Lejos de la actuación involuntariamente, el recordado galán de telenovelas repasa su trayectoria, habla de su despertar de conciencia y de su pareja actual, a quien conoció vía Facebook
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Jorge Mayorano se hizo actor de casualidad y gracias al buen ojo de China Zorrilla. Protagonizó novelas, comedias y unitarios y, en 2005, hizo su última ficción. Sin embargo, hoy asegura que no se retiró y que está siempre listo para volver. Hace cuarenta años, el avistaje de un ovni hizo que se replanteara muchas cosas y que empezara a investigar. Fue el inicio de su despertar de conciencia. Hoy estudia física cuántica y energía escalar y da charlas, talleres y conferencias sobre “el despertar del corazón”, en nuestro país y en otros de América Latina.
El actor recibe a LA NACION en su coqueto departamento de Núñez, donde vive, aunque también pasa largas temporadas en el campo, en 9 de Julio, a 300 kilómetros de Buenos Aires. Habla de sus comienzos, de su gran amistad con Carlín Calvo, de cómo empezó a interesarse en parapsicología clínica y terapias alternativas y cuenta que está de novio con una docente que conoció a través de las redes sociales.
-¿Por qué ya no actúa?
-No me retiré, me retiraron. Los actores estamos todos parados. La entrada al teatro esta carísima. Yo estoy siempre listo. Lo último que hice fue Sálvame María, que grabamos en San Luis, con Andrea Del Boca. Cuando uno se acerca al momento que se tiene que retirar de este plano, que no es el mío, empieza a estudiar quién es uno, qué le pasó en la vida. Y lo primero que hice fue arrancar todas las creencias.
-¿Y cuál fue el resorte para que se interesara en eso?
-Hace 40 años estábamos de gira en Belleville, Córdoba y vimos una nave gigante. Se cortó la energía de toda la zona. Cuando lo conté, me dijeron que estaba loco. No digo con quiénes estaba porque nunca hablaron y dos lo negaron, dijeron no haber visto nada. No estamos solos, todo es una mentira. Estamos dentro de un domo, no se puede volar a más de diez mil kilómetros de altura y lo del alunizaje no fue cierto; Stanley Kubrick hizo una puesta en escena en la que pasa un gato, se cae una torre de luz (risas). Fue para la época en que estaba haciendo Una escalera al cielo, con Selva Alemán.
-¿Vio seres extraterrestres?
-Yo creo que todos somos extraterrestres. Se cree que detrás de la gran barrera hay otras civilizaciones. No somos los únicos. He leído muchísimo y he aprendido, por ejemplo, a que no tenemos que tomar agua de la canilla porque tiene cloro, que cierra la glándula pineal o tercer ojo. Yo tomo agua solarizada, que es muy simple de conseguir y es poniendo una botella de agua durante tres horas al sol. De esa manera el sol absorbe el cloro. En síntesis, no me retiré, me encanta pensar, ayudar a las personas que me quieren.
-¿Qué hizo en los últimos años?
-He trabajado con drogadictos durante ocho años, ad honórem, en la Villa 11-14; una experiencia impresionante. Un día fueron Mauricio Macri y Susana Giménez y a ella le saqué un refrigerador para los chicos. Me echó la gente de La Cámpora, cuando les dije que estaba ahí para enseñarle a pensar a esos chicos. Aprendí que Argentina no es un país sino una corporación; no me representa la religión, ni una bandera ni las fronteras, que me separan de mis hermanos.
-Está hablando de una utopía...
-Sí (risas). El tema es cómo te va en la vida, con qué elementos te movés. Estudié parapsicología clínica, hago psicomagia y tuve una apertura de conciencia a partir de lo que me sucedió hace 40 años. Siempre busqué la verdad y creo que la encontré. Mi conclusión es que el único negocio acá abajo es ser buena persona, y no hace falta otra cosa.
-¿Cómo fueron sus comienzos en el medio?
-De chiquito amaba decir poemas en el colegio y ya se notaba que me gustaba esto. Se dio cuando conocí a China Zorrilla, que vino a casa acompañando a una amiga mía. Me dijo: “Nene, qué pinta, tenés que ser actor”. Esa noche estaba Jacobo Langsner también. Me consiguieron una entrevista en Canal 9 y cuando llegué pregunté qué tenía que hacer. “Hablarle a la cámara”, me dijo el director. Y eso hice: “Dentro de poco voy a ser protagonista en este canal”, dije. Hice doce novelas como protagonista (risas).
