Vuelve al teatro después de ocho años, dirigida por su amiga Rita Cortese. Trabaja en nuestro país y también en España y dice que su hija la acompaña a todos lados
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Fue paquita de Xuxa con apenas 14 años, pero recién descubrió que le interesaba actuar cuando Alejandro Agresti la convocó para filmar Una noche con Sabrina Love. Trabaja entre la Argentina y España desde hace tiempo y ahora se sube al escenario del Teatro Dumont 4040 para protagonizar No tiene un desgarrón, la primera obra que dirige Rita Cortese. En diálogo con LA NACIÓN, Julieta Cardinali cuenta porqué hizo poco teatro en su carrera, recuerda sus comienzos de la mano de Xuxa, habla de la gran relación que tiene con su hija Charo, de 17 años y fruto de su historia de amor con Andrés Calamaro, y dice que, por primera vez en mucho tiempo, no está en pareja.
-Hiciste muy poco teatro, ¿por qué?
-Hace al menos ocho años que no me subía a un escenario. No soy una actriz que haya hecho mucho teatro, es verdad. Más que nada cine y series, en los últimos años. Se dio así, empecé a trabajar mucho afuera, tenía que viajar y era difícil; si me ofrecían algo capaz no podía o no estaba disponible. Y durante toda la infancia de mi hija preferí trabajar de día ...(risas). Me parecía no compatible para mí. Charo ya tiene 17 años, termina la secundaria y ahora me permito otras cosas, disponer de mi tiempo de otra manera. Hice una serie en España y vino conmigo, ya viaja sola. Es otra dinámica, más fácil. Todo el mundo dice que la adolescencia es difícil y yo estoy chocha; la disfruto. Me gustaron todas las etapas de mi hija, pero estoy disfrutando mucho esta. Es tranquila y sale como cualquier chica.
-Entonces, tu hija está más grande y te permitís hacer teatro... ¿es así?
-Algo así. Esta vuelta surgió porque hace rato que quiero hacer en teatro algo que tenga ganas de contar. Soy muy consumidora de teatro independiente, además. Rita y yo somos muy amigas hace muchos años y hace tiempo que queremos trabajar juntas; ella con el deseo de dirigir y yo, de actuar. Estaba la idea, pero cuando nos juntábamos hablábamos de cualquier cosa menos de eso... (risas). Hasta que el año pasado me dio esta obra que originalmente se llama Plaza de héroes, de Thomas Benhard, y que ella hizo hace muchos años en el Teatro San Martín con Pompeyo Audivert y dirigidos por Villanueva Cosse. Tiene textos maravillosos, es muy interesante y convocamos a Carolina Santos que la adaptó para dos personajes y fue quien nos ordenó. Porque cada vez que nos encontramos con Rita era una fiesta, pero no llegábamos a nada. Necesitábamos a alguien como ella que estructuró todo, buscamos a una actriz más joven que yo y se nos ocurrió Vera Spinetta, a quien no conocíamos. No nos equivocamos en la elección porque es una belleza de actriz y de persona. Estamos muy emocionadas, estrenando una obra hermosa a partir de una idea que tuvimos un día en la casa de Rita, entre copas y cariño.
-¿Cómo nació esa amistad con Rita?
-Nos queremos y nos admiramos mucho. Nos conocimos en una serie que se llamaba Malandras de los hermanos Borensztein. Nos hicimos muy amigas, pero después no nos vimos por un tiempo y nos reencontramos en la serie Maradona sueño bendito. En pandemia nos hicimos mucha compañía y es un privilegio estar en la primera obra que dirige. Es un desafío nuevo para mí. Estoy muy comprometida y concentrada, me encanta la obra y quiero que se vea y guste.
-¿Y de qué trata esta obra que te sedujo?
