Desde su debut en los años setenta, jamás dejó de trabajar; fue el responsable de clásicos como Imagínate Flecha Juventud, Badía y compañía e Imagen de radio, ciclos cuyo legado permanece vigente en la memoria popular
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Decir que Juan Alberto Badía modificó la manera de hacer radio y televisión es tan cierto como su empeñada búsqueda por apoyar a los músicos argentinos de todos los géneros y ser el impulsor de formidables carreras de artistas, conductores y periodistas nóveles. Se cumple una década de la desaparición física del animador y su ausencia aún se siente en los medios de comunicación audiovisuales.
Con su partida, se fue una manera de entender el vínculo con las audiencias y una forma excelsa de hacer y decir con profundidad y buen gusto. Imagínate Flecha Juventud y Badía y compañía; Una buena idea y Estudio país: lo hizo todo y más. “Podrán decir que soy un soñador, pero no soy el único”. El mantra en la voz profunda de Badía daba inicio a cada emisión de Imagen de radio. Las palabras de su idolatrado John Lennon definían la esencia de ese hombre que hizo de la creatividad y la ética profesional, los valores de su inmaculada trayectoria.
Badía pertenecía a esa última camada de animadores estrella de la televisión que poseían un gran bagaje cultural, un valor agregado que le imprimía vuelo a la tarea, algo no tan frecuente hoy.
La partida
Las historias también se pueden contar desde el final. Juan Alberto Badía falleció durante la madrugada del 29 de junio de 2012 en un centro médico del conurbano norte, cercano a su casa de Pilar, donde el locutor vivía junto a Mariana Pokrassa, su última pareja.
Badía había sido un fumador empedernido y fue jugando al tenis cuando comenzó a sentir los primeros indicios de la falta de aire, una alerta que lo llevó a la consulta médica. De a poco, debió limitar sus actividades, aunque también su vocación sanadora le permitió extender la vida un poco más. Así fue que, cuando el cáncer de mediastino comenzó a minarle parte de su potencial, montó en uno de los cuartos de su casa JAB, una radio online en la que la música y su voz inconfundible eran protagonistas.
Ni siquiera la enfermedad pudo con su pasión. “Es una radio documental”, definía. No estaba errado el concepto. Badía había comenzado a digitalizar las cientos de entrevistas realizadas a figuras como Jorge Luis Borges, Tita Merello o Soda Stereo.
La medicina y su amor por la vida le permitieron seguir de pie, quizás más que lo que los propios médicos intuían. Con alentadores mensajes esperanzados aceptaba mostrarse en televisión y brindar su testimonio. Estuvo con una afectuosa Susana Giménez y fue homenajeado por Marcelo Tinelli en el programa Este es el show.
Poco antes de fallecer, Aptra le entregó el premio Martín Fierro a la trayectoria. Cuando Badía ingresó al escenario, acompañado por su talentosa hermana, la productora Marisa Ramón Badía, durante varios minutos las casi mil personas que colmaban el salón donde se realizó la ceremonia, lo aplaudieron de pie. “Levanto la vista y me cuesta encontrar un enemigo”, dijo Badía, aquella noche. Tenía razón.
En la faena radial estaba cuando se le fue haciendo cada vez más complejo lo diario. Habían pasado operaciones e internaciones, pero su cuerpo minado se iba apagando. Amigo de sus amigos y venerado por sus discípulos, el locutor falleció rodeado de afecto. En su último día, estuvieron su familia y los amigos más cercanos al pie de la cama.
Marcelo Tinelli fue uno de los que participó del ritual del adiós, apuntalándolo en la exhalación final junto a Juan Agustín, Bárbara y Natalia, los hijos del animador, fruto de su primer matrimonio con Liliana, la mujer de estricto perfil bajo que se sentaba en la platea de Badía y Compañía como una anónima más, para poder observar de cerca el trabajo de su esposo.
El pibe de Ramos
Juan Alberto Badía nació el 29 de noviembre de 1946. Su infancia transcurrió en Ramos Mejía, influenciado por la actividad de su padre, el locutor Juan Ramón. Con auténtica vocación, Beto, como lo llamaban todos, decidió estudiar en el ISER (Instituto Superior de Enseñanza Radiofónica), donde se recibió con honores.
