Julián Weich, sobre la vida de su hijo hippie: “En un momento me preocupé y dije: ‘estoy criando a un drogadicto’”
El conductor reveló que uno de sus hijos eligió vivir alejado de lo material y en contacto con la naturaleza
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Entender que los hijos pueden elegir vivir de una forma no tradicional suele ser difícil para los padres, y eso mismo le pasó a Julián Weich. El conductor es papá de Tadeo, Iara, Tomás y Jerónimo, y este último decidió alejarse del mundo urbano y las pertenencias materiales para acercarse a la naturaleza.
“Mi hijo el hippie como le digo yo”, expresó durante su visita a PH: Podemos Hablar. “Yo cada vez que le digo hippie, el me dice: ‘no, happy’”, agregó antes de contar la historia de su heredero.
“Mi hijo a los 19 años tenía lo que tiene un chico de clase media que tiene la posibilidad de elegir. Estudiaba cine, jugaba al rugby, trabajaba en un gimnasio... una vida normal de un chico de 19 años”, relató. “Un día me dice, ‘me voy de mochilero al norte’. Yo, que soy más fanático del rugby que él, pensé: ‘Se va tres meses y vuelve para la pretemporada de enero y para jugar con el plantel superior en marzo’. Yo me hacía la historia, pero no volvió más el pibe, se fue y apareció en México”.
En medio del recorrido, Jerónimo encontró un estilo de vida. “Su viaje empezó a evolucionar con una búsqueda interna. Al principio fue de exploración y después se transformó en uno de autoconocimiento. Empezó a vivir ese viaje como algo espiritual”, explicó Weich. “Aprendió a hacer malabares y es el típico chico que vos ves y le preguntás de donde es y te responde, ‘de Uruguay, de Venezuela, de Argentina’. Hace malabares y con eso se mantiene y vive como quiere y donde quiere”.
“En un momento me preocupé y dije: ‘estoy criando un drogadicto y no me doy cuenta’, porque probaba esto y lo otro. Pensaba, ‘me equivoqué, me equivoqué... ¿cómo lo recupero a este pibe?’. Se me ocurrió llamarlo, decirle que lo extrañaba y que se venga, que después lo mandaba de vuelta, solo para verlo. Cuando lo fui a buscar a Ezeiza te juro que lo hubiese dejado ir de vuelta, porque yo estaba muy equivocado. Lo que me contaba de su viaje no era mi fantasía, era un viaje de autoconocimiento de él, me hablaba de meditación y de yoga”.
Emocionado por entender el estilo de vida de su hijo, Weich decidió viajar para compartir un tiempo juntos. “Estuvo un mes acá, le sacamos las cuatro muelas de juicio, le hicimos plantillas nuevas, al avión y se fue. Cuando yo cumplí 50 me fui solo a vivir su vida con él en Panamá. Viví en la calle, haciendo malabares, en un hostel, durmiendo en la playa... Yo podía pagar un poco más pero me adapté”, reveló.
“Fui la persona más feliz del mundo”, aseguró sobre el tiempo que compartió con su hijo. “Fueron diez días en donde me di cuenta que uno no necesita nada para ser feliz”.
“Dormía en la calle, en cualquier lado”, recordó sobre su experiencia en Panamá. “Adentro de esa vida nómade había algo espiritual, no era un reviente. Tenía un contenido y una razón de ser. Agarrábamos papaya de la calle y comíamos eso. Un día fuimos a una playa que no había nadie, llego flotando un coco y una lata de cerveza cerrada y esa fue nuestra comida”, contó para sorpresa de todos.
Con el tiempo, Jerónimo decidió volver a la Argentina e instalarse en el país que lo vio nacer. “Él está viviendo en Córdoba ahora. Quiso volver a la civilización pero no pudo, se dio cuenta que prefería otra cosa y terminó en Córdoba”, explicó Wich, que suele viajar a visitarlo cada vez que puede. “Es el famoso hippie con obra social, pero solo porque yo se la pago para tranquilidad mía, porque si fuera por él no tendría”, culminó.
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