Luego de cuatro años sin venir a la Argentina, la cantante británica que comenzó su carrera a los 13 habló con LA NACION sobre su carrera, su vida y su inminente show en el Luna Park
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Joss Stone tiene 35 años y 20 de carrera. Y cuando tiene que mirar hacia atrás para hacer un recorrido retrospectivo por su carrera resume: “He sido una chica muy ocupada”. Se ríe, pero también tiene razón.
De cantante prodigio a los 13 años, a grabar ocho discos de estudio y ser parte de un súper grupo con Mick Jagger, o de tener acosadores que pusieron su vida en peligro, a convertirse en madre devota, todo eso sin perder la frescura ni el encanto de una voz privilegiada que se destaca en su generación por su contundencia y matices. “Tengo el trabajo más lindo del mundo: hacer feliz a la gente”, completa a través de una videollamada con LA NACION antes de tocar, el próximo martes 7, en el Luna Park, estadio en el que ya tocó en varias oportunidades.
Pasaron cuatro años desde la última vez que Joss Stone tocó en Argentina, en un show en el Teatro Colón, presentado por LA NACION. En el medio grabó nuevas canciones, tuvo a su primera hija Violet Melissa en plena pandemia y en abril pasado anunció que, tras perder un embarazo a fines de 2021, está nuevamente embarazada.
“Este show va a ser un poco diferente de aquel”, cuenta y agrega: “Tengo una banda nueva, todos están aprendiendo canciones todavía. Es un poco loco pero muy divertido y son músicos increíbles. En el último show que dimos ya estábamos muy ajustados”.
Para Joss Stone, nacida en Dover, una pequeña ciudad portuaria al sudeste de Inglaterra, dar shows es una de las partes más importantes de ese trabajo. Y por eso anticipa que no habrá muchos temas de Never Forget My Love, su reciente disco, editado en febrero de este año. “Nunca toco muchos temas de los discos nuevos”, aclara y completa: “Quiero darle al público lo que quiere y cuando hacés muchas canciones nuevas, se aburren. Quieren escuchar ‘Super Duper Love’ y ‘You Had Me’, eso los hace felices y yo quiero verlos felices. Tenemos canciones preparadas del nuevo disco por si alguien las pide, me gusta cuando eso sucede pero no lo fuerzo”.
–¿No puede ser una presión sentir que tenés que hacer feliz a la gente durante toda tu vida?
–Es el mejor trabajo del mundo. Es como ser una enfermera, en algún punto, sería algo así como trabajar en la industria del cuidado de personas. Como artista podés transmitir malos sentimientos si querés, es una posibilidad, pero no me interesa. Este es mi propósito en la vida, lo encontré y estoy a gusto. Si puedo hacer que alguien se sienta bien durante 5 minutos ya es un montón, si lo consigo por una hora mucho mejor y si es para toda la vida... Es fantástico. Ese es el gran poder de la música, que puede durar para siempre. Una vez que grabás una canción, queda para siempre. Si perdés el disco podés recordarla y cantar en un fogón con seres queridos y así esa canción sigue viva. Es un tipo de sabiduría muy hermosa. Uy, justo dije eso y mi bebé me pateó la panza... (risas).
–¿Cuándo te diste cuenta que esa era tu responsabilidad? Porque eras muy chica cuando empezaste a cantar.
