La serie Yellowjackets, disponible en Paramount+, presenta un papel a medida de la protagonista de films como Kalifornia o Asesinos por naturaleza
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¿Cómo olvidar la aparición de Juliette Lewis en Cabo de miedo (disponible en Google Play y Apple TV), de Martin Scorsese, bajo la piel de una tímida adolescente que revelaba la impostura de su familia al ritmo de la inquietante seducción que la unía al psicópata Max Cady (Robert De Niro)? ¿O de la estudiante de literatura que exponía las patéticas inseguridades de un profesor maduro en la escandalosa Maridos y esposas (disponible en Google Play), de Woody Allen? ¿O de la novia del asesino serial que convertía un reportaje periodístico en un festival de sadismo en Kalifornia (disponible en Google Play)?
Lewis encarnó en su juventud ese lado oscuro de la naciente generación de MTV, una chica mala con maquillaje vintage y esa consciente provocación que impregnó su seducción de la explosión punk de los 90. Pelo oscuro, ojos delineados, boca grande; su figura penetró en el imaginario masculino en una filosa cornisa, la que separaba a esa femme fatale de calculada locura del abismo de una infernal carnicería. Quizás la película que mejor registró el apogeo de su personalidad fue Asesinos por naturaleza (disponible en Movistar Play), de Oliver Stone, con la dupla junto a Woody Harrelson como retrato desenfadado de todo lo que contenía ese mundo de marginalidad y asesinatos en masa: peligro y fascinación, terror y tragedia.
Ese imaginario que quedó adherido a las espaldas de la actriz regresa como guiño clave de su personaje en Yellowjackets, la nueva serie de Showtime que puede verse en nuestro país a través de Paramount+. Creada por Ashley Lyle y Bart Nickerson (ambos productores de Narcos y de la rareza que fue Dispatches from Elsewhere) cuenta la historia de un equipo de fútbol femenino de Nueva Jersey que se extravía luego de un accidente de avión en el desierto de Ontario y del que solo algunas jugadoras sobreviven luego de meses de espera por el rescate. Todo ello ocurre en 1996 y 25 años después cuatro de las sobrevivientes aún sufren el asedio de los fantasmas y de los interrogantes sobre lo ocurrido en ese trágico pasado.
El disparador parece combinar el relato de supervivencia de El señor de las moscas y el canibalismo de ¡Viven! con las intrigas fantásticas de Lost, incluido el avión caído y el armado de bandos y liderazgos en la gesta de una nueva civilización. Pero lo que define al relato son los efectos de aquella forzada supervivencia en lo salvaje en esas adolescentes hoy convertidas en mujeres adultas. Los juegos temporales permiten poner en paralelo sus historias presentes y pasadas, leer las correspondencias de sus actitudes, el efecto del entorno competitivo en la concreción de alianzas y amistades, y, por supuesto, sembrar todas las dudas posibles sobre lo que quieren ocultar de esa aventura.
Juliette Lewis interpreta a Natalie, la chica punk del grupo, un compendio de aquel universo que encarnó en su propia adolescencia en el cine. En el pasado, Natalie (interpretada por Sophie Thatcher) no tiene demasiados amigos, consume drogas, alcohol y sexo como una forma de desgastada rebeldía, pero encarna la voz de la ética ante algunos oscuros pactos de conveniencia que enrarecen la dinámica del equipo. El equipo de fútbol del colegio Wiskayok en Nueva Jersey parece brindarle el único sentido de pertenencia, y la competencia nacional en Seattle el único horizonte de orgullo.
El viaje en avión con sus compañeras es entonces un desafío en varios aspectos: ofrecer un rumbo posible a su desorientación, un propósito palpable a su sed de conquista. Pero cuando viajamos al presente, Natalie parece haber perdido esa motivación, sus recurrentes entradas y salidas de rehabilitación la encuentran en un punto muerto. Sin embargo, la llegada de una misteriosa postal que recuerda su tiempo en el desierto la pone en marcha para reencontrar a sus amigas del pasado, descubrir la verdad detrás de ese retorno de lo prohibido.
La historia de Juliette Lewis como actriz también parece haber torcido su rumbo en la década siguiente a su irrupción en el cine. Los 2000 la encontraron como protagonista en películas menores –La garganta del diablo (disponible en Star+), Aurora Boreal-, encarnando roles secundarios en algunas comedias como Aquellos viejos tiempos (disponible en Google Play y Apple TV+) o Starsky & Hutch (disponible en Google Play y Apple TV+), y sobresaliendo en sus participaciones en Whip It (disponible en Amazon Prime Video) o Todo un parto (disponible en Amazon Prime Video, HBO Max y Movistar Play).
