El actor, en plena promoción de su última película El duelo, blanqueó su romance con la exmodelo y actriz y aseguró que se están conociendo; además habló con LA NACION sobre cómo fue trabajar con la China Suárez y reflexionó sobre lo que aprendió de la vida ahora que está apunto de cumplir los 50
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Dice Joaquín Furriel que hoy está en un muy buen momento porque enriqueció mucho su vida por fuera del trabajo y eso es muy agradable. Cree que, quizá, se debe a que pronto cumplirá 50 y sus aprendizajes se lo hicieron entender. O tal vez es porque está enamorado. Hace algunos meses que está en pareja con Guillermina Valdés y aunque siempre habla poco de su vida privada, esta vez decidió responder el silencio sobre su flamante relación en una charla íntima con LA NACION, en el marco del estreno de su nueva película, El duelo, que protagoniza con la China Suárez y que llegará a los cines el próximo 12 de octubre. También reflexionó sobre su historia de vida, las enseñanzas que tuvo y aseguró que está muy bien de salud, luego de sufrir un ACV (accidente cerebro vascular) isquémico, hace nueve años.
-¿Son ciertos los rumores sobre tu relación con Guillermina Valdés?
-Estoy muy bien. Hoy no tengo nada que ocultar, ni tampoco que mostrar, y lo hago por una cuestión de salud personal y porque es algo que valoro en la gente. Todas las parejas con las que estuve tienen esos mismos valores y he estado con actrices: con Paola (Krum), que es la madre de mi hija, con Eva (De Dominici) y ahora con Guillermina. Estamos hace unos meses juntos, conociéndonos. No tengo nada más que decir. Los dos tenemos muy claro que conocerse con alguien lleva un tiempo. Hoy no lo siento precipitado porque ya llevamos unos meses. Tiene mis mismos valores y eso me gusta mucho; es importante marcar ese límite de la intimidad. Son tiempos en los que no sé bien por qué la gente cree que tiene beneficios mostrar y contar todo de su vida.
-¿Sostener tu privacidad te costó mucho siendo una persona pública?
-No. Cuando empecé a trabajar ya tenía algunas herramientas y supe que era un lugar en el que no me quería meter. Lo pude sostener porque siempre fui claro, consecuente y no tuve contradicciones. Para que funcione mi vida fuera de la ficción, necesitaba intimidad. Parece una frase hecha, como la de Saint Exupéry, que “lo importante es invisible a los ojos”, pero hay una síntesis en eso. Mi vocación y mi trabajo son parte de mi vida y fuera de eso nunca crucé el límite, ni aún estando en pareja con mujeres del medio. Y por más que ahora pueda haber rumores o sacarnos fotos, no tengo nada que ocultar. Estaba soltero y ella también, y hace un tiempo que estoy en una relación con Guillermina. Nos cuidamos mucho porque cuando te estás conociendo con alguien es raro que se te meta el afuera a opinar si está bien o mal. Nunca entendí bien y nunca entré en esa, no abrí las puertas de mi privacidad, ni siquiera cuando hacía novelas y me sugerían hacer tapas de revistas y mostrar mi vida. Entendí que no era por ahí.
-Sin embargo, ahora todos muestran su vida en redes sociales...
-En estos tiempos parecería que la privacidad y la discreción carecen de valor para muchas personas, pero para mí es todo lo contrario. He estado soltero bastante tiempo en diferentes momentos de mi vida y si fuera por mí, nadie se hubiera enterado con quién estaba. Y si se enteraron es porque habló la otra persona; yo no tengo nada que decir. Hablo cuando estoy en una relación importante porque si contás, dejás de vivir un poco, al menos lo siento así. Abrazo la privacidad, la intimidad y la discreción porque para mí la vida está ahí. Tengo un amigo con quien guardo fotos de bebé porque nuestros padres eran mejores amigos; tengo tres amigos de toda la vida y otro grupo más contemporáneo y cuido mucho eso. Mi hija (Eloísa) también se crio en ese contexto, aún siendo hija de dos actores. Ahora, con 15 años, ya tiene algunas herramientas como para poder elegir. Es como la religión, yo no podría bautizar a mi hija siendo bebé, que ella elija cuando entienda. Soy laico también con la fama. En una época todos miraban Gran Hermano con cierta sorpresa y hoy en día a toda la gente le fascina mostrar su casa, sus vacaciones, sus hijos. Yo no lo entiendo. Lo auténtico está por fuera de todo eso y creo que es el laberinto en el que hemos caído: todos somos construcciones permanentes.
