La cuarentena de Piñón Fijo: "Sueño que le quede a mi nieta un mundo más amigable"
"Para el que no conoce la zona, vivo en Mendiolaza, cerquita de Unquillo, Villa Allende. Zona de población chiquita que ha crecido exponencialmente en los últimos años, como otras del Gran Córdoba". No es un guía de turismo el que habla sino Piñón Fijo. A través del teléfono, claro. Allí pasa la cuarentena, en la casa donde vive desde hace doce años.
Es el lugar que buscó hace muchos años, casi instintivamente, en paseos familiares, mientras vivía en Córdoba Capital, cuando subía al auto con su compañera de vida y sus hijos a dar una vuelta. Casi siempre rumbeaba para aquellos lados. Hoy su estada es placentera pero también obligada por el coronavirus, al que ya le dedicó un par de canciones, como Piñón Fijo y también como Fabián Gómez (su nombre real).
Piñón (referente inigualable del público infantil que el año pasado cumplió treinta años de carrera) ahora está solo. Muy conectado con su esposa ("Karina tiene una actividad muy intensa en el centro de Córdoba", explica), con sus hijos y con su nieta de tres años y medio; pero solo. "El lugar donde vivo tiene un paisaje similar al de donde nací, Deán Funes y donde transcurrió mi infancia. Y la infancia es una cosa muy potente dentro de la vida del ser humano. Por eso me siento muy cómodo donde estoy ahora. Hace doce años que vivo acá."
—¿Qué cosas te dice esta soledad?
—Creo que los que tenemos más de cincuenta años y hemos transitado hechos históricos y bisagras importantes estamos en una sensación de asamblea permanente, en un debate interno constante. No lo vivo ni con victimización ni con dolor. En lo individual, no me cuesta tanto porque cuando no estoy de gira, rodeado de gente, de familias todo el tiempo, me gusta estar acá, haciendo canciones y con ayuda de lo tecnológico. El proceso de aprendizaje lo vivo de manera muy lúdica, como un niño, aunque tenga 54 años. Más allá de las individualidades, porque hay gente que lo está sufriendo mucho, también sigo preguntándome qué va a quedar de todo esto. Soy positivo, busco el vaso medio lleno de las cosas. Pero estoy preguntándome en qué meseta vamos a quedar parados como comunidad a nivel mundial y hacia adonde vamos a disparar.
—¿En qué momento está Piñón?
—Con la infancia a flor de piel. Porque el año pasado, por esto de los 30 años, hicimos una gira por todo el país y me dejó muchos testimonios. Poner sobre limpio lo que uno ha hecho y subrayar muchas cosas. Las redes tiene una aceleración de cosas buenas y malas. Hay muchos niños que crecieron y hoy son padres. Para que me escuchara un niño hace treinta años me tenía que parar en la calle y cantar fuerte. No tenía micrófono. Crecí a nivel publicitario y dependí de la decisión de algún gerente, de una empresa, de un sello discográfico. Hoy, los principales promotores de mis ideas y payasadas son los padres, esos niños que una vez fueron beneficiados o damnificados por mí según se lo quiera ver [se ríe]. Hoy hay una resultante entre lo que uno tiene para entregar y recibir que se traduce en mucha emoción. Hablo tanto porque no encuentro una sola palabra para definirlo.
Para que me escuchara un niño hace treinta años me tenía que parar en la calle y cantar fuerte. No tenía micrófono
—¿Cómo se hace para seguir agradando a nuevas generaciones de chicos?
—Creo que se conjugan varias cosas. Pisé el terreno de ser un producto de moda. Disfrutar y sufrir todo eso genera mucha ansiedad. Uno sabe que la moda se termina. Traté de discernir, gracias a Dios me pasó de grande, a los 37 años, la etapa de esos Gran Rex [hizo 57 funciones en ese teatro, en 2003, y 19 actuaciones en el Luna Park, al año siguiente], y preguntarme sobre ese concepto de producto de moda. ¿Seguir luchando por ser eso? Busqué, intuitivamente, en mi artista callejero. Y salí de gira por el país y defendí la convicción de mi felicidad. Si hubiera peleado de una manera muy cabeza dura por mantenerme en los medios y seguir estando de moda, a cualquier precio, seguramente hubiera perdido mi oficio y mi vocación hubiera muerto. Eso me pasa con el tema de la vigencia. Un bebé de un año y medio se queda mirándome. Me pregunto por qué. Creo que es por la combinación de varias cosas: los colores, no ser un payaso estridente en cuanto a los volúmenes, y trato de que lo que hago sea música y no música infantil. Creo que a eso se suma que tengo consenso con ese adulto responsable que pone mi contenido frente al niño. Que un ser de un año y medio se quede tildado diez segundos o moviendo la patita es un milagro hermoso, encima por medio de plataformas virtuales. Si hace treinta años hubiera ido a una consultora de marketing para que me diseñe esto, seguramente, habría tirado la plata.