-Fue escrita a fine de los 80 en Austria y habla del avance de los discursos del odio. Cuando la leímos nos dimos cuenta de que es absolutamente actual. Pasaron 40 años y es increíble. Es un texto poético y esperanzador que te moviliza y te interpela. Acaba de suceder una tragedia, dos amas de llave que están en duelo, cerrando la casa en la que trabajan. Por dos meses vamos a estar los jueves, a las 20, en Dumont 4040.
-¿Cómo te llevás con la actualidad de nuestro país? ¿También es esperanzadora tu mirada?
-Me cuesta estar esperanzada porque no la veo, por ahora. Me niego a pensar que todo va a estar mal para siempre porque tengo una hija y quiero que viva en un país que funcione, en democracia y eso no se tiene que perder bajo ningún punto de vista. Podemos pensar diferente, pero tenemos que respetarnos. Mi discurso en mi casa tiene que ver con eso también. Todo está difícil y me cuesta ver un futuro mejor.
-Trabajás mucho en España, ¿alguna vez fue una posibilidad vivir allá?
-Trabajo mucho en España, pero me gusta mucho vivir en Buenos Aires. Me gustan mis amigas, mi familia, vivir acá, y tengo la suerte de poder ir y venir. La verdad es que en los últimos años trabajé más allá que acá. Hice una serie larga que se llama Romancera que está en Prime y mi representante es español. Sin embargo, hoy me interesa estar con la gente que quiero y compartir la vida con ellos, que están acá. Entonces puedo ir, trabajar, y volver. Estoy en las antípodas de lo que está pasando políticamente hoy en nuestro país y sigo eligiendo quedarme. Mi hija termina este año el colegio y la gran pregunta es qué va a hacer.
-¿Es el gran tema de charla en casa en estos meses?
-Es una charla sin fin... (risas). Le digo que busque algo que le guste porque de eso se trata. Siempre le doy el ejemplo de lo que pasó en mi casa cuando dije que iba a estudiar teatro, casi se muere mi mamá (risas). Era muy chica. Charo va por el lado artístico, pero no sabe bien qué le gusta y tiene ganas de ir a la facultad también. Está investigando. Hay mucha presión a los 17 años porque tienen que decidir qué van a hacer el resto de su vida. Veo a Charo y a sus amigas con un nivel de estrés tremendo y les digo que estén tranquilas, que si empiezan una carrera y no les gusta, hacen otra y está todo bien.
-¿Sos una mamá permisiva?
-No, mi hija tuvo una crianza clásica. Me acompaña cuando viajo a trabajar a otro país y de alguna manera nos arreglamos. Soy una mamá presente y siempre tomé mis decisiones en función a ella. Soy como cualquier madre con hijos adolescentes. Pero no estoy padeciendo su adolescencia y además tengo una vida que me gusta. Tengo melancolía de cuando era chiquita, pero nada más.
-¿Estás en pareja?
-Estoy sola. Me separé hace dos años de mi último novio y es la primera vez que estoy sola. Estoy chocha. Me gusta enamorarme y el amor, pero estoy muy bien, disfrutando. Es otra etapa de mi vida.
-¿Y ahora qué se viene en tu vida, además de teatro?
-Estoy en las dos últimas semanas de rodaje de una serie para Flow que se llama Un león en el bosque, de Mariano Hueter. Estuvimos trabajando tres semanas en Pinamar y estoy muy contenta.
-Tuviste pocos altibajos en tu carrera, ¿lo ves así también?
-Si, he tenido pocos baches. Trabajo desde muy chica y soy muy trabajadora.
-Dijiste que en tu casa no cayó muy bien que quisieras ser actriz, ¿cómo fue?
