Javier Kussrow: el argentino que protagonizó un comercial de Google estrenado en el Super Bowl y al que un grave accidente le cambió la vida
Fue seleccionado entre miles de actores y viajó a Londres para filmar la publicidad vista por más de cien millones de personas durante la gran competencia de fútbol americano
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“Me siento como Roberto Benigni en ‘De Roma con Amor’, la película de Woody Allen en que se hace famoso por ser empleado administrativo”, bromea el actor argentino, director de teatro y docente, Javier Kussrow. De extensa trayectoria en cine, teatro y televisión, Kussrow fue protagonista del comercial Javier in Frame, un anuncio donde Google presentó una herramienta de accesibilidad exclusiva de su flamante teléfono celular. Se trata de “Guided Frame with Google AI”, una función que permite tomar fotografías con el celular a personas no videntes o con baja visión.
El anuncio se estrenó durante la final del Super Bowl, el campeonato de fútbol americano de los Estados Unidos, y fue transmitido para 123,5 millones de espectadores solamente en Estados Unidos. El comercial de un minuto de duración se titula Javier in Frame (Javier en cuadro) y se centra en esta característica de accesibilidad del dispositivo diseñada para personas no videntes o con baja visión. Cuenta diferentes momentos de un joven mientras documenta con su cámara determinados días importantes en su vida: desde que conoce a su pareja, hacen viajes juntos, se toman selfies, llegan al día de su boda, tienen un hijo y pasan de ser dos a ser tres. Todas las fotografías salen perfectas gracias a la nueva función del Google Pixel 8, el flamante teléfono celular de la empresa de tecnología multinacional estadounidense. Desde entonces, la popularidad de Kussrow no para de crecer.
“En septiembre de 2023 hice un casting en Buenos Aires y quedé. Después tuve que hacer un par de pruebas más online. Probaron a otros actores allá en Inglaterra, hasta que finalmente las altas esferas de Google me dieron el okey. Pero esto de viajar a Londres fue algo raro. En esos días, el director y su mujer y colega me dijeron que seguramente trabajar para Google podía cambiar mi vida. Y eso que dijeron me re emocionó. Cuando terminamos de filmar, la agencia de publicidad de allá me dijo: ‘Javier, te la tenés que creer. Te elegimos porque sos la persona que realmente tiene que estar acá’”, recuerda Kussrow la emoción que vivió en carne propia aquellos días intensos de rodaje.
Javier viajó a Londres del 3 al 13 de enero de este año y cuenta que durante la fimación recibió el trato de una estrella y lo hicieron sentir como en Hollywood. “Llegué y al día siguiente tuve una prueba de vestuario de 10 horas. Después tuve un día de descanso y filmamos 5 días seguidos. A veces teníamos hasta 14 horas de rodaje por día, en diferentes locaciones, más el tiempo que demoraba en los viajes desde el hotel donde estábamos. Fueron días muy intensos y con mucho frío también. Después tuve otro día de descanso y me quedé en el hotel porque estaba medio engripado, hecho percha, y al final tuvimos medio día de grabación de voces en un estudio, con un equipo de gente súper profesional; la mayoría británicos, todos muy cálidos. Fueron unos días alucinantes. Me trataron como a una estrella desde el principio hasta el final”, rememora el actor, que por estos días reside en Buenos Aires, donde se dedica a la actuación y la docencia.
El comercial fue dirigido por Adam Morse, narrado por el músico Stevie Wonder y protagonizado por el actor Javier Kussrow, todos con alguna dificultad o discapacidad visual. En el caso de Kussrow, tiene visión monocular, no ve de un ojo por un accidente infantil mientras viajaba en un colectivo.
Una historia de película
Argentino de 47 años, Javier vivió sus primeros dos años en Quito, Ecuador, donde su padre trabajaba como quiropráctico. Tras la separación de sus padres, regresó a Buenos Aires con su madre (abogada) a la casa de su abuela materna. Transcurrió su primera infancia entre los barrios de Chacarita, Colegiales y Belgrano. “Tengo el recuerdo de mi abuela en la cocina, haciéndome tostadas con manteca y azúcar. Mi abuelo me hacía ir a darle un beso a su cuarto antes de dormir la siesta. Eran como el beso de las buenas noches, pero de las buenas siestas. Dos divinos fanáticos míos”, recuerda.
Cuenta que de chico le encantaba hacer acrobacias, tenía mucha destreza física y le gustaba treparse a los arcos de las hamacas en las plazas. “En la escuela en general era un alumno bastante aplicado, me gustaba mucho la matemática. De hecho, cuando fui al secundario tuve que aprender a no ser tan aplicado, porque fui al Nicolás Avellaneda, donde la norma era ser vago. Pero aprendí otras cosas igual ahí, que estuvieron buenas”, bromea.
