El conductor, que estrenará este lunes Escape perfecto por la pantalla de Telefe, mantuvo una extensa charla con LA NACION, donde decidió correr el velo de algunos temas de su vida privada
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Iván de Pineda está eufórico con el estreno de Escape perfecto, el formato de juegos que eligió conducir -esta vez acompañado por la China Ansa- y que se verá desde este lunes, a las 21.45 por la pantalla de Telefe, ocupando el espacio que dejará vacante Got Talent Argentina.
Tiene ganas de conversar con LA NACION sobre su nuevo programa, pero también de pensarse a sí mismo, de recordar aquella infancia poco convencional en donde era catalogado como un “nerd”, mientras debía afrontar un problema de visión; buscarse en aquellos tiempos donde iniciaba una carrera como modelo en la soledad de una vida de viajes permanentes y, a pesar de ser reservado como pocos, atreverse a reflexionar sobre su posible boda y qué lugar ocupa el deseo de la paternidad.
Así en la vida como en el trabajo, una máxima lo acompaña: “Me gusta dejarme llevar por lo intuitivo, ir en busca de lo más primigenio de uno, aunque, cuando llego a un lugar me impongo llegar preparado”. Una buena definición para este hombre que, a los 46 años, mantiene la misma impronta que ofrecía cuando siendo un adolescente pisó una pasarela por primera vez.
Todo nuevo
De Pineda oficia de anfitrión e invita a recorrer algunos sectores de los Estudios Ronda de Telefe. Primero muestra el control del estudio, en donde graba el programa, luego la parada será en el set que deja ver una imponente escenografía. “Todo está automatizado”, describe el conductor detallando los mecanismos de la puesta en escena del show que tiene estética internacional y se realiza en un espacio de mil metros cuadrados.
“Yo jugaría desde mi casa y, si fuese participante, vendría a dejarlo todo”, comienza diciendo De Pineda y suma: “Es un programa para toda la familia, donde siempre se puede aprender algo nuevo, mientras se la pasa muy bien”. Si de aprender se trata, él puede dar cátedra. Leído como pocos y con el dominio perfecto de cuatro idiomas, es una rara avis en una televisión pauperizada.
“La gente llega al programa por distintas y variadas razones, con sueños y metas, pero también con la necesidad de pasar un buen rato”, sostiene, aventurando su criterio sobre los futuros participantes.
–Acabamos de atravesar un período electoral y no son tiempos fáciles para el país, ¿cómo se inserta un programa de juegos en este contexto?
–Creo que a la gente le permite sustraerse de ciertas situaciones y coyunturas que tienen que ver con las presiones de la vida cotidiana. La idea es que la mente y el alma vayan por otro lado más sensible que permita la emoción.
Superación
El conductor y modelo nació en 1977 en Madrid. La separación de sus padres, cuando aún era un niño, impuso una mudanza hacia la Argentina, en donde se radicó junto a su madre y hermanos. Si en España vivía en la preciosa zona de Salamanca -esa que bordea el parque El Retiro y su columna vertebral es la elegante Calle de Goya-, en Buenos Aires sus juegos fueron en las veredas del no menos señorial barrio de Recoleta. Todo marchaba bien hasta que, poco antes de iniciar su carrera como modelo padeció la pérdida de su padre, lo que se convertiría en el segundo gran dolor de su vida, luego del destierro de su país natal.
–¿Dónde estuvo la semilla de la cultura?
–Tuve la suerte de crecer en una familia que me inculcó mucho el amor por la lectura, aprendí a leer siendo muy chico.
–¿A los cuatro años?
–Exacto, porque, cuando mi familia se dio cuenta qué me gustaba, pudieron alentarme y fomentarme eso. Fue increíble porque era muy miope y no existían los avances oftalmológicos que hoy existen, como los lentes de contacto.
En su infancia, algunas cuestiones se vieron cercenadas por esa reducción de su visión: “Con ese grado tan elevado de miopía, era complicado practicar algún tipo de deporte”. Los diagnósticos hablaban de siete u ocho grados de miopía en cada ojo, con lo cual el uso de anteojos muy gruesos era la única posibilidad. Aquella limitación era una complicación para realizar deportes, sin embargo, no impedían la lectura. Todo lo contrario, era un escape muy saludable ante la imposibilidad de realizar otras actividades: “Leía todo lo que llegaba a mis manos, hasta las enciclopedias”. Tal afición continúa hasta el día de hoy.
