La diva, que padeció abusos, violencia e infidelidades, desde hace dos décadas vive felizmente casada con un hombre 32 años menor
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Joan Henrietta Collins soñaba con llevar una vida amorosa sosegada. Sabido es que tal cosa no ocurrió. La actriz, que conoció la fama arrasadora gracias a interpretar a la malvada Alexis de la serie Dinastía, no solo no transitó una vida personal calma, sino que acumuló un número impreciso de amoríos. Casamientos formales y amantes ocasionales formaron parte de esa galería de pasiones de las que hizo alardes.
Cinco matrimonios “a la antigua”, amantes confesos y otros ocultos. Se dijo de todo sobre ella y la Collins, conocedora del negocio, dejó que se dijera. Lo real y lo inventado fue capitalizado con inteligencia por la actriz nacida en Paddington, Inglaterra, en 1933.
La morocha de inmensos ojos perfectos no se privó de confesar varios de esos escarceos y brindar detalles sin ruborizarse. En Pasión por la vida, su libro de memorias, contó con total franqueza que Warren Beatty “fue un hombre bellísimo, pero agotador en la cama”. A pesar de su vida afectiva intensa y zigzagueante, Collins se enfrentó al altar (o algo parecido) en cinco oportunidades. “Siempre habrá obstáculos”, reconoció en torno a la noble y compleja tarea del matrimonio.
Se inició como modelo del montón y en el mundo de la fotonovela, pero no recibía buena paga, algo que a Collins le disgustaba mucho porque siempre ha sido una fervorosa defensora de la buena vida, los gustos sibaritas, el lujo y la opulencia. Algo de esta ansiedad de ascenso económico explican algunos malos pasos y relaciones ocasionales de las que buscó sacar partido. También es cierto que no fueron pocos los hombres que, ya ella siendo una estrella, buscaron saquearle la cuenta bancaria.
Primera vez
La estrella que hizo de sus gustos una oda al lujo nació en un momento complejo, con las turbulencias de la Gran Depresión y los albores de la Segunda Guerra Mundial. Las restricciones de un mundo encorsetado por la crisis fueron forjando en la joven Joan un espíritu de libertad, de poco sometimiento y, sobre todo, de goce. Aquella adolescencia mutó en una juventud rebelde y en un despertar a la vida amorosa temprano. Todo lo que ella no había podido desarrollar en los primeros años de su vida le fue forjando un temperamento especial, un carácter firme y el deseo permanente de amar y ser amada por un hombre.
“Solo uno abusó de mí, pero las palabras pueden hacer mas daño que los golpes”, sostuvo sin pelos en la lengua sobre esos cinco maridos que no siempre la hicieron feliz. A sus 17 años, el actor Laurence Harvey fue el primer hombre que logró despertarle un sentimiento de atracción; con él, la actriz comenzó a experimentar esa adictiva sensación de placer, toda una prioridad en su vida.
Sin embargo, aquella placidez de un primer enamoramiento se vio truncada cuando Collins, a punto de cumplir los 18 años, inició traumáticamente su vínculo con Maxwell Reed. Ella misma, activista en causas que denuncian abusos, confesó que se había casado con la persona que la había violado. La intérprete del recordado film Un marido en apuros fue quien comentó que el actor irlandés la habría drogado con un somnífero para poder abusar de ella. La joven, aún virgen, sintió culpa por el traumático acontecimiento, al punto tal que decidió casarse con él, siete meses después y ante la oposición de sus padres. El matrimonio duró poco más de cuatro años y fue una marca indeleble en su vida, al punto tal de no poder volver a confiar en un hombre por un tiempo. Tan sombrío fue aquel vínculo que se llegó a decir que él quiso venderla por diez mil dólares a un jeque árabe.
Su madre, que no había sido una buena consejera, le había insinuado que lo normal era la infelicidad en el matrimonio. Impactada por esta imagen e influenciada por su progenitora, Collins supuso que Reed era lo único posible para alcanzar algo parecido a la plenitud amorosa. Sin embargo, lejos estaba de eso.
