José Luis Aguirre vuelve a las raíces sin perder su identidad personal y social
El folclorista, idolatrado por el público de Cosquín, se presenta hoy en el Margarita Xirgu, con un nuevo show, con el que pretende llevar un poco de aire campestre al universo urbano de esta ciudad
Saca de su bolso un libro todo deshilachado de Así hablo Zaratustra de Nietzsche y una edición tapa dura de Lao Tse Tung. Los lleva a todos lados como un cristiano carga su biblia, un curandero sus plantas medicinales o un cuartetero los discos de la Mona Jiménez. También lleva la guitarra, el poncho y la tonada serrana que musicaliza sus palabras como signo de identidad. Es agreste y lugareño como espinillo, así se define en una canción, y tiene una barba de varios días y el pelo desordenado y salvaje como si hubiera bajado de un monte, aunque hace casi una semana que está en Buenos Aires.
"Siempre he sido muy cordobés de las sierras. No salgo mucho. Mi mundo todavía es serrano y tengo mucho por conocer". No tiene facebook, instagram, ni teléfono. "Los pierdo seguido y siento que pierdo el tiempo si estoy frente a una pantalla. Lo que pasa en el afuera es maravilloso. Mi computadora principal es una libreta y una birome".
José Luis Aguirre dejó de ser uno de esos secretos a voces del ambiente folclórico y en los últimos años la proyección de sus canciones cruzaron ríos y montañas. Trascendió el circuito alternativo cordobés para repercutir con más fuerza en distintas ciudades del país y su nombre creció en el boca a boca. Sus cinco discos forman parte del prestigioso catálogo del sello Años Luz Discos y hoy vuelve a presentarse en el Teatro Margarita Xirgu, donde el año pasado grabó el disco en vivo Así como es (2018), a sala llena.
"Yo recién estoy empezando", dice con una sonrisa franca, aunque la frase suena paradójica en un artista que fue revelación en Cosquín del 2010 y que lleva cerca de veinte años en el circuito. "Estoy feliz de poder seguir experimentando el vértigo de cuando empecé a tocar. Siempre me entusiasma cuando hay metas por conseguir. Esta época la estoy viviendo intensamente como un nuevo comienzo. Siento que están pasando cosas re lindas".
Hace tres ediciones que el público de la Plaza Próspero Molina pide que sea la Consagración del Festival de Cosquín. "Nunca se dio. Este año se va a dar", profetiza. Pero no anda con apuro. Sabe que este es un sendero largo. "A la vez siento que me pasaron cosas tan lindas que ya justifican de sobre toda mi vida como músico".
-¿Como cuáles?
-El año pasado tuve la suerte participar de un homenaje a Mercedes Sosa con León Gieco, Liliana Herrero, Teresa Parodi, Peteco Carabajal, Víctor Heredia, Julia Zenko, Nahuel Pennisi, Nadia Larcher, Bruno Arias, Mónica Abraham y La Bruja Salguero. Cuando de pronto me vi ahí pensé: ¿Que hago acá?, Y también me pasaron cosas más simples. Canté en un mercado en Perú donde nadie me conocía y cuando terminé una doñita se me acercó conmovida y me dio un plato de ceviche. Esa fue la mejor paga que recibí.
En 2008 cuando editó su primer disco solista Pintura de pago chico, José Luis Aguirre ya tenía un nombre en la escena alternativa cordobesa por su agrupación Los Nietos de Don Gauna de finales de los noventa. Sin embargo, su etapa solista como compositor volvió a sorprender. Sonaba criollo como Yupanqui, contemporáneo y con una voz regional tan única que lo convirtió en un tipo de artista singular, de esos que no salen todos los días y que son bendecidos por un sino particular.
"Lo mío es volver a las raíces sin perder mi identidad personal, volver a lo tradicional sin dejar de decir las cosas y transmitir los aprendizajes que hemos tenidos como sociedad y como seres humanos. Es diferenciarme a la distancia con la gente que compuso cosas en los años setenta y más atrás y más atrás, pero a la vez sabiendo que venimos de ahí", define el joven cantante.
"Chuncano", bautizó a su quinto disco. "¿Qué hacés chuncano? me dicen mis amigos cuando hace tiempo no nos vemos y me pareció que esto es lo que somos, esto lo que uno es, el lugar de donde viene y la manera de hacer música, Me pareció una manera simple de elegir el nombre". Chuncano, es también un manifiesto de identidad. "Es resignificar el sentido de la palabra chuncano. La gente de la ciudad le da un sentido despectivo para decir falto de urbanidad a alguien que viene del campo. Para mí es lo contrario. Somos la gente que está conectada con la tierra, que conoce los movimientos del clima, que defiende los pocos bosques nativos que quedan, para que a esas mismas ciudades siga llegando el agua limpia y pueden hacer sus vidas. Hay muchas guardianas y guardianes en los valles y esos son los chuncanos, pertenecientes a una tribu que sienten el orgullo de ser afro, comenchingones y mezcla con europeos. Desde ahí planteo ser Chuncano, desde el orgullo de ser del interior, de cantar y de rasguear y decir como somos, Mostrarnos en cualquier lado así, chuncanamente".
José Luis Aguirre traduce en canciones toda una manera serrana de estar en el mundo -la filosofía, la forma de vida, los acontecimientos cotidianos- que suceden en ese microcosmos regional de Traslasierra. Eso es lo que trae a la ciudad, las postales de un sol clavándose sobre los cerros y transformando sus colores o un valle mágico que se abre frente a los ojos como un paraíso virgen. "Mucha gente descubre cosas maravillosas cuando a través de la canción o la música vivencia algo. Recuerdo cuando crucé el puente de Alemania en Salta y pude ver la estación de tren. Sentía que estaba viviendo dentro de esa canción que había aprendido de niño".
-¿Alguien de la ciudad entonces puede disfrutar de una canción folclórica a través de ese viaje?
-La canción invita a vivir una experiencia. Por eso yo también vengo a cantar folclore. No es una misión sino algo que quiero hacer y que es como una especie de servicio. Rodolfo Kusch decía que no hay diferencia entre una ciudad y un pueblo, porque en la ciudad tenés tu pequeño pueblo entre millones de personas, que son las casas que conoces y donde entrás. ¿Y cuantas casas conocés en Buenos Aires, ciento cincuenta en toda tu vida?. Esa es la cantidad de casas que hay en un pueblo chiquito. Así que tu mundillo es un pequeño pueblo dentro de un mundo de la gran ciudad. Confío mucho en eso. Al pintar mi pequeño pueblo y aldea, pinto no solo al hombre en su región, sino al hombre en cualquier región. Los pequeños gestos que sostienen la vida, como tomarse un café con un amigo, una guitarreada, tomarse un mate, mirar la realidad, ver lo que pasa en la calle, eso pasa en cualquier lugar donde el ser humano esté contemplando su entorno. Así que ese regionalismo más que darme miedo me impulsa a lo universal. Y también me da la certeza y el orgullo de decir que nací en un lugar especial, en un punto del planeta que nadie ha visto y que me toca retratar.
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