El protagonista del musical Drácula festeja sus 35 años en la comedia musical y ella lo acompaña sobre el escenario y en la vida, desde hace 13 años
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Amor y trabajo es un combo que funciona a la perfección para Juan Rodó y la bailarina, cantante y actriz Eluney Zalazar. Se conocieron trabajando en 2010 y desde entonces no se separaron más. Por estos días, se preparan para salir a escena juntos y celebrar los 35 años de comedia musical que él lleva sobre sus espaldas. El escenario elegido para este especial festejo, que lleva el título de La voz del musical, es el Luna Park y la cita el próximo viernes 20 de octubre. Además no estarán solos también se sumarán los hijos de él: Chiara -actriz y cantante- y Mateo -músico y compositor. Los musicales son clave en esta pareja, ya que no solamente se conocieron en uno sino que se enamoraron haciendo Las mil y una noches. En una cálida charla con LA NACION, en la escuela de comedia musical que conducen desde hace once años, Rodó y Zalazar hablan de su movido presente y de su historia de amor.
“Yo quería tener un mes libre antes de mi concierto, para estar tranquilo y focalizado en este espectáculo tan importante para mí, pero bueno, Drácula se extendió y voy a poder descansar solamente dos semanas (risas). La voz del musical es un recorrido por todos los musicales que interpreté, aunque tuvimos que elegir porque sino el show sería muy largo. Me acompaña mi núcleo familiar: Elu va a estar porque además estuvo conmigo en casi todas las obras; mi hija Chiara que debutó en Drácula el año pasado y mi hijo Mateo, que es músico, compositor y productor teatral y va a dirigir además el número de Jack el destripador. Por primera vez voy a estar solo en el Luna Park, que ya es como mi casa, aunque estarán los invitados y una orquesta de más de 60 músicos. Pero es un desafío enorme, como un gran debut. También van a estar Marisol Otero, con quien hice La bella y la bestia, y Raúl Lavié con quien hice Jekyll & Hyde”, detalla entusiasmado Rodó. Y Zalazar agrega: “Este evento es una gran celebración de toda la trayectoria de Juan y la idea es que sea para toda la gente que lo quiere”.
Ella estuvo en tres temporadas de Drácula, en las que interpretó a Lucy, a Mina y a otros personajes. Drácula, en cambio, siempre fue Rodó en las muchas representaciones que se hicieron en los últimos 32 años. “Me debo a la obra, al público y es un placer personal hacerlo. Y si siguen pidiéndolo, voy a estar. Hay una valoración especial de esta obra por ser un producto argentino y la gente se emociona en todo el país. Es la única obra que trascendió 30 años, que vuelve cada cinco y el fenómeno está intacto. Es un hito”, asegura él que está preparando una obra para el próximo año, aunque todavía no puede contar de qué se trata. En tanto, Zalazar sabe que reestrenará Matilda el próximo 12 de enero, en el Gran Rex, obra por la que ganó un Premio Hugo.
Una historia de amor de comedia musical
Zalazar y Rodó se conocieron en 2010, en los primeros ensayos de Las mil y una noches. Si bien las miradas se cruzaron al mismo tiempo, la percepción de cada uno fue muy diferente. Para él fue amor a primer a vista: “Estaba haciendo funciones de Otelo cuando arrancaron los ensayos de Las mil y una noches, así que yo llegaba un poco más tarde. El primer día Pepe (Cibrián) me mostró la coreografía y ahí la vi a ella, entre las demás bailarinas y quedé deslumbrado por su arte y por ella (risas). Me sorprendió mucho. Y si algo me pareció increíble fue su enorme disponibilidad como coequiper, como compañera, y que era muy accesible en su trato. Eso me gustó más todavía; siempre con una sonrisa”.
Para Zalazar ese primer encuentro no fue tan romántico: “Juan mide 1.83 y su figura es imponente, con una voz muy grave. Mi primera impresión fue que era un agrandado (risas). Y al contrario de eso puedo decir que es una persona humilde, un gran compañero y no tiene divismos. Me había equivocado y me di cuenta enseguida”.
Así se conocieron, se veían en los ensayos, después en las funciones, se fueron de gira y la amistad fue creciendo, pero formalizaron la relación unos cuantos meses después. “Nos pusimos de novios un poco antes de terminar con esa obra”, dicen. Se fueron a vivir juntos al poco tiempo y se casaron el 30 de septiembre de 2017. Hoy comparten una casa en Ingeniero Maschwitz y desean ser padres. “Tenemos muchas ganas”, se sinceran.
