Es considerado uno de los mejores actores argentinos y cada uno de sus trabajos es definido como una masterpiece. El miércoles, a las 22.45, regresa a la TV por la pantalla de eltrece, en su quinto unitario para Polka, y las expectativas, como siempre, son bien altas. En El Tigre Verón Julio Chavez le pondrá el cuerpo a un sindicalista del gremio de la carne con pasado de boxeador, presente sospechoso y futuro incierto.
La serie de doce episodios –que además se podrá ver completa en Flow desde el jueves y se estrenará en TNT el sábado 13, a las 23– fue escrita por Germán Maggiori y Marcos Osorio Vidal, dirigida por Daniel Barone y cuenta con un gran elenco. Además de Chavez, actúan en la ficción Marco Antonio Caponi , Andrea Pietra , Manuel Callau, Muriel Santa Ana , Alejandra Flechner, Sofía Gala , Esteban Masturini, Diego Cremonisi y Roberto Vallejos, entre varios otros. Algunos conforman la familia del líder de la UTCA (Unión de Trabajadores de la Carne), que remeda un poco a la de El padrino, pero aggiornada a estos tiempos y a este país, con sus conflictos endogámicos y sus particulares modus operandi.
El tema y la trama anticipan un festín para los amantes de las sagas político-familiares (con los consabidos paralelismos con los factores de poder reales) y los fans de Julio Chavez, que podría reactivar el alicaído rating del prime time de los miércoles. El laureado actor no quiere anticipar un pronóstico, pero en diálogo con LA NACIÓN desliza: "ya se está hablando de El Tigre Verón 2 para el año próximo".
–En El Tigre Verón interpretás a un sindicalista. ¿Te inspiraste en alguno en particular?
–No. Por varios motivos. Primero, porque el mismo proyecto no tiene que ver con un programa testimonial. Y para mi forma de trabajar era mejor no tener un modelo específico porque no se está hablando de un sindicalista real, se está construyendo un sindicalista absolutamente de ficción. Lo que sí, si querés, busqué muchos modelos, pero no solamente de sindicalistas, sino también de políticos, de boxeadores, incluso observé hasta un médico; en fin, varias personalidades que me podían servir. También leí libros sobre sindicalismo y me reuní con varios sindicalistas y fui a frigoríficos, todo lo que necesité para salir de cierta ignorancia sobre el tema. De todas maneras, eso no significa que yo sepa cómo son en realidad los sindicalistas y tampoco es una cuestión de espejo, porque mi sindicalista es una interpretación de lo que yo veo, no la realidad objetiva. Te aclaro que el programa no es ofensivo: toma una plataforma de algo que existe, que es el sindicalismo, pero en ningún momento intenta reflejar lo que es el sindicalismo, sólo toma algunos elementos nada novedosos que el mismo sindicalismo pone en escena habitualmente. En esta ficción no se destapa nada. En ese sentido, El Tigre Verón puede llegar a no satisfacer el deseo de alguien que quiera una ficción que delate al sindicalismo. El programa no intenta dejar ni bien ni mal parado al sindicalismo, se desprende de eso y da pie a un problema familiar y de espionaje.
–Por los avances se percibe que el poder de este sindicalista no radica precisamente en su capacidad para el diálogo y la conciliación. ¿Cómo te llevás con la violencia que expresa el personaje? ¿Te cuesta entrar en esa zona?
–Sí, el programa tiene una cierta particularidad, sus decorados son a veces duros, exigentes en relación a los espacios. Yo no soy una persona violenta, no soy físicamente violento; pero yo soy actor y a los dos minutos que me pongo en una situación de boxeo, ya me siento Ringo Bonavena. Te repito, no soy violento pero puedo jugar con mucho gusto a la escena de la violencia.
–¿Y cómo quedás después? ¿Para vos es algo angustiante o liberador?
–Quedo perfecto. Es algo absolutamente liberador. Eso es lo hermoso que tiene mi oficio, la posibilidad de entrar en muchas situaciones que vos decís "Pero qué fuerte lo que los seres humanos podemos llegar a producir como escena", y tengo la dicha de pertenecer a un oficio en que la escena no le hace daño a nadie; y si esa misma escena es jugada en la vida, hace mucho daño a muchos. Yo siempre digo: si el revolver está cargado yo no juego, pero si está vacío yo tengo ganas de jugar con ese revólver. Este oficio, por lo menos para mí, es exactamente lo mismo. No, no, no termino angustiado, todo lo contrario. Pero antes me pasan cosas. Muchas veces entro al set con miedo porque digo: «¿podré resolver estos problemas, podré subir al ring, como me tocó en el capítulo dos, y boxear, podré agarrar el arma y sentir que puedo hacer una prestación de servicio buena?» Porque no son las escenas habituales para mí.
