Movilizado por la reciente historia de adopción de Lucio, el prolífico dramaturgo y director acaba de estrenar la segunda temporada de Perdida Mente en el Atlas de Mar del Plata con producción de Tomás Rottemberg
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MAR DEL PLATA. -Se lo distingue a la distancia, enfundado en un equipo fluorescente que se destaca en una mañana gris más propicia para caminar por la peatonal San Martín que para ir a la playa. José María Muscari conversa y acepta divertido las fotos que le piden los turistas que desfilan por la puerta del hotel Hermitage.
“En el Atlas estoy con Perdida Mente”, arremete ante ese público ocasional que va en busca de la “vereda de las estrellas”, el “paseo de la fama” local con las manos de las celebridades perpetuadas en el cemento, un émulo del Hollywood Boulevard, pero a metros de la Bristol. Muscari saluda y sigue con lo suyo. “¿Sos de Buenos Aires? La semana que viene regresan Coqueluche en el Multiteatro y Sex en el Gorriti Art Center”. La gente le conversa como si se tratase de un amigo de toda la vida y él aprovecha para “vender” sus obras de teatro. Más de uno lo felicita por su flamante paternidad, ya que acaba de adoptar a un joven de quince años, quien lo acompaña en su permanencia en la ciudad, “pudo conocer el mar”, dice el padre con una emoción que pareciera ser que lo guiará durante mucho tiempo.
Cuando la charla gira en torno a su hijo, desnuda su alma sin miedos y se empodera del tema buscando también generar algún tipo de conciencia al respecto. Antes, también es bueno hablar un poco sobre teatro.
-Te he visto “volantear” mucho en el circuito independiente, cuando hacías piezas como Electra Shock. Lo seguís haciendo...
-Me encanta ese contacto con la gente. En mis redes, a todos los que me escriben les respondo con un flyer con la agenda completa.
El dramaturgo y director despliega ante LA NACION la comunicación que les envía a sus seguidores virtuales donde figuran con mucho detalle obras, elencos, salas y horarios. Un marketing que requiere de una enorme dedicación. Inusual en alguien como él que suele tener su agenda sobrecargada de actividad. Disfruta como el vendedor detrás del mostrador que buscará seducir al cliente apelando a todo su stock.
Muscari, como le dicen todos, llegó a Mar del Plata para asistir al reestreno de Perdida Mente, la obra -producida por Tomás Rottemberg- que dirige y escribió junto a Mariela Asensio, basada en textos del médico Facundo Manes, y que focaliza en la historia de una jueza a la que se le diagnostica un deterioro cognitivo irreversible. “Es una comedia emocional”. La pieza se ofrece con un elenco parcialmente renovado con respecto a la temporada anterior. A las históricas Leonor Benedetto y Ana María Picchio se les sumaron Iliana Calabró, Mirta Wons y Emilia Mazer. “Es otra obra, ya que trabajo mucho en la hechura actoral, a la medida de la persona a la que llamo”, grafica y agrega: “Mi teatro está en constante ebullición y mutación”.
-Por definición y praxis, eso es el teatro.
-Hay gente que puede hacer lo mismo durante veinte años, no los critico, pero no es mi caso.
Muscari tiene 47 años y lleva estrenadas 70 obras. Una estadística poco frecuente en el mundo de la escena que transita tanto desde el área más comercial como desde el circuito independiente.
Deseo cumplido
“Estoy súper contento de tener un hijo adolescente”, afirma José María Muscari. Si cuando piensa sobre teatro no para, cuando lo hace sobre Lucio, el joven que acaba de adoptar, su adrenalina se incrementa. ´Sin repetir y sin soplar´ podría ser un lema que lo cobija. Habla a la velocidad de la luz y con mucha claridad sobre lo que siente. Se conoce a sí mismo. O, al menos, eso deja entrever.
“Durante mucho tiempo quise ser padre. Siempre creí que lo sería de la manera en que lo fui que es desde la adopción, ya que creo mucho más en la ley del amor que en la de la sangre. Nunca tuve la necesidad de tener un hijo o una hija con mi sangre. Hay un montón de cosas que uno le puede traspolar a un hijo que no tienen que ver con genes que se heredan”, entiende el director.
-¿Creés en los ciclos de la vida?
-Sí, hoy me siento preparado para ser padre y, quizás, a mis veinticinco años, cuando había comenzado mis primeros trámites de adopción, era más una fantasía, no estaría tan preparado ni maduro para esta paternidad que hoy tengo.
-En general, las personas que buscan adoptar eligen bebés o niños muy chicos. Fue valiente y valioso de tu parte adoptar a un adolescente.
