Javier Calamaro y Pochi: la historia de amor, el programa de TV y el show en La Trastienda
El músico y la artista plástica Paola Montes de Oca abrirán las puertas de su intimidad en una puesta teatral que combinará música, cocina e invitados especiales
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Pocos artistas son tan versátiles como él. Primero lo demostró con su carrera musical; esa que desde hace años navega por los senderos del rock, el pop y el tango, dejando huella en cada género. Luego, cuando la pandemia del coronavirus puso al mundo en pausa y él escribió un disco, tuvo a su hija Sacha y creó un programa de TV que hizo junto con su familia y que le permitió unir sus dos grandes pasiones: la música y la cocina. Su emprendimiento olivícola; ese que lo apasiona y que lo llevó a lanzar uno de los mejores aceites del país, también es un claro ejemplo de su versatilidad pero, sobre todo, de su poder de autogestión a la hora de hacer lo que le gusta.
“Hay que hacer todo antes de morirse”, bromea Javier Calamaro mientras se prepara para un nuevo desafío en su carrera. Es que, el próximo 22 de junio, el músico volverá a subirse al escenario de La Trastienda aunque, esta vez, no será para presentar un nuevo álbum. Junto con su mujer, la artista plástica Paola Montes de Oca, su pequeña hija Sacha, el chef Rodrigo Aguirre y los músicos Leandro Chiappe, Indio Márquez y Zurdo Alaguibe, el cantante llevará La cocina de los Calamaro a la emblemática sala de San Telmo para que el público pueda disfrutar en vivo de buenas canciones, sabores míticos e invitados especiales; esos que fueron protagonistas durante tres años en la pantalla de elnueve. “La cocina habla de una experiencia de vida, habla de recuerdos”, advierte este experto en carnes a la cacerola y guisos que descubrió su pasión por las hornallas a los 12 años.
-¿Cómo surgió esta idea de llevar La cocina de los Calamaro al teatro?
-Javier Calamaro: La cocina de los Calamaro es un programa de televisión que iba a durar dos meses y duró tres años. Le gustaba a la gente y nos gustaba mucho a nosotros hacerlo. Cuando terminó 2023 no queríamos seguir trabajando con el canal sin embargo, “La Pochi” tuvo esta gran idea.
-¿Fue tu idea?
-Paola Montes de Oca: En realidad, yo hice el guion. Ellos me dijeron que querían hacer La cocina de los Calamaro en La Trastienda pero no sabían cómo transmitir el espíritu de un programa de televisión en un formato teatral. Y a mí se me ocurrió. Lo veía en mi mente y me puse a escribir. Hice un guion de diez páginas y se lo pasamos a nuestro amado director (que además es un gran amigo), Charlie Nieto. Le gusto ese lío que va y viene por diferentes climas y se puso la camiseta.
-¿Qué pueden anticipar sobre esta puesta teatral?
-P: Va a ser un viaje entre música y sabores, donde se hará partícipe al público de lo que nosotros vivíamos grabando el programa. Desde que venía el equipo a despertarnos hasta cuando metíamos la pata en la grabación.
-J: El formato es el mismo. Para quien no lo haya visto, recibíamos en casa a una personalidad del medio (generalmente músicos, aunque también han venido actores) y les cocinábamos con el chef Rodrigo Aguirre, que por supuesto también va a estar. La idea era que cuando esa figura pasara la puerta de casa, sea un amigo más. Acá el objetivo va a ser el mismo: una mezcla de gastronomía, música, invitados y charlas. La gran distinción es que el público será participe de todo. Va a haber una interacción importante donde dejarán de ser espectadores.
-¿Se puede saber quiénes serán los invitados o es sorpresa?
-J: Al ser un único show (por ahora) no podemos poner a toda la cantidad que vino al programa, así que tuvimos que recortar. Viene Fabricio Rodríguez, que es un tremendo músico y Norman Ramírez, que es uno de nuestros mejores amigos. Es el rey de la noche y es un crack. Son los dos invitados que más vinieron al programa.
-¿Y van a cocinar en vivo?
-P: Sí, aunque va a ser una cocina más rápida. Platillos fríos, nada que sea al fuego.