–¿Alguna vez tuviste actividad sindical? ¿Cómo fue la experiencia?
–No, nunca tuve una actividad sindical. Por muchos motivos, pero sobre todo porque yo he elegido mi espacio de militancia y ese espacio de militancia es mi trabajo y ahí me he quedado. Y después no he participado en otros espacios del accionar del ser humano. Nunca he militado en espacios políticos ni en sindicales. Pero no por una cuestión de rechazo sino de límite, porque encuentro que en la militancia hay que tener mucha espalda para poder responder a las éticas de los diferentes espacios, y hay espacios que empiezan a chocar en sus éticas, unos con otros, y finalmente uno se tiene que supeditar al otro, y como son espacios de pensamiento y de expresión humana, yo prefiero no establecer contratos con otros clubes. Me digo: «soy de este club y me quedo acá, haciendo mi trabajo, inclusive ético, en este espacio».
–¿Cuál es tu opinión sobre el sindicalismo argentino? ¿Varió en algo después de la investigación que tuviste que realizar para componer tu personaje?
–Yo no tengo opinión sobre el sindicalismo argentino. Lo que sí te puedo decir es que he aprendido algo y eso ha sido la llave para encarar esta serie y mi personaje. He visto muchos materiales, muchos videos, muchas filmaciones del 68, del 74, de 2000, de 2012 y algo me llamó poderosamente la atención de todos los sindicalistas argentinos, de los que yo creo que mienten y de los que creo que no, de los que me resultan más simpáticos y de los que me parecen más antipáticos….Todos coinciden en algo: todos hablan seriamente, como si dijesen la verdad. Y eso a mí me pareció muy atractivo. Me recordó a la vieja publicidad del jabón en polvo, cuando ponían dos prendas en dos baldes con productos de limpieza distintos y la primera salía sucia y la segunda bien blanca. Bueno…acá ponés los dos trapos en los dos baldes y salen exactamente igual de inmaculados. Y vos decís: ¿cómo puede ser, si yo sé que uno miente más que el otro? No importa, los dos hablan como si lo hiciesen desde el lugar de la seriedad, la verdad, el honor y la sinceridad. Los dos hablan exactamente igual y vos decís: ¡qué te parió! El que miente, o miente más, no miente peor, miente igual o es igual de verdadero.
–La serie muestra un sindicalismo que genera poder en familia. ¿El fin principal del ciclo es entretener o generar conciencia sobre este fenómeno?
–Absolutamente entretener. Te diría que a lo largo de los capítulos se convierte en un programa casi familiar, porque muchas situaciones tienen que ver con los hijos. Algunos tienen accidentes graves y otro es homosexual y se habla mucho de ese vínculo; incluso se plantea las consecuencias de la labor sindical del Tigre Verón en relación con la vida privada de su hijo. De ninguna manera el programa pretende exaltar, señalar o enseñar algo. Pero a través de la relación con ese hijo, El Tigre Verón expresa su costado más tierno y particular, porque en un punto el hijo tiene más prejuicios que el padre, es más cerrado y cree que no va a ser comprendido por él. Esa es una de las características que me parecieron más atractivas del Tigre Verón; que, aunque a priori se podría pensar lo contrario, no es una persona homofóbica.
–Al Tigre Verón se le aproximan las elecciones en su sindicato y a nosotros, los argentinos, las presidenciales. ¿Qué expectativas tenés para los comicios de octubre?
–No tengo expectativas. Estoy un poco…como si te dijese…ya di varias vueltas por la situación, en varias décadas. Me parece que la expectativa es parte del fracaso, yo prefiero no tener expectativas, no volver a festejar… Yo creo que hay problemas muy serios, ojalá que algo pase que mejore la situación general, de toda la Argentina. Yo tengo cautela y serenidad. No quiero festejos que pasen rápido ni peleas que liberen energías. Me parece que hay algo a veces casi como hasta festivo en el conflicto, no tengo adrenalina con respecto a eso en esta oportunidad.
–¿Sos de los actores que prefieren no definirse políticamente?
–Sí. Yo no tengo un lugar en el que ponerme para que se me ubique y se me encuentre constantemente, como diciendo "Mi dirección es ésta". Viste cuando vas a la policía y te preguntan: ¿dónde vive, cuál es su domicilio? Y vos decís: éste es. Bueno, yo no tengo un domicilio en ese sentido.
–¿Y te molesta que otros lo hagan?
–No, al contrario, hay actores que lo hacen y a los que admiro profundamente. Vanessa Redgrave es una extraordinaria actriz y una mujer de una militancia absoluta y poderosísima, independientemente de que yo no sé si adhiero a su militancia o no; pero eso no es lo importante, lo fundamental es que es una persona comprometida en dos espacios de una manera muy poderosa y de hecho se ha transformado en una personalidad muy fuerte por ambas cosas.