Como un sino trágico, también un alto jerárquico de la Fox quiso asediarla. En un forcejeo en la oficina del mandamás, Collins pudo salir corriendo evitando algo peor y perdiendo su papel. Luego de la separación con Reed, éste la siguió persiguiendo y hasta la habría extorsionado con unas fotografías de ella desnuda.
Volver a empezar
Después de aquella relación nacida en el horror, sentía que el amor sincero era una utopía novelada, razón por la cual había decidido volcar todas sus energías en su carrera artística. En 1962, encabezó el elenco de Dos frescos en órbita con Bob Hope y Bing Crosby, trabajo que le deparó muy buenas críticas y una confirmación de su cartel estelar.
Eran tiempos donde no buscaba comprometerse y solo establecer amoríos pasajeros con playboys y muchachitos de fortuna como Nicky Hilton, integrante de la familia responsable de la famosa marca internacional de hoteles o Sidney Chaplin, el heredero del gran cómico.
Poco a poco, Collins se convertía en estrella y su fama de mujer de libertades amatorias se iba corriendo como reguero de pólvora. En ese tiempo, el listado de amantes confirmados y no tanto es sorprendente: Arthur Loew, hijo de un productor de cine, y James Dean, conformaban el inventario. En cambio, a Richard Burton lo rechazó cuando el actor la sedujo estando casado. El productor Darryl Zanuck la habría manoseado y ella escapado, luego de haberle propinado una cachetada. Cuando rodó con Harry Belafonte, el actor la enamoró, pero la cosa no pasó de susurros en la filmación de Island in the Sun.
Robert Wagner y el productor George Englund, precedieron a Warren Beatty, una máquina sexual que hablaba por teléfono mientras hacía el amor, según confesó Collins. En ese tiempo, ella rechazó hacer Cleopatra, cuando Liz Taylor estuvo enferma. Sin embargo, su compañera nunca le agradeció el gesto y eso marcó el futuro vínculo de ambas.
Luego de tanto ajetreo y camas efímeras, y ya separada de Beatty, el músico y actor británico Anthony Newley logró flecharla de manera tal que la bella Collins decidiera reincidir en el amor con formalismos. Él venía de romper con Ann Lynn y de perder un hijo como consecuencia de una enfermedad congénita.
En 1963, Collins y Newley se unieron y duraron juntos hasta 1971. El matrimonio significó para la actriz la posibilidad de encontrar el equilibrio emocional en su vida, luego de aquel traumático vínculo con su marido anterior. Joan y Anthony fueron padres de Tara, presentadora de televisión, y Alexander “Sacha”, prestigioso fotógrafo. Entre un embarazo y otro, Joan perdió un bebé, hecho que la marcó y la sumió en una depresión.
A pesar del buen matrimonio con Newley, ella no pudo con su genio y se dejó llevar por su deseo: Ryan O’Neal, Frank Sinatra, Sammy Davis y Peter Law Ford fueron algunos de los famosos involucrados. Poco antes de nacer su segunda hija, la relación con su marido se hizo trizas: los rumores de infidelidad habían llegado a él.
Fiel a su estirpe
A Ronald Kass todos lo conocían por Ron. Talentoso como pocos, su instinto lo llevó a convertirse en un gran productor, un ejecutivo del mundo de la música y a manejar la carrera de The Beatles. Pero, además, en su vida privada se jactó de ser el tercer marido de Joan Collins.
El matrimonio duró entre 1972 y 1984, y tuvo como descendiente a Katyana Kass, quien siguió los pasos artísticos de su madre. La hija de Joan y Ron nació el mismo año de la concreción de la pareja, razón por la cual muchos afirmaron que, si Collins no hubiese quedado embarazada, jamás habría estado con ese hombre al que alguna vez definió como “siempre con depresión”. De todos modos, la relación duró doce años, lapso nada efímero en sus promedios amatorios.
También es cierto que la estelaridad de Collins era tan apabullante y su agenda tan cargada que resultaba imposible compatibilizar con la vida familiar. Kass, cansado de esa ilusoria sensación del matrimonio, decidió poner fin al vínculo. Cuando esto sucedió, su esposa llevaba tres años interpretando a Alexis en la serie Dinastía, la ficción que la catapultó a famas siderales y acaso la gran culpable del distanciamiento del matrimonio.
