosidad y las hago. Mi música como solista es mucho más tranquila que los discos de rock que hacía con Los Caballeros de la Quema.
-¿Seguís viendo a tus excompañeros de la banda?
-Con la banda volvimos a encontrarnos este año en un evento muy grande y muy emocionante que fue en el Día de la verdad, la memoria y la justicia. Tocamos en nuestros pagos, en Morón, para más de 35 mil personas. Diría que la parte más rocker la guardo para los encuentros que tengo con Caballeros, y en lo mío como solista todo es más relajado, más acústico. El rocker ya fue, tengo 54 años.
-Con el paso de los años, ¿te aburguesaste?
-Por supuesto. ¿Y quién no? Depende de lo que entendemos por aburguesarnos. Si es la suerte de tener cierta prosperidad y vivir cómodamente de lo que hago y preferir beber rico en mi sillón favorito antes que salir de bares hasta las 5 de la mañana, sí, me aburguesé. Además, ya no me da el cuero. Prefiero una vida puertas adentro. El correr de los años hace que cada vez tengas menos energía, que te interesen menos cosas, aunque las que te sigan interesando, te interesan más. Y uno también va perdiendo la capacidad de cacería, de asombro, de aventura. Mi lugar favorito es mi casa, a esta altura. Me gusta estar abrigado y rodeado de la gente que quiero y tomando y comiendo rico. Si eso es aburguesarme, si, por supuesto. Lo otro sería una caricatura de lo que sucedió con mi vida hace 35 años. Agradezco haberme tomado lujaneras, trenes Sarmiento a los 20 años y haberme acostado de madrugada o seguir de largo, o haber dormido en colchones dudosísimos en salas de ensayo. Lo agradezco porque me curtió, pero ahora soy un señor de 54 años que trata de llegar a viejo en las mejores condiciones posibles.
-Siempre tuviste perfil bajo, pero hace poco estuviste envuelto en la escandalosa separación de Fernanda Callejón y Ricky Diotto, porque dijeron que tu novia Martina fue la tercera en discordia en esa pareja. ¿Cómo lo viviste?
-No quiero hablar de eso. Es algo absolutamente ajeno. No tengo nada para decir.
-¿Pero seguís en pareja con Martina?
-Sí, claro.
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