La infancia de Tamara Pettinato, entre su miedo a Luca Prodan y sus días en una comunidad hippie
La conductora recordó su niñez, entre las giras de rock y el tiempo que vivió en una carpa en Córdoba
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Ser hija de Roberto Pettinato no siempre fue fácil para Tamara, sin embargo, la panelista aprendió a hacer las paces con su historia y a mirar para atrás con alegría. Desde las largas noches de gira junto a Sumo, el intento fallido de ir a Europa en busca de un futuro mejor, hasta sus años viviendo junto a una comunidad hippie sin tener agua ni luz, la mujer repasó su infancia, tan diferente a la de muchos otros.
“A mi padre ya todos lo conocen, es lo menos convencional que hay. Yo de chiquita le pedía a Dios tener un padre como tenían mis amigas, que estaba en la casa con pantuflas, les cocinaba, les preguntaba como les había ido en el colegio, las llevaba a la escuela, pero nada de eso sucedía”, comenzó. “Sucedían otras cosas como que nos llevaba a recitales de Sumo”.
Hasta sus cinco años, Tamara fue testigo del gran éxito de la banda de rock en donde su padre tocaba el saxo. “Iba toda la familia a trabajar. Te dejaban en los camarines de Cemento... limpios e higiénicos”, dijo entre risas. “Mi infancia fue una con Sumo y después, cuando se muere Luca Prodan, nos vamos a vivir a España”.
Pettinato era muy chica cuando falleció el cantante, por lo que sus recuerdos de él son difusos. “Me acuerdo de la tristeza que había alrededor y me acuerdo que yo le tenía mucho miedo a él. Lo odiaba, o capaz era una nena muy detestable, pero él quería siempre hacerme upa, sacarse una foto conmigo y yo salía corriendo y lo pateaba. Tenía algo como que con él no”, dijo mirando para atrás. “Me acuerdo de cuando se murió la tristeza que había. Mi mamá lloraba, no se lo esperaban tan abruptamente. Si sabían que iba a pasar, pero no tan pronto”, explicó.
Con la muerte de Prodan y la disolución de Sumo, los Pettinato se fueron a probar suerte a Europa. “Se dividieron en dos grupos, nosotros nos fuimos a vivir a España y fue muy caótico el recuerdo después de eso”, manifestó.
Tamara creció con un padre músico y una madre que también llevaba un estilo de vida muy libre. “Mi mamá es astróloga, te tira las cartas, te hace la carta natal, muy hippie... Hippie al nivel que nunca en su vida se compró una prenda de ropa, se viste con remeras que le pasa mi hermano. Nunca se depiló, nunca se maquilló, no me mira, no me escucha, nada... vive en una realidad paralela”, contextualizó.
“Fuimos a España a cagarnos de hambre, porque papá tocaba el saxo en el subte y limpiaba un parque de diversiones. El sueño de nos vamos a Europa y ganamos algo de plata no pasó”, contó mientras todos la miraban atentos. “Nos visitaba una asistente social para ver, si a pesar de ser pobres, mis padres cuidaban de sus hijos”.
En España nació Homero, uno de sus hermanos. “Los vecinos nos ayudaban mucho, a mamá le regalaban cangrejos vivos y ella los tenía que hervir”, recordó. “Estuvimos dos años allá y después nos fuimos vivir a Córdoba, a San Marcos Sierra, a una comunidad hippie sin luz y sin agua”.
Ni bien llegaron a instalarse en las sierras ni siquiera contaban con una casa. “Teníamos una carpa al lado del río. Un año vivimos así, después evolucionamos al rancho con pared de barro y techo de paja, pero sin luz y sin agua. Sol de noche, bañarse con la palangana.... Mamá estaba chocha y Roberto en un momento dijo, ‘bueno, vayamos volviendo a ver si conseguimos unos pesos en Buenos Aires’. Imaginate que él hacía mermelada casera”, reveló.
“Vuelve, empieza a ver que hace acá y arranca en la tele. Tuve un padre que se hizo famoso de un día para el otro, famoso a nivel que no podía caminar en la calle. De repente tenía plata, íbamos a Disney... pero veníamos de comer lo que nos daban los vecinos”, continuó.
Tamara, que confesó que hizo y hace terapia “siete veces por semana”, hoy reconoce lo bueno que le dio su padre. “A su manera fue afectuoso, salía de joda con nosotros por ejemplo, pero no era un padre convencional”, explicó. Y luego, sorprendió con una confesión: “La época en que más feliz me sentí, fue en la carpa de Córdoba. Era vivir sin nada, con comida y una carpa atrás”.
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