La pareja suele compartir momentos familiares con la exmujer del periodista, su hija y sus nietos; una relación que nació en el hall de un teatro y desafía la diferencia de edad
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Jorge Santos Lafauci es uno de los próceres del periodismo de espectáculos de la Argentina, con una extensa trayectoria en gráfica, radio y televisión, medios donde ofreció sus conocimientos sobre cine y teatro, y entrevistó a la mayoría de los actores y actrices de nuestro país. Sin embargo, quien fuera tres veces presidente de Aptra, la institución que entrega el premio Martín Fierro, ha desarrollado un estricto bajo perfil sobre su propia vida. Poco se sabe de ese hombre adusto que fue jurado de “Bailando por un sueño” aquí y en México. “Tengo pudor de sentimiento, es una característica que me acompaña desde mi niñez”, dice a LA NACION ante la atenta mirada de Roberto Luis Ávila, su pareja desde hace 17 años, con quien se unió en matrimonio legalmente en 2015.
Padre de una hija y abuelo de dos nietos, Lafauci aceptó el convite para conversar, junto a su marido, sobre sus propias escenas de la vida conyugal. Como Ingmar Bergman, el hombre apasionado por la escena también podría escribir líneas personales sobre la epifanía del amor. “Los dos tenemos una larga historia. Estoy casado en primeras nupcias con la periodista Noemí Carrizo, somos padres de Georgina Laura y hoy tenemos dos nietos, Ariel (18) y Bárbara (12), ambos con educación judía porque el papá profesa esa religión. Con Noemí tengo una gran relación, nos conocimos siendo muy jóvenes trabajando en Editorial Sopena”, recuerda Lafauci, quien hoy participa, los lunes y jueves por la noche, en el programa Mejor hablar de ciertas cosas, conducido por Sergio Elguezábal en Radio 10, la emisora donde durante años animó su propio espacio dominical, convertido en un clásico del periodismo de espectáculos y por el que desfiló lo más granado del cine y del teatro nacional. “En el ciclo de Elguezábal hago una columna que se llama Planeta Lafauci y algunas entrevistas, es mi contacto con el público”.
Hoy, debut
En el café de Palermo del que son habitués, ubicado a metros del departamento donde conviven cerca de la Avenida del Libertador, el matrimonio tiene ganas de contar su historia, esa sucesión de casualidades y malabares del destino, como todo cuento romántico.
-¿Cuándo y dónde se conocieron?
Roberto Ávila (RA): -Nos conocimos en un teatro el 1° de julio de 2004.
Jorge Lafauci (JL): -El día del aniversario de la muerte de Juan Domingo Perón.
RA: -Cuando estudiaba actuación en el Centro Cultural Rojas y, luego, con Cristina Banegas, además de cursar, mi hobby era ir al teatro, así que solía conseguir entradas que sorteaban los programas de radio para poder ir con mis amigos. En una oportunidad, concurrí al estreno de la obra La prueba, protagonizada por Gabriela Toscano, en el Multiteatro...
JL: Dirigida por Carlos Rivas, el marido de la actriz.
RA: También trabajaban Pablo Rago y Osvaldo Santoro.
Apasionado por su vocación, Lafauci no puede con su genio y, recurrentemente, irá mechando la charla con esos datos precisos que almacena en el disco rígido de su memoria. Su marido no se queda atrás. Compiten con gracia para ver quién recuerda más. Duelo de saberes entre los protagonistas de este amor que nació, como no podía ser de otra manera, en el foyer de un teatro.
-Multiteatro de Carlos Rottemberg, obra La prueba..., pero no me dijeron cómo se conocieron.
JL: -Esa noche, también habían ido a ver la obra mis dos amigas Rita Cortese y María Leal.
RA: -Como en los estrenos suele demorarse el comienzo de la función, nos cruzamos en el hall lleno de gente y nos pusimos a charlar.
JL: -Esa misma noche, como noté que coincidíamos en nuestro gusto por el teatro, lo invité a ver otra obra.
RA: -Porteñas.
-Jorge, ¿vos ya estabas separado de tu mujer?
JL: -Sí, éramos muy jovencitos cuando nos casamos y ya hacía mucho que estábamos separados.
-Fueron a ver Porteñas, ¿cómo sigue la historia?