-La tele y el teatro son formatos muy diferentes… ¿Cuál es el mayor desafío o reto en esta adaptación?
-J: El tiempo. Todas las cosas que tienen que pasar en un timing perfecto en una función de una hora y media, porque si no todo se empieza a desvirtuar.
-P: Esta siendo un poco frenético. Yo el guion lo habré hecho hará un mes, fue todo muy repentino. Nos empezamos a reunir con Charlie, a terminar de constituir todo el equipo y empezamos a ensayar por grupos. Ahora vienen los ensayos generales en el lugar porque hay que trabajar con el tema de la iluminación de la sala y esos detalles.
-¿Cómo se llevan trabajando juntos?
-P: Bien.
-J: Ella manda, yo acato (risas).
-¿Vos vas a pintar en vivo?
-P: Nooo, ¡es lo único que me falta! (risas). Sí van a estar mis cuadros, porque son parte del decorado del programa. Tal vez más adelante, cuando tengamos más fogueo, si hay próximas funciones lo haga.
-J: La idea es que La Trastienda sea el inicio de muchos shows.
-O sea que la idea es seguir en el teatro y no en la tele…
-J: Yo empecé a hacer tele en 2019 y la verdad no me banco la cuestión de estar firmando contratos, tener que hablar con el canal de cosas que no son creativas. Me gusta producir; por eso en el último año de La cocina viajamos mucho. O sea, no me gusta la televisión pero me gusta producir los programas de TV. Sé que no puedo hacer todo lo que me gusta pero siento que debo hacer todo lo que me encanta.
-En este último tiempo, te vimos en otras facetas: la de cocinero, la de deportista, la de emprendedor olivícola… ¿Tiene que ver con esto de animarse a todo y no quedarse con pendientes?
-J: Lo de la tele surgió después de escalar el cerro Aconcagua, a finales de 2018. Fui con mi amigo guitarrista Dani Oroño y con Facundo Arana. Hicimos el cerro y dije: “¿Y ahora que voy a hacer?”. En sintonía con la aventura inventamos el programa de viajes Concierto extremo, que salió por la TV Pública en 2019 y fue precioso. La idea de La cocina de los Calamaro fue en 2021 en plena cuarentena, cuando no se podía salir a tocar, no se podía ir de gira y los conciertos pasaron a ser para una cámara por streaming. A partir de ahí, el programa ocupo un lugar importantísimo.
-Digamos que fue todo autogestión…
-J: Es la manera de hacer lo que a uno le gusta. Yo aprendí que hay que hacer todo antes de morirse; por suerte me faltan unos 50 años para eso (risas).
-Entre ese hacer de todo está tu emprendimiento olivícola… ¿De dónde viene tu pasión por el aceite de oliva?
-Yo amo el aceite de oliva sobre todo, desde que murió mamá. Mamá murió a los 100 años y, hasta cinco días antes de morir, trabajó. Era dietóloga y kinesióloga. Si mamá hubiese tenido el aceite de oliva, hubiera vivido 20 años más (risas).
-¿Cómo llegaste a meterte en el negocio?
-En los últimos años, la Argentina se volvió gourmet, proliferó la buena cocina y, recientemente, se desarrolló una cultura olivícola muy importante. El pilar de eso fue un enólogo que se llama Gabriel Guardia. Cuando se empezaron a reactivar los shows después de la pandemia, fui a tocar a Godoy Cruz, en Mendoza y ahí estaba él entre el público. Empezamos una relación que terminó con la creación de un blend que lo llamamos Premium porque es difícil de catalogar. Es un aceite muy fino, es único.
-¿Te va bien?
-J: Sí, a pesar de ser un año complicado. Digamos que me va lo suficientemente bien como para estar en este momento creando tres productos más.
Volver a empezar
Unas vacaciones en Miami lo llevaron a conocer a Paola Montes de Oca; una cubana 20 años menor que lo flechó por completo y ¡le hizo perder el vuelo de regreso! “Perdí el vuelo de regreso y otros seis vuelos más”, bromea Calamaro mientras asegura que La Pochi (como la llama cariñosamente) le devolvió la estabilidad que tanto necesitaba. “Nos conocimos el 3 de octubre de 2009 y el 15 de abril de 2010 nos casamos”, cuenta por su parte esta artista plástica que se la jugó y dejó todo por amor.