Amor en casa y en el trabajo
Desde que se conocieron trabajan juntos casi siempre, aunque tienen proyectos por separado, claro. La pareja funciona en casa y sobre el escenario, ya que el trabajo, lejos de provocar discusiones, los une.
Ella estudió danzas y profesorado de teatro en su Córdoba natal y fue él quien la formó como cantante. “Arrancamos de cero e hizo un trabajo de crecimiento hermoso. No se puede calcular a priori cuál es el rendimiento en una voz porque esa es una sorpresa siempre en este trabajo. Y ella multiplicó su voz, desarrolló su registro y de repente floreció. Nos entusiasmó a los dos además como proyecto de pareja. Debutó vocalmente en 2015 con uno de los personajes más complejos del repertorio musical en Phantom, la versión americana de El fantasma de la ópera y uno de mis primeros proyectos personales”, detalló él.
Además de compartir escenario en muchas oportunidades, tienen la escuela de comedia musical que crearon juntos hace 11 años y que ofrece una formación integral de actores, cantantes y bailarines. “Es un proyecto que amamos mucho y estamos muy presentes los dos, todo el tiempo. Creo que el éxito de nuestra pareja es que somos muy buenos compañeros y nos complementamos muy bien”, cree ella. Y él aporta: “Nos llevamos realmente muy bien y tenemos mucho humor y eso es fundamental.
Los veinte años de diferencia nunca fue un problema para la pareja. “No hay recetas para el amor. Es verdad que hay veinte años de diferencia, pero en nuestra pareja no se nota. Yo me llevo súper con los hijos de Juan y eso fue muy importante en la familia”, asegura la bailarina que tiene 35 años mientras él está a un mes de soplar 57 velitas.
Los dos se destacan en comedias musicales y es una elección. “Yo no puedo vivir sin la música. Es una decisión. Muchos musicales tienen texto, de hecho”, asegura Rodó mientras que Zalazar considera que las comedias musicales son más complejas “porque hay que integrar todas las áreas”.
Pepito, casi un celestino
Eluney estaba estudiando el profesorado de teatro cuando conoció a Pepito Cibrián, que fue a dar un seminario al que asistió con algo de desinterés. “Pepe nos ofreció venir a Buenos Aires a trabajar, a un amigo y a mí. Vinimos con contrato para un infantil que fue El gato con botas y ahí enlazamos con las audiciones de Las mil y una noches, y desde entonces no paré de trabajar. Me siento muy bendecida. Mi idea era terminar de estudiar y venir a Buenos Aires a trabajar, pero todo se aceleró. Siempre fui disciplinada, consecuente y trabajo desde chica para costearme mis estudios también”.
El caso de Rodó fue distinto porque descubrió su vocación musical gracias a su mamá. “Entraba en la adolescencia y jugaba con una raqueta que hacía de guitarra mientras escuchaba a mi banda preferida que era Kiss, en ese momento. Y mi mamá, entonces, me ofreció estudiar guitarra. Después escuchaba a Charly Garcia y en una mesa hacía que tocaba el piano y comencé a tomar clases de piano. Para mí era un juego, pero mi mamá lo vio y me apoyó. En el último año de la secundaria definí hacer el conservatorio de música. Estudiaba durante muchas horas para poder llegar al nivel de una persona que estudia música desde chico. Me encendí, estudiaba 8 horas diarias y no salía a compartir con mis amigos hasta que no terminaba. Hasta ese momento mi pasión era el piano y, para acompañar, estudiaba canto. Me gustaba el rock nacional, pero cantaba mal. El canto fue un accesorio al principio y ahí conocí la ópera y me entusiasmó cantar desde un personaje. ¡No sabía que existía eso! Fue todo un descubrimiento y desde entonces mi pasión es la ópera y la música clásica. Me presenté a las audiciones para Drácula, aunque ya había hecho una ópera tres años antes, con un personaje chiquito. Yo no conocía ni a Pepe Cibrián, un poco fui por curiosidad y sin mucho entusiasmo. Hice la cola con otras 1200 personas y me quería ir porque pensé que estaba perdiendo el tiempo. Me eligieron primero como elenco, luego ensayé para ser Jonathan, pero con el correr del tiempo pasaron cosas y debuté como Drácula”.
Y ambos coinciden: “Nos conocemos gracias a Pepe que no fue celestino, pero las circunstancias se dieron gracias a él. De otra manera, no sé si nos hubiéramos cruzado en la vida”.
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