RA: -Ahí comenzó todo... Desde ese día, vimos juntos más de tres mil obras.
-¿Quién dio el primer paso?
RA: -Él me pasó su teléfono, eran tiempos donde no había WhatsApp...
JL: -Ni celular había...
RA: -Sí, celular había...
JL: -Así comenzamos una amistad de teatro. En realidad, quería tener a alguien que me acompañara a ver las obras. Íbamos mucho.
-Roberto, imagino que vos conocías a Jorge por su tarea pública en los medios.
RA: -Sí, incluso me lo había cruzado varios años antes.
-¿Cómo es eso?
RA: -Había ido al teatro con un amigo y, en esa función, también estaba Jorge. Es más, ya comenzado el espectáculo, mi amigo me dijo: “Mirá Lafauci como cabecea”.
-Puede suceder...
RA: -Era una función de Vino de ciruela, en el Broadway, con Susana Rinaldi.
-En ese entonces, nada hacía suponer que el destino los uniría...
RA: -Es increíble. Es más, pasaron varios años hasta que nos volvimos a cruzar.
-Roberto, ¿cómo era tu vida antes de conocer a tu marido?
RA: -Vivía con mis padres y luego con mi abuela, con las rutinas de todo chico.
JL: -La madre vive y el padre, que era formoseño, murió.
Lafauci va desgranando datos. Manías del escriba, aporta información para que la trama de su propia novela no quede enclenque. Con los años, su marido transformó aquella casa de su abuela en Villa Urquiza en el consultorio donde ofrece sus servicios como tarotista.
-¿Cómo la amistad de teatro se comenzó a transformar en otra cosa?
JL: -No tengo tanta memoria.
-Pasaron 17 años.
RA: -Se fue dando, hubo química.
-Jorge, ¿cómo le comunicaste a tu exesposa y a tu hija la relación con Roberto?
JL: -Nunca comuniqué nada, fue algo natural. En una oportunidad, y no hacía mucho que nos conocíamos, él me acompañó a la puerta del edificio donde vive mi hija con su familia. Tocamos el timbre y la esperamos para saludarla. Recuerdo que bajó de su departamento con su bebé en brazos. Así fue como él conoció a mi nieto que tenía poco más de un año. Jamás lo presenté y nadie me preguntó nada. Así se da hasta hoy, de manera natural.
-Hasta el presente, ¿nunca hubo una pregunta de parte de tu familia?
JL: -Nadie pregunta nada.
RA: -Yo tengo muy buena relación con Georgina, con sus nietos. Antes de la pandemia, los viernes cenábamos todos juntos.
-Tu exmujer, ¿se refirió al tema?
JL: -Jamás, lo da por sentado. Hemos ido a muchas reuniones en la casa de mi hija y estaba Noemí.
-Es saludable mantener ese vínculo.
JL: -Noemí tuvo otro matrimonio y jamás le pregunté nada. Es más, adoptaron a un chico de Misiones, así que mi hija tiene un hermano de parte de madre.
Secretos de un matrimonio
Cuando en diciembre del 2001 estalló el trágico “corralito” que confiscó los ahorros bancarizados de los argentinos, Jorge Lafauci movió cielo y tierra para poder recuperar algo de todo aquello que fue juntando con décadas de esforzado trabajo: “Era de los que iban a golpear cacerolas a las puertas de los bancos”. Con parte del dinero recuperado, el periodista se compró el departamento donde hoy vive: “Era la única salida, cuando me mudé estaba recién inaugurado”, sostiene. Llegó solo a esa nueva propiedad, sin saber que, tres años después, conocería al amor de la madurez con el que compartiría el resto de su vida.
-¿Conviven?
RA: -Sí.
-¿Hace mucho?
RA: -Y sí…
JL: -Lo que pasa es que él también se va a su casa…
-¿Cómo es eso?
RA: -Voy y vengo porque tengo mi consultorio montado donde yo vivía y, de pronto, si estoy atendiendo y se desata una tormenta o termino muy tarde, me puedo quedar a pasar la noche ahí.