-No supe que quería ser actriz hasta bien entrada la adolescencia. Lo fui descubriendo poco a poco. Cuando terminamos el colegio ya había trabajado durante dos años con Xuxa, a los 14 años. Estuvo bueno, pero me di cuenta que no era por ahí, y estando en 5° año hice un curso de teatro y entendí que era eso lo que buscaba. En mi casa me dijeron que sí, pero que tenía que ir a la facultad y me hicieron anotar en administración de empresas. Por supuesto, ni arranqué porque ya trabajaba. Fui independiente desde muy chica porque trabajaba y ganaba mi plata y me fui a vivir sola. Después mi mamá entendió y me acompañó, pero al principio no gustó en mi casa. Me decían que hacer teatro no era estudiar.
-¿Y cuál fue tu primer trabajo a conciencia?
-Montaña rusa y después Verano del ‘98. No me equivoqué, pero se requiere mucho esfuerzo porque no tenemos una industria enorme. Hice mucha televisión cuando arranqué al tiempo que estudiaba con Julio Chavez y fue un placer trabajar después con él en Farsantes. Las tiras eran como un lugar de entrenamiento, una oportunidad de grabar muchas escenas por día y aplicar lo que estudiaba. Cuando filmé con Alejandro Agresti, me di cuenta de que el cine es el espacio que más disfruto. Y filmé mucho.
-¿Cómo llegaste a ser paquita de Xuxa?
-Estudiaba danza clásica y quería ser bailarina. Un día vi en la tele que en el programa de Xuxa estaban buscando bailarinas para ser paquitas. Pedían currículum y yo mandé una foto y una carta en la que contaba mi edad, lo que hacía, lo que quería. Mi mamá me dijo que sí, aunque sin prestarme demasiada atención... (risas). Al poco tiempo me llamaron, hice casting durante seis meses y quedé. Nunca pensé que iba a pasar eso. Fue un juego que se convirtió en un laburo.
-¿Qué recuerdos tenés de ese momento?
-Hace poco me llamó una de las paquitas brasileñas, Catu, porque hicieron un documental para Red O’ Globo. Me acordaba de muy poco y a medida que hablamos, fui recordando. Me comentó que a muchas paquitas les pasaba lo mismo y creo que es porque éramos muy chicas y estábamos en un mundo de adultos. Fueron dos años increíbles y también un trabajo arduo porque estábamos muchas horas. Me había quedado con lo idílico de ese momento y me acordé que fue muy cansador también, aunque estuvo buenísimo y volvería a hacerlo. Sin embargo, si mi hija me hubiera pedido trabajar a los 14 años, no la hubiese dejado.
-¿Fuiste paquita al mismo tiempo que Natalia Oreiro?
-Sí, porque Nati entró a través de un concurso de paquita internacional y vino por Uruguay, pero estuvo poco tiempo. Yo estuve más y grabábamos cada vez que Xuxa venía al país.
-Y fuiste Evita dos veces, en teatro y en televisión, ¿cómo construiste un personaje tan icónico?
-En teatro hice Eva y Victoria con Leonor Benedetto y dirección de China Zorrilla. Y muchos años después hice un casting acá con Agustí Villaronga para una serie de dos capítulos para Televisión Española, Carta a Eva. Estuvimos un mes entero de ensayo en Barcelona, un mes para un capítulo y otro para otro. Trabajamos con Carmen Maura, Ana Torrent, gané muchos premios. Es un trabajo que me dio mucho placer y alegría, y que me abrió las puertas en España. La serie cuenta la relación entre Eva Perón con Carmen Polo, la mujer de Franco. Investigué mucho, leí, escuché y traté de construir el mundo personal de Evita. Fue un privilegio.
-También interpretaste a Claudia Villafañe, otro desafío porque es alguien que vive...
-Totalmente. La crucé, pero no hablé antes de hacer el personaje. Lo importante era hacerla con el mayor de los respetos. La defendí con uñas y dientes porque así queríamos contarla. Fue un desafío. No sé si quedó contenta, pero la hice con un amor total. Fue muy divertido porque es una historia que marcó una época y entrábamos al set disfrazados de personajes que conocíamos y nos moríamos de risa. Fue muy divertido, y además grabamos en Nápoles y en Barcelona.
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