Iván González, hijo de Jairo, forma parte del éxito de Netflix del momento, En las profundidades del Sena
En diálogo con LA NACIÓN, el multifacético actor que vive en Francia contó cómo llegó formar parte de esta producción, que es una de las más vistas de la plataforma, y lo orgulloso que se sintió cuando Stephen King elogió el film
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Hace casi 20 años que vive en Francia, a donde se fue siguiendo a un amor. Iván González estaba trabajando muy bien en la Argentina, pero se enamoró de Cecilia y ella tenía planes para estudiar psicología en París. Entonces, allí se instaló, comenzó a trabajar, tuvo dos hijos y ahora es uno de los actores de la película de Netflix del momento: En las profundidades del Sena. Su personaje es el de un asistente de la alcaldesa de París, un señor algo gracioso que siempre anda tras su jefa y le da la razón en todo.
-¿Cómo llegaste a la película?
-Xavier Gens, el director, es muy amigo mío. Yo trabajé en su tercera película que se llama The divide, que se filmó en Canadá. Actuaban Rosanna Arquette, Milo Ventimiglia... nos estuvimos viendo ahí un mes, fue una experiencia muy intensa porque todos los actores teníamos que perder entre diez y catorce kilos durante el rodaje porque estaba filmada en orden cronológico. Eso nos unió mucho a todos, porque era muy exigente. Y desde entonces aparezco, aunque sea un minuto, en casi todas sus películas.
-Por eso te llamó para En las profundidades del Sena.
-Me llamó para que lo ayude porque Netflix quería tener una imagen más concreta de cómo iba a desarrollar los puntos especiales de las escenas de acción y la película en sí. Es tan delirante el tema, que evidentemente querían saber si iba a ser un Sharknado o si iba a estar hecho un poco en serio. Y él iba en serio, él quería hacer una película de acción y hablar sobre todo de un tema que le interesa, la ecología. Entonces llamó a varios amigos y filmamos toda la película en una sala con su iPhone, con un tiburón de cartón.
-¿Toda la película?
-Toda.
-¿Cuántos eran además de vos?
-Éramos unos diez actores. Estaba la actriz protagónica (que no es la misma que la de la película) y todos los demás hicimos varios papeles. Había previsualizaciones de los efectos especiales y storyboard, o sea que eso les daba una visión prácticamente completa -obviamente muy sui generis- de lo que iba a ser la película. Fue muy divertido. Cuando Netflix la vio, dio luz verde y a los seis meses empezamos el rodaje.
-¿Y cómo se decidió tu personaje?
-Durante la previsualización, ya sabíamos que el director a todos nos iba a dar un papel en la película para agradecernos. Y cuando me vio hacer del asistente del alcalde, que yo no paraba de hacerme el tonto, se rió mucho y dijo que sería muy gracioso que esa parte de la película sea un poco más satírica, divertida, y por eso me puso en ese papel.
-¿Cuántas escenas hiciste y en cuántos días?
-Cuatro escenas en seis días de rodaje porque fueron muchos efectos especiales y mucho trabajo. Todo el final, por ejemplo, está filmado en Alicante, España. No hay nada filmado en París.
-¿Por qué Alicante?
-Porque Alicante tiene unos estudios de cine que se llama La Ciudad de la luz, que es donde Bayona filmó Lo imposible, la película del tsunami. Entonces utilizamos la misma piscina, que es gigantesca, máquinas de tsunami, máquinas de todo y eso permitió manejar los decorados según la luz y tener un espacio seguro para poder trabajar una secuencia que en el fondo es extremadamente compleja.
-Todos los nadadores son extras...
-Son todos extras, sí, había cientos de extras.
-¿Españoles?