-¿Cómo te ganabas la vida hasta entonces?
-Hasta ese momento me ganaba la vida vendiendo máquinas de calcular. Nunca me había imaginado siendo galán. Después me formé con Agustín Alezzo y Osvaldo Calatayud. Ha sido duro mi inicio, porque sos el nuevo. Pero pude. El primer papelito que me dieron fue de mozo y estiré un poco mi parlamento. Ahí me di cuenta que esto es un juego y que no me lo podía tomar en serio. Y todo deja una enseñanza. Una de ellas fue la que me sucedió haciendo La mujer del año, con Susana Giménez. Cuando giraba con ella en brazos se me rompió la rodilla. Renovaba el contrato al día siguiente y eso representaba mucho dinero. Pero ella decidió cambiar el elenco y ahí entró Arturo Puig. Le dije que hiciera lo que quisiera, porque ese era su negocio. No le guardé rencor, pero yo hubiese esperado una semana, como le pedí.
-¿Qué recuerdos tiene sobre los años de galán?
-Lo disfruté un montón. Sabía que no era por ahí y le dije a Carlín (Calvo) que esto era un juego que te come. Me respondía que estaba loco. Pero disfruté al máximo ser galán. La tele me dio todo. Gracias a ella hicimos temporadas de verano, muchos éxitos. Uno de ellos fue Esta noche no hay quien duerma. Salía del teatro y la gente gritaba. Un verano fue Sandro a vernos, que también era muy esotérico. Después yo le devolví la gentileza yendo a uno de sus shows. Después de ese verano, que ganamos mucha plata, me fui de viaje a Nueva York y me la gasté toda (risas). Otra cosa que recuerdo con mucho cariño es el equipo de Los Galanes, que yo formé. Donamos un millón de dólares en ese momento. Estaban Aldo Barbero, Pablo Codevilla, Marcelo Alfaro, Ricardo Darín, Carlín, Raúl Taibo. Yo era el mayor, el capitán y el arquero y jugando me rompieron la nariz: se me escapó la pelota y me pegaron. El juego siguió como si nada. Estaba muy entrenado porque de más joven había jugado al waterpolo y hasta fui campeón argentino.
-¿Fue muy amigo de Carlín?
-Fue el mejor amigo que tuve. Vivía a la vuelta de mi casa y lo vi hasta el final. Nos hicimos amigos haciendo la obra de teatro La lección de anatomía, cuando los dos empezábamos. Tuvo una experiencia fea, salió mal. Fui a verlo en su despedida y le pedí al hermano que me dejara a solas; el tipo no entendía nada, pero el cerebro sigue trabajando hasta doce horas después de la muerte. Así que en el velatorio hablé de lo que tenía que hablar.
-¿Y qué le dijo?
-Simplemente hablé de los aciertos y desaciertos, le dije que siempre iba a ser su amigo, que es el que acompaña, y yo lo hice hasta el último momento. Íbamos a una plaza cerca y pasábamos muchas horas juntos. Hizo un camino que no era el correcto y se equivocó, pero era su experiencia. La mía es otra.
-¿Tiene hijos?
-Tengo tres hijos: Gabriela, Matías y Diego, que falleció hace muchos años, en el 95. Fue un momento muy difícil porque salí a denunciar algo en el programa de la Giménez. Pero no quiero hablar de eso. Fue muy duro. Sufrí amenazas y empecé a trabajar mucho menos también, hasta que ya no trabajé. Mi hijo tenía que vivir esa experiencia y se fue. Es doloroso, pero así fue. Y tengo cuatro nietos: uno que murió, el mayor que tiene 30 años, otro de 25 y el más chiquito, de 1. No podemos morir, somos indestructibles. Esto es apenas una dimensión, las otras tienen otros estados de conciencia. Nuestra alma desaparece, lo que perdura es nuestro espíritu.
-¿Estás en pareja?
-Sí. Se llama María Victoria Sánchez Viamonte, es docente y estudia historia. Cuando la conocí yo estaba terminando la relación con otra pareja, pero no se podía ir por la pandemia. Me acuerdo que entré al Facebook y vi a una mujer que estaba cantando y bailando. Le comenté que era muy lindo lo que hacía en ese momento en que todo el mundo lloraba con miedo. Y ella dijo: “Nos escribió Jorge Mayorano, qué alegría”. Ahí empezamos a conversar y un tiempo después nos conocimos personalmente. Debo contar que es muy cholula (risas) y buena compañera. Estamos muy bien.
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