Jessica Schultz fue una cara familiar de la TV de los 90, en 2015 se quedó sin trabajo y tomó una particular decisión
La actriz alejada de la pantalla chica no por decisión propia buscó una forma de seguir su carrera; en una charla con LA NACION aseguró que la escritura la salvó de la depresión
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El rostro de Jessica Schultz es familiar. En los ‘90 participó de varios éxitos televisivos como La familia Benvenuto y Poliladron. Y mientras su figura se volvía popular en la pantalla chica, también supo transitar los escenarios y los sets de filmación. Por eso cuando en 2015 los trabajos en la TV empezaron a ser más inusuales, ella buscó salir adelante, y de la mano del teatro y la escritura lo logró. Pero no sin antes sentir el peso de la falta de trabajo y el miedo a la incertidumbre.
Actualmente Schultz está por volver al teatro con la cuarta temporada de Berlín en Buenos Aires, una obra que fue su debut como dramaturga y está inspirada en la historia de su familia. “Es mi primera obra estrenada y tengo otras que estoy viendo de qué manera realizarlas porque el trabajo de autogestión no es nada fácil”, se sincera durante una charla con LA NACION, en la que también asegura que la escritura la salvó de la depresión.
-¿Es el regreso después de estos años de pandemia?
-Sí, fue difícil la verdad, sobre todo encontrar una sala con condiciones óptimas para un proyecto independiente.
-¿Es verdad que escribir te salvó de la depresión?
-Sí. En 2015 me quedé sin trabajo, no recibía propuestas y por suerte, pude pensar qué hacer frente a esa situación. Estaba deprimida, no tenía proyectos ni con amigos. Los actores estamos un poco acostumbrados a la incertidumbre porque es la naturaleza de nuestro trabajo y todo comienza y termina muy rápidamente; pocos actores tienen continuidad de trabajo. Pero, por suerte, pude transformar eso en algo creativo y estoy feliz. Sé que voy a seguir escribiendo. También escribí el guion cinematográfico de Berlín en Buenos Aires y acabo de terminar la adaptación de la serie, de seis capítulos. Estoy presentándola en productoras y esa es la parte más difícil de la autogestión. La historia es enorme y da para mucho.
-¿Qué recordás de ese momento de 2015?
-No era que no me levantaba de la cama ni dejé de comer, pero estaba sin proyectos. En ese momento estaba viendo muchos documentales sobre la Segunda Guerra Mundial y me fascinan las imágenes porque puedo tomar dimensión de lo que verdaderamente fue la guerra, lo que pasaba con esas ciudades y un poco son las imágenes que vemos hoy de la invasión de Rusia a Ucrania. Tuve la necesidad de escribir algo que yo tuviera ganas de hacer. El tema surgió viendo un video que está en YouTube, sobre Berlín destruida en manos de los rusos. Me impactó mucho ver cómo fueron las mujeres quienes reconstruyeron la ciudad y recogían los escombros en baldecitos, por un plato de comida. Es impactante cómo se puede reconstruir de la nada.
-¿Ya escribías o fue una catarsis?
-Había escrito un cortometraje y tomado algunas clases con Mauricio Kartun que después tuve que dejar porque me ganó la actriz y fui a filmar a España. Fue algo interrumpido, pero aprendí un montón. Además para la serie tuve una asesora de guion que se llama Eva Benito y con la obra lo mismo, me asesoraba Mariana Masover, que leía mis escritos y me ayudaba a ajustar.
-¿Berlín en Buenos Aires es tu propia historia familiar?
-No exactamente pero, de alguna manera, está inspirada en una historia familiar. Las hermanas de mi abuelo Bernardo Schultz, polaco y de la rama judía de mi familia paterna, murieron en campos de concentración y no se tiene información, todavía hoy. La familia ya estaba en la Argentina, mi abuelo fue el primero en llegar antes de la guerra y logró ir trayendo a los suyos. Venían de una ciudad pujante como Varsovia y no se acostumbraron a Buenos Aires porque en ese momento se radicaron en Lanús, que era campo. Estas dos hermanas se volvieron y son las que murieron en los campos. Quizá esto fue el disparador, pero está inspirada en una historia de ficción de dos artistas alemanes.
