Juan Pablo Goldi, el colectivero de Survivor que no esperaba la traición de sus compañeros y terminó fuera de juego por una mala decisión
Su hija lo anotó en el reality casi como una broma; subió diez kilos antes de entrar al programa y quedó eliminado sin entender lo que había sucedido
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Juan Pablo Goldi fue el primer eliminado de Survivor Expedición Robinson que tenía un ídolo de inmunidad en la mochila y no lo usó en la votación porque jamás sospechó que iban a complotar en su contra, dejándolo afuera del reality extremo de Telefe. Colectivero y deportista, este simpático cordobés se anotó en el programa gracias a su hija menor y subió diez kilos antes de viajar a la isla del Tapón de Darién, en Colombia, donde compitió durante más de un mes.
-¿Te esperabas la traición de tus compañeros?
-La verdad es que no me lo esperaba en absoluto. Con el diario del lunes me sorprende ver todas las entrevistas sacándome el cuero y lo que dicen no me parece parte del juego. Lo que sucedió no fue solamente una eliminación para mí, sino que sentí que defraudé a mi familia y todo el esfuerzo que hicimos para que yo pudiera vivir esta experiencia. Eso me pesó mucho, pero estoy contento porque lo que soy traspasó la pantalla y no me siento culpable de nada de lo que dijeron. No lo asumo porque sé que no soy eso que dicen. Que se saquen los ojos ahora entre ellos (risas).
-¿Por qué no usaste el ídolo de la inmunidad?
-No imaginé que iba a necesitarlo. Si hubiera sacado el ídolo de la mochila podría haber sido otro juego. Pero teniendo tantos votos encima era cuestión de tiempo que me quisieran sacar. Ya está. Podés pensar qué hubiera pasado si hubiese hecho esto o lo otro, pero me hace mal. Soy de dar vuelta la página y tener otra en blanco para seguir escribiendo.
-¿Sospechabas lo que los otros pensaban de vos?
-Para nada. Yo creí que era más aceptado en el grupo. Me dolió mucho lo que pasó porque a algunas personas les tenía aprecio después de convivir en ciertas situaciones, porque compartí cosas que no compartí con nadie más en el planeta. Mal hecho tener cariño por ciertas personas, pero también entiendo que es parte del juego. Me molestó que usaran esos temas tan sensibles en la sociedad que vivimos hoy por una estrategia. Es muy bajo lo que hicieron.
-¿Con qué objetivo te anotaste en el reality?
-Es una historia un poco graciosa. Me gustan mucho los programas de supervivencia, de deportes, de aventuras, y un día estábamos en casa viendo Escape perfecto, vimos la propaganda de Survivor y mi hija Allegra, de 11 años, me dijo que me anotara. Casi en broma le dije que me anotara y lo hizo ahí nomás. Y me llamaron y empezaron las expectativas y la manera de acomodarme económicamente y mentalmente para vivir la experiencia. Fue duro pero muy lindo.
-¿Qué disfrutaste y qué padeciste en la isla?
-Lo que más disfruté fue el paisaje, el mar, las estrellas, la luna inmensa a la noche. Y lo que más sufrí fue el hambre.
-¿Bajaste mucho de peso?
-Yo me había preparado para ir subiendo diez kilos. Y los bajé todos y un par de kilos más también. Soy profesor de kick boxing, soy ciclista, juego al fútbol todos los jueves y estaba preparado físicamente. Y en cuanto a alimentación, cuando me confirmaron mi participación en Survivor dejé de comer sano y me comí todos los asados que podía; no soy de tomar mucho alcohol, pero si me invitaban un Fernet me lo tomaba (risas). Aumenté rápido los diez kilos. Mi juego social nunca fue fuerte porque inconscientemente no iba a eso sino a sobrevivir, a jugar. Esa era mi ilusión y mi motivación.
-¿Qué comías en el reality?
-Comíamos muy poco y sufría al ver a mis compañeros muy debilitados, y me sentía responsable de eso, así que trataba de encargarme de que todos comiéramos. La dieta era muy básica. Desayunábamos medio coco, un mango verde y duro y un plátano verde también. Y nuestra cena era un bollito de arroz del tamaño de la mano con dos o tres cangrejitos. Y también había poca agua para tomar. Hacía mucho calor, 45° a la sombra. Había que administrar todo.
-¿Cómo era tu vida antes de Survivor?
-Nací en la ciudad de Córdoba y a los 6 años me mudé con mi mamá a La Calera, donde vivo con mi mujer Sabrina y mis dos hijas, Alfonsina y Allegra. Mi vida antes del reality era ir todos los días a trabajar, 8 horas en el colectivo, y entrenaba porque me iba a trabajar en bici a la mañana temprano y hacía una hora y diez minutos, y lo mismo a la vuelta. Los lunes, miércoles y viernes hacía kick boxing y los jueves fútbol. Y el resto del tiempo estaba con mi familia; estoy acostumbrado a dormir cinco horas al día.
-¿Y qué cambió?
-Volví al trabajo, pero todo fue áspero. Ya de entrada cuando les dije que iba a ir al reality no me querían dejar y tuve que hacer algunas maniobras y pedir licencia sin goce de sueldo. Y ahora, de vuelta, me cambiaron el turno, me sacaron de la línea y ahora me pasaron a otra empresa que se llama la Coniferal, que es un diez. Me apoyan, me ofrecieron vacaciones, licencia y me dijeron que no me iban a cortar las alas.
-¿Te gustaría trabajar en televisión o streaming?
-Yo estoy dispuesto a todo. Soy como un boy scout, siempre listo. Estoy contento de esto que estoy viviendo, me gusta ir para donde me lleva el viento y me gustaría que salga algo de televisión, teatro, streaming, redes sociales. La vida se encarga de hacer lo que quiere con vos así que no vale la pena hacer planes, pero estoy bien dispuesto a hacer lo que surja.
-¿Cómo fue el reencuentro con tu familia después de casi dos meses?
-Fue un poco raro porque estaba muy negro y muy flaco y no me reconocieron en el aeropuerto. Estaban filmando y tuve que pararme delante de ellas para que me reconocieran (risas). Besos, abrazos, llantos y fue muy lindo todo. Extrañaba muchísimo porque nunca había estado ni siquiera un día lejos de mi casa.
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