Javier Milei: "No soy un personaje, yo soy así"
Javier Milei tiene 47 años y es economista. Con sus ideas liberales llegó a la televisión y se hizo famoso por su discurso, pero más por su vehemencia, su excentricidad y... su pelo. Escribió nueve libros, jugó en las inferiores de Chacarita, tuvo una banda de rock, practica sexo tántrico, vive en el Abasto y tiene un perro. Ahora, también tiene una novia, la cantante Daniela. Lo llamaron para el "Bailando...", pero no aceptó por falta de tiempo. Milei dice que sólo hace lo que le divierte y que no le teme a nada. Es amable, didáctico y simpático, pero es capaz de frenar todo diálogo si no se hace lo que él pide y considera justo. A pesar de algunos episodios donde fue acusado de violento, se considera un caballero. "Pago la cuenta y le abro la puerta a las mujeres", aclara. Su lema es "Viva la libertad, carajo!" y esta es su historia.
–¿Cómo fue tu infancia?
–Bastante complicada. Pero todo ese tipo de cosas vos las tenés que usar para crecer. Es decir, en lugar de lamentarte y justificarte, yo considero que todas esas experiencias hay que usarlas para capitalizarlas y salir adelante para ser una persona mejor.
–¿Cuándo te diste cuenta de eso?
–La vida es un proceso de aprendizaje y si te resistís a aprender, volvés a chocar con la misma piedra. Cuando iba a la facultad, en la época de rendir los finales, mi padre me hacía todo tipo de hostigamiento psicológico para que me vaya mal.
–¿Qué te decía?
–Siempre me dijo que era un incompetente, que estudiaba una carrera que era una inmundicia, que no servía para nada. Decía que yo era un inútil y que iba a ser un fracasado. Había un patrón muy claro de comportamiento y, en algún momento, yo reaccionaba y cuando lo hacía él me cortaba los víveres. Es más, el último año hasta me dejó de pagar la facultad.
–Pero entonces cuando te anotaste tuviste su apoyo...
–Es parte de la lógica perversa de mi padre. Se lo hizo a mi hermana y también a mi madre. Vos entrás porque dice que te va a respaldar y cuando estás en el medio del proceso, te lo quita. Entonces, si fracasás te dice que sos un inútil y esas cosas. Gracias a Dios yo logré imponerme a todas esas situaciones adversas. Cuando arranqué quinto año, como yo me imaginaba que él podía hacer algo de estas características, había acumulado dinero para protegerme de una situación así. Hice una pasantía en el Banco Central cuando estaba en cuarto año de la Universidad y gracias a eso pude bancar el último año de la facultad. Si no, hubiera perdido el año y hubiera sido más complicado recibirme.
–¿Cuando eras más chico también te maltrataba?
–Sí, claro. Cuando era chico el maltrato era de índole física. Me cagaba a trompadas.
–¿A tu hermana también?
–No, no. Era conmigo. Cada vez que lo contradecía, me encontraba con una andanada de golpes de un tipo de más de un metro noventa.
–¿A qué se dedicaba él?
–La historia de mi viejo es una historia de vida copada. Comenzó con un colectivo. Primero compró medio, después compró uno entero. Empezó desde muy abajo y llegó a tener cinco líneas de colectivos. Mi viejo es un tipo de guita hoy.
–¿Llegaste a disfrutar algo de eso?
–Tenía una situación muy acomodada. Era una familia que logró un buen pasar en la época que yo vivía con ellos y después siguió creciendo. Llegó a tener mucho.
–¿Tu mamá qué hacía?
–Se ocupaba de las cosas de la casa.
–¿Te defendía de los ataques de tu padre?
–Estaba en el límite. Siempre trataba de conciliar la situación, pero ella tenía un contrato preexistente con él. A medida que pasó el tiempo, adoptó una posición cada vez más perversa. Más tarde terminé dándome cuenta que era una manipuladora.
–¿Tus recuerdos de niño son tristes, malos, traumáticos...?