De niño, no soñaba con una vida pública, pero de manera inconsulta uno de sus tíos envió una foto a una marca que buscaba adolescentes. El resultado fue favorable y logró ser seleccionado entre muchos otros jóvenes. Se inició en el mundo de la moda azarosamente y con lo que ganó en su primera campaña invitó a todos sus amigos con cervezas. Si bien su deseo no era transitar las pasarelas, lo cierto es que el dinero obtenido lo llevó a replantearse su futuro. A veces, como en este caso, las vocaciones despiertan en el hacer. Luego llegaría la convocatoria para ser notero del programa Versus, conducido por Tomy Dunster y otro camino se iniciaba, ese que lo convertiría en una figura pública y popular.
“Crecí en la Argentina, fui al colegio y me desarrollé aquí”, dice con orgullo a pesar de ser un ciudadano del mundo. “La vida me llevó a viajar y a establecerme en diversas ciudades de Europa y los Estados Unidos, a estar mucho en el Lejano Oriente. La moda me dio mucho, soy muy curioso y esa posibilidad de viajar e interactuar con gente tan diferente fue un gran aprendizaje”. Indudablemente, su vida es atípica.
-Supiste capitalizar todo eso.
-Somos esclavos de nuestros tiempos y espacios, pero cada uno capitaliza de acuerdo a las situaciones personales y puesta en valor de lo que se quiere. Quizás, en la época de modelo, tenía colegas que buscaban otras situaciones o estímulos y eso era tan valioso como lo que yo elegí.
Sin dudas, fue un joven atípico. Su pasión por la lectura comulgaba con sus viajes: “Llegaba a una ciudad y pensaba en los libros que había leído y que transcurrían en esas calles, veía a sus personajes por ahí. Era muy ´nerd´, caminaba por París y me imaginaba haciendo los pasos de D’Artagnan o Edmond Dantès”.
-Imposible llegar a París y no pensar en Los Miserables de Víctor Hugo y en Jean Valjean.
-Cómo no vas a imaginar las barricadas, todo eso estaba ahí. Con todo eso, uno va construyendo su propio mundo.
-¿Sos muy fantasioso?
-Me gusta. Pensar y soñar son maneras de proyectarse y elevar la mente, algo que hace que uno esté en movimiento; aunque también hay que tener los pies en la tierra, ya que la realidad es lo que te encontrás todos los días.
-Decías que eras medio “nerd”.
-No era medio “nerd”, era del todo...
-¿Es cierto que en la escuela padeciste bullying dado que tus intereses eran diferentes a los de los otros chicos?
-En su momento armé la biblioteca de mi clase. Imaginate lo que era yo, recién llegado, hablando con otro acento, y pidiéndole a los chicos libros prestados, pero lo hice. Me convertí en el bibliotecario de la clase, cuando, a esa edad, el común denominador pasaba por otro lado. Tenía todo perfectamente organizado, anotaba a quién se le prestaban los libros y cuándo los tenía que devolver. Me parecía fascinante.
El pequeño Iván se desvivía por las colecciones Robin Hood o Elige tu propia aventura, imprescindibles en la conformación del nuevo lector. “Luego empecé a hacer talleres literarios en el colegio, estudiando a Grecia y Roma y también el mundo medieval, estaba buenísimo”.
Sin exponerse
No es de las figuras públicas que van por la vida contando sus intimidades. Todo lo contrario. Desde hace veintiséis años está en pareja con Luz Barrantes, pero se pueden contar con los dedos de una mano las imágenes que los muestran juntos. Mucho menos es adepto a ventilar detalles de su vida conyugal. Sin embargo, decidió correr algunos velos en la entrevista con LA NACION.
-¿Es cierto que aún no te has casado porque considerás que es un acontecimiento trascendental que se debe hacer como corolario de muchos años de vida transitada junto a otra persona?
-¿Por qué en lugar de festejar lo que no sabemos que va a venir, no festejamos lo mucho que pasó y que está buenísimo?
-Es una mirada interesante.
-Es una linda meta poder festejar, en algún momento, tantos años y tantas cosas compartidas, celebrar por todo lo vivido.
-En tanto se frenó tu vida nómade, ¿la pandemia fue un buen tiempo para el encuentro de pareja?
-Al principio fue divertido y luego fue muy extraño. Pasaban semanas y no me subía a un avión, cuando, en circunstancias normales, quizás hubiera estado en varios países; pero significó un gran momento para estar en casa, compartir mucho con mi mujer, y, por supuesto, para leer muchas horas seguidas.
-¿Más?
-Sí. Y también me sirvió para pensar, ya que no se puede estar siempre corriendo a mil por horas, es buena la introspección y la revisión.
-¿Ese ir “a mil por horas” hizo que aún no seas padre?
-No, trato de vivir con naturalidad y a medida que nos suceden las cosas. Vivimos en el respeto mutuo y respetando las elecciones propias. No es una cosa que esté completamente descartada, pero la vida te va llevando y uno se acomoda como mejor puede.
