La intérprete de 59 años pasó un duro momento en 2020 con motivo de la pandemia de coronavirus; sin embargo, un tentador proyecto televisivo la hizo regresar a la actuación y ahora es la favorita para los Emmy 2022
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“A veces me canso de que me ofrezcan los mismos papeles de comedia absurda, hasta que recuerdo que fueron esos mismos papeles los que me mantuvieron viva en la industria desde hace 20 años”, dice Jennifer Coolidge, quien luego hace una pausa prolongada y se corrige. “Uy, no, en realidad estoy en esta industria desde hace 30 años, ¿lo podés creer?”, pregunta retóricamente en un diálogo que entabló en una conferencia de prensa con diversos medios, en los que se encontraba LA NACION, a raíz del estreno de The White Lotus, la serie de HBO Max que significa un renacimiento para la actriz. De hecho, los pronósticos ya la ponderan como una posible nominada al Emmy 2022.
American Pie, Legalmente rubia y su marca en la cultura pop
Según sus palabras, se siente “profundamente agradecida” por esos roles que la llevaron a la fama, como el de Jeanine Stifler en American Pie, el de Paulette Bonafonté en Legalmente rubia, y el de Fiona Montgomery en La nueva Cenicienta. De todos modos, hoy, a los 59 años, apuesta por otra cosa. “Los guiones llegaban a casa y me encontraba con historias que eran muy parecidas a otras que ya había hecho, incluso los personajes eran similares, así que terminé por cansarme, los dejaba a un costado”, le reveló a este medio sobre las oportunidades laborales cuya originalidad fue mermando con el correr de los años.
Con excepción de los largometrajes de Christopher Guest, A Mighty Wind y For Your Consideration, ese timing cómico de Coolidge era muchas veces desperdiciado. Con su imponente presencia, voluminosa cabellera rubia y un tono de voz que denotaba ingenuidad, fue construyendo, por la necesidad de permanecer, un arquetipo. Así, varios roles se fundieron en uno. Si bien gracias a ello Coolidge pasó a formar parte de la cultura popular -especialmente con las sagas de American Pie y Legalmente rubia-, internamente sabía que iba en piloto automático y siempre en papeles adyacentes a los verdaderos protagonistas.
“Hay muchas personas que ponen su creatividad al servicio de algo en lo que trabajan duramente, y yo soy lo opuesto”, declaró en una entrevista con The AV Club. “A veces me suceden cosas por suerte, y descubrí que cuanto más trabajo en algo, o si le pongo demasiada energía, sale todo mal”, manifestó. “Por eso llega un momento en que los fracasos tampoco me importan, no soy de juzgarme, y cuando me tranquilizo, las cosas se dan con otra energía”, aseguró la actriz que debutó en TV en un episodio de Seinfeld en 1993 y quien no paró desde entonces.
“Hay una percepción de cómo soy que está muy alejada de la realidad”
Su carrera, prolífica tanto en cine como en la pantalla chica (donde se la pudo ver en Sex and the City, Frasier, Friends, Joey, Nip/Tuck, y un largo etcétera) es el resultado de esas tres décadas de trabajo sostenido, mientras su vida privada estaba lejos de los flashes. “Hay una percepción de cómo soy que está muy alejada de la realidad”, le confesó a Vulture en relación a su presente sentimental. “Los hombres proyectan en mí miles de cosas que no tienen nada que ver con mi vida”, añadió.
En esa breve charla con LA NACION, a Coolidge se la notaba muy tranquila al hablar, tomándose su tiempo para brindar una respuesta extensa y compleja, sin chip, sin cassette, y sin esa intensidad que caracteriza a muchos de esos personajes larger than life, histriónicos por excelencia. Ella, por el contrario, es algo taciturna, y de sus frases se desprende ese anhelo por salir del arquetipo. El año pasado se la vio en el film nominado al Oscar Hermosa venganza, para el cual su directora, Emerald Fennell, le pidió que mostrara otra faceta. Coolidge interpretó a Susan Thomas, la madre del personaje de Carey Mulligan, una mujer deprimida por ver a su hija de igual modo.