—¿Hacer música, no música para chicos, no tiene que ver con una necesidad de desdoblarte y tener un facebook de Fabián Gómez, donde también subís canciones, o el canal de YouTube Otros disfraces?
—En 2010 hice un taller de canciones con Adrián Abonizio, autor de temazos de la trova rosarina. Vino a dictar un curso a Alta Gracia y fui. Me movilizó mucho lo que dijo. Me encantó cómo abordó su taller. Y me quedó esa semillita. Comencé a aplicar algunas técnicas. Y me salieron cosas que no eran para Piñón. Quizás Piñón puede encarar los mismos temas pero de otra manera. En 2017 hice cosas que no eran "Piñón sin maquillaje" sino "Otros disfraces". Piñón no me da mucho tiempo para seguir alimentando ese canal, pero lo tengo para despuntar el vicio.
—¿Hay un mismo tema como el coronavirus, al que le das una vuelta para chicos y otra para grandes?
—Sí, contemporáneamente salieron "Te corono virus", que puse en el canal de Otros disfraces y casi a la vez "La cuarentena vale la pena", como Piñón. Como tercera posición aparece "Sabiéndonos pueblo" [que la dedicó a los servidores públicos, en este tiempo de cuarentena] y me pregunté para donde tenía que ir. ¿A Fabián o a Piñón? En un momento se lo puse al payaso, le dije cantalo y el resultado me pareció de una gran ternura, dentro de esta crisis que estamos pasando. Creo que tocó en algunas personas ciertas fibras y no me equivoqué.
—Se la mandaste al Presidente, él te contestó y con eso enfureciste a muchos que detestan a Alberto Fernández.
—De un tiempo a esta parte vengo estirando los límites. Si me quedo en el rol de Barney, con todo el respeto que me merece Barney, no importa quién esté en el poder, yo sigo siendo Barney. Pero no elijo eso. Hay una simbiosis entre Fabián y Piñón y pienso que puedo emitir cosas sin faltarle el respeto a nadie. Me pasaron cosas. El año pasado le escribí una carta al presidente del 2070. Y siendo una etapa tan sensible de la política, estaba Macri en el poder, alguna gente entendió que le estaba haciendo una campaña en contra. La podría publicar hoy, con Alberto Fernández de presidente y tendría el mismo sentido. Porque es para el presidente que gobernará en cincuenta años. Pero yo trato de quitarle entidad a la agresión ciega. Algunas críticas me gustan porque tomo ciertas cosas y así voy corrigiendo mi rumbo, no tengo todo resuelto. Pero ante la agresión visceral, espasmódica e irrespetuosa pienso que es bueno que existan las redes y los comentarios de lectores para que personas como esas estén contenidas por algo. Si estuvieran cumpliendo un rol más importante en la sociedad serían más peligrosas. Antes de contestar hago ese ejercicio: agradecer que existen esos espacios, Twitter o los comentarios de lectores.
—Semanas atrás Piñón le preguntó a Cabrito [uno de los personajes de los shows televisivos de Piñón Fijo] cómo será recordado 2020. ¿Qué pensás vos?
—A veces, en vez de escuchar música me pongo los auriculares y escucho podcast sobre historia. Y me fascina. Pienso que, 20 años después, seremos los abuelos a los que los agarró la pandemia de principios de siglo. Sueño que le quede a mi nieta y a los que vayan a venir un mundo más amigable. Que más allá de las muertes, la "macronoticia" sea positiva. Lo negativo es algo que hablamos en un grupo de amigos que llamamos "La cuarentena filosófica". Nos preguntamos, mientras nosotros estamos esperando un nuevo anuncio del presidente sobre la cuarentena, qué estará armando el poder mundial para dentro de veinte años. El poder está adelantado 30 años a lo cotidiano. Cuando hablo de poder no me refiero al presidente chino, a Putin, Trump o el Papa Francisco sino a lo subyacente, a lo que trasciende a los nombres.
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