"Hechicera", "sagrada", "sabia emocional". Así suele definir Mauricio Macri (59) a su mujer Juliana Awada (44) y la considera responsable –junto con su hija Antonia (6)– del "envión adicional de energía y amor" que él necesitaba para dar uno de los pasos más importantes de su vida: convertirse en presidente de la Nación. Por eso no es casual que ellas sean las únicas integrantes de su familia que lo acompañan (a sol y a sombra) en sus actividades y viajes oficiales dentro y fuera del país.
La semana pasada, Juliana y Antonia volaron con el primer mandatario a Misiones, cuyo objetivo era impulsar el turismo, la producción regional y el desarrollo social. Minutos antes de las 10 de la mañana, aterrizaron en Puerto Iguazú y luego visitaron el jardín maternal Madre Teresa de Calcuta junto con la ministra de Desarrollo Social, Carolina Stanley, el secretario general de la Presidencia, Fernando de Andreis, y el gobernador misionero Hugo Passalacqua. Allí, en su rol de primera dama, Juliana compartió un rato de juegos con ellos. Muy activa, Antonia fue de la partida y le imprimió una sonrisa a cada evento.
Dentro de la agenda presidencial hubo tiempo para hacer turismo y a bordo del Tren Ecológico de la Selva en el Parque Nacional Iguazú recorrieron los siete kilómetros de paisajes desde la estación Central –pasando por la estación Cataratas– hasta la Garganta del Diablo. Entonces, después de una caminata de 2.080 metros, Mauricio, Juliana y Antonia (y algunos integrantes del gabinete nacional) se encontraron frente a frente con la monumental caída de agua en forma de herradura que suele dibujar un arcoíris en el aire. En uno de los balcones, el Presidente y Juliana se hicieron una selfie para eternizar el momento. Juliana y Antonia tuvieron su foto en ese imponente paisaje considerado desde 2011 una de las siete maravillas naturales del mundo.
Distendidos, el matrimonio presidencial y su hija menor se mostraron como una tríada de amor y complicidad que en el libro Macri, de Laura Di Marco, el propio Mauricio puso en palabras. "Yo soy un tipo que trata de llevar el buen humor a casa. Trato de dejar mi día de locura, desde el momento que entro por la puerta para conectarme con el mundo de Juliana, de Antonia, de mis otros hijos. Pero hay días en que eso se te escapa. Abrís la puerta y, viste, qué sé yo, no encontrás el jabón en el baño o el libro donde lo habías dejado, y tirás: ‘¿Dónde está el libro que dejé acá, Ju?’. Ella te mira, se sonríe y dice: ‘Acá lo encontré, listo, tranquilo…’ (…). Juliana siempre está con energía positiva y equilibró todos los males que me rodeaban". Desde su entorno, aseguran que Juliana no se engancha en lo malo y compensa con actitud positiva los momentos difíciles que lo rodean. "Ella es una mediadora, en muchos casos, y Mauricio valora su entrega. Es más, suele decir que lo debe querer mucho para haber resignado su anterior calidad de vida por acompañarlo en la política".
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