-La paternidad, ¿es un deseo?
-Cómo no, los deseos son muchos...
-Hay gente que no tiene el deseo de la descendencia.
-Lo que pasa es que para mí no es una deuda pendiente ni una carga.
-¿Qué te falta?
-Estoy absolutamente contento con la vida, aunque no he dejado de tener dificultades y frustraciones.
-El desarraigo no habrá sido sencillo.
-Por supuesto y, a veces, iba mejor y otras no tanto, la incertidumbre es parte de este camino.
“Somos un amasijo de situaciones”, dice pensando en su propia manera de mirar la vida, desde una totalidad y no parándose en mojones puntuales. “Somos las vivencias que nos suceden, con los años, vas mirando para atrás y pensás que podés cambiar porque todos comentemos errores, es algo humano”.
-Ingenuamente, y mirando la foto, alguien puede pensar que Iván de Pineda tiene la vida perfecta. ¿Cuál ha sido el dolor que te doblegó?
-No sé si puedo mencionar algo en particular, soy de mirar para adelante y trato de no dejarme arrastrar por situaciones que no son las ideales o tristes. Elijo la jovialidad y el buen humor, tener siempre una sonrisa.
No miente. Nuevamente tiene que grabar un nuevo tramo de Escape perfecto, pero antes invita a visitar el control del estudio y presentar a su equipo. Promete un karaoke -parece ser uso y costumbre del lugar- para cuando termine el nuevo bloque que le toca animar. Antes de ingresar al set, saluda a dos participantes con la cercanía de un amigo. No es ingenuo, sabe que si los concursantes se aflojan y pierden la tensión que implica estar frente a cámaras, todo rinde mejor. Para participar en el flamante formato se anotaron 35.000 parejas.
“Una vez le preguntaron a David Niven porque estaba siempre de buen humor y él respondió que había nacido en un tiempo de guerra, por eso se había impuesto la obligación de hacerle pasar siempre un buen rato a la gente que lo rodeaba. Eso me quedó grabado, no hay nada más lindo que dar y recibir simpatía, afecto y tiempo, diez segundos genuinos con alguien valen mucho; nos hacen mejor persona”.
Volver a la pasarela
Hace 27 años, Iván de Pineda realizó su primera campaña para Versace, la firma que le dio un espaldarazo a grandes nombres del mundo de la moda como la argentina Valeria Mazza. Hace pocos meses, el conductor, quien, a lo largo de los años realizó varias participaciones para esta casa ícono del diseño internacional, volvió a subirse a la pasarela y revalidar su impronta. Si como conductor tiene un estilo propio, no menos personal es su manera de plantarse ante la mirada de los expertos de la alta costura masculina. “Fue muy divertido volver a desfilar, aunque nunca dejé de hacerlo para las grandes marcas como Versace o Ferragamo”.
Ofició de anfitrión de ese encuentro donde se mostró lo ideado por Donatella Versace y la cantante Dua Lipa.
-A veces se malentiende a este universo de la moda, que lejos de ser pura frivolidad, es una industria y una manifestación cultural.
-Es un camino que me dio muchas satisfacciones, tanto en lo personal como en lo profesional. A esta edad, estando ya más grande, fue muy interesante poder estar tanto junto a la gente de mi camada, como a la nueva generación del mundo del fashion, que viene con otros parámetros y otra forma de comunicar. Cuando comencé, a los 17 años, a mí me tocó trabajar con profesionales que tenían diez años más que yo, generándose un quiebre generacional donde me tocaba aportar lo nuevo.
-Tu caracterización en la última presentación Versace fue muy interesante.
-Y la puesta en escena fue sensacional, todo estuvo pensado, con un por qué, desde las montañas de fondo hasta el maquillaje estuvieron muy cuidados.
-Una pasada no deja de ser una representación ficcional.
-Son dos minutos y medio con algo que quizás no se vuelva a repetir y además estás diciendo algo.
-Se ha dicho mucho sobre las exigencias hacia la mujer en torno a su talla y las consecuencias que ello acarreaba, con enfermedades como la anorexia. La sociedad evolucionó y hoy las casas de ropa exponen sus creaciones con modelos con cuerpos reales. ¿Qué sucedía y qué sucede en el universo masculino? ¿Has padecido ese tipo de imposiciones?
-Comencé en este mundo de manera azarosa porque quería dedicarme a otra cosa. A la edad en la que me inicié, los requerimientos eran diferentes. En esa época, éramos varios los chicos que viajábamos juntos y compartíamos la experiencia. Nuestros requerimientos físicos pasaban por otro lado, muchos llegaban del mundo del deporte y otros estaban cursando sus carreras. El foco estaba puesto en la personalidad de cada uno. Por supuesto, había personas más preocupados por el tema físico y otros no tanto, y cada cual tomaba las exigencias a su modo.