–Definilos como quieras. A mí me parece que es parte de la historia personal de uno. No es algo que diga "qué buena onda revivirlo", pero nada, es parte de uno.
–¿Pensás que esas cosas hacen finalmente a la persona que uno es de adulto?
–Estoy totalmente convencido. Hoy viene alguien y me amenaza o me quiere pasar por arriba y no le tengo miedo. Si no me mató mi padre, ya no me mata nadie. Por eso voy siempre para adelante. No me vas a ver recular jamás.
Creo que he logrado capitalizar mi experiencia hacia el lado positivo ""
–¿Te cuesta recibir amor?
–No lo sé. No lo veo así. Creo que he logrado capitalizar la experiencia hacia el lado positivo. Lo mismo con lo que me hacía mi padre en la etapa de la facultad. Yo terminé con 9,43 de promedio porque todo lo que me hizo no le dio resultado. No sólo me recibí: fui el mejor. Y me doy cuenta que cuando llegan los momentos en los que hay que tomar decisiones bajo mucha presión, resuelvo como si no pasara nada.
–¿Esas son las habilidades que te dejó el maltrato?
–Claro. Hay personas que viven lamentándose, justificando su fracaso y yo preferí, en vez de ponerme a llorar, estudiar y leer. Me iba a la biblioteca del Banco Central y me internaba. Mi respuesta era: vos me hacés esto y yo estudio más.
–Frente a frente sos una persona "normal", ¿exacerbás tu personaje en la tele?
–No. ¿Viste la película La rosa púrpura del Cairo? La chica se enamora del personaje y el personaje sale de la película. En mi caso, es como si fueras a ver La bohème y de repente te aparece Rodolfo, te sale de la ópera y te empieza a dar vuelta por la vida. Yo soy una especie de personaje de Puccini que anda dando vuelta por la vida de un tipo recontra apasionado. No concibo la vida sin pasión. Y muchas veces lo que pasa en los debates es que hay gente mintiendo, chicaneando, mucha miserabilidad... Todo eso a mí me exacerba. Cuando vos te dedicaste a mirar los números y a estudiar y a estudiar y ves las consecuencias nefastas que trae eso sobre millones de seres humanos, te sublevás, te enojás, te sacás.
–¿Cómo te fuiste metiendo en la tele? ¿Cómo te hiciste conocido?
–Me recibí. Hice una maestría. Después trabajé en un banco. Después en una AFJP. Hice otro posgrado. Yo escribía artículos, tenía un trabajo formal. Hasta que en un momento empecé a escribir notas de divulgación y me empezó a parecer divertido eso. En ese contexto, lo conozco a Guillermo Francos, me cuenta de su proyecto de la Fundación Acordar y ahí empiezo a coordinar al equipo de economía. Tenía 35 economistas a cargo con los que elaborábamos un programa económico. Después, cuando Daniel Scioli en lugar de abrirse del kirchnerismo se pegó más a Cristina [Kirchner], esa fundación empezó a perder significatividad. De hecho, Scioli después armó otra fundación, DAR, porque prefirió ir para el lado de las soluciones colectivistas y no liberales. Parte de ese trabajo que hicimos lo reprocesamos con Diego Giacomini y Federico Ferrelli Mazza y publicamos un libro que se llama Política económica contra reloj. Cuando lo publicamos, decidimos llevarlo nosotros mismos a diferentes diarios. Fuimos a Perfil a ver a Rodolfo Barros, que era quien tenía la sección de Economía, y Diego le propuso, en lugar de publicar la nota de él, poner la foto del libro y que la nota fuera firmada por los tres. Se llamaba "Acorralados por el fantasma del Rodrigazo" y cuando salió, explotó tremendamente.
–¿Tuvo tanta repercusión?
–La publicamos un sábado y después vino la crisis de 2014 en la que el kirchnerismo termina devaluando.
–¿Ahí te empezaron a llamar para que hables en medios?
