Judith Barsi: la trágica historia de la actriz de Tiburón que fue asesinada por su propio padre
La estrella infantil tenía todo para triunfar, hasta que un violento episodio terminó con su vida
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Maria Virovacz, una inmigrante húngara que se instaló en los Estados Unidos en 1956, solo quería ver a su hija Judith triunfar en lo que la pequeña más amaba: el mundo artístico. La mujer la apoyó desde temprana edad llevándola a clases de actuación y baile y acompañándola a castings en los que veía que Judith podía desplegar su carisma. Sin embargo, ese sueño quedó trunco cuando su marido y papá de la niña, József Barsi, a quien conoció en Los Ángeles mientras trabajaba en un restaurante, asesinó a Judith y conmocionó al mundo entero.
La historia comienza mucho antes de que József y Maria se casaran. El hombre había tenido un primer matrimonio en el que ejerció violencia doméstica contra su esposa y los pequeños frutos de ese vínculo, Ági y Barna. Cuando su mujer logró huir, József siguió adelante con su vida como si esa familia no hubiese existido nunca y en esa etapa fue en la que conoció a Maria, quien ya había padecido en carne propia la violencia por los actos de su padre.
El amor que despertó József en Maria fue instantáneo y el nacimiento de Judith la llenó de una inmensa alegría. La mujer había querido ser actriz pero, al no haberlo podido concretar, le inculcó a su única hija su devoción por el arte. Así, Judith compartía momentos invaluables con su mamá, como todas esas clases a las que asistía.
Tenía tan solo cinco años. A esa edad, un día fue con Maria a una pista de patinaje sobre hielo y un agente se les acercó para hablar sobre la posibilidad de contratar a la pequeña para unas publicidades. Lo que estaban buscando era una niña fresca y espontánea. Maria no lo dudó un segundo y aceptó la oferta en ese mismo momento. De esta forma, siendo tan chica, Judith ya estaba con niños de su edad en sets de filmación y su salario les permitió a sus padres mudarse a un hogar más amplio que luego estaría signado por la tragedia.
Sus primeros pasos como estrella infantil
Una de las oportunidades más grandes que tuvo Judith fue la de convertirse nada menos que en la cara visible de los avisos publicitarios de McDonald’s, tan solo el puntapié para que la directora de casting de la miniserie Fatal Visión le propusiera a Maria contratar a su hija para interpretar un papel regular en la ficción protagonizada por Gary Cole. Desde ese instante, la pequeña no paró de trabajar. En 1985 formó parte de los films Kids Don’t Tell, Do You Remember Love y There Were Times, Dear. Al año siguiente, su agente le consiguió un papel en la famosa serie Punky Brewster comandada por Soleil Moon Frye, en la que interpretó a Anna, y al poco tiempo apareció en la popular sitcom Cheers, en el policial Cagney & Lacey, en el drama Remington Steele, y en la icónica El crucero del amor.
Judith trabajaba incansablemente, con intervenciones en films como Eye of the Tiger, Destination America y Slam Dance, protagonizada por Harry Dean Stanton y Virgina Madsen. Asimismo, uno de los papeles que la volvió más conocida fue el de Thea Brody en Tiburón: la venganza, dirigida por Joseph Sargent y basada en los personajes creados por Peter Benchley, aunque ya sin Steven Spielberg en control de la historia. La película era un nuevo aporte a la saga de Tiburón 2, el thriller de Jeannot Szwarc que sí había sido promocionado como una secuela de la obra maestra de Spielberg.
El estreno de Tiburón: la venganza y esa naturalidad que Barsi le imprimía a sus roles a sus nueve años captaron la atención de Tracey Ullman, quien la convocó para que se sume a su famoso programa, The Tracey Ullman Show, el paso previo a su llegada a la exitosísima sitcom Growing Pains liderada por Alan Thicke. Corría el año 1988 y Barsi continuaba trabajando sin respiro, al punto tal de que debió estudiar en su casa y abandonar la escuela a la que asistía en Nevada. Luego de ponerle la voz a Anne-Marie en Todos los perros van al cielo, la tragedia llegó a su vida.
