Jorge Ibáñez, la tragedia de un hombre que no quería morir
Se cumple un nuevo aniversario del fallecimiento del modisto de las estrellas. A los 44 años, una falla cardíaca truncó su vida
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14 de marzo de 2014. Como todos los días, Jorge Ibáñez había realizado su entrenamiento físico de todas las mañanas. Cada amanecer, a las siete en punto, el diseñador se disponía a ejercitarse. Llevó a cabo su rutina sin ningún tipo de malestar. Tenía 44 años, llevaba una vida sana y su físico delgado y trabajado daba cuenta de un aparente bienestar, de su buen estado de salud. Sin embargo, a media mañana su cadáver fue encontrado en su departamento de la calle Esmeralda, en el barrio de Recoleta, cercano a su famoso atelier de Guido y Rodríguez Peña.
Jorge Ibáñez lucía ropa deportiva cuando una empleada lo encontró desvanecido en su dormitorio. La mujer, que colaboraba con el orden doméstico y también trabajaba en la maison, intentó reanimarlo sin éxito. Desconsolada pidió ayuda ante la sospecha del trágico desenlace.
En los días posteriores, la autopsia reveló que la causa del fallecimiento había sido una falla cardíaca provocada por una cardiopatía hipertrófica dilatada, una patología que suele ser genética.
El día de su muerte, el modisto debía visitar El diario de Mariana, el magazine conducido por Mariana Fabbiani en eltrece. Aquella entrevista se iba a dar como anticipo de la presentación de la nueva colección que Ibáñez iba a presentar al día siguiente en un destacado encuentro del mundo de la moda. Murió en el mejor momento de su carrera.
Inesperado
La dueña de la casa MT, la famosa casa de bijoux, había pasado esa mañana gris por la puerta de la tienda de Ibáñez. Al ver a una empleada llorando, no dudó en comunicarse con Mirtha Legrand para manifestarle su sensación de anormalidad. Fue la diva de los almuerzos televisados quien rápidamente se enteró de la tragedia al llamar por teléfono al local, luego del comentario que le había hecho su amiga. Habían pasado pocos minutos del hallazgo del cadáver del modisto cuando una ambulancia ya atravesaba la vereda de su casa y, en los medios, se anunciaba la triste noticia.
La muerte del notable creador no solo sorprendió por tratarse de una persona muy joven, sino porque jamás había manifestado tener algún inconveniente con su salud. Ingrid Grudke y Florencia de la V no dudaron en acercarse a la calle Esmeralda sin poder creer lo sucedido. Pertenecían al círculo íntimo del creador.
Sin palabras
Cerca de las 11.30 de la mañana, Mabel y Jorge, los padres del diseñador, se enteraron de la tragedia. Tomaron conocimiento de esa muerte que no tiene nombre, que por lo antinatural es imposible definir y poner en palabras.
Con entereza, ella, y visiblemente quebrado, él, se hicieron cargo del funeral. También Alejandra, la hermana de Jorge, radicada en Colombia, tomó cartas en el asunto. El velatorio se llevó cabo en una sala de sepelios del barrio de Belgrano, donde una multitud de famosos se dio cita para despedirlo.
Paradójicamente, en el último adiós al modisto que no solía meterse en problemas, se iniciaron los primeros agravios entre amigos y familiares. En la casa velatoria, un altercado entre Florencia de la V y Graciela Alfano hizo que esta última saliera casi despedida del lugar. Tiempo después, se dijo que el propio Ibáñez le habría contado a su familia e íntimos que Alfano le habría devuelto un vestido sucio y que solía practicar rituales de magia negra con asiduidad. Por supuesto, nunca fueron confirmadas tales cuestiones. Fue el primero de los escándalos en torno a una partida trágicamente prematura.
La guerra de las Ibáñez
El 7 de noviembre de 2016, Jorge Ibáñez padre fue a realizarse unos controles médicos en una clínica porteña. Ante el estupor de los médicos que lo atendían, murió repentinamente, sin sufrimiento físico. El hombre jamás había asimilado la inexplicable muerte de su hijo, tragedia que lo sumió en una profunda depresión.