-Hace unos años contaste que tuviste un ACV durante un vuelo, ¿cómo estas hoy?
-Bien, estoy muy bien. Tuve un ACV isquémico leve hace nueve años ya. Cuidándome.
-¿Y cómo es ese cuidado?
-Me tomo una aspirina prevent diaria porque necesito tener la sangre licuada y no mucho más. Porque yo nunca fumé, no me gusta ningún tipo de exceso, entreno, hago montañismo, trato de comer sano. Siempre estoy muy bien entrenado para rendir bien en mi trabajo. Por eso pude hacer Hamlet, que duraba tres horas. Y con El jardín de bronce grababa durante muchas horas en el día, por cuatro meses y medio. Hago personajes demandantes.
-¿Qué otras cosas modificaste desde entonces?
-Creo que en el momento empecé a andar más despacio y después entrás en la vorágine de la vida misma. Todo lo que nos ocurre es una fuente de aprendizaje y a veces conecto con eso más que otras. Dicen que el tiempo sana y no es solamente una frase hecha, también es una verdad. La vida es dinámica. Hace un tiempo me di cuenta que estaba bien con mi trabajo, que era el actor que había soñado siendo estudiante, que tengo una hija sana que es una belleza de persona además, que siento mucho amor en mi entorno afectivo. Armé redes hermosas y sin embargo había algo que no me terminaba de convencer y no sabía qué era, y de a poco empecé a permitirme ver por qué no estaba lo radiante que sentía que podía estar. Y tiene que ver con que vivimos a un ritmo en el que dejás pasar algunas cosas que germinan de diferentes maneras. De un tiempo a esta parte siento que estoy conectado, trabajando con eso.
-¿Detectaste qué te pasaba?
-Sí, detecté varias alarmas que estaban latiendo y sigo haciendo un trabajo interno. Intento meditar, aunque me cuesta, y encontré que el montañismo es una meditación activa que me hace muy bien. Sobre todo, me di cuenta que le había puesto mucha energía a mi vocación y me faltaba potenciar mi vida por fuera de mi trabajo. Los que tenemos una vocación muy marcada de chicos, en mi caso desde los 13 años, creemos que ese es el sostén de tu vida. El año que viene cumplo 50 años y no sé si tiene que ver con eso o no, pero me di cuenta que la vida no pasaba tanto por ahí, que era importante, pero no lo más importante. Hace un año empecé a hacer un trabajo interno, muy de a poco, y hoy estoy en un muy buen momento porque enriquecí mucho mi vida por fuera del trabajo y es muy agradable. A veces no se hace fácil porque tengo que viajar, pero cuando conectás con el ser, la vida tiene otro sabor.
-Decís que a los 13 años descubriste que querías ser actor, ¿cómo fue?
-Cuando empecé la escuela secundaria me anoté en un grupo de teatro y me cambió la percepción del mundo. Era un pibe muy introvertido y al mismo tiempo quilombero porque me aburría en las clases; me iba bien y me resultaba relativamente fácil el estudio. El grupo de psicopedagogos de la escuela descubrió que necesitaba algún estímulo artístico así que me anoté en todos los talleres: pintura, teatro, literatura. Y cuando actué, me di cuenta que no había miedos ni noción del tiempo y eso me dio mucha integridad. Y pensaba: “Acá soy y en la vida me cuesta más ser”. Ahora, después de tantos años, soy... Y estoy trabajando para ser fuera del trabajo.
-¿Qué te gusta hacer cuando no trabajás?
-Estoy estudiando antropología sociocultural en la UNSAM (Universidad de San Martín). Empecé hace tres años, pero voy despacio porque no tengo mucho tiempo; el año pasado cursé una materia y no pude prepararme para dar el final porque me fui a filmar a España. Disfruto de pasar tiempo con mi hija que ya tiene 15 años, tengo grupos de amigos muy cercanos. Estoy aprendiendo a disfrutar mucho de mi vida por fuera de mi vocación y no es fácil cuando hacés algo que te gusta tanto y te da una energía tan luminosa.