Amor en Las Vegas
En 1985, un año y medio después de haberse separado de Ron Kass, la actriz, ya con el rango de diva, contrajo enlace con el cantante sueco Peter Holm. La ceremonia se llevó a cabo el 6 de noviembre de ese año en Las Vegas, la ciudad del juego y la diversión nocturna le daba el marco perfecto al exótico enlace.
La pareja no solo se unió afectivamente, dado que él se convirtió en su manager y en el responsable de cerrarle algunos contratos importantes. Además, Holm fue el productor de dos series protagonizadas por ella. Sin embargo, poco a poco, la sensación de tormento se fue apoderando de la pareja.
Cansado, el músico sacó los trapitos al sol para festín de la opinión pública. Los argumentos eran curiosos, el hombre afirmaba que el personaje de Alexis se había apoderado de su esposa. Parece ser que Collins no dudaba en revolear vajilla por el aire o enfrentarlo a los gritos con prepotencia. “Fue la persona más combativa que he conocido”, argumentó ella en su defensa. Pronto, todo se hizo trizas y las demandas mutuas fueron in crescendo. A tal punto llegó el enfrentamiento que, en 1986, ella recibió una orden de restricción.
Holm no dudó en intentar anular un contrato pre nupcial que solo le permitía obtener el 20 por ciento de las ganancias de ella. Fue tal el desquicio que el músico aprovechó a sus fans para desprestigiar a su mujer.
Joan, por su parte, contrató a un abogado mediático, quien no dudó en interrogar a una supuesta amante de Peter, quien se desmayó en el estrado a la hora de ser indagada. Finalmente, como era de esperar, la pareja se divorció, él no percibió más de lo que le correspondía por acuerdo previo al enlace y la diva comenzó a referirse a él como “El Sueco”. Todo dicho.
Sonata otoñal
Sin dejar de recurrir a algún pasatiempo ocasional, lo cierto es que Collins decidió pasar a cuarteles de invierno y no volver a formalizar con nadie. Cuatro matrimonios fallidos, unos cuantos amantes desperdigados en los sets de la poderosa industria del entretenimiento, tres hijos que la juzgaban una y otra vez, y una fortuna que se contaba por millones y que deseaba resguardar, fueron causas suficientes para cierto letargo entre las sábanas.
Sin embargo, en 2001 se cruzó Percy Gibson, una manager de teatro, 32 años menor que ella, que logró moverle la estantería. Ella tenía 68 y el tan solo 36. Si lo suyo nunca fue pasar inadvertida, lo cierto es que el matrimonio con Gibson fue comidilla en buena parte del mundo. Si a Joan no le importó, a Percy, mucho menos.
La ceremonia del enlace entre Joan y Percy se llevó a cabo en el hotel Claridge´s de Londres. Ella lució un modelo diseñado por el prestigioso Nolan Miller, quien la había vestido a lo largo de las temporadas de Dinastía. La tertulia contó con 180 invitados, entre los que figuraban los tres hijos de Collins y celebridades como Michael Caine y Roger Moore.
Aquel ramo conformado por lilas y jazmines que Joan arrojó a los invitados fue el augurio de la buena suerte de la pareja que sigue unida hasta hoy. Touché para los incrédulos agoreros. Tres hijos, tres nietos, cinco maridos, cuatro divorcios, ¿decenas de amantes? 60 películas y 15 obras de teatro, activa militante en las campañas de concientización sobre el VIH, Oficial de la Orden del Imperio Británico. Saldo a favor para la leyenda.
En medio de la pandemia del Covid, se los ha visto cenar junto a amigos en común. Ella, espléndida a sus 88 luce con elegancia su colección de tapabocas con brillos. Percy, todo un caballero, la conduce de la mano cada vez que algún flash la obnubila. La quinta boda parece haber sido la definitiva, pero con Joan Collins nunca se sabe. El iracundo fantasma de Alexis Carrington siempre puede hacer de las suyas.
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