-En lo personal, ¿hubo mucho padecimiento?
-No, mis llegadas a las cosas eran muy naturales. Yo puse en discusión una forma diferente de mostrar la moda, algo nuevo a cómo se venía haciendo. Se trataba de ser natural.
-Siempre fuiste “diferente”.
-Pasaba por ahí y no por una exigencia puntual del medio.
¿Qué lee hoy?
-¿Qué estás leyendo actualmente?
-Estoy muy metido con la historia, me encanta, es mi manera de sustraerme de un montón de cosas, de bajar a tierra.
El hábito no tiene horarios, aunque la noche es el momento ineludible para tal cuestión: “Antes de dormir tengo que leer sí o sí. Si me meto en la cama y no leo, no me duermo. No bajo de una cierta cantidad de páginas, es mi momento de bajar la vorágine del día”.
-El cansancio, ¿no incide en la concentración?
-Para nada, todo lo contrario. Tengo que estar atento a no engancharme mucho porque me puedo pasar la noche en vela leyendo. Me voy corriendo el límite, me digo: “Hago veinte páginas más y corto”, pero siempre me estiro. Me tengo que poner un freno, para poder amanecer a las siete de la mañana para ir a trabajar.
Lee más de un libro por semana y, en algunas ocasiones -como en los viajes- utiliza la modalidad digital, aunque “si lo leí y me gustó mucho, lo compro en papel”. Desde ya, es el conductor perfecto para formatos como Pasapalabra, donde el lenguaje es la clave. Para no sobreexponerlo, Telefe decidió discontinuar las repeticiones de este ciclo.
En cuanto a la elección de los autores escogidos, reconoce que suele enfrascarse con determinadas firmas y leer todo lo que se publicó de las mismas. Así hizo con los franceses -con Alejandro Dumas a la cabeza- o con la novela negra -con Ellery Queen como referente.
-Si tuvieras que definirte con un personaje, ¿serías uno de los hermanos Karamazov o Don Quijote?
-Pienso en el Corto Maltés de Hugo Pratt, que se hizo la propia línea de su suerte en la palma de la mano. Siento que genero mi propio camino al andar, siempre voy buscando algo nuevo, no me quedo quieto.
Estilo
En Escape perfecto, los jugadores entran en competencia en pareja. Mientras uno responde preguntas sobre cultura general, el otro tiene la chance de ir acumulando premios dentro de una jaula, el tiempo de juego se define a partir de las respuestas correctas. Se trata de un formato creado en la televisión de Israel que es un suceso en mercados tan disímiles como los de China, México, Rusia y Portugal. “Es maravilloso sentarse frente a la televisión y ver algo que te pueda elevar, te haga pensar un poco y que no deje de lado lo lúdico porque eso somos los seres humanos”.
-¿Qué sentís que le aportás a programas que se basan en formatos preconcebidos internacionalmente?
-Les pongo onda, tengo una llegada a mi trabajo con mucho compromiso.
-¿A muchos formatos les dijiste que no?
-A algunos.
-¿Cuáles fueron las razones?
-Soy muy ñoño para mentir, entonces tengo que sentir al programa, estar convencido. Me defino como una persona muy genuina, soy igual delante como detrás de cámara, entonces tengo que abrazar lo que estoy haciendo. Además, siempre me pongo del lado del que viene a jugar y del televidente, buscando que la propuesta sea atractiva.
-¿Tenés referentes en la conducción?
-Viajando pude ver a conductores de muchos países y también sigo mucho lo que sucede en nuestra televisión, donde hay enormes conductores, pero siempre traté de seguir mi propia naturalidad.
-Puedo nombrarte a Santiago del Moro, Darío Barassi, Guido Kaczka, conductores de tu generación, ¿hay competencia entre ustedes?
-Los conozco desde hace muchos años y tengo muy buena relación con todos; más allá de desarrollarnos en un mismo ámbito siento que siempre debe primar la sinergia, la interacción y la charla. Me nutro mucho de todos.
-Algunos profesionales eligen sostener sus carreras a partir de la información sobre la vida íntima. No fue tu caso. Das testimonio sobre cómo se puede ser exitoso sin abrir puertas que luego no se pueden cerrar.
-Cada cual elige, son decisiones personales. En mi caso, tengo una vida tan normal como la de cualquiera y te diría que hasta aburrida.
-No sé si creerte...
-Creéme. Mi vida personal es igual a lo que muestro en mi trabajo.
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