El artista de 74 años, que se prepara para subirse a un escenario y repasar su famoso cancionero, habló con LA NACION sobre su nuevo romance y lo que significa en su vida; además recordó su infancia y sus inicios en el mundo de la música
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Jairo sigue festejando los 50 años con la música. “Parezco Los chalchaleros, nunca termino de despedirme”, dice entre risas en la quietud de su hogar, lleno de libros, música y pinturas, con un patio en el que cantan zorzales y benteveos. “En realidad, entra todo en el mismo cuadro porque es una cifra redonda. Pero ya son 53 años”, le explica a LA NACION. Durante la charla, el artista cuenta que está de novio desde hace unos meses con Laura, una fan cordobesa, y que está muy contento porque sus hijos y nietos aprobaron la relación. Habla además de su infancia, sus comienzos en Buenos Aires a los 14 años, y sus años en España, donde conoció a su esposa Teresa, que falleció hace poco más de dos años. Hoy, toda su energía está concentrada en el show que ofrecerá el sábado 2 de diciembre a las 21, en el Teatro Ópera, para seguir festejando. “Estoy preparando algunas sorpresas, con gente que canta y que no canta también. Va a ser muy bonito. Y como el año pasado también estuve en el Ópera, voy a variar el repertorio, a buscarle vueltas diferentes porque es tan amplio que hay muchas canciones que están fuera de carrera hace un tiempo y sin embargo la gente las conoce. Entonces, cante lo que cante va a estar bien, nunca me exigen una canción en particular”.
-Estás escribiendo tu autobiografía, ¿cómo fue bucear en tu pasado?
-La estoy corrigiendo y la voy a publicar el año próximo. Hay capítulos de todo lo sucedido en mi vida, e imágenes. Fue un poco duro, difícil, a veces un poco triste. Depende sobre quién escribiera y en qué situación. Mi vida ha sido muy venturosa, y he tenido la suerte de conocer a gente maravillosa, muy abierta conmigo, que me veían como a un chico. Atahualpa Yupanqui era el viejo sabio, un día me esperó a la salida del Olimpia y me dijo que no era por lo que yo cantaba ni cómo cantaba sino por ser de dónde soy; le encantaba el norte de Córdoba y yo soy de ahí. Además voy mucho porque tengo una novia ahí.
-¿Cómo fue que te echaste una novia? ¿Es verdad que es una fan?
-Sí, una fan que me iba a ver a todos lados. La conozco desde hace muchos años porque viene a todos mis shows. Las otras fans me tiraban onda con ella; son tremendas (risas). Es todo un universo; el otro día tuve una reunión con ellas y nos divertimos muchísimo, contamos historias, hacemos competencias y yo me concentro porque no me gusta perder a nada. Conozco a casi todas mis fans. La primera vez que vi a Laura, ella tendría 25 años pero en ese entonces nada que ver.
-¿Cómo te permitiste darte la oportunidad de volver a amar?
-Porque me gustaba y se dio así. Fue en Córdoba, en Villa María, donde ella vive con sus dos hijos y yo fui a hacer un show. Fue un chispazo tremendo. Me recordó a una película del 64 que vemos muchas veces con mis hijos porque nos encanta: El gendarme de Saint Tropez, con Louis de Funès; cada vez que le daba la mano a una mujer, sentía un chispazo. Y me pasó una cosa así. Ella estaba con uno de sus hijos, nos saludamos dándonos la mano y me dio un chispazo, literal.
-Ella vive en Córdoba y vos en Buenos Aires, ¿cómo es este noviazgo a distancia?
-Nos vemos todo lo que podemos, que es bastante poco. Ahora estuve dos semanas y vuelvo en diciembre. Ella es abogada, trabaja y estudia mediación. Si puede venir, viene. Estuvo en el encuentro con las fans porque necesitaba su aprobación y la tuvo. Después me escribieron y me hablaron maravillas de Laura. Y tuvo la aprobación, que era más importante todavía, de mi familia, mis hijos y mis nietos. La relación tuvo una aprobación unánime. Cuando viajé a Europa este año, se lo dije uno por uno. Yaco, Iván y Mario la conocieron y Lucía no la conoce personalmente todavía. Mi hija era la que más me preocupaba por cómo iba a tomárselo y me dijo que se alegraba muchísimo, y me abrazó. Para mí fue clave eso. Y los hijos de ella, que van a la universidad, son un encanto también. Es una relación que va muy bien.
-Después de 50 años con Teresa, es lindo poder volver a vivir una historia de amor...