Rápidamente, Juan Alberto, que se había adosado el Badía, apellido de su abuela materna, seguramente para diferenciarse de su padre, comenzó a trabajar en los medios. Atrás quedarían las tardes en el Club Estudiantil Porteño de Ramos Mejía, los paseos por la Avenida de Mayo de ese terruño del Oeste bonaerense y los escarceos con las noviecitas de la adolescencia.
A Badía le gustaba tener a sus afectos cerca, acaso por eso dio sus primeros pasos en familia. Con Carlos, su hermano, fundó una pequeña empresa de televisión. Juntos, cuando aún el dinero no sobraba, animaban fiestas tematizadas dedicadas a los Beatles, esa pasión que acompañó a Badía a lo largo de toda su vida. Con el tiempo, Carlos también ofició de movilero de Flecha juventud en Radio del Plata. Así era Badía, generoso con los suyos.
En 1970, con el título de locutor en la mano, comenzó a hacer suplencias en la vieja Radio Antártica. En la televisión, también hizo su aparición triunfal ese mismo año y al día siguiente de su casamiento. El 7 de marzo se puso al frente del móvil de Sábados de la bondad, el ciclo ómnibus que conducía Héctor Coire y que producía Nelly Raymond, su prima hermana. Desde ese 1970 inaugural, jamás dejó de trabajar. “Sin el trabajo, yo no soy”, se lee en la contratapa de En mi vida, su genial autobiografía editada por Planeta.
En poco tiempo, impuso un estilo propio, algo tan complejo de lograr en un medio donde sobran las copias. En su primera década en el aire, Música verdad e Imagínate lo mostraron interesado por la música. En esos ciclos estaba acompañado por Graciela Mancuso, una gran locutora ya fallecida. Luego vendría Imagínate Flecha Juventud, uno de los primeros grandes éxitos de Badía, esta vez por la señal de Radio del Plata.
Badía, Tinelli y compañía
Piedra libre fue uno de los títulos más recordados del locutor. El programa salía por la FM de Radio Rivadavia, ubicada en los icónicos estudios de Arenales casi Pueyrredón. En la AM, un joven Marcelo Tinelli comenzaba a dar sus primeros pasos como periodista deportivo junto a José María Muñoz y el staff de La oral deportiva.
La picardía de Tinelli llamó la atención de unos cuantos. Se dice que fueron Fernando Niembro y Marcelo Araujo quienes le indicaron a Badía que posara su interés en ese muchacho de Bolívar que hacía comentarios de vestuario, se inmiscuía en el estudio y hasta compraba los sándwiches para el líder del histórico programa deportivo.
Badía no dudó en llevarlo a su programa de radio y, al poco tiempo, sumarlo a las filas de una creación emblemática: Badía y compañía, el programa ómnibus de los sábados por la tarde donde Juan Alberto pudo desplegar su impronta e instalar definitivamente una manera de hacer televisión. Tinelli comenzó haciendo los comentarios deportivos, pero, debido a su carisma, terminó participando de varias secciones del ciclo.
Más de una vez, el propio Tinelli reconoció que no se sentía capacitado para enfrentar una cámara y que ni siquiera el medio le generaba atracción. Paradojas del destino, con los años, se convirtió en uno de los más exitosos animadores de la historia del medio.
Badía y compañía debutó por la pantalla de Canal 9 en 1983. El inicio del programa se daba con Badía, Tinelli, Silvia Fernández Barrio, Pepe Eliaschev y Emilio Ariño caminando por el pasaje Gelly del barrio de Palermo rumbo al 3378, donde estaban los estudios desde donde se emitía el ciclo. El nombre, como, a veces, sucede, nació de casualidad. Semanas previas al estreno, Badía ingresó a la oficina de programación de Canal 9 y leyó en una pizarra: “Sábado: Badía y cía.”. Cuando le preguntaron qué nombre le pondría al nuevo programa, no dudó en responder: Badía y compañía.