El 15 de julio de 2010 se promulgó Ley de Matrimonio Civil, conocida como Ley de Matrimonio Igualitario, un derecho ganado por los colectivos LGBT+. El 1° de junio de 2015, Jorge y Roberto pasaron a engrosar la nómina de las cientos de parejas que pudieron legalizar su vínculo: “Marta González, que es mi hermana de la vida, fue testigo de la boda y nos regaló los anillos”, recuerda Lafauci. Con la presencia de algunos familiares, la celebración íntima fue en un restaurante de La Rural de Palermo. “Estuvieron mi mamá, la hija de él y su hermana...”, recuerda Ávila.
-Existen parejas muy calmas y otras más efervescentes. ¿Cómo definirían a la de ustedes? ¿Discuten mucho?
JL: -Un día discutimos en el teatro Liceo cuando fuimos a ver una obra con Pablo Echarri.
RA: -Era con Facundo Arana.
-No generemos un nuevo altercado, ¿por qué discutieron aquella vez?
JL: -Por algo insustancial, ni me acuerdo, lo que sí tengo claro es que me fui ofendido, pero vino Hugo, un amigo de él al que siempre invitábamos al teatro, y me dijo: “Si ustedes se pelean, yo quiero seguir yendo al teatro”.
-¿Mantienen un vínculo asfixiante o de libertades?
JL: -Nos damos oxígeno. Él ayer se fue a caminar al Ecoparque y no me invitó.
-Roberto, me sonó a reproche...
RA: -Es que no hacemos todo de manera conjunta, cada uno tiene su espacio. El cine para mí es una terapia, así que prefiero ir solo, ni siquiera voy con amigos.
JL: -Además, a mí me gusta la fila 2 y él se sienta bien arriba, en las últimas filas.
-¿Quién cocina?
RA: -Ninguno de los dos.
Conocedor letrado y difusor empecinado de la obra de las recordadas glorias de la escena y de las estrellas más actuales, los actores y las actrices encuentran en Jorge Lafauci a un interlocutor válido para hablar sobre sus trabajos. Para estar a la altura, no deja pasar ni un solo estreno de cine y teatro, ni deja de estimular su pasión por el arte erudito o el más popular: “Todos los días escuchó temas de Gardel, lo heredé de mi padre. Además Gardel y Evita son los dos grandes mitos del siglo XX”, sostiene Lafauci sin disimular su apasionamiento.
Acaso su título como profesor, obtenido al finalizar la carrera de Filosofía y Letras, fue el primer acto en torno a su devoción por el arte, la palabra y la escena. “Siempre estuve ligado al teatro y al cine, aunque la mayoría de la gente me asocie con el teatro, soy un bicho que creció con el olor del celuloide. Es más, podría decir que los momentos más felices de mi vida los pasé adentro de un cine. Cuando era chico vivía en Barracas, así que, durante toda mi infancia y juventud, fui a la sala del Güemes que estaba cerca de casa y, además, frecuentaba las de Lanús porque tenía tíos y primos en esa localidad”, Lafauci rememora con nostalgia, ante la escucha atenta de su marido, quien reconoce: “Hoy no podría relacionarme con alguien que no esté ligado a la cultura porque esa es, para mí, una conexión importante”.
-Roberto, además de los saberes sobre teatro y cine de Jorge, ¿qué más te sedujo de él?
RA: -A mí siempre me gustaron los hombres más grandes...
JL: -Soy mucho mayor que él...
RA: -Me lleva 27 años, cumplí 50...
JL: -Mi edad no la digas…
-Pero ya la dio a entender Roberto...
JL: -Poné 74, 75, es una broma. Estoy orgulloso de mi edad.
-A vos Jorge, ¿qué te enamoró de Roberto?
JL: -Creo que fue el compartir el amor por el teatro.
Y si al arte lo convirtió en liturgia, el periodista hizo de la fe un motor para enfrentar la madurez y las adversidades: “Con la pandemia salgo menos, pero suelo mirar por la ventana en dirección a la iglesia y rezar, soy muy religioso”.
-Jorge, a pesar de tu bajo perfil, en los últimos días, en tus redes sociales, subiste una foto celebrando un nuevo aniversario de la pareja.
JL: -No soy de hacer esas cosas. Como dije al comienzo, tengo pudor de sentimiento.
-Pero sin prejuicio para ejercer el amor con libertad...
JL: -Todo se dio de manera natural.
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