La locutora debuta en un nuevo programa de la mano de su hermana. Su relación con Sebastián Wainraich, el cambio de dial y el sueño cumplido de hacer radio.
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Hacer un programa con su hermana, la también locutora Sol Rosales, era un sueño que acariciaba desde hace tiempo. Éste sábado, de 10 a 13, el sueño se hace realidad: Julieta Pink debuta con Sol con Punto de Caramelo, en Urbana Play 104.3, también en compañía de Julieta Schulkin. Eso sí, sin dejar Vuelta y media, de lunes a viernes a las 17 junto a Sebastián Wainraich y en la misma señal.
“Vamos a acompañarlos en el mejor momento del fin de semana, porque un sábado a la mañana todo puede pasar”, arriesga Pink. En diálogo con LA NACION, la locutora habla de la decisión de mudarse de radio y mantener la dupla con Sebastián Wainraich, de la pandemia, de sus inicios que se remontan a su más tierna infancia, cuando pegaba figuritas de personas sentadas en un estudio de radio, sin imaginar que estaba construyendo su futuro.
-Por fin se te dio trabajar con tu hermana, ¿cómo llegó la propuesta? ¿O fueron ustedes las que se empeñaron?
-Cuando me preguntaban ‘qué te gustaría hacer’ o ‘qué te falta hacer’, siempre pensaba en trabajar con mi hermana por lo que nos gusta la radio a las dos, por la relación que tenemos. Pero estaba en el imaginario porque en ese momento no cuadraban los tiempos y optamos por un formato de podcast de hermanas entrevistando también a pares de hermanas y hermanos. Sabíamos que en un momento iba a llegar la posibilidad de trabajar juntas, porque es la persona con la que más me río. Amamos la radio desde chiquitas y en algún momento iba a suceder. Hasta ahora, la programación de Urbana era de lunes a viernes y los fines de semana había música o se repetía lo mejor de la semana. Punto de caramelo es el primer programa que se emite el sábado y es una alegría que hayan pensado en nosotras para esta nueva etapa.
-¿Cómo viviste el cambio de radio, de Metro a Urbana Play? Muchos equipos de trabajo se dividieron pero ustedes se mantuvieron unidos.
-Fue un proceso muy movilizante porque nosotros también pensábamos que Metro iba a ser nuestra casa para siempre. Fue muy orgánico, todos tuvimos la opción de quedarnos o ir al nuevo proyecto. En Metro y medio no hubo dudas, estábamos en búsqueda de un nuevo nombre, pero iba casi todo el equipo completo. Todo muy amoroso, muy charlado y consensuado. Fue un fin de ciclo natural, cosas que pasan en los trabajos. Y sucedió en un momento bisagra para todo el mundo, porque fue en el medio de la pandemia. En 2020 hicimos radio por zoom, y así y todo tuvimos ganas de acompañar a la audiencia que estaba tan desolada como nosotros. En la última semana, antes de las fiestas, anunciamos que nos mudábamos a Urbana, una radio que se gestó en pandemia y tiene todo para no estar pensando en el Covid-19, porque trabajamos con distanciamiento, al aire libre o en el estudio con todo abierto. Esto era impensado hace un año.
-¿Los oyentes se mudaron con ustedes? A veces siguen una radio, un programa o a los conductores.
-En este caso se hizo hincapié en la comunicación y el nuevo dial. Lo novedoso del formato de la multiplataforma de Urbana Play es que pueden vernos en KZO, en YouTube, en el Twitter. Todo es para sumar. Es una novedad para quienes quieren ver la cocina de la radio y para nosotros hacerlo, porque nos televisan. Siento que nos trajo más audiencia.
-Hace veinte años que trabajás con Wainraich, ¿cómo es la relación?
-Es verdad, este año cumplimos veinte trabajando juntos. Empezamos en el 2001, cuando yo era asistente de producción de él en un programa de X4. Y en el 2003 nos pusieron al aire juntos, y desde entonces estamos de manera ininterrumpida.
-¿Hay momentos de fastidio?
-Tenemos una relación muy linda, muy sana, nos fue cambiando la vida mientras trabajábamos. Cuando nos conocimos yo tenía 19 años, y nos atravesó la vida, fuimos testigos de las distintas etapas, y lo que me sigue sorprendiendo es esa magia que hace que no nos aburramos el uno del otro aunque nos sepamos todas las anécdotas. Es casi telepática la relación que tenemos con Sebas. Para mí es un orgullo porque todavía nos divertimos genuinamente, y tenemos una relación que no comprendo pero celebro.
-¿Cómo fue transmitir por Zoom durante tantos meses en el 2020? ¿Se te complicó acomodarte a la rutina de tu familia?