En esa década en la que el mainstream reconfiguró su personalidad, bajo el imperio de los efectos especiales y el nacimiento de las franquicias de superhéroes, algunas figuras que habían encontrado su lugar en los 90, quizás modelado por formas estéticas de lo que quedaba de la contracultura, o por un desenfado que ya no funcionaba en su progresiva madurez, se desdibujaron como una tenue sombra de un pasado todavía reciente. Es interesante cómo Yellowjackets, sobre todo en el piloto dirigido por Karyn Kusama (Diabólica tentación, Destrucción), se apropia de ese difícil salto entre una juventud prometedora y un presente de interrogantes en la misma historia de Natalie, representada en la delgada figura de Lewis, con su pelo oscuro y su maquillaje cargado como entonces, ahora con los rastros del tiempo y la experiencia.
“Lo que Natalie quiere es vengarse. Regresa a su ciudad natal, un lugar que odia, con gente que no le gusta, para encontrar una satisfacción que todavía no sabe qué es lo que representa. Me interesaba interpretar con creciente animosidad y fricción a alguien que parece tener el alma muerta, que necesita sumergirse en el dolor y seguir el camino de la destrucción como única salida”, explicaba la actriz en una entrevista reciente con AV Club a propósito de las claves de la serie y su personaje.
Esos viajes a la oscuridad parecen recordar los de los personajes de Kalifornia o Asesinos por naturaleza, pero ahora definidos en un tiempo de regreso, de reinvención de sí misma en la pantalla. La oportunidad de las series, que fue vital para muchos actores de los 90 que el cine posterior parecía haber olvidado, no había sido tan prometedora para Lewis hasta Yellowjackets. Secrets and Lies (disponible en Star+) se mantuvo a flote dos temporadas pero no consiguió demasiada trascendencia, Camping (disponible en HBO Max) terminó siendo un fracaso para las expectativas de Lena Dunham después del éxito de Girls, y quizás sus dos mejores proyectos fueron The Act (disponible en Movistar Play) y I Know This Much Is True (disponible en HBO Max), aún con roles secundarios.
Yellowjackets tiene un claro aura de regreso. Juliette Lewis no solo comparte cartel con actrices como Christina Ricci, Tawny Cypress y Melanie Lynskey, sino con un elenco de actrices jóvenes como Ella Purnell, Sophie Thatcher y Samantha Hanratty, que dan cuerpo a una historia que se expande episodio tras episodio. Del inicial retrato de ese mundo juvenil de ciudad de provincia, con la dinámica del equipo deportivo, las tensiones de la competencia y los aprendizajes de un coming of age, se despliega en un relato de supervivencia que alcanza ecos de horror en un espacio inhóspito, desconocido y habitado por el lado oscuro de sus propias pasiones.
Uno de los grandes hallazgos es la confección de los personajes en ese hiato temporal que separa su adolescencia de su vida adulta. Acceder a la transformación de cada una de ellas a través del impacto de ese hecho trágico del pasado, el silencio sobre los que sucedió, los recuerdos de lo que fueron capaces para salir con vida. “El otro yo juvenil de cada uno de nuestros personajes adultos –señala Lewis- ofrece a la audiencia la información para entender en quiénes nos hemos convertido. Cómo eran antes de la caída del avión y cómo fueron después de esa experiencia límite”.
Juliette Lewis se mueve cómoda en ese estado de zozobra que ofrece Yellowjackets, un equilibrio precario que parece amenazado con la inevitable emergencia de lo silenciado. Todos sus personajes de juventud parecían arrinconados en las mismas compuertas entre la presión del estallido y la furia de la liberación. Aquí Natalie ofrece el rostro más evidente de esas esquirlas que todavía permanecen incrustadas en su cuerpo y en su memoria como efectos del trauma. Sus compañeras parecen ser más aptas para otras estrategias: la fachada sociópata que mantiene en línea a la Misty de Christina Ricci o el ama de casa desesperada que encarna Melanie Lynskey en la personalidad de Shauna. En Natalie todo está finalmente a flor de piel, su venganza cuando empuña un rifle, su brutal honestidad cuando se despide de la fracasada terapia. Aquella Juliette Lewis que conocimos en sus inicios, feroz y amenazante, vital y seductora, finalmente está de regreso.
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