Se ganaba la vida como diseñador gráfico pero tras estudiar actuación en México, se convirtió en el primer actor y personaje argentino de una serie de Netflix (Club de cuervos); en diálogo con LA NACION habla de su regreso con el film Franklin, historia de un billete
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Joaquín Ferreira es artista plástico y actor. Tenía apenas 25 años cuando sintió que necesitaba cambiar de vida. Había estudiado Arquitectura y Diseño Gráfico y de eso vivía. La actuación jamás había sido una opción. Hasta que...
“Un día me cansé de todo y me fui a vivir a México. Fue hace diez años. Me iba bien pero quería conocerme un poco más a mí mismo. Parece de libro, pero es la verdad”, se sincera el actor en una charla con LA NACION. En México vivió una gran aventura que relata con algunos detalles, pero lo que realmente lo tiene entusiasmado es el regreso a nuestro país: “Este folklore argentino es un quilombo tan lindo...”, dice.
Hoy, jueves 19, se estrenó en cine Franklin, historia de un billete, película dirigida por Lucas Vivo García Lagos y que Ferreira protagoniza junto a un gran elenco encabezado por Germán Palacios, Daniel Aráoz y Sofía Gala Castiglione.
-¿Qué hiciste en México?
-Primero pensé en ir a la playa, y que si tenía que ganarme la vida haciendo masajes, lo haría. Así que fui a Playa del Carmen, pero apenas llegado, caminando por la playa, una mujer me preguntó si era actor, le dije que no pero que me animaba a hacer cualquier cosa. Y me fui a hacer un casting para una publicidad de República Dominicana. Estuve siente días en un hotel y me encantó la experiencia. Cuando volví, me compré una moto sin saber andar y me fui al DF, donde empecé a estudiar actuación. Fue muy loco porque mi primer película también la hice en República Dominicana.
-¿Y fuiste masajista en la playa?
-No, pude vivir de mis ahorros, pero en México, para pagarme los estudios de actuación, trabajé de lo que se te pueda ocurrir: repartí folletos, fui promotor, modelo, iba a fiestas judías a repartir los souvenirs, eso se usa bastante allá. Hasta que un profesor de la escuela me dijo que le gustaba mi trabajo, que fuera a Televisa y TV Azteca que tienen sus propias escuelas de actuación becadas. Entonces hice casting en las dos y quedé en ambas, pero en una me pagaban por estudiar y con eso podía sostenerme. Por eso elegí TV Azteca, y con el sueldo me pagaba una habitación en una casa y mientras, estudiaba.
-¿La experiencia rindió sus frutos?
-Me cambió la vida. Buscaba conocerme, aunque sin saberlo tanto porque uno no se da cuenta a veces de las decisiones que toma. Pero viéndolo en perspectiva entendí que necesitaba conocerme. Y la carrera de actuación es eso, deconstruirte, encontrarte a vos mismo. Y en esa búsqueda encontré la actuación que es lo que más me gusta hacer en la vida, actuar y pintar.
-¿Y te gustó al Joaquín que conociste?
-Cada vez me gusto un poquito más y me vuelvo más auténtico, y soy más fiel a mis deseos. Y cuando encuentro cosas que no me gustan, intento modificarlas.
-¿La película Franklin te trajo otra vez a Buenos Aires?
-No, primero lo hizo Club de Cuervos, la primera serie de Netflix de habla hispana, donde interpreté a Potro. Tuve la suerte de ser el primer argentino en una serie de Netflix. Tuvo cuatro temporadas y vinimos a grabar un spin off de mi personaje a Buenos Aires. Ese fue mi primer trabajo en Argentina, y una producción norteamericana.
Después, en plena pandemia, estaba grabando La suerte de Loli, en Miami. Hacía un año y medio que no volvía al país y siempre soñé con trabajar acá, pero pensaba que era muy difícil, que había poco trabajo. Son esas concepciones mentales que uno se crea y en realidad son miedos. Me vine a visitar a mi familia y amigos y a los 15 días me salió este casting pata Franklin. Fui, les gustó mi trabajo, pero mi personaje ya estaba elegido. Me dijeron que todavía no veían a Yelmo, que es un malviviente. Dijeron que me veían muy lindo para el personaje (ríe).
Quedamos en volver a vernos en una semana y lo que hice fue ir a la Isla Maciel, caminando, solo, le conté mi historia a la gente del barrio, me cortaron el pelo y no me cobraron. Después me fui a hacer una prótesis dental para el personaje y el dentista no me cobró, porque lo conmovió mi historia de querer trabajar en Argentina y que era mi primera película. Lo mismo pasó con una maquilladora. Entonces era ya un montón de gente que estaba poniendo todas sus ganas para que yo estuviera en la película. Me corté la ceja, me afeé, les gustó y quedé. Y pronto también se estrena otra película en la que hago un papel pequeño, Más respeto que soy tu madre. Y la semana pasada terminamos de grabar una serie para Paramount, Medusa, con dirección de Jazmín Stuart.
-Por fin sos profeta en tu tierra…
-Era lo que más deseaba. No ser profeta sino tener la oportunidad de mostrar lo que hago en mi tierra y compartir con actores argentinos que admiro un montón. Amo la forma de trabajar que tenemos y estoy re feliz.
-¿Extrañabas?
-Muchísimo. Extrañaba todos los días Argentina, mi familia, mis amigos. El folklore argentino es un quilombo tan lindo... Estoy pensando en comprarme un terrenito en el Delta para hacer mi casita. Argentina es hermosa. Además llegué y me enamoré de una mujer hermosa. Estaba filmando Franklin y en maquillaje pedí que no me sacaron los tatuajes de la cara que usa el personaje, porque tenía un a cita y quería ir así. Me parecía gracioso. Y era Brenda Villoslada, que también es actriz. Estamos juntos hace un año. Nunca había tenido una novia actriz, la ayudo con los castings, me ayuda a mí. Compartimos mucho. Tengo ganas de quedarme, porque en argentina conectas con la gente de otra forma.
-También sos artista plástico…
-Sí. Estoy con un grupo de artistas que tienen una fábrica en Villa Crespo. Hago exposiciones, vendo mis cuadros. Cuando dejo de actuar, pinto. Son mundos con energías parecidas y por eso no puedo hacer las dos cosas a la vez.
-¿Cómo se dio la primera oportunidad de vender un cuadro?
-Tuve mucha suerte. Vendí mi primera obra en México, donde tengo un manager artístico. Hice exposiciones, muestras, y una escultura muy grande que estuvo en avenida Reforma, que es como la 9 de Julio acá. Me mostré mucho artísticamente y no sé si soy conocido, pero pinto y mis cuadros se venden. Tengo mucha suerte.
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