–¿Padeciste alguna vez la grieta entre los actores?
–Estoy seguro que sí, lo que pasa es que no estoy en la mesa de todos los actores todo el tiempo, pero seguramente en algunas mesas se me invitará, en otras se pensará o se supondrá algo de mí y en otras ni se me debe tener en cuenta. La sociedad toda está muy atravesada por la grieta, entonces más allá de que quieras o no…ya forma parte del lenguaje de la mayoría. Yo, personalmente, nunca me he confrontado con nadie en relación a eso que se llama "la grieta". Pero cuando veo que la grieta es tan fuerte y agresiva me pregunto: ¿cómo vamos a volver de esto? Es muy difícil… Yo me siento grande y hasta casi viejo, pero aún recuerdo que cuando alguien te insultaba en el colegio era algo muy serio y vos tenías la posibilidad de mirar a tu agresor a la cara, como diciéndole "esto es una cuestión de honor". Pero hoy agredir es muy fácil, existe mucha impunidad y es casi gratis. Nadie paga un costo por agredir. Yo no tengo redes, ni Instagram ni Facebook ni Twitter, porque no tengo cuerpo para poder soportar las agresiones. No estoy fuera de la grieta, de alguna u otra manera me involucra, pero trato de protegerme.
–Este es tu quinto unitario para Polka y El Trece. ¿En qué se basa esta continuidad? ¿En la confianza mutua, en los resultados…?
–En la comodidad, en la confianza, en el gusto de trabajar, en que no hay ningún motivo por el cual no seguir haciéndolo; ni por los resultados, mejores o peores, porque eso pasa en cualquier espacio, ni por la familiaridad ni por el cariño, ni por el gusto en el trabajo ni por la posibilidad de crecimiento. Yo he aprendido y sigo aprendiendo muchísimo trabajando en Polka. Y en principio no hay ningún motivo para dejar de hacerlo, salvo las opiniones tipo "Che, no habría que cambiar"… como esa idea de que hay que cambiar algo cada tanto y así te comprás otra cafetera y es al pedo porque a veces anda peor que la viejita, a la que ya tiraste y terminás arrepintiéndote.
–¿Te interesa el rating?¿Te preocupa?¿Qué importancia le das?
–Sí, me interesa. Y le doy doble importancia: una importancia de productividad concreta, que tiene que ver con que si se vendió mucho o poco, porque eso hace a la producción, al futuro, al resultado. Y otra por algo social: caminás más derecho en un hall si tenés 16 puntos de rating que 4 puntos. Y como no me gusta andar encorvado…
–¿Qué es para vos la actuación? ¿Un trabajo, un arte o un oficio?
–Las tres cosas, que no necesariamente tienen que estar juntas. Pero que a veces, por suerte, lo están. Y cuando eso sucede es lo más lindo del mundo. No me puedo quejar, me ha pasado muchas veces, tanto en cine como en teatro y TV, pero también he padecido la separación de estas tres categorías. Una de las experiencias más felices fue cuando hice Yo soy mi propia mujer, un unipersonal sobre un travesti alemán; cada noche, arriba del escenario sentía que estaba trabajando, pero a la vez desarrollando mi oficio y sintiendo que se estaba produciendo un momento artístico. Y en los cuatro unitarios de Polka siempre he tenido momentos en los que sentí que se había reunido "el triunvirato".
–¿Es verdad que el año próximo vas a volver a formar dupla con Cecilia Roth? ¿Qué me podés adelantar del proyecto?
–Sí. Escribí una obra de teatro pensando en ella y para que la protagonicemos los dos, que se llama Después de nosotros, que es un material que vamos a hacer en enero, posiblemente en el complejo La Plaza y con producción de Adrián Suar y Nacho Laviaguerre, sobre una pareja y un hijo con un pequeño retraso…No se sabe bien qué es lo que tiene este niño, que es como un ángel, porque no se termina de diagnosticar, pero claramente esa criatura va tener muchas dificultades para vivir en lo social. Uno de los temas que plantea la obra es quién se va a ocupar de él cuando nosotros, los padres, ya no estemos.
–¿Esto significa que no quedaste enojado con Cecilia cuando se bajó de La cabra (para filmar con Pedro Almodóvar Los amantes pasajeros) o que lograste perdonarla?