Atenta a todos los detalles, Fennell no quiso que Coolidge luciera su cabello rubio tan distintivo sino uno más corto, lacio, y marrón. De hecho, la actriz, realizadora y guionista ganadora del premio de la Academia convocó a muchos referentes del mundo de la comedia para correrlos de ese lugar, y el caso de Coolidge es el perfecto ejemplo. Si bien la actriz lleva al género en la sangre, en Hermosa venganza lo dosifica y lo aborda de otro modo, mucho más sutil e interesante. “Cuando la vi en cine no podía moverme de la butaca, quedé en shock con la película. Fue una experiencia catártica”, expresó sobre esa comedia negra tan divisiva.
The White Lotus y el miedo a la pandemia
Cuando Mike White le mandó a Jennifer Coolidge (con quien ya había trabajado en el film Gentlemen Broncos) el guion de su sátira The White Lotus lo hizo con un objetivo similar al de Fennell. “Yo sabía que ella podía interpretar fácilmente un rol absurdo, pero no era esa mi idea, a Jennifer la pusieron por mucho tiempo en un mismo lugar, la encasillaron”, explicó el showrunner. Por lo tanto, en medio de la cuarentena por la pandemia de coronavirus, le ofreció el rol de Tanya McQuoid, una mujer atribulada que llega a ese hotel de Hawái en pleno duelo por la muerte de su madre. La actriz, como le sucedió con Hermosa venganza, había leído un nuevo guion que tampoco quería desechar. Sin embargo, cuando White la llamó para confirmarle que debía viajar porque había luz verde para el rodaje, Coolidge dejó de responder sus mensajes: como ella misma le confesó a LA NACION, se asustó.
“No me ofrecen estos roles seguido, a veces llegan a mi casa guiones y son siempre comedias absurdas, entonces este papel de una mujer tan compleja, alguien que está sufriendo realmente, fue una gran oportunidad, pero lo que no me gustó fue que me lo ofrecieran ocho meses después del inicio de la pandemia”, expresó, y describió cómo se sentía en ese momento. “Mi vida consistía en quedarme en mi casa, comer pizza, y pensar en que esto no se iba a terminar más, me sentía enferma todo el tiempo, mi mirada era fatalista, pensaba que a mis amigos les iba a pasar algo, lavaba compulsivamente las compras, no estaba en un buen lugar”, recordó. Su miedo era tal que White lo presintió y apeló a un mensaje de texto para persuadirla de volver al ruedo. “¿Estás asustada?”, le preguntó. Eso fue suficiente para que Coolidge se sintiera interpelada, dejara su casa de Nueva Orleans, a su amado perro Chuy, y volviera a conectarse con el arte.
Al analizarlo en retrospectiva, la actriz siente que de no haber sido por ese mensaje, probablemente no hubiese salido de su casa, porque también se sentía insegura físicamente. “Creo que muchos de nuestros miedos son cosas que están en nuestra cabeza a las que les damos entidad todos los días, y eso se convierte en una creencia. Pero si alguien te desafía como a mí, un amigo que quiere lo mejor para vos, que quiere que hagas algo y te promete que va a salir todo bien... O lo hacés o no”, le expresó Coolidge a LA NACION, sin miramientos a la hora de mostrarse vulnerable.
Tanya tiene ese sello paródico característico de White, pero en el fondo es una mujer que se siente sola, un poco como estaba la actriz cuando le llegó ese mensaje. “Mi personaje busca suplir sus carencias con dinero, porque el dinero es lo que previene que la gente se haga cargo del sufrimiento, es una distracción”, remarcaba Coolidge.
“Mi creencia es que todos, antes de irnos de este mundo, tenemos que lidiar con nuestras verdades, y ser las personas más honestas que podamos”, añadía una actriz que, un poco por decisión propia y otro poco por la percepción de terceros, lentamente se fue corriendo de los estereotipos. Aunque ella no reniegue de ellos, había un vacío creativo por llenar, y ese proceso recién está comenzando. “Solo necesito recuperar la confianza que tenía en mí misma hace unos años”.
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