–Claro. Hay personas que a mí me ayudaron mucho con el tema de los medios. Por ejemplo, Guillermo Nielsen. Él fue quien habló con la producción de Mariano Grondona para que nos invitaran. Me acuerdo que cuando fuimos con Diego a lo de Grondona, llevamos tres libros. Ese día mi nombre fue trending topic número uno mundial. Otros que me ayudaron mucho fueron Martín Tetaz y Matías Tombolini.
–En ese momento sólo hablabas de economía y no tenías que estar contando sobre tu vida privada, tus perros, tu novia... ¿Cómo pasa un intelectual a convertirse en un personaje tan mediático?
–La gran popularidad viene cuando voy a lo de [Alejandro] Fantino y cuando voy a Intratables. Ahí empieza como una suerte de locura de gente siguiéndome por todos lados. Hago mínimo 30 selfies por día y estoy todo el tiempo mandando mensajes porque me piden que les grabe un saludo. Pasé de hacer charlas a las que iban 30 tipos a encontrarme con auditorios de 500 a 1500 personas.
–Intuitivamente armaste este personaje...
–Es que no soy un personaje. Yo soy así, como me ves.
–Pero no sos tan loco como aparecés en la tele...
–Agredime y vas a ver.
–¿Entonces funcionás con la agresión?
–No, no, no. Yo soy liberal y creo en el proyecto irrestricto de vida del prójimo. Si vos no me hacés nada, yo no te voy a hacer nada. Ahora, si vos te metés conmigo, yo te contesto.
–¿No te hace daño? ¿No te quedás mal, angustiado?
–Para nada. Jamás. Yo discuto ideas, no discuto personas.
–Pero todo se empieza a mezclar: primero te discuten ideas y después te discuten a vos.
–Ese es un problema de los que carecen de argumentos y tienen que caer en falacias ad hominem. Entonces tienen que ir por mi cara, por mi pelo...
–¿Qué respondés cuando te dicen, por ejemplo, que con esa peluca no podés hablar?
–Con ese argumento tan estúpido qué vas a hacer... reírtele en la cara y demostrarle que es un subnormal. Si tuvo que caer en ese argumento es porque no le da la cabeza. ¿Te molesta que use trajes de mafioso? ¿Te molesta que use el pelo largo? ¿Te molesta que me coma las eses? ¿O te molesta que use un lenguaje llano? Me importa un rábano. Rebatime las ideas. Las ideas no me las pueden rebatir en ningún debate.
–¿Nunca?
–Nunca.
–Entonces este personaje te funciona cuando alguien te discute algo.
–Cuando me agreden.
–¿Cómo te agreden?
–Te interrumpen y no te dejan terminar de argumentar. Te meten chicanas en el medio. Eso es violento.
–¿Te perjudica eso al momento de parecer un economista serio?
–Vos podés encontrar tipos muy acartonados, muy formalitos, muy seriecitos, muy políticamente correctos y le pifian siempre. Ahora, mirá el track récord mío de los últimos siete años y decime dónde estamos parados. A mí me avalan los resultados. Hay una familia de videos que se llama "Milei en modo Nostradamus". Me encantaría ver si hay algún economista que pudiera tener 3, 4 videos de esos.
–¿Sos un genio?
–No, no soy un genio. Hago muy bien mi trabajo. Tuve mucha suerte de encontrarme siempre con gente muy interesante. Yo soy liberal porque llegué a fondo con todo. No es que soy liberal porque me lo dijo mi papá. La vida me fue haciendo así.
El maltrato físico lo capitalicé para no tenerle miedo a nada y el maltrato psicológico lo capitalicé para aprender a tomar decisiones en situaciones de alto riesgo.
–¿A que edad te empezó a interesar la economía?
–A los 11 años decidí que quería ser economista. En el medio de la crisis cambiaria de la tablita, con el revoleo de problemas que había. Gente que estaba muy bien y de repente empezó a pasarla muy mal y de estar muy mal a estar muy bien. En cada uno de esos revoleo mi viejo pegó saltos.
–¿Lo del sueño americano que vivió tu papá te marcó en algo?