–Yo nunca me enojé con ella, yo también hubiera elegido, entre Almodóvar y yo, a Almodóvar. Pero yo lo hubiera elegido si hubiese tenido la posibilidad de hacerlo anticipadamente, no sé si una vez que salgo a bailar con alguien lo largaría en el medio de la pista para ir con otra persona, por más que tenga mejor cuerpo. Pero Cecilia tiene una personalidad muy particular… Cuando ella me explicó la situación, la entendí y nunca más volvimos a hablar del tema. Yo confío en que no se va a volver a repetir, y si sucede, yo me reiría a carcajadas. Te lo juro.
–Además de actor, sos director, autor, maestro de actores y artista plástico. Hablame de esos otros oficios. ¿Hoy descansan o los seguís desarrollando a la par de tu trabajo como actor?
–No, estoy muy activo en todos ellos y todo el tiempo. Entrenador de actores sigo siendo y lo seré mientras pueda caminar. Como autor estreno el 3 de agosto en la sala El Camarín de las Musas Inés, una obra de teatro escrita y dirigida conjuntamente con Camila Mansilla, sobre una mujer que haciendo La voz humana recibe misteriosamente un llamado en el teléfono de utilería y escucha que alguien le pregunta: «¿quién sos?» Ella sufre un shock y abandona el espectáculo, pero luego, en ese mismo espacio, hace una representación de lo que ella entiende que es. Además, mañana me voy a Córdoba a ultimar la puesta de Rancho, una obra que escribí e hice hace muchos años y que ahora tengo el placer de volver a dirigir, pero con actores cordobeses. Todo esto antes de volver a filmar, ya que en octubre y noviembre rodaré Manhattan, sobre un guión muy atractivo de Mariano Llinás. La película estará dirigida por Nicolás Goldbart y contará con la producción de Sebastián Aloi. Su trama es muy misteriosa y gira alrededor de un hombre que está en un bar esperando que lo vengan a matar. Se llama Manhattan porque transcurre en un bar que se llama así y existe, en Cabildo y Mendoza, en pleno Belgrano. Y, en cuanto a la TV, ya se está hablando de El Tigre Verón 2 para el año próximo. Pintor soy y sigo trabajando en mi taller, de hecho acabo de inaugurar un espacio de pintura definitivo para mí. Hasta ahora nunca había tomado la decisión de tener un taller propio; había tenido uno donde vivía o, si no, alquilaba uno pequeño, pero ahora tengo uno mío y separado de mi domicilio, un taller-taller, un lugar donde pude reunir toda mi obra, hasta hace poco dispersa en galpones. En fin, como el odontólogo que se gradúa y pone su consultorio, yo ahora tengo mi taller y puedo decir que al fin me he recibido de artista plástico. Mi última exposición fue el año pasado en el museo (Emilio) Caraffa, en Córdoba, y la próxima tal vez sea en 2021.
–¿Por qué a la hora de pintar sos Julio Hirsch, tu nombre verdadero? ¿Porque es la actividad artística que más te representa, tu expresión más íntima y personal?
–No, no. Yo pertenezco a una época en la que los actores, cuando empezábamos en el conservatorio, nos planteábamos cómo nos íbamos a llamar cuando nos fuera bien. Te hablo de 1974: yo tenía 18 años y entonces era muy común que los actores se cambiaran los nombres, hoy no. Cuando yo estaba haciendo mi primera película, No toquen a la nena, el director Juan José Jusid me dijo: «mirá, va a venir un periodista y te va a hacer una nota, así que pensá cómo te vas a llamar». Yo le dije: «Julio Hirsch»; y él me dijo: «No, es muy complicado». Entonces le propuse Julio Jabes, que era el apellido de mi madre. Y como a él no le cerró, lo deformé un poco y le contrapropuse Julio Chavez. Y ahí le gustó y quedó para siempre. Cuando empecé a pintar, cuatro años después de debutar como actor, jamás se me pasó por la cabeza firmar como Julio Chavez sino como Julio Hirsch. Pero luego, como se empezó a complejizar, por aquello de ¿usted es Julio Hirsch o Julio Chavez?, desde hace un tiempo firmo como Julio Hirsch Chavez. Así que me produje un casamiento conmigo mismo y se acabó la joda.
–Por último, has trabajado en los mejores films, las mejores obra de teatro y los mejores ciclos de televisión y has ganado todos los premios posibles. ¿Qué te sigue impulsando en la profesión?
–El interés, la curiosidad, la ambición. Todo eso. Yo estoy muy enamorado de mi oficio. No me siento hecho. A veces miro mis premios y digo: «Guau». Me gustan, pero mi preocupación es lo que no tengo, lo que me falta hacer. A diferencia de muchos actores, no ansío morirme en un escenario. Porque en realidad no me quiero morir. Estoy muy en desacuerdo con la idea de morirse. Además creo que, como ciertas cuestiones de los baños y el sexo, la muerte debe ser algo muy privado. Igual que la vejez. Así que ¡mirá si voy a elegir morirme en público!
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