-Me parece que ayuda a deconstruir la idea que hay sobre la adopción, donde se ha impuesto que adoptar es sinónimo de adoptar un bebé. No es así o no es sólo así. De hecho, en este momento, en la Argentina no hay bebés para adoptar.
-¿Cómo es eso?
-Es algo extraordinario porque implica que no hay bebés o niños muy chicos que necesiten una familia. Entonces, tenemos que pensar qué hacemos con los más grandes. Niño y adolescente se es hasta los dieciocho años, pero hijo se es toda la vida. En mi caso, adopté a un chico de quince años, algo que es más orgánico para alguien de mi edad. Es más lógico, siguiendo la ley cronológica, que tenga un hijo adolescente que un bebé.
Lucio aún no lleva el apellido Muscari, algo que sucederá en poco tiempo. “Actualmente atravesamos el proceso de guarda, previo a la adopción. En lo concreto no cambia nada, él ya vive conmigo, tiene su habitación y estamos buscando su vacante en el secundario”.
-Lo legal impone seguir un procedimiento ineludible de pasos.
-Exacto, en el proceso de adopción lo primero que se hace es la vinculación. Durante un tiempo viajé a Corrientes, donde él vivía, para verlo con regularidad. Lo sacaba del hogar, paseábamos. Luego, él fue unos días a Buenos Aires. Después de todo eso, llegó el proceso de guarda, que es el que estoy transitando, y que consiste en que el chico ya vive con uno, se instala en tu vida, pero no tiene tu apellido, y, legalmente, no se es el padre.
-¿Cuál es la figura legal actual?
-Lo tengo bajo guarda.
-¿Cómo sigue el proceso?
-Dentro de tres o cuatro meses se decretará el estado de adopción, donde él pasará, no solo a ser mi hijo de manera legal, sino también a llevar mi apellido.
-¿Conocés su apellido de nacimiento?
-Sí, aunque no conozco a su familia biológica y no es algo de lo que hablo porque siento que corresponde a su historia. Yo sólo puedo hablar de lo que pasa con Lucio y conmigo, desde nuestro encuentro para adelante. Si te puedo decir que tiene una familia biológica y que lo que él haga con eso es decisión suya, Yo lo apoyaré en todo, ya sea en querer vincularse o no.
Movilizador
-¿Cómo ha sido el momento en el que ingresaste a tu casa con él?
-Muy movilizador. Para Lucio tener un cuarto propio era una ilusión muy grande, porque vivió, desde los ocho años, en hogares de tránsito, con espacios con muchas camas.
-La ilusión del cuarto propio, una quimera.
-Primero se lo mostré por fotos. Su cuarto tiene baño privado y guardarropa, algo que está muy bueno porque los pendejos a esa edad quieren tener privacidad, estar tranquilos para hacer videollamadas con sus amigos. Además, está muy enganchado con Netflix y con la Play.
-Un adolescente en estado puro.
-Tiene una autonomía que está muy buena. Me tocó un hijo muy educado, formado y estudioso, con las ideas muy claras, pero también con un montón de herramientas que no tuvo hasta acá, que le tengo que aportar y que van a potenciar quien es él.
-¿Es cierto que te dice “viejo”?
-Sí. Por escrito, un par de veces me ha dicho “papá”, pero, en vivo, no le sale, me dice “viejo”.
-Escuchar eso aún te debe generar una gran emoción.
-Me resulta raro, pero es mi hijo y así lo sentí desde el primer momento en que lo vi.
Lucio nació en Buenos Aires, pero, casi toda su vida vivió en la ciudad de Corrientes. José María Muscari se encontraba de vacaciones en Berlín cuando, a través de las redes sociales, vio un informe de Telefe Noticias donde una jueza explicaba la situación del chico y el propio joven daba su testimonio comentando que deseaba una familia. “Fue la primera vez en Argentina que se hizo algo así”.
-¿Qué sucedía en torno a él?
-Todas las personas que estaban anotadas en el registro de adopción no coincidían con la búsqueda. Es decir, él no tenía a nadie con quien “matchear”. Si bien había un montón de personas que querían adoptar, no deseaban hacerlo con un joven correntino de quince años. Entonces, un poco desesperanzado, pero alentado por la idea del video, él mismo contó su historia. La jueza supo ver su potencial.
-¿En qué circunstancias viste el video de Lucio?
