Juan José Campanella estrena en Netflix la historia de superación de Jean Maggi, el cordobés que coronó el Himalaya
Jean Maggi cruzó montañas, derribó estigmas, superó fronteras y sueña con viajar al espacio exterior. De la mano de Juan José Campanella, el ejemplo de autosuperación personificado en el cordobés que de niño perdió la movilidad de sus piernas a causa de la polio, conquista ahora también la pantalla con el documental El límite infinito, disponible desde hoy en Netflix.
Con entrevistas e imágenes de destinos inhóspitos y cercanos, el relato persigue derribar mitos y desgrana el detrás de los grandes logros. "Estás preparado, Jean, pero no te olvides de que las montañas se suben pedaleada a pedaleada", advierte la entrenadora Elisa Lapenta al protagonista, convertido con los años en deportista de alto rendimiento, cuando éste encara su ascenso al Himalaya.
Rodeado por el imponente cordón, Maggi avanza con una bicicleta de mano adaptada por caminos de altura cara a su objetivo: alcanzar la cima de Khardung La, la ruta motorizada más alta del planeta, a 5.600 metros sobre el nivel del mar. Lo logrará tras once días no exentos de adversidades en los que el espectador lo acompaña en la aventura: la altura, amplitudes térmicas de entre 50 y menos 20 grados, la adaptación a la comida, el cansancio, la presencia de animales salvajes.
"Fue una experiencia única e irrepetible, una locura. Me había preparado durante 109 días, pero llegás y ves inmensidad y adversidad: la falta de oxígeno, el hidratarte y comer, el descansar de noche, los animales... Búfalos, perros, vacas, todos con el pelo muy largo y que a mí me causaban cierto temor porque yo voy en la bici en un plano distinto al normal, a la altura de sus patas", cuenta Maggi a LA NACIÓN sobre aquella experiencia que vivió en 2015 y trasladada al libro La aventura de romper límites, escrito por Marco Carlos y que inspiró a la película.
El protagonista tuvo el deseo de que algún director de cine de renombre se interesara por su historia, la cual presenta un antes y un después. Jean pasó de ser objeto de bullying en la escuela y en su comunidad y de cierta apatía y dinámicas autodestructivas posteriores a proponerse altísimas metas tras sufrir un infarto a los 37 años, el cual, paradójicamente, le "salvó" la vida.
En el proceso resultó fundamental el apoyo de su esposa, María Victoria Milano, y de sus cinco hijos, familiares y amigos, así como la incorporación en su vida de la bicicleta adaptada, que se convirtió en su "capa" de superhéroe. El vehículo, que descubrió gracias a su entrenador Jorge Cannata, le concedió la "libertad" e independencia necesarias para cambiar la óptica sobre sí mismo y sobre el mundo.
Tras este punto de inflexión, Maggi empezó a entrenar. Corrió sus primeras maratones en Rosario, Nueva York, luego en Roma; practicó tenis, básquet y equitación; representó a la Argentina en los Juegos Paraolímpicos de esquí de nieve y cruzó la cordillera de los Andes, en bici y a caballo.
Cuando la conquista del Himalaya dejó de ser una metáfora, la intención de trasladar a los demás su lema "lo difícil se hace, lo imposible se intenta", lo desplazó de cierto eje de egocentrismo a una cadena solidaria que no ha hecho más que crecer desde 2016. Ese año, Jean creó la fundación que lleva su nombre y que promueve el monumental proyecto de una fábrica de bicicletas adaptadas que emplea a personas con distintas aptitudes como una forma concreta de integración y que ya ha despachado 250 vehículos entre niños y jóvenes con estas necesidades y que tiene pendientes de entrega otros cien.
"Lo mágico ocurre cuando salís de tu zona de confort, pero lo maravilloso viene cuando podés sacar a los otros de la suya", expresa el protagonista al final del documental, con el que "vuelve a tocar el cielo con las manos", asegura a sus 57 años en una charla desde Córdoba.
-¿Cómo llegaste a Campanella?
