La caída fulminante a los infiernos del músico Ryan Adams, exmarido de Mandy Moore
El artista lanza mensajes de desesperación porque no tiene discográfica ni giras desde que hace dos años fuera acusado por varias mujeres de acoso y abuso de poder
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Los mensajes de Instagram ya están borrados, pero incluso eso ilustra el nivel de desesperación: el músico Ryan Adams está tan perdido como hundido. Considerado uno de los artistas más talentosos de los Estados Unidos, a finales de julio publicó una serie de mensajes desesperados en su cuenta personal en los que pedía con urgencia “una segunda oportunidad para hacer música”. El tono era alarmante: reclamaba que algún sello le publicase sus discos, reconocía que estaba a punto de perder su casa y su estudio e irse a vivir “al sótano de su hermana”, pedía que le perdonasen por sus “errores del pasado” y se calificaba a sí mismo como “producto dañado”. Días después, los borró. Debió darse cuenta del alto grado de alarma que transmitía o quizás su abogado lo instó a quitarlos por cuestiones legales, pero la única verdad es que ya no se pueden ver. Y, sin embargo, nada ha cambiado para Ryan Adams: sigue sumido en el pozo más profundo.
Pocas veces se ha visto una caída tan fulminante en el mundo de la música. Adams ha pasado de ser una estrella reconocida con premios Grammy, admirada por muchos colegas de profesión y aclamada por la crítica musical, a estar hundido después de que en febrero de 2019 el diario The New York Times publicase un artículo demoledor en el que siete mujeres lo acusaban de conducta sexual inapropiada, abuso de poder y maltrato. Entre ellas, se encontraba su exmujer, la cantante y actriz Mandy Moore. También estaba la compositora Phoebe Bridgers, que había sido su novia, y una joven denunciante anónima, Ava, que aseguraba haber sido acosada sexualmente cuando ella era aún menor de edad, entre los 14 y los 16 años. La denunciante aportó como prueba más de 3 mil mensajes privados.
Entre los testimonios de todas las denunciantes, se mostraba el perfil de un tipo con masculinidad tóxica, un ser muy inestable emocionalmente, obsesivo, manipulador, controlador y tirano con las mujeres que se separaban de él o que no estaban dispuestas a cumplir sus deseos. Mandy Moore, que estuvo casada con Adams desde 2009 hasta 2016, lo acusaba de menospreciarla y bloquear su carrera musical cuando se separaron. Algo parecido afirmaba Bridgers, a la que había contratado de telonera para una gira, pero rescindió el contrato porque ella lo dejó sentimentalmente. Ambas dijeron que las amenazaba habitualmente con dificultar el lanzamiento de sus canciones y que tenía conductas sexuales inapropiadas.
Desde la publicación de aquella entrevista hace algo más de dos años, la carrera de Ryan Adams ha ido cuesta abajo. Primero, se suspendió su gira de 2019. Luego, se canceló la publicación de sus tres discos previstos para ese año y, poco después, llegó un silencio absoluto en las redes sociales. Tras la entrevista del New York Times y la investigación abierta por el FBI, el hiperactivo Adams, que siempre estaba en Twitter comentando cualquier cosa a cualquier hora, lanzó un mensaje en sus perfiles en redes sociales en el que reconocía errores y decía que “no era un hombre perfecto”. “A cualquier persona a la que haya lastimado, sin querer: me disculpo profundamente y sin reservas. Pero la imagen que pinta este artículo es perturbadoramente inexacta. Algunos de sus detalles están mal representados; algunos son exagerados; algunos son completamente falsos. Nunca tendría interacciones inapropiadas con alguien que pensara que era menor de edad”, escribió. Luego, desapareció. Sin discos, sin conciertos, sin noticias.
La investigación del FBI se cerró por falta de pruebas concluyentes meses después de la entrevista del diario neoyorquino, que, aún así, mostró el patrón de conducta sexual y sentimental exhibido por la estrella en sus más de 20 años de carrera. Daba igual: Ryan Adams ya estaba sentenciado en el negocio musical. Publicó dos de los tres discos que quedaron pendientes, pero lo hizo por sí mismo, sin el apoyo de Capitol, su discográfica. En otoño de 2020, lanzó en las plataformas de streaming, Wednesdays, y al comienzo de este verano hizo lo mismo con Big Colours, dos álbumes menores en su irregular discografía, pero, sobre todo, dos discos que han pasado sin pena ni gloria y que han salido sin sello discográfico ante la desesperación del músico. Hubo poquísima repercusión. Sigue habiendo mucho ostracismo.
"A cualquier persona a la que haya lastimado, sin querer: me disculpo profundamente y sin reservas"
Ryan Adams, tras las acusaciones en su contra
El mensaje está borrado, pero estuvo ahí. Adams gritaba desesperado, diciendo que no tenía amigos y estaba “roto”: “Tengo 46 años y estoy asustado. Voy a vivir en el sótano de mi hermana. Si eres un sello y estás interesado, por favor hacémelo saber. Para cualquier sello, tengo Blackhole, Exile on Meryl Streep y dos nuevos discos preparados. También el doble LP, Chris. Sé que soy un producto dañado. Sé que lo estoy y no es lo ideal, pero tuve un sello interesado durante meses y me hicieron perder el tiempo. Estoy a meses de perder mi sello, mi estudio y mi casa”.
Ryan Adams solo mantiene su cuenta de Instagram. Borró su perfil de Twitter, donde era muy activo y había protagonizado buenas polémicas con The Strokes, Father John Misty y distintos seguidores con los que discutía por toda clase de temas. En Instagram, una red social menos propensa a las polémicas, sube videos de actuaciones caseras, imágenes de cuando sale a correr por Los Ángeles -está intentando recuperar la forma- y fotos de sus gatos, una de sus obsesiones. Intenta ser positivo -cuando no borra los mensajes desesperados- y dar una imagen más amable al hombre incendiario que, ya en una gira en España hace más de 15 años atrás, no saludaba al público, salía borracho y suspendía un concierto en Barcelona a mitad de la actuación porque se le había salido volando una zapatilla y nadie se la devolvía.
En su cuenta de Instagram, Ryan Adams está ahora recordando que este septiembre se cumplen 20 años de Gold, el disco que lo erigió como el gran niño prodigio de la música norteamericana. Venía de los maravillosos Whiskeytown y sacaba su segundo álbum en solitario tras el excelente Heartbreaker. Era joven y con Gold se superó y abrió definitivamente un camino artístico interesantísimo, aunque cargado de baches por su personalidad inflamable. Tal y como afirmó sobre sí mismo: “No hay que echar fuego a un cerebro que es gasolina”.
Todo siempre ha sido excesivo en Ryan Adams. Sus salidas de tono, su producción imparable, su consumo de drogas, sus errores y aciertos, incluso su talento. Cuando su calidad se alineaba con los astros, parecía estar destinado a ser uno de los grandes en un olimpo exclusivo. Un tipo que podía codearse con Bob Dylan, Neil Young, Emmylou Harris, Leonard Cohen, Bruce Springsteen y Carole King. Un tipo que podía alcanzar el mismo cielo, aunque nunca lo alcanzaba. Hoy, ese cielo ha desaparecido. Se ha esfumado. Es una caricatura de otra época. Porque Ryan Adams ha caído fulminantemente a los infiernos.
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