Julian Sands: confirman que los restos hallados en Monte Badly corresponden al actor británico
El protagonista de películas como Aracnofobia y Adiós a Las Vegas, de 65 años, había salido de expedición por una peligrosa zona montañosa en California a mediados de enero; su desaparición fue reportada por su esposa y, desde entonces, se intentaba dar con su paradero
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Julian Sands, el actor británico de 65 años que se encontraba desaparecido desde mediados de enero, fue confirmado muerto este martes por las autoridades del Condado de San Bernardino, California.
El sábado por la mañana, un grupo de excursionistas habían hallado restos humanos en la zona de Monte Badly, el lugar al que el protagonista de películas como Aracnofobia y Adiós a Las Vegas había acudido para realizar una caminata. “El proceso de identificación del cuerpo ubicado en Monte Baldy el 24 de junio de 2023 se completó y se identificó positivamente como Julian Sands, de 65 años, de North Hollywood. La forma de la muerte aún está bajo investigación, a la espera de más resultados de las pruebas. Nos gustaría extender nuestra gratitud a todos los voluntarios que trabajaron incansablemente para localizar al señor Sands”, escribió el Departamento del Sheriff-Forense del Condado de San Bernardino en un comunicado.
Un actor apasionado por las montañas
El tiempo dirá si detrás del trágico final de Sands hubo alguna imprevisión o, tal vez, una excesiva confianza en sus propias fuerzas para sortear una más de las muchas adversidades a las que voluntariamente se enfrentaba en nombre de su pasión por el montañismo. Hace un par de años, cuando el diario londinense The Guardian le preguntó dónde se sintió más feliz, Sands respondió: “Cerca de la cumbre de una montaña en una gloriosa mañana fría”.
Lo dijo durante el encierro impuesto por el coronavirus, que le impidió hacer lo que más le gustaba en el mundo después de la actuación. El anhelo por repetir otra experiencia gratificante debe haberlo llevado a emprender el sendero hacia el monte Baldy, punto más alto de las montañas de San Gabriel, distantes a una hora de auto de Los Ángeles, hacia el este. Un camino ascendente rumbo a una altura máxima de 3900 metros, más complicado que de costumbre por los problemas climáticos que golpearon con fuerza al sur de California, provocando inundaciones y otros problemas muy serios.
En aquella charla con The Guardian contó que nunca se sintió tan cerca de la muerte como en la cordillera de los Andes a comienzos de la década del 90, cuando quedó atrapado en medio de una tormenta atroz a unos 6000 metros de altura, junto con otras tres personas. “Estábamos muy mal, pero tuvimos suerte. Hubo gente cercana a nosotros que murió en ese lugar”, dijo. La determinación de seguir apoyándose en su vasta experiencia en la montaña esta vez no le alcanzó.
A partir de hoy, Julian Sands será recordado antes que nada por ese aspecto de su vida, inesperado para muchos, que transcurrió fuera de los escenarios y las pantallas. Su apego por esta actividad extrema al aire libre se mezclará con las advertencias sobre los riesgos a los que siempre quedan expuestos quienes la practican. Al fin y al cabo fue lo que truncó su vida después de haber cumplido 65 años el pasado 4 de enero.
Pero cualquier evocación de Sands debe empezar obligatoriamente por su destacada carrera como actor. Seguía en plena actividad, participando de rodajes de cine y TV a razón de cuatro o cinco por año, sin contar giras o presentaciones teatrales. Pero para encontrar su mejor momento hay que viajar hacia la etapa que va desde mediados de la década de 1980 hasta los primeros años de la siguiente, cuando reveló su talento y una presencia ante las cámaras que se hacía siempre inquietante y nunca pasaba inadvertida.
Alto, rubio, dueño de una gran apostura y facciones ideales para personajes sugerentes, excesivos, fantásticos o misteriosos, Sands inició su carrera de la mejor forma luciéndose en genuinas obras de autor (Un amor en Florencia, de James Ivory; El sol también sale de noche, de los hermanos Taviani) y alguna participación mucho más cercana al entretenimiento puro como Aracnofobia, de Frank Marshall.
El propio actor, en varias entrevistas, definía a su personaje típico del cine con una mezcla de encanto, locura y excentricidad, por lo general muy cercana al género del terror. Así lo vimos en películas de Mary Lambert (Siesta de los amantes), Ken Russell (Gothic) y David Cronenberg (El almuerzo desnudo), y mucho más en la controvertida Amores que matan (Boxing Helena). Personificó a Franz Liszt en Nocturno de amor, se sumó al elenco de la premiada Adiós a Las Vegas y participó de la versión más terrorífica de El fantasma de la Opera, en 1998.
Esa búsqueda exigente también tuvo descansos o incursiones en otros terrenos, como cuando acompañó a Jackie Chan en The Medallion, y empezó a incursionar en TV a través de series de distintas etapas como 24, Smallville (donde fue el joven Jor-El), Stargate y Dexter, entre otras. En 2011 tuvo una muy celebrada aparición teatral con la dirección de su gran amigo John Malkovich en una celebración de la obra de Harold Pinter, un autor al que admiraba desde la escuela secundaria. Sands conoció a Malkovich durante uno de sus primeros rodajes (Los gritos del silencio, ganadora del Oscar) y allí nació una amistad duradera entre los dos.
Sands había nacido el 4 de enero de 1958 en Leeds (Inglaterra) y después de graduarse en la London’s Central School of Speech and Drama formó con un grupo de amigos una pequeña compañía de espíritu punk con la que presentaba espectáculos de teatro y música en escuelas y clubes juveniles del Reino Unido.
“No siento la necesidad de demostrar nada. Uno prospera con el entusiasmo, la curiosidad, la humildad, en el sentido de que si uno se mantiene humilde no tiene el equipaje de la expectativa y la razón. Hace dos días yo era solamente un hombre grande pidiéndole agua a la gente en el comienzo de un sendero en las montañas de Santa Mónica. ¿A quién le importa si sos o no una persona del cine? Allí solo era alguien muy agradecido por la amabilidad de todos esos extraños”, contó una vez cuando le preguntaron sobre el ego del artista.
Sands nunca habló de sueños artísticos sin cumplir, pero se quedó con las ganas de alcanzar la máxima meta de su faceta de montañista: llegar hasta un pico remoto en la región más alta del Himalaya conocido como Makalu. Su mayor temor pasaba por la inactividad, la inmovilidad física y mental. La voluntad de no quedarse quieto lo llevó a ese sendero final, parte de un mundo que parece haber querido en la vida tanto o más que el arte.
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