-Los nadadores eran todos españoles y estaban encantados. Xavier, el director, sabe perfectamente qué imagen quiere lograr, se divierte con la narración, con la cámara. Es un autor en el más puro sentido de la palabra, aunque sus películas parezcan muy delirantes, porque en el fondo es un nihilista absoluto, tiene muy poca fe en el ser humano, pese a su optimismo general. Todas sus películas son bastante duras con respecto a la sociedad y a la sociedad francesa en particular. Su primera película se llama La frontera del miedo y habla de la extrema derecha, muy cerca de lo que está pasando ahora. En The divide los personajes vivían en un subsuelo después de un ataque nuclear. Es decir, todo siempre muy denso y él es más bueno que el pan. El día que filmamos en Alicante, los extras estuvieron todo el día, durante tres días, en el agua filmando, volviendo a empezar, volviendo a hacer todo... Y al final del tercer día, que ya se iba la luz y ya terminaba el tiempo de rodaje, le gritaban “¡otra, otra!”, querían seguir filmando con él. Porque lo hace todo con una sonrisa, con una benevolencia... Le hacen veintiocho mil doscientas preguntas por segundo y él las contesta siempre con una sonrisa, siempre tiene un momento para hablar con todo el mundo, es realmente ejemplar. Es alguien bastante atípico en muchos sentidos de la palabra. Y es muy interesante lo que propone siempre.
-¿Había algún famoso entre los nadadores?
-Había un humorista muy conocido, un youtuber, como si fuera el Pachu Peña de Francia. Es uno de los nadadores atacados por el tiburón, se llama Señor Pulpo. Es muy gracioso, parte de los amiguetes de Xavier, y a él le daba risa que un tiburón se comiera a un pulpo. Muy tonto todo, pero bueno.
-¿Por qué cuando hicieron la primera prueba vos te hacías el gracioso?
-Porque me parecía que la escena estaba escrita como tal, es decir, hay veces donde lo interesante de este tipo de películas es que están siempre como en un borde, en un límite. Hay momentos para el terror, momentos para la sorpresa, para el suspenso, pero hay otros momentos que me parece a mí que distienden un poco la atmósfera y permiten ir a un tono más atípico. Y lo que me gustaba de esa escena era el tono satírico. Entonces le hice esa propuesta que era un poco más grotesca, y al director le divirtió y así quedó. Nos reímos mucho haciéndolo.
-Es como una caricatura de lo que son los políticos.
-Exactamente. Una caricatura de cuando el poder se vuelve totalmente loco con lo que están diciendo.
-¿Te reconocieron los argentinos que vieron la película?
-Tuvo muchísima repercusión la película. De hecho es la película francesa más vista en la historia de Netflix. Y he recibido muchísimos mensajes de un montón de gente, un montón de amigos que debaten en sus casas sobre si me come el tiburón o no. No queda claro. Y ni yo lo sé. Pero por las dudas le dije al director: “Creo que mi personaje nada muy bien”. Para que me tenga en cuenta para la secuela.
-¿Cómo les fue con las críticas?
-Tuvimos dos buenas críticas que nos llenaron de orgullo. Una del creador de Sea Shepherd, que es una organización que ayuda a la protección de los grandes animales marinos. Él ha escrito una crítica increíble de la película agradeciendo que se muestre el continente de plástico en el Atlántico, que se muestre a los tiburones reaccionando naturalmente, que se hable de las mutaciones posibles... Y la segunda crítica que nos mató fue la de Stephen King, que escribió un tuit elogiándola. Nos llamamos entre todos ese día, fue una emoción enorme.
-Tiene razón Stephen King: los últimos veinticinco minutos son electrizantes.
-Ahí es donde yo creo que está la mano de un buen realizador. Xavier maneja muy bien la tensión, sabe llevar muy bien el montaje, es extraordinario. El montaje se iba haciendo a la vez que iba rodando, es una metodología que él tiene. Enviaba el material en el día, con algún taxista, iba haciendo el montaje con previsualizaciones y cosas así para ver exactamente qué faltaba en el momento y no perder tiempo.