-Mientras hacía una excursión por la ciudad de Berlín. Me conmocioné e inmediatamente sentí que era mi hijo. Me fui al hotel, llamé a Telefe para que me dieran el teléfono del juzgado. Me comuniqué con ellos y me dieron las indicaciones para anotarme en la convocatoria pública. Eso se hace cuando, en el registro de guarda, no hay nadie que coincida con la búsqueda, entonces se abre esta instancia en la que puede anotarse gente que no está inscripta en el registro de guarda. Cuando me anoté, había 140 familias que querían adoptar a Lucio. Ni siquiera para adoptar a bebés hay esa cantidad de personas anotadas, eso habla de la contundencia del mensaje que dio él.
-Luego de la postulación de tanta gente, ¿Lucio fue quien te eligió?
-Los niños, a partir de los ocho años, tienen incidencia en la decisión de quién los va a adoptar, por supuesto guiados por los jueces. En este caso, la jueza hizo una preselección, que fue sobre la que Lucio tuvo que pensar en firme, viendo, acompañado por la jueza, cuál de todas esas opciones le cerraba más. Ahí aparezco en juego.
-La elección no estaba basada en un video, sino a través de todo lo que se volcó sobre vos en diversos formularios.
-Exacto. Por otra parte, dado que es un adolescente, no tenía la menor idea de quién era yo. No consume fama, actores ni directores. De lo único que me habla es de Duki.
-Entonces.
-Me cuenta Lucio que le cerró mi propuesta porque leyó que yo había puesto que quería ser padre, mientras que la mayoría había puesto que quería tener un hijo. Él sentía que el “querer tener un hijo” era un tema de posesión y que “querer ser padre” era expansión, dar algo.
-Una gran claridad de su parte.
-Un capo. Una vez que la jueza le dijo que me iban a contactar, fue a mis redes sociales y recordó haberme visto en el programa Trato hecho, conducido por Lizy Tagliani.
-Increíble.
-Me contó que, cuando me había visto en la televisión, pensó “este tipo es muy divertido, que suerte deben tener los hijos de este pelado”. Con el expediente en la mano, se dio cuenta que yo era aquel pelado que había visto en televisión.
-¿Cómo fue el momento en el que se vieron por primera vez?
-Tenía permiso para sacarlo del hogar desde el mediodía hasta la nochecita. Nos abrazamos, estábamos re nerviosos. Él caminaba muy rápido y yo le seguía el paso, me llevó a un bar para charlar. Todo fue muy fluido.
-¿Cómo es Lucio?
-Conmigo siempre tuvo onda. Es un chico que siempre dice lo que siente y hoy nos encontramos construyendo nuestro vínculo.
-Volvamos a la llegada a Buenos Aires.
-Mi tío Beto nos fue a buscar al aeropuerto. Yo me senté atrás para que ellos pudieran conversar. Lucio se moría de risa. Cuando llegamos a casa, le pedí a mi tío que no subiera, teníamos que hacerlo los dos solos y que él pudiera hacer lo que quisiera. No le dio mucha pelota a la casa y me pidió conocer su habitación que estaba toda armada y con un guardarropa con prendas que ya le había comprado. No lo podía creer. Al principio se bañaba tres veces por día para disfrutar de la ducha porque en los lugares donde había vivido tenía que bañarse con horarios fijos y rápido. Yo le decía “quédate el tiempo que quieras en el agua, para compensar los años que no pudiste”.
-Ya sea en cuestiones personales como en las laborales se te percibe con mucha racionalidad. ¿Cuándo te aflojás y llorás?
-Con todo lo referente a Lucio lloré un montón. Cuando íbamos con mi tío y Lucio desde el aeropuerto hasta mi casa, me la pasé llorando de emoción. No podía creer que llevaba un hijo a mi casa, que mi tío, que es un padre para mí, estaba relacionándose con él, me super conmocionaba todo. En algún momento lloré con mi familia, también con mis amigas. La primera vez que fuimos a comer a la casa de mis tíos, cuando se fue a jugar con un primo mío a la Play, me fui a la ventana a llorar. Todos venían a abrazarme para consolarme.
Muscari cuenta la experiencia de Lucio en Buenos Aires y pareciera ser que transcurrió una eternidad. Sin embargo, la convivencia con su hijo se produjo poco antes de la Navidad, hace menos de un mes.
-Es un cambio de hábitos para los dos.
-Ambos empezamos una nueva vida y tenemos que duelar a la anterior.
-Lucio conoció el mar.
-Ni bien llegamos a la ciudad, lo llevé a la Bristol porque quería que conociera esa Mar del Plata que yo conocí de chico. Como le gustan las olas, después lo llevé a las playas del sur.
-¿Cómo vive todo esto Cuky, tu mamá?