-¿De qué trata?
-Tiene varias capas porque es una historia de amor en la que hay mucha dependencia por parte de Helga durante los doce años del nazismo. Hanns la salva, le cambia el nombre y la convierte en una estrella del teatro. Él es el director de la orquesta de Berlín y tiene que apoyar el régimen desde el escenario porque era así. Ella se salva, pero su familia desaparece durante la llamada “noche de los cristales rotos”. Cuando cae Berlín y viajan a Buenos Aires, todo el pasado de Helga hace eclosión: ella quiere recuperar su verdadera identidad, pero Hanns no la quiere judía. Alguna vez se amaron y fueron felices, aunque ella tuvo que enterrar su pasado para reconocerse en su nueva identidad.
-¿Y entonces?
-Entonces hay una historia de dominación y manipulación, y también la lucha de ella por recuperar su libertad. La comunidad alemana tiene mucha historia en la Argentina, el personaje de Ludwig Freude que es el dueño de la mansión donde ellos entran a trabajar como servicio doméstico, existió y era quien manejaba el espionaje alemán en la Argentina, dueño de dos bancos alemanes, automotrices, un magnate, y vinculado al poder de Perón en ese momento. Y su hijo Rodolfo Freude era quien manejaba la inmigración alemana en el país y ayudó a que ingresaran los jerarcas y criminales nazis.
-Haciendo teatro independiente, ¿se gana dinero?
-Algo ganás, pero todo depende de cómo armás el proyecto. Nosotros tuvimos la suerte de poder vender muchas funciones. Lo que no se puede es vivir del teatro independiente en este momento. Por eso los actores hacemos varias cosas. En mayo estreno otra obra que ya habíamos hecho con un grupo de actrices que se llama Des hechas de amor y volvemos después de tres temporadas y ahí tenemos un productor, Gustavo Ferrari, estrenamos en la sala Carlos Carella, el sábado 13 de mayo, con dirección de Gastón Marioni, libro de Walter Ghedin y un elenco hermoso: Judith Gabbani, Mónica Salvador, Ana Padilla y Cecilia Tognola. Y todo el año pasado hice Divino divorcio en gira, y también teníamos un productor. Berlín en Buenos Aires es una propuesta de teatro de arte que tiene su público y siempre nos ha ido muy bien y por eso podemos volver, pero no pagamos nuestras cuentas con el dinero que recaudamos.
-¿Tenés otros proyectos?
-Hice una adaptación de la novela La polaca, con Myrtha Schalom y se llama Te llamarás Raquel. Empezamos a filmarlo y aunque hemos avanzado falta todavía un tramo largo. Es una ficción sobre la historia de Raquel Liberman y lo dirige Sabrina Farji.
-La industria audiovisual cambió mucho en los últimos años, ¿pudiste adaptarte a este nuevo mundo?
-Se filman series, pero las propuestas no son tantas y no hay trabajo para todos los actores. Por suerte hay mucho teatro, muchas salas independientes y también microteatro es una muy buena opción que da trabajo a muchos actores. Me encantaría hacer televisión, durante algunos años hice muchos programas. El año pasado hice una película: La ley del embudo con dirección de Daniel Albaredo y estuvo buenísimo volver a hacer cine.
-Hace 13 años que estás en pareja con el músico Diego Mizrahi, ¿se potencian o en casa no se habla de trabajo?
-La música de Berlín... es de él. También hizo la música de otras obras en las que he participado. Ahora estamos cada uno abocado a su vida artística, pero en casa se vive esa dinámica permanentemente. Hicimos un espectáculo musical, de humor con monólogos y canciones, y durante la cuarentena subimos a las redes pequeños extractos, como sketchs. En mi casa hay música siempre y se habla de teatro a diario.
Para agendar
Berlín en Buenos Aires. A partir del 19 de marzo, todos los domingos, a las 19, en el Teatro Hasta Trilce (Maza 177, Caba).
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