-¿Cómo se conocieron?
-P: Nos conocimos en 2009, por Fabricio Rodríguez. Él era amigo de mi expadrastro, que era argentino. Javier viajaba justo a Miami y Fabricio le paso el contacto de él para que lo lleve a pasear. Organizaron para ir a cenar una noche y mi mamá me dijo: “dale, vamos que siempre estás encerrada en la casa” y me llevaron. Yo tenía 24 años en ese momento.
-J: Un amigo me invito a ese viaje porque su hermano trabajaba en United Airlines y nos regalaba los pasajes. A mí mucho no me gustaba Miami. Llegue y a la media hora no tenía nada que hacer, así que lo llamé a Quique y fuimos a comer con su pareja, que hoy es mi suegra (risas).
-O sea que al principio vivieron un amor a distancia...
-P: Uy, eso fue tremendo. Dormíamos con el Skype prendido. El venía cada mes a verme, después cada 15 días, hasta que decidí venirme para acá. Total ya había cambiado tantas veces de país (vivió en Alemania, España y los Estados Unidos) que una vez más… Igual acá no tenía ni amistades, ni familia, ni nada. Fue como tirarme al precipicio.
-¿Se puede decir que dejaste todo por amor?
-P: ¡Exactamente! Mi mamá me apoyó mucho. Ella me dijo: “Sos joven. Si sale mal, todavía estás a tiempo”. Mi papá era el más reticente; no quería que me vaya. Yo era directora de diseño en una empresa. Hasta que Javier lo llamó para pedirle mi mano y desde ahí lo amo profundamente.
-¿Vos sabías quien era él? ¿Escuchabas su música?
-P: No, no tenía idea. Yo era totalmente de otro palo, era DJ de música electrónica. Cero rock argentino.
-¿Y al otro Calamaro tampoco lo conocías?
-P: Sí, a Andrés si porque viví mucho en España.
-¿Y qué hiciste cuando te dijo que era el hermano?
-J: Jamás le dije que era el hermano. Yo no me presento como el hermano de nadie (risas).
-P: Cuando llegue acá y vi que lo paraban por la calle, dije: “¿Quién es?”.
-¿No te daba prejuicio que sea un rockero?
-P: ¡Ay sí, al principio me costó muchísimo! Además, las fans me miraban mal, me amenazaban. Al principio, me hacia la maleta cada dos por tres y me quería volver.
-¿Qué es lo que más te enamoró de él?
-P: Su personalidad y su calidad humana. Es uno de los mejores seres humanos que conocí en mi vida y lo admiro mucho como tal. También su seguridad. Va siempre para adelante, genera ideas, proyectos y los encara; es atrevido. Además, a los dos nos gusta mucho el vértigo. Nuestras primeras citas fueron en parques de diversiones (risas).
-J: Yo tengo 20 años más pero una maduración tardía (risas). Yo conocí a alguien que tenía todos los atributos para dejarme loco: Pao es inteligente, sensible, artista, hermosa y joven. Con mundo y un nivel de empatía extrema. Con ella empecé a hacer todas estas cosas que quería hacer antes de morirme, cambie de vida. Cambiamos juntos de una vida más nocturna y bohemia a una vida más luminosa, proactiva y creativa.
-Y volviste a ser papá... ¿Cómo se vive la paternidad después de los 50?
-J: Yo siento que un hombre se realiza cuando es padre. Sacha llegó después de 11 años de búsqueda, cuando ya había cambiado de hábitos, tenía una vida más saludable y eso fue maravilloso. Cuando lo tuve a Romeo tenía un trabajo (la música) y creía que eso era la vida. Estaba a pleno con las giras, tenía una vida más vertiginosa. Y si bien tenía 37 años, en mi mente era muy pendejo. Ahora la paternidad me agarró más armado.
- ¿Soñabas con este presente?
-J: ¿Con esto? ¿Con esta familia hermosa? ¿Con hacer este proyecto en familia? ¿Con ese aceite que está en ese frasco? No, no lo soñaba.
Agradecemos a Arena Café, Paz Cornú y Mimo & Co por su colaboración en esta nota
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