-Además de estar presente en tus escenas, ¿presenciaste otras?
-Sí, me quedé viendo más rodaje. A mí me fascina, me he dedicado al cine sobre todo porque me fascina la realización, la construcción de una película, la producción. No es solamente la actuación lo que me atrae en el cine, me atraen todos los aspectos que permiten la creación de una película, me parece el mayor arte del mundo, amo profundamente el cine, veo cine todos los días.
-¿Dónde se filmaron las escenas de las catacumbas?
-Es un estudio en Bélgica. En Francia se filmaron las escenas exteriores de París, de la lancha en el Sena. Todo eso está rodado en el Sena de verdad. Pero lo que son las catacumbas están hechas en Bélgica, en un estudio de filmación muy importante, en donde han hecho la última película del Conde de Montecristo, que se acaba de estrenar en Francia.
-¿Por qué ahí?
-Porque permite trabajar con agua. Es un estudio de filmación que permite llenarse de agua al nivel que quieras. Puedes llenarlo completamente, o una parte, o un cuarto, no importa. Es decir, puedes poner paredes transparentes... tiene todo preparado. Es una escena increíble.
-¿Alguno de los tiburones se hizo en tamaño real?
-Sí, hay dos de esos. Después, muchos tiburones digitales muy bien hechos. Y luego había otro tiburón, que era el más divertido para todos: una persona con una aleta, que iba moviéndola por todos lados.
-¿Te llegaste a meter al agua en algún momento?
-Sí, me metí en el agua en Bélgica y me encantó. Tuve que rodar cuando nos caemos al agua con la alcaldesa, una imagen muy corta que se ve. El resto de las escenas la filmamos en la ciudad universitaria de París, que tiene lugares maravillosos para rodar y utilizamos una sala enorme que había ahí.
-¿Creés que la gente puede quedar sugestionada con los tiburones?
-Sí, yo creo que sí. Creo que hay mucha gente que va a quedar sugestionada. Recibí muchos mensajes del tipo “nuevo miedo activado, gracias”. No hay tiburones en París, pero sí un día encontraron una orca en el Sena.
-¿El director se inspiró en eso?
-Claro, porque ha habido eventos extraños de peces, de agua salada, que han aparecido en ríos. En el Támesis sí hay tiburones, eso está comprobado. Pero bueno, el Támesis es enorme. Me imagino que la composición del agua es diferente. Pero ha habido casos y nos inspiramos en esos casos. Son peces que se pierden, se meten en ríos.
-¿Tenés más proyectos en Francia?
-Sigo como director artístico del cabaret Madame Arthur, que es uno de los más importantes de París actualmente. Estamos terminando la temporada de este año y ya preparando la del año que viene porque viene bastante fuerte, vamos a viajar mucho por todo el mundo. Esperemos que podamos ir a la Argentina, así pueden ver el espectáculo. Estamos viendo las posibilidades.
La Argentina, tan lejos, tan cerca...
-¿Extrañás?
-Sí, siempre.
-¿Cómo vivís el desarraigo?
-Bueno, mi hermano Mario vive en París y mi hermana Lucía, en Milán. Eso facilita bastante las cosas, pero echo de menos a mi padre y a mi hermano Yaco. Estamos siempre en contacto, todo el tiempo. No hay día que no tengamos mensajes en el grupo familiar, que no estemos hablando, que no nos contemos qué es lo que pasa. Somos una familia bastante unida. No es que nos echamos de menos porque no hay noticias, no, no: siempre estamos hablando. Y si hay urgencias viajamos los tres.
-¿Te siguen convocando para trabajar en la Argentina?
-Sí, hace un par de años actué en Errante corazón, una película con Leo Sbaraglia, que me encantó profundamente hacer y cada tanto me llaman. Es más complicado porque no estoy ahí y el costo de que vaya es grande. Pero sí, claro que sí. Desearía volver a trabajar en Argentina.
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