Karina Mazzocco, del colegio de monjas al budismo y del sexo a los chismes: “Me siento una sobreviviente”
La conductora habla de su actual rol en A la tarde, recuerda su pésima experiencia con Pettinato y reflexiona sobre cómo ha cambiado el medio, y el lugar de las mujeres, en todo este tiempo
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La conductora de A la tarde, por América, reflexiona sobre su recorrido en los medios de comunicación, recuerda sus inicios, repasa las incomodidades que vivió cuando, hasta hace unos años, se naturalizaban muchas situaciones de abuso hacia las mujeres.
También habla de su familia y de la filosofía budista que abrazó hace 18 años. “Siento que sigo aprendiendo todos los días”, se sincera Karina Mazzocco con LA NACION. “Hace siete meses que A la tarde está al aire y la verdad es que se sienten a todo nivel, en lo bueno y en lo malo. Se siente en la consolidación del equipo y se disfruta en los buenos resultados de rating y de comercialización del producto. Y se siente en el cuerpo porque son siete meses de lunes a viernes, con dos horas al aire, en vivo”, detalla.
-Siempre condujiste otro tipo de programas, ¿cómo te sentís en este? Cuando Susana Giménez se enojó por un dato que dieron, se te vio incómoda...
-Estoy aprendiendo un nuevo estilo de conducción. Hice magazine con Grandiosas y con Mañaneras, hice docurreality con Transformaciones, culturales con La era de la imagen, de servicios con Pura vida pero A la tarde es otra cosa, es un programa de espectáculos que en mi vida pensé conducir. Definitivamente me siento en una nueva etapa, con desafíos distintos. Y me siento también más crecida y muy cómoda, porque no me incomoda este rol, lo hago con mucha felicidad. Cuando estás aprendiendo tenés que bancarte la pelusa. La incomodidad es parte de crecer. Y no me siento mal por marcar los puntos a algunos invitados con los que no estoy de acuerdo. Estoy cada vez más confiada y en armonía, muy conectada y presente con lo que va sucediendo en el programa. Es parte del crecimiento profesional que yo ansiaba. Y hay algo que implementé en A la tarde y no hice en ningún otro programa y es editorializar: hablo de temas que me atraviesan de manera particular, como los tiempos de la justicia, el veneno de la droga, la aprobación de ley de etiquetado frontal, la educación sexual integral, la detección temprana del cáncer de mama. Me dan la libertad de decir lo que siento y esto también lo celebro porque la madurez que tengo como individuo se refleja a nivel profesional.
-Cuando se tratan temas que te conmueven, ¿tenés alguna estrategia para no irte mal a tu casa?
-Sí, y lo pongo bastante en práctica. Pero también, como argentinos tenemos un poder de resiliencia absoluto. Más del 50% de los chicos viven por debajo de la línea de la pobreza, ¿qué otra cosa te puede poner mal? Es nuestra realidad. Claro que hay temas que me dejan preocupada pero no como conductora de A la tarde, sino como persona.
-¿Cuál fue tu primer acercamiento a los medios?
-Hice todos los niveles: fui promotora, modelo publicitaria, hice castings de conducción o de participaciones en programas de televisión hasta que llegó la propuesta De a 2. Y fue un portal a una nueva dimensión porque además era un programa adelantado para la época en el que se hablaba de cosas de las que no se hablaban en público. Fue una propuesta y una invitación al placer, a la diversidad, a la libertad y a la inclusión. Fue de avanzada.
-¿Eras consciente en ese momento o lo pensaste mucho después?
-Yo no era consciente de nada, y estaba muy ocupada peleándome con algo que me generaba mucho pudor porque fui a un colegio de monjas y todavía era el siglo pasado, 1996. Entonces realmente estaba batallando con otros espíritus. Algunos años después empecé a dimensionar lo que fue De a 2, y cada vez crece más mi respeto hacia ese producto y, de alguna manera, también hacia mi coraje de hacerlo. Fue inolvidable para mí y para mucha gente.
-¿Entonces supiste que tu futuro estaba por ese camino o pensabas que podía ser otro?
-Estudié Tecnicatura en Equipamiento y Ambientación de Interiores, o Diseño de Interiores, para decirlo en criollo. De hecho, había empezado a trabajar y estaba equipando la vivienda de una psicóloga que además se utilizaba como consultorio y era un buen desafío profesional. Terminé ese trabajo pero en medio surgió la propuesta De a 2. Y supe que era por ahí.
-Hiciste algunas participaciones en ficciones, ¿fueron para darte el gusto o te interesa crecer como actriz?
-Justamente acabo de empezar a filmar la segunda temporada de Los protectores, una producción de Disney con Adrián Suar, Gustavo Bermúdez, Martín Seefeld, Jorgelina Aruzzi y Andrés Parra. Mi personaje en la serie interactúa principalmente con Seefeld y Bermúdez. La actuación es algo que me encanta, que estudié, para que me preparé, pero le puse muchas más ficha a mi rol de conductora. Estoy nerviosa como si nunca hubiese hecho nada delante de una cámara, y al mismo tiempo también aflora la experiencia y tantos años de haber sentido mariposas en la panza. Sé que lo voy a hacer, después veremos si bien, muy bien, más o menos pero que lo voy a hacer no tengas ninguna duda y me sé la letra y estoy recontra preparada.
-¿Sos una mujer muy perfeccionista?
