Iván González, el hijo de Jairo que regresó a Francia por el amor de una argentina que lo conquistó
El inquieto artista de 49 años está radicado desde hace 17 años en tierras francesas, a raíz de un romance que nació en nuestro país; padre de dos hijos disfruta de su presente familiar y laboral
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Hijo mayor de Jairo, Iván González nació en España, durante el exilio de sus padres, y vivió entre Madrid, París y Buenos Aires. “Ese triunvirato es mi historia”, asume el actor, director y fotógrafo que hace 17 años está Francia, junto a su mujer Cecilia Stola, y sus hijos, Ulysses (11) y Lorenzo (9). En diálogo con LA NACION, González reflexionó sobre su vida repartida entre tres patrias y contó que desde hace tres meses es oficialmente argentino y se siente muy cercano a nuestros códigos culturales. También habló de su trabajo como director artístico del cabaret más famoso de París y aseguró que sigue despuntando el vicio de la actuación en películas, series y teatro.
-Naciste en España, pero es el lugar donde menos viviste en estos 49 años...
-Es verdad. Es muy difícil sentirme de alguna nacionalidad. De hecho, el mío es un tema de identidad nómade aunque ya se han empezado a crear raíces porque los niños suelen hacer eso. Es la primera vez que estoy estable tanto tiempo en un lugar. Vivimos hace 17 años en las afueras de París, en Sceaux, una ciudad maravillosa, en la que vivió el súper ministro de Luis XIV, como un mini Versalles sin turistas.
-¿Fue una decisión quedarte?
-Se dio como todo en mi vida. La razón por la cual me quedé en la Argentina en su momento fue por un impulso; la razón por la cual viajé a España fue por un impulso; y la razón de volver a Francia, también. Diferentes tipos de impulsos. Fui a la Argentina acompañando a mi padre en una gira, luego de terminar mi bachillerato en Francia. Conocía muy poco el país de mi padre que ahora es mi país porque desde hace tres meses soy oficialmente ciudadano argentino. Cuando llegué, Marisa Badia me dijo que iban a hacer un programa con hijos de artistas famosos. Me apeteció ir a la reunión para escuchar; me divertía. También estaba Gustavo Yankelevich, y me propusieron quedarme y trabajar. Con 19 años decidí aceptar porque el país me fascinaba, es tan maravilloso para la gente joven... Y me quedé. Pensaba que iban a ser dos meses y fueron diez años.
-¿Así fue que decidiste seguir una carrera artística?
-No, ya era actor. Ya había trabajado con Jorge Lavelli en la obra de Valle Inclan, Las comedias bárbaras y estuvimos en el festival de teatro de Aviñón y también en el Teatro de la Colina y había hecho otras cosas también. Siempre quise trabajar en la actuación y dirección, cercano al cine. Esa era mi idea. Además cuando me propusieron quedarme, me ofrecieron tomar clases de teatro gratuitas con Raúl Serrano y cómo voy a decir que no a eso [risas]. Trabajé muchísimo en esa época extraña de la Argentina y tuve la suerte de poder conocer a gente increíble, que fueron mis mentores y de quienes aprendí mucho, como Alberto Ure, Roberto Villanueva, Humberto Tortonese, gente que sigue inspirándome y son amigos. Hice Verdad/Consecuencia, Son o se hacen, Costumbres argentinas, Los Roldan, Soy tu fan... Trabajé mucho.
-¿Te adaptaste rápido?
-Fue extraño. Mi vida era muy solitaria en un principio porque mi familia no había llegado todavía y no tenía las armas emocionales para enfrentarme a esa soledad y tampoco tenía los conocimientos culturales suficientes como para poder conectarme con la gente como podría hacerlo ahora. Venía de una cultura europea, occidental, francesa, que es muy particular, y había códigos culturales que no conocía. Fueron años de mucha búsqueda, de incomprensión, estaba un poco perdido, la verdad, pero también tuve altos momentos de felicidad, sobre todo en teatro. Argentina es un país con una energía creativa alucinante y le recomiendo a cualquier europeo que habla de crisis cuando tiene una inflación anual del 4%, que vaya a la Argentina y que viva, porque es maravillosa para cualquiera que desee ser artista, y quiera aprender cómo desenvolverse en el mundo del arte, buscar la creatividad en permanencia y encontrar soluciones desde lugares insospechados. Es una recomendación que hago fuertemente. O sea que fue durísimo, pero a la vez maravilloso.
-¿Tan fuertes son tus lazos con nuestro país que pediste la ciudadanía?