En 1984, el ciclo pasó a las tardes de Canal 13. Desde la una de la tarde y hasta las nueve de la noche, el formato se desarrollaba desde dos estudios. En uno, con platea con público, se desarrollaba la actuación de humoristas como Esteban Mellino interpretando al profesor Lambetain, Paolo el Rockero, Chasman y Chirolita y Carlitos Román y se llevaban a cabo los shows en vivo de los músicos más renombrados. La dirección musical del programa era del maestro Oscar Cardoso Ocampo y el ballet estable estaba dirigido por Carlos Veiga. La oferta abarcaba los más diversos géneros. En el escenario del ciclo actuaban desde Estela Raval a Virus y de Charly García a Mercedes Sosa.
En el otro estudio, denominado “La trastienda” y que simulaba ser los sótanos del set del show, se llevaban a cabo entrevistas y comentarios de actualidad. Durante varias temporadas, Cecilia Laratro acompañó a Badía en la conducción, conformando una de las parejas más queridas del medio. Laratro, profesional de exquisito decir y modos elegantes, fue la figura perfecta para secundar al líder del programa.
En Badía y compañía, además de Laratro y Tinelli, había un plantel de periodistas avezados: Jorge Telerman, Jorge Dorio, Sergio Sinay y Luisa Delfino. El programa será siempre recordado por los músicos argentinos, quienes encontraron allí la posibilidad de mostrar su arte genuino ante la masividad televisiva, con buen sonido y puesta en escena muy cuidada.
Aunque luego hubo una versión que intentó remozar el ciclo, podría decirse que Badía y compañía terminó en 1988, temporada en la que salía desde el microestadio de River Plate, el club de los amores del conductor. El espacio gigantesco fue denominado “Estudio ´88″ y, por supuesto, contaba con una gran tribuna con público que llegaba para disfrutar de la música en vivo de los más destacados intérpretes y de aquellas voces que buscaban debutar en el show.
Badía siempre les dio lugar a los artistas no conocidos, al punto tal que creó Todo nuevo, un programa donde se mostraban desde locutores hasta humoristas y músicos. Los ganadores del certamen tenían la posibilidad de trabajar en Badía y compañía, como les sucedió a la locutora María Inés Cristante o a la periodista Luisa Valmaggia.
Más allá de los sábados
En Imagen de radio, Badía pudo fusionar su amor por aquel medio y sumarle la visibilidad televisiva. En este “falso” ciclo radial, estaba acompañado por Silvina Chediek, María Esther Sánchez y Luis Fuxan, un gran trío de comunicadores. “Espíritu de radio, imagen de televisión”, definía con precisión el slogan. Cada emisión comenzaba con una hermosa cortina musical interpretada por Patricia Sosa y Rubén Rada. Los músicos, los cantantes, siempre junto a Badía.
Una buena idea, un remedo minimalista de Badía y compañía, Dos + Uno, un ciclo de entretenimientos junto a Andrea Frigerio, y el federal Estudio país fueron algunos de los programas que le siguieron a las maratones ochentosas de los sábados.
Cuando se cansó de la vorágine de Buenos Aires, Badía montó Estudio playa, su propia radio en Pinamar. Y, durante el invierno, salía por las rutas con un motorhome convertido en estudio para hacer Estudio país junto a los lugareños de cada poblado visitado. Hasta allí llevaba su amor por River Plate y por los Beatles.
A diez años de la partida física de Juan Alberto Badía, no hay opción que entender que ese modo de hacer televisión ya no existe, aunque hay una herencia en los discípulos que, de una u otra forma, siguen sus pasos.
Este miércoles, desde las 22, la TV Pública le rendirá un homenaje con Legado Badía, un programa especial en el que participarán Juan Carlos Baglietto, Jairo, León Gieco, Marilina Ross, Sandra Mihanovich, David Lebón, Alejandro Lerner y diversas personalidades como Emilio Cartoy Díaz, Jorge Telerman, Enrique Wolff y Cecilia Laratro. Un justo homenaje para un hombre que dejó huella y cuya trayectoria fue tan excelsa como sobria.
El recuerdo se agita con las miles de horas que quedaron grabadas con entrevistas y pensamientos. Una década después de su muerte, Badía, parafraseando el slogan de su programa, sigue haciendo compañía.
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