Así las cosas, a los cuatro años, mientras regresaba de la casa de sus abuelos junto a su madre en un colectivo, ya entrada la noche, ocurrió el accidente que lo llevó a perder la vista del ojo derecho. “Pienso en el accidente y me pongo sensible. Íbamos al departamento donde vivíamos, a unas doce cuadras, y el colectivo pasó en rojo, chocó un auto y como yo todavía no estaba sentado, salí volando para adelante y me clavé un pinche de la cortadora de boletos en el ojo. Fue horrible. Con la mala suerte, tan mala puntería, que perdí la vista de ese ojo”, se lamenta.
Esa misma noche lo operaron y un mes más tarde lo volvieron intervenir, pero no llegaron a tiempo. “Eran otras épocas, se sabía menos de eso y hasta que dimos con el oftalmólogo indicado para operarme ya fue demasiado tarde. Me acuerdo poco, era muy chico, pero fue un shock”, continúa el actor, que por estos días dicta clases en su taller de teatro intercultural (teatrointercultural.com.ar), donde acuden personas que hablan diferentes idiomas y culturas.
Unos años después, la actuación apareció como un refugio en su vida, mientras cursaba la escuela primaria, con dos eventos importantes que sellaron el rumbo de su vida: “La primera experiencia la tuve en cuarto grado. Habíamos hecho una obrita para una muestra de literatura y me fue horrible. Hacía de fantasma, lo único que hacía era buh, buh, y como estaba tapado con una tela, ni siquiera se escuchaba. Encima, me faltó mi compañero, imaginate. La segunda fue en séptimo grado, cuando me convertí en la revelación del año haciendo una imitación de Paolo “El Rockero” en un acto de la escuela. Y les gustó tanto que me llamaron para hacer otra obra; me hice famoso, todos me saludaban. Ese día decidí que quería ser actor. Todo ese reconocimiento me hizo pensar que la cosa funcionaba y, sobre todo, era algo que disfrutaba haciendo: hacer reír a los demás”, sigue Javier, que también habla fluido francés e inglés.
Actor, clown, director de teatro y docente, como actor se formó en la Escuela Metropolitana de Arte Dramático (EMAD) y tuvo maestros como Julio Chávez, Vivi Tellas o Fernando Orecchio, entre muchos otros. A los 20 se mudó a Montreal, Canadá y hasta los 25 vivió entre aquella ciudad y Buenos Aires, porque tenía una novia canadiense.
“No ver de un ojo pocas veces me condicionó durante esa etapa de formación, ya que se trabajaba sobre la idea del actor que puede interpretar todos los personajes posibles, como un entrenamiento. Pero después, a la hora de salir al mercado, sobre todo el audiovisual, los rasgos te condicionan muchísimo. Recuerdo una vez que fui a Canal 13 y me dijeron: ‘si no te hacés un lente de contacto para que quede más o menos bien el otro ojo, acá no vas a poder laburar’. Después me hice el lente de contacto, pero tampoco laburé. Pero con el tiempo y a medida que fui creciendo, me empezó a pasar que me llamaban para hacer determinados personajes que requerían esa característica particular”, recuerda.
Así lo llamaron para The Last Man, dirigido por Rodrigo Vila, donde interpretaba a un matón, o para jugar el rol de un detective del estilo cine noir francés que hizo el último año. “Con el tiempo, el tema del ojo me empezó a servir en lo profesional, a la vez que lo fui aceptando en la vida. Atravesar todo eso fue en paralelo a la actuación”, cuenta el actor, que entre sus trabajos en la pantalla grande fue protagonista del film No quieras olvidarme (2022), de Mateo Garimberti, además de otras participaciones en películas como Argentina. 1985, de Santiago Mitre. Entre otros personajes fue “Ojo de vidrio” en el film Malón, de Lucila Podestá; un paciente psiquiátrico en Nieve Negra, de Martín Hodara y se convirtió en un espía de tren en Games Maker, de Juan Pablo Buscarini.
Así las cosas y luego de que el comercial de Google fuera emitido en el último Super Bowl, Javier comenzó a recibir muchas llamadas de felicitaciones desde Estados Unidos, empresas relacionadas con temas visuales, diferentes ONG que trabajan con gente que tiene discapacidades visuales y de tecnología y hasta le propusieron la idea de ir a trabajar a Inglaterra.
“Cuando terminamos el rodaje, el director y su mujer y colega me dijeron: ‘Tenés que venirte a laburar a Inglaterra, porque nos encanta como trabajás; sos cómico, sos muy buen actor”. Me recomendaron fuertemente dirigirme a todos los representantes y agentes en Londres, Nueva York y Los Ángeles. Y si bien me da un poco de miedo, hoy está en mis planes irme para allá. La idea es volver para el próximo verano europeo y llevar un unipersonal mío de clown o como actor. Hace diez años que lo quiero hacer, así creo que ahora llegó el momento de hacerlo”.
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