-Ha sido un largo camino creo yo. Por un lado, me siento muy cercano a España porque nací allí, tengo acento español y si bien viví mi infancia y adolescencia en Francia, íbamos de vacaciones a España. Y por otro lado, con los años me he dado cuenta que muchos códigos culturales que desconocía al llegar a la Argentina, se han vuelto propios y se han convertido en códigos personales por la forma de relacionarme con la gente, hablar con familiaridad con quienes no conozco, responder a los problemas y a la vez imaginar un futuro mejor aunque la realidad demuestre lo contrario, llenarse de esperanzas permanentemente y aprender de todo, hasta de lo más pequeño que se tiene. Esos son códigos culturales a los que me aferré en muchos momentos de mi vida. Y además porque mi esposa es argentina y mis hijos también, aunque nacieron en Francia. No lo hice antes por razones personales, pero es algo que reflexionaba desde hace tiempo y cuando se dio la posibilidad fui al consultado argentino en París y fue rápido porque al ser hijo de argentino, es muy fácil. Tengo dos ciudadanías, española y argentina, y residencia en Francia.
-Además de actor, sos director y fotógrafo, ¿cómo te ganás la vida, actualmente?
-Soy director artístico de un cabaret que se llama Madame Arthur, en París. Es el cabaret travesti más importante de Francia y el año pasado hemos festejado 75 años. Es un lugar histórico de la lucha LGTB, en el que todas las semanas cambiamos de espectáculos, con artistas que van rotándose. Tenemos un pool de 20 artistas de un nivel alucinante, pianistas, cantantes líricos, violinistas; pagás la entrada, y tienes shows a las 21, a las 23, luego hay discoteca, y más shows a la 1, 2 y 3 de la madrugada. Es un lugar que está abierto a todos, viene gente de todos lados. No es un cabaret oscuro, al contrario, es un lugar de interés cultural. Empecé a trabajar ahí haciendo puestas, la primera fue una sobre Queen. Todas las semanas hay un show diferente, lo cual te obliga a una gimnasia creativa súper potente. Y es muy divertido. Y también estoy preparando una película con Xavier Gens, un director de cine de terror muy conocido. Hice la película Errante corazón, con Leo Sbaraglia, y tengo una propuesta para entrar en una serie, pero aún no lo decidí. Sigo actuando. Trato de expandirme como creador y no quedarme solamente en un lugar. Me gusta divertirme con el arte, y cuando se vuelve un trabajo cotidiano, ya deja de interesarme.
-¡No te aburrís nunca!
-La verdad que no. Ahora estoy preparando una exposición con mis fotografías. Me llamaron de un sitio de internet que vende arte y me pidieron material. Y trabajo corrigiendo guiones de cine, ayudando al autor a reescribirlos, y colaboro con la ONG de mi esposa, Élan Interculturel, que hace estudios sobre la interculturalidad, que necesitamos en Francia y en el mundo para comprender que las diferencias culturales existen y crean un shock en la sociedad que puede ser más positivo que negativo si sabemos activar lo mejor de ellas y colaborar.
-¿Cómo es tu historia de amor con Cecilia?
-Nos conocimos en Buenos Aires, un año antes de que ella viajara a Francia para hacer un master en psicología, porque es psicóloga. Pero cuando llegó, se dio cuenta que los másters aquí son como el segundo año de psicología en Buenos Aires, y lo dejó porque evidentemente ya lo había hecho. Convalidó su título y estudió otras cosas como el Síndrome de Ulises (también conocido como síndrome del emigrante con estrés crónico y múltiple), luego conoció a una chica de Hungría y tuvieron la idea de armar esta ONG; empezaron ellas dos y ahora son 25 empleados. Trabajan con la Comunidad Europea, el gobierno francés y diferentes ONG’s como la Cruz Roja
-¿Y la seguiste a París?
-¡Sí! No pensaba venir a Francia. Fue un impulso. Me iba muy bien en Buenos Aires, acababa de hacer Doble vida y tenía proyectos, vine a verla y al mes, cuando me tenía que volver, la miré y le dije que me aburría mucho la vida sin ella. Y rompimos el pasaje. Se puede ser extremadamente cursi en la vida... Pero así fue. (Risas).
-Tenés un hermano en Francia, una en España, otro en Buenos Aires y también tu padre está acá, ¿venís seguido a la Argentina?
-Viajamos a Buenos Aires una vez por año. Pasamos allí la última Navidad con toda la familia y planeamos ir en julio próximo. Los hijos te obligan a pensar el futuro de forma diferente. En mi caso, me han frenado bastante los impulsos. Pero quién sabe...
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