–Todos son maestros en tu vida. El tema es qué haces vos con la lección. Yo podría estar todo el tiempo renegando de mi padre, diciendo cosas espantosas y sin embargo preferí quedarme con que ha sido un laburante, que logró progresar y superar situaciones muy adversas. El maltrato físico lo capitalicé para no tenerle miedo a nada y el maltrato psicológico lo capitalicé para aprender a tomar decisiones en situaciones de alto riesgo.
–Ahora capitalizás la fama.
–Sí. Es muy divertido. Cuando fui a la Feria del Libro, la gente empezó a cantar "Oh, Keynes sos ladrón, sos ladrón, sos ladrón, Keynes sos ladrón". Cada vez que presento el libro Desenmascarando la mentira keynesiana cantamos eso con el público. Me divierto muchísimo.
–¿Tenés sentido del humor?
–Es tremendo mi sentido del humor. Lo que pasa es que no es apto para todo público, por decirlo de alguna manera. Es un humor que está trabajado sobre formatos matemáticos, sobre formatos de economía; tiene toda una tecnología.
–¿Seguís sin hablar con tus padres?
–No me hablo con ellos desde hace muchos años.
–¿Ellos no intentaron ahora comunicarse con vos?
–Están todos los mecanismos aceitados para que no me molesten.
–¿Con tu hermana tenés relación?
–Sí, mi hermana es un ser humano formidable. Debe ser de los seres humanos más fantásticos que existen en el planeta Tierra.
–¿Tenés sobrinos?
–No. Tengo a Conan y ahora tengo nietos.
–¿Conan es tu perro?
–Sí, es como si fuera mi hijo. De hecho, dejé de hacer todos los viajes del G20 y todo eso porque lo extrañaba terriblemente. Hace poco tuvo cachorros, yo me quedé con los machos. Ahora tengo cuatro perros más en casa.
–¿Vivís en una casa o en un departamento?
–Departamento, pero no importa. Ya voy a tirar algunas paredes y haré algunas modificaciones para que estemos todos cómodos.
–¿Cómo conociste a Daniela, tu novia?
–Por Instagram. Una amiga mía le hizo una entrevista. A mí siempre me gustó Daniela. Desde que se hizo famosa cantando "Endúlzame que soy café". Entonces, agarré y la empecé a seguir y cuando la empiezo a seguir, pone una foto y veo que está más linda que cuando se hizo tan famosa. Ahí le puse un like y ella me mandó un mensaje por privado. Yo creí que era joda.
Good day sunshine...!!! @danielacantante
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–¿Qué te puso en el mensaje?
–"Qué honor que una persona como vos me ponga un like". Yo pensaba que me estaba jodiendo, pero aún cuando fuera ínfima la probabilidad de que fuera ella, era tan interesante el premio, que le empecé a contestar y así empezamos a chatear. Intercambiamos teléfonos y acordamos para vernos. Cuando íbamos a hacer la primera salida, me descompuse. Tres horas antes le tuve que cancelar. Había estado dos días seguidos dando entrevistas, entonces en un momento me descompuse. Me sentía mal.
–¿Cómo la cancelaste?
–Le dije lo que me había pasado y que tenía todo el derecho del mundo a mandarme a...
–¿Cómo se lo tomó?
–Me dijo que me quedara tranquilo, que esas cosas pasaban y que nos veíamos otro día y así fue, hace casi dos meses. La verdad, la vida me está premiando. A mí Daniela me gustó siempre y de repente, me encuentro saliendo con ella.
–¿Nunca te casaste?
–Nunca me interesó. Siempre detesté la convivencia porque no soportaba estar con alguien, ni siquiera un fin de semana. Mis novias no me duraban más de dos meses, pero Con Daniela estuve conviviendo siete días seguidos. No lo puedo creer. Nos divertimos mucho, somos muy cómplices, nos acompañamos el uno al otro, disfrutamos del buen momento.
–¿Sos celoso?
–No. Yo soy de los que creen que los partidos se ganan en la cancha, no en la tribuna.
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