Joan Fontaine y Olivia de Havilland, una enemistad que ni la muerte pudo solucionar
Es cierto que aquello de "los hermanos sean unidos" es más una expresión de deseo que una realidad, sean los de sangre o sean los otros, pero de todos modos hay rivalidades que cuesta entender. Como por ejemplo, la de las hermanas Joan Fontaine y Olivia de Havilland, dos de las estrellas más grandes de la época dorada del cine de Hollywood.
Cuando Joan Fontaine murió el 15 de diciembre de 2013 a los 96 años, muchos recordaron un chiste que se contó durante décadas: "Vivió tantos años porque ninguna de las dos hermanas quería darle el gusto a la otra de morir primero". Así de gráfico fue su enfrentamiento. La pregunta entonces es: ¿por qué se odiaron tanto durante casi cien años? Y también: ¿cuánta responsabilidad tuvo Hollywood en fomentarlo hasta el punto de de consumir sus carreras y sus vidas?
Olivia de Havilland era apenas un año más grande que Joan Fontaine y, de acuerdo a las biografías, siempre fue la preferida de su madre Lilian Ruse. Ambas niñas habían nacido en Tokio, lugar en el que el padre, Walter Augustus de Havilland, ejerció durante algunos años la abogacía. A raíz de las complicaciones respiratorias que comenzaron a tener las niñas, Lilian convenció a su marido para que se mudaran a California. Él al principio aceptó, pero al poco tiempo abandonó a la familia para volver a los brazos de una mujer japonesa que trabajaba para él. Luego de procesar el abandono, Lilian se casó en 1925 con George Milan Fontaine, adoptando su apellido y más tarde forzando a su hija menor a que hiciera lo mismo en su entrada al mundo del espectáculo.
Un accidente infantil marcó el inicio de la disputa entre Olivia y Joan. Cuando tenían cinco y seis años, respectivamente (otra versión dice que ya eran adolescentes), Joan quiso hacerle una broma a Olivia agarrándola del tobillo para tirarla a una pileta, pero esta se zafó con un movimiento brusco y su hermana terminó con rotura de clavícula y varias semanas enyesada. A pesar de que con los años aceptó que había sido un accidente involuntario, nunca se lo perdonó. Cuando de mayores De Havilland aseguraba que a su hermana "de chiquita la quería muchísimo", Fontaine le retrucaba: "No me acuerdo de haber recibido ni un solo gesto de cariño por parte de Olivia durante toda mi infancia".
Olivia de Havilland fue la primera de la familia en interesarse por la actuación, empujada por su madre a quien la vocación le había quedado trunca. Luego de algunas experiencias en teatro vocacional llegó a Hollywood en 1935 y llamó la atención de Errol Flynn, que no solo se enamoró secretamente de ella sino que también la incorporó en todas sus superproducciones. Olivia no había cumplido 21 y ya había trabajado con él en El capitán Blood (1935), La carga de la brigada ligera (The Charge of the Light Brigade, 1936) y Robin Hood (1938), y lo haría por muchos años más.
El golpe de suerte de su hermana sedujo a Joan, que también comenzó a deslumbrarse por las luces de la pantalla grande luego de haber pasado un tiempo con su padre en Japón, harta de los maltratos del nuevo marido de Lilian. "Joan vino con mi madre al estreno de mi primera película, pero no la reconocí. Se había decolorado el pelo, fumaba, ya no era mi hermana menor. Le recomendé que estudiara y me dijo: ‘No quiero. Voy a hacer lo mismo que vos’", contaba Olivia sobre el reencuentro.
Pero su madre fue terminante: no solo no apoyaría a su hija menor en la decisión, sino que le prohibió usar su apellido: "Solo puede haber una De Havilland en Hollywood". Si quería seguir ese camino, Joan tendría que llevar el apellido de su padrastro. Y así lo hizo.