-Sí, con elementos diferentes porque han pasado los años y los dos tenemos una vida, una historia, un pasado. Es distinto, pero muy intenso. Hablamos todos los días. No pensé que iba a volver a enamorarme. Es más, estaba seguro que no; convencido de que no me pasaría, pero la vida te sorprende y lo bueno es poder aceptarlo. La vida me ofrece una oportunidad extraordinaria de ser feliz, estar bien, vivir el amor con naturalidad. Laura se interesa mucho por lo que hago y ahora es una fan que corre con ventaja porque, por ejemplo, sabe cómo va a ser el principio del espectáculo, que nadie imagina porque es una sorpresa. Lo principal era que mis hijos la aceptaran y funcionó muy bien.
-Estás grabando el segundo volumen del disco de tus 50 años, ¿también hay sorpresas?
-Un montón. Lo produce Lito Vilate y tiene canciones muy conocidas pero interpretadas por otros cantantes, conmigo. Entre los dos discos, está la crema y nata de la música argentina y todos vienen con mucho placer. Lo que más me gusta es la buena predisposición, y Lito me decía que la particularidad del primer volumen era que cada grabación era una fiesta. Hay mucha alegría, no hay que hablarles ni contarles nada. Ya grabamos con Jorge Rojas, Sandra Mihanovich, faltan Vicentico y algunos más.
-¿Sos consciente de que sos una leyenda en la música?
-Abel Pintos me decía: “Quién te va a decir que no, Jairo” y yo me agrandé un poquito (risas), pero no me doy cuenta. Sí lo veo cuando me cruzo con algún cantante o músico, que por la forma de saludarme y hablarme se nota, se interesan, conocen sobre mi trabajo. Este año no creo que haga ninguna actuación más en vivo porque ha sido un año muy duro, he trabajado mucho, he viajado y creo que me merezco descansar un poco. Me gusta el mundo de las giras porque se crea una suerte de camaradería muy linda, pero es mucho trajín también.
-Y te gusta trabajar en familia. Tu hijo Yaco y su hijo, tu nieto Francisco, suelen acompañarte.
-Francisco viene cuando puede porque estos días termina el secundario; tiene 18 años. Ese chico es un talento impresionante y en algunas cosas me veo un poco reflejado porque yo tenía ese tipo de energía, de inquietud, de búsqueda. Yo no le digo nada y lo observo; me encanta. Mucho se tienen que equivocar con él para que no trascienda porque tiene tres cosas muy buenas: talento, muy buen gusto musical y oído, trabaja muchísimo y tiene carisma.
-¿Vivís con tu hijo y tus nietos?
-Sí, con Yaco y sus hijos, Francisco y Juana, que estudia cine en la UBA. Se mudaron luego de que falleció su mamá (la actriz Agustina Posse) hace dos años. Estamos los cuatro en casa. Fue muy fuerte la muerte de Agustina, dos meses después que mi esposa, de un aneurisma. Era una piba sana, encantadora, linda. La quería muchísimo, se portó muy bien cuando falleció Teresa, se ocupó de todo y me acompañó mucho, me visitaba, me mandaba mensajes, me preparaba la comida.
-Decías que viajaste a ver a tus otros tres hijos, ¿cómo están?
-Fui este año a visitarlos y fue jun viaje maravilloso, un bálsamo. Mario vive en París, es concejal en Montmartre, pero es abogado y tiene un estudio de abogacía y vive de eso porque un concejal no puede vivir de lo que gana, a no ser que dé un salto a diputado. Le gusta mucho lo que hace y se ocupa. Fui a París primero y me quedé con Mario durante dos semanas; después me fui a la casa de Iván, que vive muy cerca de París, y ahí están mis dos nietos, que son chiquitos y era muy divertido, nos fuimos un día a Disney y hacíamos planes hermosos. Y después fui a Milán para estar con Lucía y sus tres hijos, los más chiquitos de todos los nietos. Ella es historiadora del arte y su marido es ingeniero aeroespacial. Tengo muchos recuerdos de París, donde viví 16 años.
-En total viviste 25 años en Europa, ¿cómo decidieron regresar a la Argentina?
-En el 92 vine a filmar Funes un gran amor, de Raúl de la Torre, e interpreté al cantante de la orquesta del salón de baile. Me encanta la película, la pasé tan bien. Me vine con mi hijo Iván, que ya había terminado el Liceo, y se quiso quedar en Buenos Aires. La idea de volver a la Argentina se reforzó porque Iván estaba acá. Mi esposa quería verlo, estar con él, era le primer hijo que se iba (risas). La vuelta se consolidó, busqué una casa en el bajo Belgrano, a estrenar. Al tiempo nos fuimos porque no nos gustaba la casa y ahí vinimos a Vicente López. Esta casa es enorme y se fue quedando vacía a medida que se fueron los hijos. Mario vino con nosotros todavía hacía el secundario y Lucía también, que estaba en el primario. Todos nacieron en España, excepto Lucía, en Francia. Después todos volvieron a su lugar de origen del alguna manera y Yaco es el único que se quedó acá porque conoció a Agustina. Teresa hablaba con sus hijos todos los días. La tecnología nos ayudó mucho.
