La espectacular boda mixta de Natalia Lobo, en sintonía con la naturaleza y por qué seguirán viviendo en casas separadas
La actriz se casó con Ariel Polaco, luego de cinco años de relación, pero cada uno seguirá viviendo en su casa; cómo fue la boda totalmente creada por ella
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Finalmente, Natalia Lobo y Ariel Polaco se casaron el pasado sábado 26 de marzo, en el Boating Club de San Isidro y con una ceremonia mixta creada por la actriz y dos amigos. Fue una boda muy esperada que se suspendió varias veces por la pandemia de Covid-19. Y no sólo debieron cambiar la fecha sino también el lugar: en principio Lobo soñó con que fuera en un bosque, en Uruguay, pero se hizo en Buenos Aires, frente al río. “Y fue mucho mejor porque pudieron venir todos los que nos quieren”, reflexionó.
En diálogo con LA NACION, Natalia Lobo da detalles del casamiento, asegura que van a seguir viviendo cada uno en su casa, por el momento al menos, y cuenta dónde se van de luna de miel. “Fue un día soñado, la gente estaba tan contenta, había alegría y amor. Aunque muchos no se conocían, bailaban todos juntos y no había grupitos. Quedé mareada de amor. Al principio, el día estaba nublado y de repente salió el sol cuando entré en el barco”, se emociona.
-Fue una boda muy esperada…
-Mucho y estuvo perfecta. Soñaba con hacer la boda en el bosque, en Uruguay, pero estuvo mejor que fuera acá porque pudo venir mucha familia que, de otra manera, no iba a llegar. Uno sueña pero después te das cuenta que hay un montón de gente que querés que no puede estar porque es caro, es complicado, está el Covid. Fue perfecto que fuera en Buenos Aires, ahora me doy cuenta.
-En enero pasado pensabas que no te ibas a casar antes de octubre, ¿cómo tomaron la decisión de hacerlo ahora y cómo fue el proceso?
-En un momento pensamos que no iba a ser posible, porque el Covid explotó. En febrero las cosas empezaron a calmarse un poco, decidimos que en no sería posible en Uruguay y que quizá sí en Buenos Aires. Lo decidimos hace poco más de un mes, llamamos al lugar y encontramos esa fecha. Y adaptamos todos los cambios necesarios. El proceso del armado fue hermoso, lo disfruté mucho.
-¿Quién te ayudó?
-Amigos. Ya venía armando la ceremonia desde diciembre pasado con mi amiga Nanda, que es psicóloga, especialista en rituales, una estudiosa. Preside fundación ambientalista en Merlo (San Luis), fuimos juntas a Machu Picchu, es como mi hermana. Me ayudó a oficiar mi parte de la ceremonia, relacionada con lo que creo, la naturaleza, la Pachamama, los elementos. Y mi amigo Daniel Pragier, que es músico y también toca en un templo, me ayudó con la parte judía. Entres los tres mezclamos ambas ceremonias.
-¿Y el vestido?
-Es de Benito Fernández y lo pensamos entre los dos. Yo llevé una tela. Fue una creación. También la idea de entrar en barco, porque si se hacía en el bosque yo quería que Ariel y yo entremos de dos lugares diferentes, del Este y del Oeste, y cada uno con su tribu. Entonces pensé en entrar desde el agua, porque soñé con un barco. Cuando se lo conté a Benito se moría de risa hasta que vio un desfile en el que entraban en góndolas en Venecia. Por otra parte, iba a ponerme flores en la cabeza y encontré a un chico que me hizo una corona dorada y unos aros y Fabián Paz hizo los zapatos. Regina me maquilló, Impagliazzo me peinó y así se fue armando todo.
-Fue tu primera boda porque no te habías casado con el papá de tu hijo...
-Sí, y yo pensaba que no me iba a casar nunca. (Pablo) Pirillo vive en el Sur y nos mandó un beso a todos pero su mamá, Tina, sí vino. Entré con mi hijo Inti y con Gustavo Garat, que es mi mejor amigo, de esos que son familia; nos vamos juntos de vacaciones y es el padrino de mi hijo. Cuando Inti nació, Gustavo se disfrazó de médico y estuvo en el parto.
-¿Y fueron muchos más invitados de los que habías pensado?
-Fueron alrededor de 160, el doble de los que habíamos pensado porque, al ser en Buenos Aires, se sumaron más. Vinieron mis primos y con ellos parte de la familia que ya no está en este plano, porque con María Eugenia vino mi prima Graciela que murió re joven y vivíamos juntas en Azul cuando éramos jóvenes, y mi tía Esther, y con mi primo Jorge mi tía Blanca. Fue muy emocionante. Estaba mi osteópata, mi profe de gimnasia, y toda la gente que me acompaña en la vida. Mi mamá, Charo, estaba feliz.
-No es la boda que habías soñado pero fue mejor…
-¡Claro! La otra era como una idealización en el bosque, naturaleza a pleno. Pero acá fue mucho más. Y más que una fiesta de casamiento, fue una trama familiar con todas las mujeres de mi familia. Y fue una fiesta para todos, un salto cuántico de amor.
-¿Hubo registro civil?
-No, pero firmamos un contrato que es parte de la ceremonia judía, la ketuvà, donde firmás todo lo que te comprometés con el otro. Fue emocionante, alegre, divertido.
-Alguna vez dijiste que, por ahora, no van a vivir juntos ni ensamblar familias. ¿Siguen pensando lo mismo?
-Sí, cada uno va a vivir en su casa, el menos por ahora porque Ariel tiene sus hijos y yo tengo a Inti, que me necesita. Parte de casarnos fue comprendernos. Cada uno tiene su casa y entendemos las diferencias y nos ayudamos a ser nuestra mejor versión y no dejar de ser uno por el otro. Ahora es así y en dos años no lo sé; no es que va a ser siempre así. Cuando pensamos en ensamblar familias no fue posible, porque a veces las cosas no se pueden. Las estructuras se están transformando y cada uno tiene que hacer lo que le viene bien.
-¿Hay luna de miel?
-Sí, vamos unos días a Miami y después alquilaremos un auto para recorrer algunas pequeñas ciudades de Carolina del Sur.
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