“Prefiero hablar con mis patos que con algunos de los monstruos que conocí”, afirmó al dejar la actuación por el activismo que, sin embargo, la acompañó durante toda su carrera, que incluye un Oscar por Darling, su condición de ícono de la moda durante décadas, una cantidad de clásicos y su prolongado romace con Warren Beatty, que dejó también cuatro películas
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Un día Julie Christie se cansó de Hollywood por segunda vez. Para todos fue una estrella. Para todos menos para ella, que lo único que siempre quiso fue que la reconocieran por ser una buena actriz.
Desde sus comienzos en la década del 60, en pequeños papeles para cine y TV, intentó esquivar las luces de la fama; y cuando su carrera hizo esto inevitable, directamente decidió priorizar su vida familiar y recluirse en una granja de Gales. Allí no tiene que ufanarse de sí misma, y mucho menos cruzarse con indeseables: “Prefiero hablar con mis patos que con algunos de los monstruos que conocí”.
Darling (que le dio su primer y único premio Oscar en 1966) y Doctor Zhivago en la década del 60, Del mismo barro (McCabe & Mrs. Miller) y Venecia Rojo Shocking en los 70, Miss Mary promediando los 80 y Afterglow a fines de los 90. Todos títulos que son parte de una línea de tiempo incompleta pero perfecta que la tiene como protagonista.
Julie Christie, probablemente sin proponérselo, marcó el pulso cinematográfico del siglo XX; no por cantidad de títulos, pero sí por presencia escénica. En 1967 la revista Time publicó: “Lo que viste Julie Christie tiene un impacto más real en la moda que la suma de los atuendos de las diez mujeres mejor vestidas del mundo”. Y cuando se hartó del encasillamiento, del “Ahí va una cara bonita” -a instancias de su relación de siete años con Warren Beatty- se volcó a defender causas políticas y sociales. Si había una notoriedad, mejor aprovecharla en algo más que mostrar lo último del diseñador de moda.
Ella lo entendió hace cincuenta años, otras aun hoy no pueden.
La mejor escena de sexo de la historia del cine
El espíritu de Christie siempre fue rebelde, forjado en una infancia poco convencional. La actriz nació en 1941 en Assam, India, cuando todavía era colonia británica. Sus primeros años transcurrieron entre juegos en la plantación de té que dirigía su padre, y la sensación de que esa felicidad no duraría para siempre. Y tuvo razón.
A los seis años la enviaron como pupila a un colegio de Londres, perdiendo el contacto diario con su familia. Al poco tiempo sus padres se separaron, y luego Frank St. John Christie murió. La futura actriz nunca pudo perdonarle a su padre que hubiera tenido una hija extramatrimonial con una recolectora de la plantación. June -que falleció en 2005- era seis años mayor que Julie, pero nunca compartió ni casa ni juegos con ella. Era un secreto a voces que la familia no pudo superar. Ni siquiera aceptar. Ninguna de las dos hermanas habló jamás de la otra, ni cuando medio siglo después la historia fue tapa de un tabloide norteamericano. Christie nunca aceptó referirse del tema.
Para cuando, ya adolescente, Julie retomó contacto frecuente con su madre Rosemary, su camino profesional estaba marcado, con planes que incluían un primer viaje a los Estados Unidos con la Royal Shakespeare Company. Un futuro que a su madre no le gustaba para nada. “Que su hija fuera actriz le parecía algo vergonzoso -recordaba la intérprete-. Y tenía razón: lo es”.
Una década después de su debut en pantalla en 1962, a Julie le llegó la propuesta del director Nicolas Roeg para protagonizar junto a Donald Sutherland el thriller Venecia Rojo Shocking (Don’t Look Now), basado en un cuento de Daphne du Maurier. Con el tiempo la película se transformó en objeto de culto, pero antes de eso ya había llamado la atención del mundo por una osada escena sexual que vivían los personajes protagónicos.
El mito dice que Julie y Donald -amigos y compañeros de noches de excesos- se olvidaron de las cámaras y se entregaron a la pasión. El rumor se basaba en una supuesta confesión off the record del actor al Daily Mail antes del estreno. La versión oficial de director y elenco asegura que esto nunca sucedió.
La escena, notablemente filmada, intensa y explícita pero alejada de todo morbo, colocó a la estrella en un status de símbolo sexual. Una fama ajena a su deseo que más tarde entendió como una carga: “Siento que la gente se enoja cuando se da cuenta de que ya no soy la persona que era. Es como si de alguna manera los estaría defraudando. Pareciera que les disgusto por aparecer con todas mis arrugas. Como cultura, parecemos incapaces de aceptar el cambio en las personas sin ser críticos al respecto”.