La competencia por el Oscar
Mientras Olivia de Havilland cosechaba aplausos y admiradores, Joan Fontaine crecía en el cine a paso de hormiga, merced de un contrato con RKO, y algunos buenos papeles en dupla con Fred Astaire (A Damsel in Distress, 1937) o Cary Grant (Gunga Din, 1939). Ni su primer marido, el también actor Brian Aherne le tenía fe: "Joan es joven, bonita, alegre, absolutamente encantadora y, gracias a Dios, sin ninguna madera de actriz".
A comienzos de la década del 40 llegó su gran oportunidad. Gracias a estar en el lugar justo, en el momento indicado, Fontaine se puso a charlar en una fiesta con el productor David O. Selznick, que a su vez le presentó a Alfred Hitchcock con quien preparaba Rebeca, una mujer inolvidable (Rebecca, 1941). En el que sería el debut del director inglés en el mercado norteamericano, Fontaine se hizo con el papel protagónico por sobre Vivien Leigh, Margaret Sullivan y Anne Baxter.
Su trabajó redundó en una nominación al Oscar como mejor actriz y también fue la primera vez que le pudo mostrar al mundo que no estaba a la sombra de su ya famosa hermana. Porque si bien Olivia de Havilland un año antes había aspirado a un premio de la Academia por Lo que el viento se llevó, este había sido a mejor actriz reparto que, lógicamente, no era lo mismo.
El enfrentamiento por los premios se repitió a lo largo de toda esa década, llegando a su punto cúlmine en 1942, cuando ambas mujeres compartieron terna: Joan con La sospecha y Olivia con Hold Back the Dawn. El Oscar se lo llevó Fontaine y un fotógrafo registró el momento en que Olivia se acercó a saludarla y ella le dio vuelta la cara.
Los chispazos entre ambas no se limitaron al ámbito profesional. Por la misma época, en una entrevista Joan había sido muy sarcástica con el marido de su hermana, el escritor Marcus Goodrich: "Lo único que sé de él es que ha tenido cuatro mujeres y ha escrito un libro. Una pena que no hubiera sido al revés".
Amar es no tener que pedir perdón
Durante las décadas del 50 y 60 las dos mujeres se trataron poco y nada. Olivia evitaba por completo hablar públicamente de Joan, aunque cada vez que podía hacía algún comentario para buscar el enfrentamiento. Si la relación pendía de un hilo, este se rompió definitivamente con la muerte de Lilian Ruse, el 20 de febrero de 1975.
Cuando murió su madre, Joan Fontaine se encontraba haciendo una gira de teatro. Lilian estaba enferma de cáncer e internada a la espera de una operación. Joan nunca le perdonó a su hermana que no la llamara por teléfono para avisarle del deceso, sino que le mandara un telegrama que recibió dos semanas después. Olivia no creyó esa historia, sino que pensó que había elegido priorizar la carrera por sobre la familia: "No vino al funeral de mamá porque seguramente tendría otra cosa mejor que hacer".
"Me casé primero, tuve un hijo primero y gané un Oscar antes que ella. Y si también muero antes seguramente se indignará porque le habré ganado también en eso". La muerte de Joan Fontaine en 2013 puso fin a una de las peleas familiares más duraderas que dio Hollywood a lo largo de su historia. Olivia de Havilland, menos propensa a las frases mediáticas, la despidió con dolor, y recién años después volvió a hablar del tema: "Mi comportamiento hacia ella siempre fue cariñoso, a veces distante, y en los últimos años la relación se rompió. Joan era una persona brillante, con múltiples talentos, pero con astigmatismo en relación con su percepción de la gente y de los acontecimientos, lo cual la hizo reaccionar a menudo de manera injusta y prejuiciosa".
De Havilland murió el pasado 1 de julio, a los 104 años, sin haber podido nunca zanjar las diferencias que la separaron de su hermana menor durante casi cien años. Algunos amigos de ambas aseguran que en el último tiempo tuvieron conversaciones en privado que las ayudaron a cerrar algunas heridas. Sin embargo, para la historia del cine su distanciamiento siempre será uno de los tantos misterios que nutren la leyenda de Hollywood.
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