-Tu mujer estuvo enferma durante diez años y luego falleció, ¿de qué te agarraste para salir adelante?
-De las cosas que me gustan. Soy muy casero y en casa tengo todo lo que me gusta: mis libros, mi música. Esta casa es una biblioteca, o una librería porque hay libros que no he leído todavía. Cada vez que componía canciones, la primera que las escuchaba era Teresa, y era muy dura como juez. Yo me fui en el 70 a España porque me ofrecieron grabar un disco y me quedé durante 25 años viviendo afuera. En España conocí a Teresa y nos casamos enseguida. Nunca fuimos novios convencionales, tal y como se presume que tenía que ser un noviazgo en ese momento y en un medio conservador, que era en el que se movía su familia.
-¿Cómo se conocieron?
-Nos conocimos en la casa de una amiga en común, en una fiesta de exalumnas a la que Teresa fue y se reencontró con esta chica que era mi amiga. Esta amiga tuvo una actitud celestina porque me veían muy solo y me buscaban novia. Era un 25 de diciembre, con una nevada tremenda. Esa noche no hablamos nada con Teresa, pero cuando se fue la acompañé. Y desde ese día no nos separamos más, nos veíamos todos los días y nos casamos dos años después. Ella decidió casarse y lo comunicó a la familia antes que a mí (risas). Un día estábamos todos en una cena y de pronto ella dijo que tenía algo que decir: “Hemos decidido que vamos a casarnos”. Yo me sorprendí tanto como todos, pero dije que sí claro. Nos casamos al mes.
-¿Qué recuerdos tenés de tu infancia?
-Tuve una infancia muy feliz, con pocos juguetes, pero feliz. Mi papá trabajaba en el ferrocarril y mi mamá, era ama de casa; somos cinco hermanos, aunque la segunda murió apenas nacer y yo no la conocí. De todas las etapas de mi vida, mi infancia es la que tengo más presente. Tuve una vida de niño callejero, me la pasaba en la calle. Empecé a cantar por casualidad en la escuela primaria. Me eligieron porque faltó el chiquito que tenía que cantar y la maestra de música dijo que había un chiquito en el coro que cantaba bastante bien. Pero nunca pensé que iba a tener esta vida. Me gustaba mucho dibujar y pintar, la mayoría de los cuadros de mi casa son míos y pensaba que iba a ser por ahí. Trabajé en talleres, con distintos pintores, hice grabados. También quería ser jugador de fútbol como todos los chicos, y jugaba bastante bien. Empecé a cantar a los 14 años, semi profesionalmente, en La escala musical, que era un programa que se hacía en Canal 13. Me fui de mi casa a los 14 años y no volví más.
-¿Te viniste a Buenos Aires para cantar a los 14 años?
-Sí, y estudié arte y canto. Encontré a una profesora de canto buenísima que se llamaba Alexia de Prat Gay. Cantaba los sábados en Canal 13 de Córdoba, que fue el primer canal privado de la Argentina y uno de sus programas musicales ganó un Martín Fierro; era la cuarta entrega del premio. Vino una delegación para recibir el premio y me trajeron como una especie de mascota y consiguieron que cantara en la ceremonia, en el Hotel Savoy. Ahí tuve una propuesta de Canal 13 de Buenos Aires para cantar en La escala musical, con contrato de un año. Así que volví a Cruz del Eje, mis padres dispusieron que iba a vivir en una casa de familia, de unos parientes que, curiosamente, se llamaban Córdoba de apellido. Fue una aventura que no le aconsejo a nadie porque era muy chico y esta es una ciudad muy grande. Al principio me fue bien, después cayó un poco la cosa, tuve algunos problemas de salud y trabajé como ilustrador también. El primer teatro en el que canté fue el Ópera porque fui el telonero de Rita Pavone cuando estuvo aquí. Yo tenía 15 años. Tiempo después me llegó la propuesta para grabar un disco en España. En ese momento no me llamaba Jairo, cantaba con mi nombre, Mario González, y me decían Marito porque era chiquito. A alguien que trabajaba con Luis Aguilé en ese momento, se le ocurrió Jairo y me gustó. Mi idea era ir, grabar y volver, pero me fue bien, hice programas de televisión, la gente me aceptó y me quedé 25 años en Europa. Pero no estaba previsto y no me imaginaba nada de esto.
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