-No podría decir que soy relajada. Quiero ir con la letra bien sabida si tengo que grabar, estar impecable en mi programa y con los temas leídos a fondo. Porque es un combo que viene conmigo, y quien me contrata sabe que eso lo va a tener. Si después ocurre la magia, mejor, y si no ocurre, por lo menos estoy impecable.
-¿Tuviste que lidiar con tu belleza? ¿Pudiste hacer que jugara a tu favor o hubo momentos en los que renegaste?
-Mi belleza me pesó toda la vida pero también porque vengo de una generación que, por suerte, está en una nueva construcción. Para nuestra generación, la belleza era sinónimo de tontera. Se creía que una persona linda no podía ser pensante. Venimos de esa época, la misma en la que si te ponías una pollera corta era porque estabas provocando, la misma época en donde si tu jefe o tu superior te tiraba onda, te la tenías que bancar porque era así. Yo me siento una sobreviviente de una época que no fue nada fácil y si eras una mujer linda, te la cobraban. Hoy siento que estoy en una edad muy hermosa. Los 50 vienen cargados de cosas muy interesantes, aunque es algo que vibro desde los 40 y pico porque siento que tengo una vista panorámica, otra perspectiva, otra libertad. Por lo tanto estoy disfrutando de lo que construí, de lo que me gané. Y también disfruto de mi cuerpo, que tanto rollo he tenido durante toda mi vida, por si tenía un kilo de más o de menos. Me encanta verme bien y que la ropa me quede bien, claro, pero ya estoy plantada de otra manera. Me costó tanto tener este bienestar que hoy lo disfruto a fondo. Siempre tuve una mirada muy crítica de mí y ahora estoy reconciliada completamente con quién soy y aceptándome tal cual soy aunque, por supuesto, sigo trabajando en mis áreas más débiles para fortalecerme. Me abrazo y me celebro por todo lo que pude conseguir y construir, con la historia que tengo, con todos los mandatos familiares, culturales y sociales detrás.
-Hay una nueva construcción del mundo femenino y del masculino, ¿supiste manejar los acosos que viviste?
-No conozco una mujer que no haya pasado por una situación así. Podría contar muchas, como por ejemplo que agarren de un brazo en un boliche y te den un beso sin tu consentimiento. Recuerdo una vez que un tipo me acosó toda una noche en un boliche de una manera impensada y en un momento que me metió una mano de una forma grosera, me di vuelta, me saqué el zapato taco aguja y me tuvieron que agarrar porque no sé de lo que era capaz. Me sentí completamente abusada, pero mientras yo estuve en riesgo nadie se metió, y cuando lo estuvo el señor, nos separaron. Por suerte todo eso está cambiando de a poco. Igual, cuando salgo con mis amigas a cenar jamás volvemos cada una a su casa sin avisarle a la otra que estamos adentro y bien. A veces charlamos con mi marido y abre grandes los ojos porque me dice que con sus amigos nunca lo hacen, que ni se les ocurre. Nosotras las mujeres tenemos otro registro.
-¿Y en el ámbito laboral sufriste acosos?
-No me tuve que ir de ningún trabajo por incomodidad y la única vez en mis años de profesión que me sentí incómoda y que lo pasé realmente pésimo, no me fui porque era una oportunidad laboral inmensa. En ese momento lo sabían los productores, los compañeros, los técnicos porque todo el mundo veía cómo se comportaba mi compañero.
-¿Te referís a Roberto Pettinato en Todos al diván?
-Sí, y era para mí una oportunidad muy grande.
-¿Te volviste a cruzar con él?
-Lo crucé infinidad de veces en eventos porque sigue formando parte del mundo del show business pero nunca hemos hablado del tema.
-Hablemos de tu familia, ¿cómo es ser mamá de un adolescente hoy?
-Malek tiene 15 años y es nuestro único hijo, y todo lo hacemos muy a conciencia, tratando de no invadir pero también marcando y educando en todo momento. Malek es un chico excepcional, bueno, noble, cariñoso pero también es adolescente y lidiamos con eso; es un subibaja de emociones permanente. Sé que es parte de crecer, me emociona verlo cada día más grande. Busco que sea un chico feliz, que no le falte nada, que tenga todo lo que necesita emocionalmente, con padres disponibles. Hacemos todo con las mejores intenciones.
-Con tu marido, Omar El Bacha, parecen una pareja sólida…
-Lo somos. Hace 17 años que estamos juntos. Y tenemos nuestras cosas como cualquier pareja, pero apostamos siempre al amor.
-Hace varios años que abrazaste la filosofía budista, ¿qué te llevó a recorrer ese camino?
-Fue a partir de una crisis muy profunda que tuve a mis 30 y pico, me sentía muy perdida, sin saber quién era realmente. Estaba un momento muy difícil, había hecho terapias psicológicas tradicionales hasta que una muy buena amiga mía, María Cersósimo, me habló de una terapeuta que hace terapia de abordaje psicofísico, con una mirada desde la psicología budista. Y como suele pasar cuando algo tiene que llegar a tu vida, fui con los ojos cerrados. De esa primera vez pasaron 18 años, logré separarme de mi primer marido, armé una nueva vida. Voy todos los sábados, aunque desde hace algunos años voy cada 15 días. En algunas oportunidades fue mi marido y fue clave también, porque es una manera de empezar a hablar un mismo idioma. Nos han dado las herramientas para entender el funcionamiento de nuestra mente, comprender nuestras emociones, aprender a manejar los enojos, revitalizar todos nuestros vínculos. Estoy cosechando y disfrutando todo mi trabajo en mi espiritualidad y en mi camino emocional en todos estos años.
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