Su paso por Argentina
En 1986 se estrenó Miss Mary, una película muy especial en la filmografía de María Luisa Bemberg. En un duro y contundente retrato de la sociedad argentina de los años 30, la directora pudo exorcizar mucho de su historia personal, con Julie Christie a cargo del papel protagónico.
Esta invitación a formar parte de un proyecto tan personal, le permitió a la actriz escapar de un cine menor al que parecía condenada en esos años, y ponerse en manos de una autora única. Su trabajo componiendo a Mary Mulligan está entre los mejores de su carrera. Ya entonces era muy selectiva con los papeles que encarnaba, pero con Miss Mary no dudó.
En ocasión de una muestra en el London Film Festival, que incluyó la obra completa de Bemberg (fallecida en 1995), Christie recordó: “Era una mujer inspirada, maravillosa, de enorme talento. Se abrió un camino propio en el cine. Teniendo en cuenta la edad en la que comenzó a filmar, su mérito se vuelve doblemente importante; un verdadero ejemplo de tenacidad. Tenía un gran humor y fue una gran amiga”.
Cuando la pantalla se oscurece
El nuevo siglo encontró a la intérprete alejada de estrenos, luces y paparazzis. El cine pasó a un segundo plano, cuando se dejaba ver era para reafirmar su activismo político. Reconociendo siempre a Warren Beatty -con quien trabajó en Del mismo barro (1971), Shampoo (1975) y El cielo puede esperar (1978), como inspirador para iniciar ese camino de lucha: “Me dio una perspectiva política, por la que le estoy muy agradecida. Me encantaba la forma en que, por ejemplo, íbamos a los partidos de béisbol y se paraba en el intervalo a hablar del desarme. Era maravillosamente valiente por hacer eso”.
Fue estando juntos en Rusia que a él se le ocurrió la idea de escribir Reds, reservando para ella el papel principal. Sin embargo para cuando la película se convirtió en realidad, 13 años después, la pareja se había separado, por lo que el rol de Louise Bryant quedó en manos de Diane Keaton, quien recibió una nominación al Oscar por el papel.
Ese espíritu rebelde y decidido que nació con ella no mermó con la separación del actor. Y fue uno de los puntos de encuentro con el periodista de The Guardian, Duncan Campbell (con quien se casó en secreto en 2008, luego de un noviazgo de 28 años), ya que juntos reafirmaron ese camino. Sus conferencias, discursos públicos y privados, y entrevistas abarcaron un sinfín de problemáticas como el derecho de los animales, las causas ambientales y la legalización de la marihuana. El entusiasmo avivó en Julie esa pasión que alguna vez había tenido por el cine, hasta que el star system la apagó por completo.
Entre los numerosos trabajos que aceptó en relación a su militancia se destaca el haber prestado su voz para el cortometraje Uncontacted Tribes, realizado para la ONG Survival International, sobre pueblos originarios aislados en diferentes partes del mundo, desde Amazonas hasta Indonesia.
En 1998, la artista le decía a Mark Salsbury, periodista de la revista Premiere: “Lo que hoy me parece raro es esa especie de respeto que me tienen. ¿Cuándo me gané ese respeto? Todavía trato de hacer las cosas bien. Hace poco conseguí una beca Bafta, que es algo así como un premio a la trayectoria. Entonces pensé: ‘¿Cómo puede ser si recién estoy empezando?’”.
Y tenía razón porque desde entonces la filmografía de Julie Christie se redujo a una película por año, pero todos proyectos que la sedujeron de algún modo. Entre los más recordados Finding Neverland (2004), La vida secreta de las palabras (2005) Causas y consecuencias (The Company You Keep, 2012) -último largo como director de Robert Redford- y The Bookshop (2017), de Isabel Coixet.
El 14 de abril Julie Christie cumplió 82 años, hace tiempo que no se la ve en pantalla. Semanarios de moda continúan destacando el eterno retorno de sus atuendos, que no tiene nada de mito. Las revistas y sitios web especializados siguen reproduciendo palabras de elogio por sus éxitos del pasado, y los grandes medios siempre tienen un espacio para una nota homenaje. Sin ninguna intención por lograrlo, la mujer a la que nunca le interesó ser una estrella de Hollywood consiguió incluso más de lo que se proponía: que la escuchen y que la admiren no por lo que parecía, sino por lo que es.
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