Al poco tiempo, se desató una guerra sin cuartel en la que los movimientos financieros de la tienda de Ibáñez, ahora atendida por su madre, y la herencia dejada por el modisto, se convirtieron en factor de ruptura entre Mabel y su hija Alejandra, hermana del fallecido. Se dijeron de todo por escrito y ante las cámaras de televisión. Algo que jamás hubiese tolerado Jorge Ibáñez, cultor de los buenos modos y alejado siempre de los escándalos. La muerte del esposo de Mabel acrecentó la batalla campal entre las mujeres.
Génesis
Jorge Ibáñez nació el 6 de diciembre de 1969 en Lomas de Zamora. En el sur del conurbano transcurrió su infancia y adolescencia, rodeado de amigos, muchos de ellos cosechados en la parroquia a la que concurría.
De chico supo que lo suyo sería la moda. Cuando Mirtha Legrand hacía Mirtha para todos en el estudio mayor de ATC, él no dudaba en asistir a la tribuna del programa como un integrante más del público. Tiempos de ensueño donde imaginaba vestir alguna vez a la diva. Lo logró.
Ibáñez no era hombre de quedarse con los brazos cruzados. Le acercó sus diseños a Legrand, quien quedó encantada y no dudó en lucir uno de sus vestidos en uno de sus programas de televisión. Fue el primer espaldarazo que recibió en su carrera. La conductora lo hizo de manera desinteresada y consciente del talento de ese chico que soñaba con triunfar con sus diseños. Cuando Mirtha Legrand se lo recomendó, Susana Giménez no dudó en vestirse con él.
En su adolescencia sus intereses eran diferentes a los del resto de sus compañeros. La identidad sexual no fue un tema tocado en su casa, pero tampoco se convirtió en un tabú. Ibáñez siempre supo cuál era su camino, su deseo y qué necesitaba para ser feliz. Sus padres lo acompañaron en todo, a su modo. Mabel entendió rápidamente que el camino de su hijo estaba en el mundo de la moda. Jorge, quien era un prestigioso médico de la zona sur, tardó más en asimilar la profesión de su hijo, aunque jamás tuvo un gesto de reprobación hacia las elecciones personales y laborales del modisto.
Fue un precursor que no dudó en incorporar la cuestión de género a sus desfiles: Flor de la V fue una de sus mujeres fetiche. Tampoco se privó de vestir a las señoras de la alta sociedad, quienes encontraban en los diseños de Ibáñez la distinción que necesitaban para la vida social y las grandes fiestas de Buenos Aires. Tuvo estilo propio. Convirtió su nombre en una marca y sus diseños en prendas aspiracionales.
Ibáñez, que mantenía una vida social muy activa, era un muy buen amigo de sus amigos. Su trato siempre era afable y se relacionaba con un vínculo muy cordial con las modelos que lucían sus vestidos. Se llevaba bien con todas y respetaba por igual a las consagradas, como a las chicas jovencitas que daban sus primeros pasos sobre las pasarelas.
Anamá Ferreira, una de sus amigas, lo lloró durante meses y hasta confesó que se le aparecía en sueños, siempre sonriente y feliz. Tenía talento de sobra, estaba al tanto del pulso de la moda en el mundo y, de haber nacido en Milán o París, su nombre hubiese tomado ribetes internacionales.
Fue el chico de Lomas de Zamora que soñó fuerte. Que luchó por cumplir sus deseos y no claudicar en la búsqueda de todo aquello que lo hacía sentir pleno y feliz. Se atrevió sin vergüenza a todo aquello que lo divertía. No tenía pudores, aunque no le interesaba el ridículo. Con ese norte, fue figura de los concursos de canto y baile de Marcelo Tinelli y se animó a la conducción televisiva. Su gracia campechana, sus labios carnosos siempre sonrientes y su decir tan personal lo convirtieron en una figura querida y conocida, más allá del universo de la moda.
Se fue antes de tiempo. Repentinamente. Dejó una huella y no tuvo reemplazo. Aquella mañana del 14 de marzo de 2014 su corazón dijo basta sin señales anticipatorias. Se fue sin sufrir, sin darse cuenta. Amaba la vida, hubiera sido demasiado doloroso para él, entender que se estaba apagando. Su deceso se convirtió en la tragedia de un hombre que no quería morir.
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