-Estrenás El duelo, una película de aventuras con tintes de comedia y acción. Es poco común verte en trabajos como este, ¿qué te atrajo?
-El humor siempre me gustó y lo trabajé cuando estudiaba; en el Conservatorio me encantaba hacer de mimo, clown y personajes que tuvieran humor. Con el tiempo, por alguna razón, me especialicé en el drama o en personajes que tienen mucho subtexto. En el último año, hice trabajos muy demandantes desde lo dramático, por eso me gustó El duelo. Es un tipo de película que en general no me ofrecen porque no me imaginan en un personaje naif, ingenuo, asustadizo, vulnerable. Habitualmente hago personajes más complejos, aunque podría decir que Hermógenes de El patrón también es muy vulnerable, pero en otro contexto. Entonces me gustó el guion, el personaje, y la posibilidad de armar una dupla con la China me pareció interesantísimo porque sabía que podíamos tener muy buena química y divertirnos y eso es muy importante para una comedia romántica y de acción. Nunca había trabajado con ella, pero la conozco en un contexto personal porque trabajé muchas veces con Benjamín Vicuña y tenemos muy buena relación.
-¿Y la química con la China fue inmediata?
-Siempre me cayó muy bien la China y fue muy divertido trabajar con ella. Entendimos que la película necesitaba frescura y complicidad de parte nuestra y la verdad es que quedé muy conforme porque vi gestualidades mías nuevas y otra mirada. En definitiva, descubrí otra faceta. Soy muy fanático de Buster Keaton y en algunos de mis trabajos como en Hamlet o el año pasado en Ella en mi cabeza, pude aplicar cosas del orden físico en cuanto al humor y no solamente verbal. Trabajo siempre los personajes muy corporalmente y esta es la primera vez que lo hago en comedia. Me genera un tipo de creatividad diferente a la que tengo con proyectos como El reino o El jardín de bronce, son energías muy distintas.
-Acabás de volver de San Martín de los Andes, donde filmaste otra película, ¿cómo fue la experiencia?
-En San Martín de los Andes estuve seis semanas filmando Una muerte silenciosa, con Soledad Villamil, Alejandro Awada y Víctor Laplace, bajo la dirección de Sebastián Schindel. Se trata de un thriller que transcurre en la década del 80. Entrené andar a caballo, el manejo de armas, hachar porque es un cazador de ciervos que vive en el medio de la montaña. Todas cosas cotidianas para la gente de ese lugar, pero los porteños no tenemos idea. En mi caso sabía algo del tema porque tuve una infancia bastante conectada a lo rural porque íbamos mucho al campo de una familia amiga. Además en la adolescencia me instalaba mucho en el Sur como mochilero y aprendí a hachar, por ejemplo.
-¿Qué se viene?
-Un poco de descanso. Este año filmé Descansar en paz, de Sebastián Borenzstein, que se estrena el año que viene en Netflix, y El aroma del pasto recién cortado, de Celina Murga. Creo que el cuerpo me pide descansar. Estoy viendo proyectos audiovisuales para 2024 y algo de teatro para 2025. Desde que empecé hice personajes muy distintos, novelas, unitarios, cine, teatro y siempre me costó definirme en una sola cosa. Ahora, con el tiempo, veo que esa es mi identidad: soy ecléctico.
-¿Extrañás la ficción en televisión abierta cuando hacías una novela detrás de otra?
-Lo extraño sí porque era un muy espacio hermoso de formación. Empecé a trabajar en televisión cuando terminé el Conservatorio, a los 24 años, y grabar tantas escenas por día en una tira te da entrenamiento y herramientas para otros trabajos. Entonces es un ámbito de formación, y no sólo de trabajo. Por otra parte, no hay tanta gente que tenga acceso a internet en una casa y que además pueda pagar una plataforma. Por eso creo que la televisión abierta sigue siendo un espacio muy poderoso en nuestro país. Entre caníbales fue mi última tira diaria y fue hace mucho tiempo ya.
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