Conviviendo con el enemigo
Desde el momento en que Judith logró obtener trabajos importantes que le auguraban destino de estrella, que su padre József comenzó a ponerle trabas en el camino. Según declaraciones de medios de la época, en 1985 el hombre se mostraba paranoico y creía que iban a secuestrar a su hija, por lo que mandó a cercar la casa familiar. Lamentablemente, con el tiempo su conducta fue empeorando: se mostraba celoso de la relación de Judith con Maria y, cuando su esposa deslizó que iba a abandonarlo si seguía comportándose de ese modo, amenazó con quitarse la vida.
Ese episodio impulsó a Maria a denunciarlo, pero dicha denuncia fue desestimada por “falta de pruebas” de que su marido era abusivo con ella y su pequeña, quien vivía un verdadero infierno en esa casa que desde hacía mucho tiempo había dejado de ser un cálido hogar. Fue cuestión de tiempo hasta que Judith, a sus seis años, mostrara indicios de lo mucho que le afectaba convivir con su padre. Esa niña tan cálida y con tanta energía empezó a recluirse, y testigos aseguraron que la vieron sacándose las pestañas de modo compulsivo. Las alarmas ya estaban encendidas.
Un cumpleaños aterrador
La violencia ejercida por József se fue intensificando. Cuando Judith cumplió ocho años y Maria organizó una fiesta fuera de la casa, el padre de la niña no solo no asistió sino que se emborrachó y las esperó para, cuando ellas llegaran, proferir una terrible amenaza: que iba a prenderlas fuego. En el rodaje de Tiburón: la venganza que se llevó a cabo en las Bahamas, Maria estaba desconsolada y confió en los productores y el equipo técnico. De acuerdo a las declaraciones de la gente involucrada en el film, la mujer no pudo disfrutar de ver a su hija actuar porque lloraba todo el tiempo y aseveraba que tenía pánico por su vida y la de Judith, quien a sus nueve años ya empezaba a relatar en las grabaciones el maltrato que su padre ejercía contra ella. En una oportunidad, el hombre la amenazó con un cuchillo si no volvía de las grabaciones directo a su casa.
En ese contexto hostil, Maria empezó a trazar un plan y alquiló un departamento donde se mudó con Judith en Panorama City, un barrio de Los Ángeles donde buscaba comenzar de cero. “Igual tenía miedo de que él la encontrara y de perder la casa familiar”, confió una amiga de ese momento. Ese fue el principio del fin. Maria quería construir una nueva vida para Judith, pero regresaba a la casa de su marido presionada por sus reiteradas amenazas.
El día fatídico
El 25 de julio de 1988, Judith Barsi fue asesinada por su padre. Luego de un paseo en bicicleta, la joven debía asistir con Maria a una reunión laboral, pero nunca apareció. De acuerdo a la información aportada por investigadores, esa mañana se produjo una violenta discusión entre Maria y József y ni ellos ni Judith salieron de la casa en todo el día. Por la noche, el hombre esperó a que su hija y su esposa se durmieran y las asesinó de un disparo. Luego, las prendió fuego, fue al garage y se quitó la vida. Los vecinos llamaron a los bomberos y a la policía, quienes encontraron los tres cuerpos. Maria había sido asesinada a los 48 años y Judith, a los 10. Una tragedia que conmocionó al mundo del espectáculo y a familiares y a amigos que nunca pudieron salvarlas de ese monstruo que vivió siempre vigilándolas.
Los restos de la menor y su madre descansan en un cementerio de Los Ángeles, el Forest Lawn Memorial Park. La tragedia fue un golpe muy duro para los hermanos de la niña, quienes habían logrado reconectarse con ella. Su hermano Barna murió en 1995 tras caer de un puente en Arizona, y su hermana Agnes falleció en 2008 tras una larga batalla contra el cáncer.
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