–Creo que me di cuenta cuando giré por el mundo por primera vez. Siento que en verdad es algo que sabes desde que nacés y, encima, si lo sentís de verdad la gente lo nota, lo siente y le transmitís ese sentimiento. Pero cuando viajé por el mundo me di cuenta de que ese era mi trabajo. Fui a tocar a países en los que no tienen nada. Gente que fue desplazada de sus casas y solo tiene arroz para comer. De pronto, les cantás una canción y son felices. Se pusieron a cantar conmigo y fue un momento de felicidad para todos. Siento que ese es el punto de hacer música, que de eso se trata. Es como una suerte de igualador. De transmitir que ciertas emociones son universales. Hay muchos enfoques diferentes a la hora de hacer música. Y la felicidad no es propia de todos los géneros. Es un poco cierto que necesitás estar triste para estar feliz pero también creo que escuché eso demasiadas veces en mi vida. Mi música vive en el mundo de las emociones y una puede ser el dolor, pero mucha gente repite que tenés que vivir una vida terrible para ser creíble y eso me molesta mucho, porque es como decir que no tenés alma si no recorriste determinado camino en tu vida, si no viviste determinadas cosas. Y eso en cierto punto es discriminatorio e incorrecto, porque todo ser humano en esta vida ha sentido amor, felicidad y también drama y dolor. Nadie es libre de eso, ni una sola persona. Por eso cuando cantás una canción triste le das el amor más grande posible a cada persona que lo vivió. El blues es para eso, las melodías desesperadas son para eso, para no sentirse solo. Siento que ha habido un error garrafal en ese aspecto.
–Y el estilo que hacés tiene un nombre demasiado pesado, soul [alma]...
–Eso es lo más lindo, pero también es lo que confunde. Hay una costumbre pero etiquetar la música, dividirla. Y eso se puede cuando es country, jazz, hip hop, clásica, ¿pero cuándo llega el soul? Soul es todo si realmente lo sentís y tiene alma. Puede ser cualquier cosa con soul, rock soul, hip hop soul. Siempre que hago colaboraciones le suman la etiqueta soul a lo que hace el otro artista. Hasta cuando hice música árabe (risas).
–De hecho, tu último disco es soul clásico, con cuerdas. ¿De dónde vino la idea de volver bien a las raíces?
–Creo que vino de mis shows con Burt Bacharach. Tuve que aprender sus canciones, las había aprendido antes por accidente, de tanto escucharlas de chica, pero para tocar con él tuve que aprenderlas al detalle y cuando pasó eso, entendí cuán deliberado era todo. Son canciones construidas de una manera muy simple y muy dramática a la vez. Cuentan una historia de una manera muy precisa, y las cuerdas son clave. Quería que sonaran así en mi disco. Cuando canté con él en el escenario sentía que estaba contando una historia de una manera tan clásica que la gente no podía no sentirse de esa misma manera. Entonces quise hacer un disco en ese estilo, y por eso hay cosas bien dramáticas, deliberadamente así. Esas canciones se sienten como magia corriendo por tus venas.
–¿Qué ves cuándo mirás hacia atrás a tus 20 años de carrera?
–Debería celebrar con una buena fiesta... (risas). Siento que fui una chica muy ocupada todo este tiempo. Tengo tantos recuerdos y me olvidé de tantos otros. Cuando tenía 14 y firmé mi primer contrato discográfico fue todo tan rápido que me acuerdo de la mitad de las cosas. Entonces es como si ahora que tengo 35 comenzara de nuevo, estoy segura que de toda esta etapa me voy a acordar todo. Antes todo era una mezcla de confusión y asombro. Yo agradezco que todavía me quieran escuchar, con 20 años de carrera bajo el brazo la gente todavía quiere venir a mis shows. Es el cumplido más grande y especial porque le puse mucho de mí a todo esto. Quiero hacer una torta por estos años y que todavía quieran comerla. Me encanta que todavía funcione mi música, que haya pasado la prueba del tiempo y que la gente todavía sonría con mi música, eso significa que no he perdido el tiempo. Estoy feliz y contenta con todas las decisiones que tomé en mi carrera, con los momentos lindos y los difíciles, porque sin ellos no estaría así de libre ahora ni hubiese trabajado con toda la gente que trabajé.
–¿Qué cambió en tu forma de tomar esas decisiones?
–Que ahora no negocio. Tuve discusiones de chica que ahora no las tendría porque no negocio. Si no puedo hacer lo que quiero, me voy. Si me piden que haga algo que no quiero, me voy. Y antes no pude o no supe hacerlo. Pero es parte del camino, hay belleza en eso, porque así gané mi libertad.
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