-Es muy inteligente, no se plantó y dijo “soy tu abuela”, va dejando que todo se desarrolle de manera natural y se la pasa preparando viandas de comida para Lucio.
José María Muscari se crio en Mataderos, donde su padre -ya fallecido- tenía una verdulería. Allí está su germen de la libertad, en esa zona de la ciudad lindante con el Partido de La Matanza. “Soy un tipo de éxito por poder concretar mis ideas y lo soy gracias a los padres que tuve. Teniendo un padre verdulero y una madre que limpiaba casas, que no pudieron terminar la primaria, cuando les dije que quería estudiar teatro, me potenciaron y me hicieron creer en mí. Estoy muy agradecido a ellos. Ojalá pueda hacer lo mismo con mi hijo”.
-Tus padres, ¿también se manejaron con esa libertad en torno a tu sexualidad?
-Mi papá falleció hace quince años y jamás me preguntó por mi sexualidad, no tuve que ir a golpearle la puerta y decirle “papá soy gay”. En el caso de mi mamá fue distinto. Yo había tenido novias y, a los veintipico, conocí a mi primer novio. Estaba con ella cuando se me cayó de la agenda una foto donde estaba abrazado con ese novio. Cuky me preguntó qué significaba eso y le conté. “Me enamoré de un hombre, este es mi novio”. Me abrazó, nos pusimos a llorar y me dijo “sos mi hijo, siempre te voy a amar”.
-Actualmente, ¿tenés pareja?
-No, estoy contento que así sea. Siento que sería más difícil para Lucio que seamos dos. Tampoco yo podría dividir la energía. No soy enamoradizo, hace mucho que nadie me mueve emocionalmente, me gusta ser así. Estoy tan enamorado de mi vida, de lo que hago, de mi familia y ahora de Lucio que no necesito lo otro.
-¿No es malo eso?
-No. Creo que tengo una vida bárbara, entonces un amor tiene que entrar en esa dinámica. No me gustan las relaciones descangalladas, les huyo. Con mi mamá, mis tíos y mis amigos lo paso genial y, ahora, tengo mil opciones para hacer con mi hijo.
-Mucha gente del medio debe querer estar con vos.
-Tengo un prejuicio, no me gusta estar con la gente del espectáculo. Me interesan las personas realizadas en otros ámbitos, para poder llegar a casa y hablar de otros temas. Estuve en pareja con un médico, un fisicoculturista, un diseñador. Me gustan los creativos, pero no la gente de mi medio.
Elencos
-¿Echaste a mucha gente?
-No, pero, a veces, invito a que la persona piense, si es que hay algo que lo conflictúa, si no es momento de abandonar la obra.
-Te ha pasado.
-Sí y lo conduzco. Cuando una obra es un éxito y realiza muchas funciones, no es una condena sino una bendición; entonces, como hay actores que toman esa continuidad en el tiempo como una esclavitud, les pido que reflexionen si no es momento de bajarse.
-¿Hay gente que se queja del éxito?
-Sí, les molesta que se llene la sala y ganar plata. Me pasó muchísimo, por eso los invito a la reflexión porque, quizás, el romance con el trabajo o conmigo se terminó. Muchos actores que se han ido de un espectáculo mío, luego me han pedido volver.
-¿Los volvés a llamar?
-No. No me enrosco con la locura del otro, pero tampoco se lo dejo pasar.
-¿Con quién no trabajarías?
-No tengo una lista negra.
-Cuando se produce un conflicto entre dos actores, ¿intervenís?
-No, eso es algo del orden de lo humano y del caldo de cultivo del camarín; considero que el camarín es zona de los actores. La zona que me compete es el escenario, aunque, si algo de lo que sucede en camarines, afecta la escena, sí intervengo porque no permito que se atente contra el producto.
También reconoce que no le gusta que los actores tengan prejuicios hacia él ni entre ellos: “Por eso me interesa mezclar a Leonor Benedetto con Iliana Calabró”.
-Siempre te has preocupado por el físico. Hoy, ¿cómo es el vínculo con tu propio cuerpo?
-El cuerpo siempre ocupó un lugar fundamental en mí, pero me tuve que deconstruir. Entendí que no podía lograr un cuerpo determinado porque, por mis características físicas, era imposible. Con el tiempo aprendí a descubrir lo mejor de mí, a aceptarlo y potenciarlo. A los 47 años tengo muy claro todo eso.
Tan claro como pispear su teléfono para chequear si hay algún mensaje de su hijo. Ya es mediodía y el sol amaga con salir en Mar del Plata. “Todavía no se levantó”.
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