-El año pasado le comenté al autor del libro que me gustaría que lo leyera algún director como Campanella, me dijo que tenía su teléfono y le mandé un whatsapp. Rápidamente recibí un audio suyo -yo pensaba que era un colaborador- y empezamos a trabajar en marzo. Lo increíble fue que cuando me junté con él, me mostró su celular y me dijo: ‘esto es un milagro’, el que hubiese visto mi mensaje, y me mostró que tenía 935 mensajes sin contestar. Me contó que su teléfono es así todos los días.
-¿Cómo se obtuvieron las imágenes tuyas en el Himalaya?
-Son de mi archivo deportivo. Además de los guías de montaña y del grupo de ‘sherpas’ que nos acompañaron [lugareños que asisten a los deportistas en la montaña], el equipo en la India contaba con dos camarógrafos. El resto de la producción es en el colegio -cuya larga escalera era para el pequeño Jean otro Himalaya-, el sanatorio, la fábrica y material documental.
-¿Cómo recibís que Netflix y un director oscarizado se interesaran por tu historia?
-Más allá del orgullo personal que esto me genera a mí y a mi familia y de que espero que llegue a estar entre los diez más vistos de Netflix [se ríe], sirve para mostrar todo lo que pasamos de la discapacidad como negativo y creo que para mí va a ser un gran aporte para que la sociedad tenga otra visión sobre el tema. Y que sea de la mano del ganador de un Oscar y de la plataforma más importante que hay para estos productos, es una vez más tocar el cielo con las manos, como aquel día en el Himalaya o aquella meta de Nueva York viniendo de un infarto. Otra vez a tocar lo máximo que puedo alcanzar, pero creo que de forma distinta y más que para mí será en beneficio de otros.
-¿Cómo es un día normal en tu vida?
-Normales no hay. Me levanto a las cuatro de la mañana. Hago meditación, yoga... Depende mucho de en qué ande, pero en un día de entrenamiento ando en bici, hago gimnasia y muchos estiramientos, cuido mi alimentación y me ocupo de mis cosas personales de trabajo. A las ocho ya estamos cenando y a las diez estoy durmiendo.
Aprender a caminar a los 50 con tecnología biónica
Jean contrajo la poliomielitis cuando tenía un año de vida y la enfermedad afectó al 50 por ciento de su masa muscular, principalmente a sus piernas. Las muletas que debió usar de niño le servían en ocasiones para defenderse de los ataques de sus compañeros, recuerda su amigo Juan Barrizabal en el documental. "Qué distinto hubiese sido si hubiese tenido la bici de chico", piensa ahora, teniendo presente la alegría que expresan los destinatarios de los vehículos que fabrica la fundación al recibirlas.
A los 50 años, Maggi también halló una prótesis biónica para sus piernas y aprendió a caminar, su eterno sueño, no sin antes atravesar un proceso de aprendizaje que duró ocho meses (la media es de un año) para lograr la movilidad.
-¿Es complicado el acceso a esta tecnología para una persona con esta necesidad?
-No, hoy hay cuatro chicos de la fundación que son personas sin recursos y a los que se los ha pagado la mutual. Si la pelean en la mutual, al menos la marca que tengo yo ha entregado la misma tecnología. Pero una cosa es la prótesis y otra es la ortesis; yo tengo ortesis porque tengo mis piernas paralizadas y este aparato se pone sobre mi pierna.
-¿Cuál es tu próximo objetivo?
-Viajar al espacio, es algo que me apasiona de toda la vida. Me gustaría ver la curvatura de la tierra desde allí. Sigo muy de cerca a Richard Branson y a su empresa Virgin Galactic (ideóloga de vuelos espaciales suborbitales tripulados). Soy un apasionado de eso y he tomado algún contacto con ellos y lo veo como lejano pero bueno… El Himalaya también estaba lejísimos. Si tuviese la oportunidad de hacerlo y si fuese apto para hacerlo, lo haría sin dudarlo. Me apasiona. En la cuarentena armé el Apolo 11 en Lego, la estación espacial, tiene 1969 piezas, como el número del año en que llegó a la Luna. Lo terminé, lo tengo ahora enfrente mío.
-Después de tantas batallas, ¿cómo te enfrentás al contexto del coronavirus?
-Creo que estamos todos como infartándonos, como cuando yo voy en la ambulancia [cita una escena clave de la película] y que depende de cada uno qué hacer con ello. Habrá quien decida entregarse o luchar. Creo que es algo de lo que tenemos que aprender.
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