-Nos acomodamos. A mis hijos, Baltasar (7) y Jazmín (4), les explicaba que tenía que hacer radio, que golpearan despacito, que si estaba al aire no pasaran, y a veces aparecían en el balcón para preguntarme algo a través del vidrio, con algunos códigos. Fue todo muy La vida es bella (película italiana protagonizada por Roberto Begnini): voy en bici a todos lados así que cuando terminaba el programa hacía como que estacionaba mi bici y entraba a casa. Una pantomima para encontrarle la vuelta.
-En casa entienden los códigos porque tu marido también es locutor, ¿verdad?
-Si, Luis (Calderero) es locutor y productor de sonido así que en casa tenemos un estudio desde hace tiempo y la calidad de la transmisión pudo estar a la altura. Nos conocimos estudiando locución. Me acuerdo que le dije a Sebastián que me gustaba un chico del Cosal. Tengo mi marido radial y mi marido real (ríe).
-Alguna vez contaste que jugabas a hacer radio, ¿sabes de dónde viene ese deseo?
-No sé de dónde viene, pero me tengo que retrotraer a mi infancia más lejana. En casa se escuchaba mucha radio y mucha música. No me crié con las mismas voces, porque se escuchaba todo salpicado. No era que decía me gustaría ser como tal. Con mi hermana y Majo Rodríguez, vecina y también locutora, grabábamos programas de radio completos, con jingles, el pronóstico, sección de moda, musicalizábamos con temas que habíamos grabado. Imitábamos lo que escuchábamos. Y a los 16 años pagamos un espacio en una radio zonal, que nos salía 10 pesos la hora y jugábamos a hacer radio. Entonces, cuando me presenté en un casting ya sabía qué hacer y tuve la suerte de quedar.
-¿Nunca se te ocurrió estudiar otra cosa?
-Jamás. Mi mamá tiene cuadernos de la primaria y yo recortaba personas sentadas en un estudio de radio y escribía que estaba ahí. No sé si era consciente de que iba a poder vivir de esto, pensaba más bien que iba a hacerlo junto a otros trabajos. A partir de los 19 años pasé de pedirle plata a mi papá para ir al boliche, a tener un sueldo, obra social, pagarme la carrera. Es algo que me sorprende hasta el día de hoy y estoy agradecida de tener esa oportunidad y que me haya durado en el tiempo. Tuve la suerte de resistir en los peores momentos y he llegado a trabajar casi gratis en el 2001, porque era eso o echarme, seguramente. Tuve una gran escuela: fui productora, redactaba noticias, hacía móviles.
-De chiquita, y sin saberlo, pusiste en práctica la ley de atracción...
-Lo hacía sin saberlo. Me acuerdo que para un día del niño pedí un micrófono que tenía una pequeña antenita, hacía zapping en el dial y si había una frecuencia que estaba transmitiendo, amplificaba y me quedaba horas en el living jugando a que hacia radio. Me maravilla ese amor en un niño. Y sigo disfrutándolo porque es un espacio lúdico, atemporal, que me salvó la pandemia. Siempre repito una frase que dice Héctor Larrea porque me parece hermosa: hacemos radio porque lo necesitamos.
-¿Y cómo fue que de llamarte Julieta Rosales pasaste a ser Julieta Pink?
-Trabajaba en X4, durante la semana era productora y tenía un programa los fines de semana en el que anunciaba música. Uno de los DJ pasaba todos los apellidos al inglés y Rosales no tiene traducción exacta así que me decía Pink. En el 2001, por la crisis económica que había, la radio quedó con el mínimo personal y, en chiste, el director de la radio me sugirió que me llamara Julieta Pink, la que recorre las pistas del mundo y pasa música los fines de semana, y Julieta Rosales, la productora en la semana.
-Pink era más glamoroso…
-Claro. Fue quedando y cuando empezamos a hacer el programa con Sebas, ya era Pink. Pero es un apodo, como si me dijeran Cacho. A veces pasa que voy al médico, me llaman por Julieta Rosales y cuando empiezo a hablar levantan la vista; hay gente que me escucha hace años y les queda ese sonido… Es la familiaridad que te da la intimidad de la radio. Es algo que también decía de chiquita, quería que me escuche todo el mundo pero que no me conozcan.
-¿Te gustaría desarrollarte en televisión?
-En televisión siempre hice toco y me voy. Tuve ofertas, pero la radio es un medio que me gusta tanto que la tele me cuesta más. El tema de la imagen, maquillarte, estar atenta a lo visual y un montón de cosas que distraen de lo que me gusta, que es la espontaneidad. No tengo el oficio de la tele y, las veces que lo hice, fue en un marco lúdico radial. O sea, mintiéndome a mí misma.
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